El aragonés circuito de Motorland fue el año pasado elegido como el Gran Premio mejor organizado del Mundial de Motociclismo, siendo esto causa de gran orgullo entre sus organizadores. No pecaría de fatuo el que hubiera dicho, cabeza bien alta, que lograr semejante reconocimiento el mismo año del estreno es una proeza. Vale que el circuito fue diseñado por el que es el más prestigioso diseñador de circuitos de carreras que jamás haya existido, Hermann Tilke, pero la historia nos ha empachado de casos en los que no basta con tener unas buenas instalaciones; hay que saber ponerlas en funcionamiento, y vaya si lo logró la organización el pasado año.
Sin embargo, mientras esperamos nuestro turno para entrevistar a Jorge Lorenzo, la organización está a años luz de parecer la mejor del Mundial. Una avería en un transformador ha dejado sin luz el circuito de Aragón, lo cual supone primeramente que los entrenamientos se hayan cancelado y, en segundo lugar, que el habitualmente fresco motorhome de Yamaha sea un horno, bajo el implacable sol turolense y con la ausencia de aire acondicionado. Jorge Lorenzo, el epicentro de la estancia, parece ser la única persona ahí dentro que no desprende una gota de sudor. Con paciencia y compostura, va atendiendo uno por uno a los distintos medios. Es la persona más solicitada del circuito; no en vano es el vigente campeón de Moto GP y corre en su país. Su mirada, rápida y astuta, está en directa contraposición a un lenguaje corporal pausado y lento.
Niño prodigio allá en los noventa, subió a su primera moto con tan sólo tres años. Su padre, Chicho Lorenzo, al que considera «un entrenador excepcional», fue el impulsor del fenómeno. Esta precocidad hizo que se comparara a sí mismo con un espartano. No con cualquiera de ellos, por supuesto, si no con sus más gloriosos representantes de por allá el siglo V a.C, de los que, con sus cojones por bandera, hicieron frente en las Termópilas al mayor ejército del mundo. «No soy un espartano, obviamente», reconoce ya en frío, «pero sí que existe cierto parecido, puesto que ellos eran formados para la guerra desde que se tenían en pie, con disciplina y un alto nivel de exigencia tanto consigo mismos como con los demás. En ese sentido sí existe un paralelismo con mi vida: soy una persona que no se rinde fácilmente y evidentemente he sido formado desde pequeño para llegar donde estoy». Y vaya si lo fue: ya con diez años ganó la Copa Aprilia 50, siendo el piloto más joven en conseguirlo y siendo ésta una barbaridad que nadie ha conseguido igualar. Fue también el piloto más joven en debutar en un Gran Premio, récord que presumiblemente ostentará durante mucho tiempo, puesto que la edad mínima para participar es de quince años y Jorge corrió en el GP de Jerez con quince años y un día. Había dejado de estudiar a los catorce, centrando oficialmente en el motociclismo una vida que ya había rotado alrededor del deporte durante toda su existencia.
No ganó el Mundial en 125cc, sin embargo sí lo logró y por partida doble en el cuarto de litro, y empezó entonces a notar esa sensación incómoda pero al mismo tiempo satisfactoria que es ser el destino de todas las miradas. Ahora, ya consagrado, le preguntamos qué pilotos ve en las categorías inferiores que puedan aspirar a eclipsarlo en el futuro. Responde elípticamente antes de juzgar: «Muchas veces los pilotos sorprenden, tanto por lo negativo como por lo positivo: hay pilotos que tienen muy buena pinta en categorías inferiores y al llegar a Moto GP les cuesta, mientras que otros que no despuntaron en 125 o Moto 2 luego llegan a Moto GP y dan un salto. Ahora mismo [Marc] Márquez y [Stefan] Bradl son los más fuertes; no sólo los más rápidos si no también los más consistentes y los que tienen la cabeza más amueblada. En 125, destacaría a [Nico] Terol y sobre todo a Maverick [Viñales], que es muy joven. Estos cuatro son los que más me llaman la atención, aunque ya te digo, me podría equivocar y hay lugar para la sorpresa».
Lorenzo ha madurado no sólo como piloto, si no también como orador. A lo largo de los años ha aprendido a ser comedido en sus declaraciones y a lidiar con la prensa amable pero cautamente, sabedor de que un desliz se convertirá en un titular al que se lanzarán los gacetilleros como si se tratara de una suculenta perdiz en un río de pirañas. De ser necesario, calla y medita las réplicas antes que precipitar su discurso volviéndolo peligrosamente espontáneo. Sin embargo, un pequeño tic en su ojo derecho lo traiciona cada vez que una pregunta toca un punto sensible, y eso es algo que —todavía— no ha aprendido a controlar.
Por ejemplo, el leve temblor de párpado lo traiciona cuando es preguntado por Valentino Rossi, su primer compañero de equipo ya en la categoría de oro del motociclismo, y con el que tuvo una turbulenta aunque fructífera relación. Todo corrección, halaga al italiano definiéndolo como un «piloto muy completo», y continúa: «de Valentino aprendí muchas cosas ya antes de ser compañero suyo. Siendo observador, ya viendo las carreras por televisión, te das cuenta de su regularidad, su improvisación encima de la moto… Como compañero suyo tienes acceso a muchos datos suyos, como la telemetría —aunque él al final usaba la mía—. Pero sí, he aprendido bastante de Valentino, antes de ser su compañero y luego siéndolo». Añade luego, con una media sonrisa y evidente satisfacción, y es que no es para menos: «la verdad es que he sido un privilegiado al tener al considerado mejor piloto de todos los tiempos con la misma moto y poder medirme con él y plantarle cara». ¿Lo considera él entonces el mejor piloto de todos los tiempos? No caerá esa breva: «es difícil de medir. No hay un medidor de talento de pilotos; son diferentes épocas, rivales, motos… es difícil».
Su traicionero tic también hace acto de presencia al ser mentado Marco Simoncelli, un piloto con el que Lorenzo ha tenido constantes roces e incluso colisiones dentro y fuera de la pista. Tras titubear, se limita a decir de él que es un «piloto rápido», deseando pasar inmediatamente a otro tema.
Por supuesto, no es exclusivamente un durísimo rival. Lorenzo también es un excelente amigo, y esto queda patente al observar una estampa que se repite en cada Gran Premio: Jorge coge una scooter y, junto a su amigo Ricky Cardús (actualmente compitiendo en Moto2), da una vuelta al circuito, en la que lo va aconsejando in situ acerca de cómo ser más rápido. «Ahora mismo es mi mejor amigo. Vivo con él en Barcelona, le he ayudado bastante en su carrera deportiva y esta vuelta en scooter que hacemos cada fin de semana es lo mínimo que le puedo ofrecer. Intento desvelarle el secreto de las curvas más complicadas para que antes de salir a pista ya sepa qué hacer». Él mismo está también agradecido a sus mentores. «Mi ex mánager era también un ex piloto y sabía mucho de carreras; también ahora Wilco [Zeelenberg, actual mánager de Lorenzo] es un ex piloto de 250, y me ayuda mucho en ese sentido. Siempre he tenido buenos profesores».
Lorenzo no oculta su malestar por no poder luchar por el campeonato, decantado desde hace semanas a favor de un Casey Stoner al que nadie puede hacer frente. No es fácil para cualquiera de estos ultracompetitivos chavales luchar por segundos platos, de modo que Jorge se aferra a las matemáticas: «es muy probable que sea de Stoner. Muy probable», dice, con una sonrisa, recalcando ese «muy». Se podría pensar que el hecho de ver la victoria final lejos de su alcance podría afectar su forma de conducir haciéndolo correr menos riesgos, pero lo niega categóricamente, y añade: «a menudo por Twitter los fans me dicen ‘has madurado, pero el año pasado tenías más agresividad y ahora eres más conformista’. Y no es así, es que la moto de este año no es tan buena como la del año pasado y por eso no puedo aspirar a más. Pero siempre intento ir al límite y este año cuando no he podido estar arriba es porque la moto no podía ir más rápido. La moto del año pasado era muy buena pero este año los demás han mejorado, nosotros nos hemos quedado un poco atrás y es más difícil ganar carreras e incluso hacer podios».
Todo en Jorge Lorenzo emana una determinación ciclópea. Pilotar no es sólo su trabajo; es su vida. Niega pensar en su futuro más allá de la competición, y de todos los sacrificios que debe llevar a cabo para ser un piloto de élite, «lo peor son las caídas. Por el daño físico, obviamente, pero también por estar en la cama del hospital sin poderte mover. Es una situación muy desagradable». Tiene, sin embargo, tiempo para sus otras aficiones, como el fútbol. Define a Pep Guardiola como «un ejemplo para todos los entrenadores», incluyendo implícitamente a Mourinho, «un entrenador diferente y con mucha personalidad». Diplomacia, maldito invento.
Twittear es ya, más que una afición, un vicio, y es un apasionado de las frases célebres, estando suscrito a varios Tweets de citas famosas. ¿Una de ellas para definir su carrera? Lo sopesa y se decide: «Del fracaso al éxito hay un paso».
Buena elección.
Fotografía: Jesús Llaría
“Del fracaso al éxito hay un paso”…
y Lorenzo lo dió en el warm-up de este fin de semana.