En la tarde de ayer, tres capuchas blancas decretaron el “cese definitivo” de los gatillos de ETA. Desde entonces, no ha dejado de llover. Un sirimiri de alivio e ilusión se mezcla con un chaparrón de pesimismo. El de aquéllos que siempre dicen no.
Ian Paisley siempre fue un tipo de hondas convicciones. Tenía una idea de lo que debía ser la sociedad y fundó un periódico. Tenía una idea de lo que debía ser Dios y fundó una Iglesia. Tenía una idea de lo que debía ser Irlanda del Norte y fundó un partido político. Durante 35 años, manejó el Protestant Telegraph, la Iglesia Presbiteriana Libre y el Partido Democrático Unionista (DUP) con un simple lema: “No”.
Protestante y probritánico, Paisley dedicó todas sus fuerzas a luchar contra una mínima concesión a los republicanos católicos proirlandeses, esos vecinos suyos que “se reproducen como conejos y se multiplican como parásitos”. En 1968, justificó que hordas de grupos unionistas prendieran fuego a iglesias y casas de católicos, que para él “se quemaron solas porque escondían cócteles molotov”.
Con su imponente figura, su quijada de tiburón y el toque luciferino de sus despeinadas cejas, se convirtió en el enemigo número dos del IRA. El uno quedaba reservado para el primer ministro británico, especialmente si se trataba de Margareth Thatcher.
Su padre fue un paramilitar lealista de los que fundaron la milicia de los Voluntarios del Ulster en 1912. Como un periódico, una Iglesia, un partido y ser caballero de la Orden de Orange no le bastaban, Paisley también fundó una banda armada. En 1986, habló en público de la necesidad de crear una “tercera fuerza” para luchar contra los católicos y bajo los auspicios ideológicos y económicos de su partido, aunque en la sombra, se creó la Resistencia del Ulster (UR), que culebreó en los meandros del lealismo paramilitar y en pocos años había desaparecido.
El pastor Paisley contaba con un núcleo bien amarrado de los votos más radicales del Ulster. Fue diputado en Westminster, eurodiputado y desde todas las tribunas se le oía vociferar que “un proceso de paz significa un proceso de rendición”. A su lado, Jaime Mayor Oreja es una mezcla entre Rigoberta Menchú y Brian Currin.
No sólo se ocupaba de este tema: también luchaba para que la homosexualidad fuese una práctica prohibida por ley. Siempre con un refinado sentido de la puesta en escena, en 1988, Ian Paisley fue desalojado del Europarlamento por gritarle “te denuncio, Anticristo” a Juan Pablo II en medio de un discurso del Papa.
A Gerry Adams, líder del Sinn Fein, su espejo gemelo en el lado proirlandés, ni siquiera le llamaba por su nombre. Se refería a él como “el diablo”. Muchos intentos de diálogo multipartito en Irlanda del Norte se toparon con el eslogan de Paisley: “ni una pulgada”, en referencia a supuestas condiciones a la comunidad católica para lograr la paz. Así se ganó su apodo en la prensa: Doctor No.
En una réplica de lo que puede suceder en Euskadi, tras el cese de la actividad armada del IRA y los acuerdos de paz, los dos partidos en los extremos de la cuerda norirlandesa, el DUP de Paisley y el Sinn Fein de Adams, pasaron de segundones a hegemónicos en sus respectivas comunidades protestante y católica, desplazando a las formaciones más moderadas de los nobelizados David Trimble y John Hume. El IRA entregó las armas en 2005, y ese día Paisley volvió a tronar: “No iremos al Gobierno con el Sinn Fein”.
En 2007, Ian Paisley aceptó tomar posesión como primer ministro de Irlanda del Norte. A su derecha, como una especie de coprimer ministro, Martin McGuiness, del Sinn Fein, y ex jefe del IRA. En su discurso, dijo: “No debemos dejar que nuestra aflicción por las tragedias del pasado se convierta en una barrera para el futuro”.
Si Ian Doctor No Paisley pudo, cualquiera puede.
Que entrada más repugnante y manipuladora.
O sea, que estás comparando un conflicto como el del Ulster (o Irlanda del Norte) donde ambas partes tenían armamento y se estuvieron matando unos a otros durante casi un siglo, con el Pais Vasco, donde unos (ETA) han estado durante casi medio siglo matando, y los otros (la sociedad) han estado poniendo los muertos durante ese mismo medio siglo, ¿verdad?
Pretender igualar y extraer comparaciones del Ulster y aplicarlo al Pais Vasco no es más que un burdo y soez intento de manipulación de la realidad propio de gente sectaria interesada en hacernos comulgar con piedras de molino.
Desde luego, cuán ciega y despreciable debe ser una persona para tomar parte activa en este nuevo intento de chantaje terrorista, intentando por todos los medios que accedamos. En otros lugares del mundo, se te acusaría formalmente ante un juez por lo que estás haciendo, pero claro, trabajando en «La Secta», que se puede esperar.
Despreciable, nauseabundo y vomitivo artículo es el que has pergeñado.
Tómese una tila anda, respire hondo y repita cien veces cualquier tiempo pasado fue mejor, a ver si le pasa el disgusto Rafael