Podríamos definir a Goyo Jiménez (Melilla, 1970) como un humorista ilustrado. O como la víctima de la picadura de un payaso radioactivo según sus propias palabras. Además de pertenecer a la prolífica generación de comediantes de stand-up que recorren teatros y locales de toda la geografía nacional, ha trabajado en numerosos programas de televisión y tiene un lado oscuro como actor serio, director, guionista y “lo que surja” en el mundo del espectáculo. Actualmente compagina su labor como presentador de No le digas a mamá que trabajo en la tele con las representaciones en directo del monólogo Aiguantulivinamerica, la puesta en marcha de uno nuevo y las actividades fisiológicas propias de cualquier ser humano. La entrevista tuvo lugar en La chocita del loro de Gran Vía de Madrid, poco antes de salir al ruedo y lidiar con las dos horas de soliloquio enardecido que recita varios días a la semana.
Estudiaste Derecho y Arte Dramático, disciplinas muy distintas. ¿Te sirvió de algo estudiar cualquiera de ellas?
Sí, todo lo que estudia uno, si lo estudia bien, le sirve. Sobre todo en este trabajo que tengo yo que consiste en ser un océano de sabiduría con un dedo de profundidad. Todo me ha venido bien; me encanta la Historia, la estudio por mi cuenta; me gusta la Física, sobre todo la Física del Cosmos; me gusta estudiar Publicidad… al margen de las licenciaturas o carreras a las que haya podido acceder, me gusta estudiar de todo. En este trabajo tienes que tener una capacidad de recurso, que es lo que te hace marcar la diferencia con los otros: el poder hablar con cualquier espectador de cualquier cosa.
Los conocimientos en Derecho también te pueden servir para defenderte de lo dicho en un escenario.
Exactamente, en más de una ocasión. Además, trabajando en televisión, te viene muy bien saber de Derecho para saber dónde está el límite. Yo a veces gastaba una broma: tenía un Código Penal al lado de la cama y cuando llevaba a una chica le decía “espera un momento, me voy a asegurar de que lo que te voy a hacer no es delito”.
Si tuvieras que ejercer de abogado, ¿preferías defender al diablo o estar en la acusación contra Dios?
Si tengo que ceñirme a los estrictos principios de la abogacía mi obligación sería defender al diablo, porque hasta él tiene derecho a una defensa; y, en cuanto a Dios, lo complicado sería entregarle la orden de comparecencia. A ver qué agente judicial se le acerca. Al diablo es fácil encontrarle, hay un montón de sitios que frecuenta.
Se podría decir que eres un hombre muy precoz. En tu página web pone que desde los 18 años eres autor, director y actor y que has interpretado obras de teatro greco-romano, contemporáneo y obras del teatro clásico español (Cervantes, Lope, Tirso, Shakespeare, Molière). Mucho cuidado no es que hayas puesto en la web…
No, la verdad es que no, Además, es de mi ex. Pero, efectivamente, he tenido la fortuna de tocar un montón de palos en proyectos diferentes. Lo de ser precoz me lo ha dicho más de una mujer y la verdad es que yo me subí a un escenario muy jovencito. La primera vez fue en una de esas obras de la escuela, en la que me daban a mí el papel que tenía más texto porque tenía buena memoria; y de ahí que me dijeran que valía para actor —solo por la cuestión de la memoria— y eso me fue llevando por estos derroteros; y, bueno, he comido de esto, he podido vivir de esto desde muy joven. Igual he trabajado en escenografías, que he iluminando, que he llevado el sonido… he hecho absolutamente de todo, me ha ido bien y he sido feliz. Ese es el resumen que hago. He tenido la suerte de que todos los trabajos que he tenido, salvo rara excepción, me han gustado.
También ofreces en tu página links a You Tube de tus monólogos que ya no están disponibles por infracción de derechos de copyright. ¿Cuál es tu opinión acerca de los derechos de autor?
La verdad es que tengo la página como la tengo porque soy un desastre. Antes que autor soy un desastre. Además, como tengo tantísimo lío no me he podido ocupar de la web. Mira, como abogado (ríe), los romanos tenían una ley que se llamaba tabula picta según la cual tenía más valor lo que se había pintado en la tabla que la tabla misma, es decir, el Tribunal Romano le daba la razón al artista porque era el que había pintado. Yo creo que la propiedad intelectual debe existir y debe estar controlada, que debe ser del que la ha generado y que tiene que tener los medios para controlarla. De ahí a todo lo que se ha generado con las sociedades, sobre quién tiene más derechos, si el autor o el interprete… Creo que sin propiedad intelectual se acaba el mundo del creativo. Yo no voy a la panadería a llevarme el pan sin pagar. Te he contado todo este rollo romano para venir a decir que esto ha sido así siempre. Zorrilla murió en la miseria porque vendió los derechos de Don Juan Tenorio a un editor por una cantidad irrisoria y como la ley de entonces no le permitía cobrar derechos de autor, cada vez que se representaba la obra él tenía que ver que aquello era un éxito y no cobrar un duro.
Todos los humoristas a los hemos entrevistado te han nombrado como un referente en el panorama actual, ¿cuáles con los tuyos?
Lo primero, dar las gracias a todos los que me han nombrado por ser tan buena gente. Actualmente tenemos un panorama muy rico en el mundo del humor, no sé si es por la crisis que la gente tiene necesidad de reír. Estamos conviviendo los que fueron nuestros maestros, los que fuimos aprendices y gente que está llegando muy buena. De Faemino y Cansado soy fan a muerte desde que tengo uso de razón. Luego he tenido la suerte de trabajar con gente a la que admiro, como José Mota, con el que en muchas ocasiones he tenido que parar de grabar porque me entraba la risa. Considerando humoristas a la gente que genera su propio material y lo pone en escena, ya sea en radio, televisión, cine o teatro pues: Santiago Segura, Miki Nadal, que me ha enseñado a hacer humor en televisión, Dani Rovira, que trabaja conmigo en el programa y es un tipo que me hace mucha gracia. Tengo una plantilla estupenda: Daniel Perdomo, Raúl Pérez, Iñaki Urrutia… Hay un panorama tan amplio: Ángel Martín, Quequé, Leo Harlem, Dani de la Cámara… En este mismo teatro tenemos a Luis Piedrahita. Es un abanico creativo con estilos muy diferentes. Hovik, yo os recomiendo mucho a Hovik, que es un señor que era boxeador y que tiene una pluma exquisita…
Lo entrevistamos, ha colaborado con la revista posteriormente y hemos venido a verle actuar aquí, en la Chocita del loro. Es genial.
Sobre todo es que él está en otro terreno, trabaja entre la poesía y el humor. Se sitúa en esa delgada línea que separa la tragedia de la comedia y juega con esas tensiones muy bien. Lo que destacaría sobre todo de estos últimos años del humor es que cada vez hay más humor y menos parodia, menos gracieta. Se ha dado importancia al texto, a la idea; hemos prescindido ya del chiste de digestión rápida y hemos pasado al espectáculo, donde se exponen ideas.
Te voy a transmitir el comentario de un lector cuando entrevistamos a Quequé y hablábamos de esto mismo, nos decía: “también estaban como monologuistas Manolito Royo, Fernando Esteso, Andrés Pajares y otros muchos que pululaban por las salas de fiestas. Pero creo que los monólogos de antes de El Club de la Comedia estaban dirigidos a un público más amplio de lo que están ahora. Por ejemplo, Goyo Jiménez hace referencias que mucha gente no sabe de que está hablando…”
No, no estoy de acuerdo. No me voy a meter a valorar lo de los demás ni nadie pretende despreciar el trabajo de otros. A mí hay muchas cosas de Fernando Esteso y de Andrés Pajares que me han hecho reír, pero son gente que contaba chistes. De momento prescindes de la autoría. Cuando escribes algo no te dedicas a contar chistes. Yo cuando monto un espectáculo lo que hago es analizar situaciones, es más, ni siquiera me preocupa rematar en una pegada cómica; estoy analizando fundamentalmente una cosa: la estupidez. Por ejemplo, la primera estupidez que analizo en este espectáculo que represento dentro de un rato es la de dar por hecho un background americano y decir “esto es bueno y lo otro es malo”; aquí todo el mundo dice que el cine español es malo, pero parece creíble que todos los teléfonos empiecen por 555 o que cuando empujan a un tipo por la calle y se da un hostiazo digan: “tenga cuidado amigo, mire por dónde va”. Si hubiese nacido en la época romana, estaría haciendo observaciones sobre el humor íbero y sobre cómo los romanos nos estaban cambiando. No me preocupa el acabado del chiste, me preocupa el mensaje que estoy lanzando. Es otro tipo de trabajo. Hovik hace un trabajo que te hace reflexionar sobre otras cosas. Luis Piedrahita analiza los comportamientos ridículos con las cosas pequeñas. No es ni en técnica ni en contenidos la misma situación que contábamos antes.
Gila sí hacía esto.
Ves: sí. O Ramper, incluso, que era anterior. Gila está riéndose de la guerra, de la estupidez humana. Vamos a entender una cosa, y no me estoy comparando, El Quijote es un libro de humor, así lo concibió Cervantes y tuvieron que venir unos exégetas alemanes en el s. XIX a decirnos: “no, no, esto es un libro mucho más profundo”; pues alguien tendrá que venir a decirnos que Gila es mucho más profundo de lo que en su momento parecía, pero tendrá que pasar mucho tiempo para que valoremos la estupidez que refleja este señor cuando se ríe de una guerra, ¡un señor que ha vivido esta guerra, al que se fusiló y que se salvó porque no le dieron el tiro de gracia! Si eso es comparable a contar un chiste sobre preñar a la secretaria o acostarse con la vecina… No. Son dos técnicas, dos mensajes, dos maneras diferentes de hacer humor. Insisto: con todo el respeto a todos, porque los ha habido muy buenos. ¿Sabes quién hacía este tipo de cosas? Pepe da Rosa padre, yo recuerdo las grabaciones que escuchaba en mi casa y era un tipo que se ponía a hablar de la mitología griega desde el punto de vista de un andaluz. Eso no eran chistes. Un chiste es una gracia genérica de autor anónimo que vuela de boca en boca. Cuando alguien prescinde de la autoría ya no es un humorista, en mi opinión; es un cómico o un contador de chistes. Es un intérprete, pero no un creador. Y es una cosa que reivindico: la diferencia entre esta hornada y la anterior es que nosotros creamos nuestro trabajo, lo ponemos en escena y lo interpretamos. Lo digo por mí y por todos mis compañeros. Pero por mí el primero (ríe)
¿Qué tipo de humor sobrevive al paso de los siglos como texto en sí y qué tipo de humor solo sigue haciendo gracia según de hábil sea el comediante que interpreta?
Basta con leer a Ovidio, a los mimiambos griegos o a Aristófanes para entender qué tipo de humor nos sigue haciendo gracia. Aristófanes hacía chistes sobre los políticos corruptos, y piensas: qué poco hemos cambiado. Es curioso, porque en la época franquista se hacía y gustaba mucho Aristófanes precisamente porque se metía con la democracia, porque insultaba a los demócratas atenienses llamándoles corruptos, entonces la intelectualidad lo identificó como un humorista reaccionario y retrógrado, cuando en realidad ha sido el máximo exponente de la libertad de expresión, que es decirle a los mandatarios que tenía sentados en primera línea lo que pensaba de ellos, a través de su actores. Mark Twain: miras EEUU y sigue igual que cuando él escribía. Jonathan Swift bromeaba con el exceso de natalidad en Irlanda, el hambre que pasan y propone, él como irlandés, que se coman a sus hijos para resolver tanto el exceso de natalidad como el problema del hambre. El humor moderno es el humor anglosajón y el humor literario. En este país hemos tenido unos exponentes que han estado, otra vez por motivos políticos, minusvalorados, como Jardiel Poncela, Miguel Mihura, que eran personas que vivían de su ingresos teatrales o periodísticos y que tenían una mente evidentemente conservadora, y aquí muchas veces hemos juzgado el talento en virtud de la posición política del autor. Esto nos ha llevado a dejarnos de reír de según qué cosas. Creo que el humorista debe ser una persona absolutamente libertaria y no debe afianzarse a ninguna idea política porque se estropea como humorista. La obligación de un humorista es reírse de todos, como Aristófanes; de la derecha, de la izquierda, del centro, de la iglesia, de anticlericalismo, de Mahoma… Por Dios, después del esfuerzo que le ha costado a Europa liberarse de sus fantasmas y poder reírse de las religiones, ¿no vamos a poder reírnos de esto?
¿Crees que ahora la corrección política ejerce el papel de la censura?
Sí, por supuesto. Es una cosa que yo he llegado a decir en este espectáculo: miramos al de al lado muchas veces para saber si me debo reír o no, miramos a ver cómo se está riendo la platea para ver si en según qué momento se le tensa el culillo al público; pero además con cosas absolutamente estúpidas, basta con que menciones “terrorismo” o “violencia doméstica” para que la gente se tense. Hay un chiste sobre bombas, sobre cómo las hacen los americanos que “tú la ves y dices, sí señor, esto es una bomba, con sus cables, su reloj… aquí la meten en una olla o un tupperware. Es que son mierdas hasta para hacer bombas” y hay un momento en que la gente se plantea ¿me debo reír de esto o no me debo reír? Esto a mí me interesa como ingrediente, no como constante ni como línea de definición de un espectáculo, pero sí me interesa que la gente se plantee de qué coño se ríe. ¿De qué te ríes, tío? No hay cosa más reconfortante que reírse, pero visto desde fuera no hay nada más cruel que ver a alguien riéndose, porque la mueca de la risa es la más cercana a la crueldad. En mi nuevo espectáculo, que estoy rodando fuera de Madrid y que se llama “En verdad os digo” hay un momento en el que digo que estoy absolutamente en contra del racismo y que no soportaría que nadie entre el público fuera racista, que estoy dispuesto a devolver el dinero de la entrada al que sea racista y pido que levante la mano. Nunca la levanta nadie. Entonces digo que si hay alguien racista pero no se atreve a confesarlo, yo tengo un método para erradicar el racismo y consiste en exterminar a todos los gitanos y a todos los bomberos. Y pasa lo que te está pasando a ti ahora, que la gente se pregunta: ¿y a los bomberos por qué? Pero nadie se pregunta por qué a los gitanos.
Eso es como lo del código militar aquel que aconsejaba no juntarse con gitanos ni murcianos.
Ah, no, eso es de la Real Pragmática, que decía algo así como “prohibida la entrada a gitanos, murcianos y gente del malvivir”. Aclaro que no es murciano porque sea de Murcia, sino porque “murciar” en castellano cervantino, en germanía, es robar.
Pero al entenderlo como natural de Murcia, se pregunta lo mismo: ¿los murcianos por qué?
Efectivamente. Es como cuando alguien dice “yo no tengo nada en contra de los homosexuales, yo tengo muchos amigos homosexuales”. La gente alardea de los muchos amigos homosexuales que tiene, ¿entonces qué problema hay con la homosexualidad en la práctica si son nuestros amigos? Javier Veiga hacía una línea que se situaba muy al límite, porque decía “estoy en contra de la violencia doméstica, en mi casa no se puede bromear con la violencia doméstica, el día que a mi mujer se le ocurra hacer un chiste de violencia doméstica le meto una hostia que le arranco la cabeza”, el público no sabía si reírse o no. Es el clásico chiste por contradicción, de línea fácil, pero que pone a la gente en esta situación de preguntarse “de qué me estoy riendo”. El humor debe de abarcar todo lo que no haga daño personalmente, es decir, yo estoy totalmente en contra de hacer chistes de “Fulanito Pérez Martín” porque es un hijo de puta y me voy a reír de él. No soporto el humor con nombres, los chistes de Carlos Sainz, de Falete, de Melendi… no los soporto. Es el recurso de la falta de talento. Cuando no sabes qué hacer, tiras del pobre Carlos Sainz. En mi opinión, habría que hacer un chiste sobre el que se ríe de Carlos Sainz. Propongo una cruzada para erradicar esos chistes.
¿Y qué vamos a hacer sin chistes de Carlos Sainz?
Y sin los chistes del tanga de Falete, ¿verdad que sí? Pero es que, ¿ves?, un humorista de verdad hace esta queja y luego dice: esto me agobia más que el tanga de Falete.
Cuando hemos hablado con otros humoristas nos han manifestado su desinterés por trabajar en televisión. Javier Coronas en concreto nos dijo: “si quieres la televisión pase lo que pase tendrás que hacer cosas que luego no podrás contar a tu madre, como el programa de Goyo Jiménez. O que venga un amigo y te diga: “Vaya mierda de programa haces, me gustabas más en…” ¿Te has sentido así en televisión?
Como te he dicho al principio, he hecho muchos trabajos, de todo tipo, y en todos he sido muy feliz. He tenido un ingrediente, dos, tres… todos, que me han llevado a la felicidad. Evidentemente, trabajando en televisión hay cosas que te gustan y cosas que no, como trabajando en el teatro. Te puedo hablar de todas las veces que he trabajado en televisión y de lo que me ha gustado o no; ahora estoy presentando y esa es la parte diferente. Parece que presentar un programa te convierte en la cara visible, si las cosas van bien dices “hay un equipo detrás” y cuando vas a recoger premios dices “quiero agradecer a todo el equipo…” pero cuando va mal, las hostias para el presentador. Propongo que cuando las cosas vayan mal le pase el marrón a todo el equipo y cuando recoja un premio diga “esto me lo he ganado yo solo, que le den por culo a la gente”. Yo tengo un equipo con el que me lo he pasado muy bien, puede que nos hayamos equivocado en la elección del proyecto, del formato… Uno no tiene el control del trabajo. Hay una serie de creativos que son los que plantean en qué dirección tiene que ir el programa y uno tiene que ser un profesional, cuando estás ejerciendo de presentador, que intente llevar el planteamiento de quien dirige y quien crea hacia delante. Esa es mi labor en ese programa. Estoy presentando. Si yo hiciese mañana mi show y tuviera la capacidad de decidir hacia dónde va, pues lo haría de otra manera. Ahora estoy presentando un programa, simplemente eso. Y podré estar más o menos de acuerdo con lo que estoy haciendo —que ya te digo que como en todo habrá cosas que me gustan más y otras menos— pero te aseguro que no será por falta de esfuerzo del equipo, porque se han dejado la piel del primero al último, ni será porque Mediaset y la cadena no nos hayan dado todas las posibilidades del mundo, porque nos las han dado. Quejas cero. Yo entiendo que la gente se pueda sentir defraudada y diga “me gustas más cuando haces otras cosas que cuando haces esto”. ¿Quién acaba decidiendo lo que permanece y lo que no? En el teatro la entrada, en la televisión la audiencia; pues bueno, pues si al final no tenemos la audiencia suficiente nos tendremos que ir a nuestra casa y ya está.
Ahora os han cambiado de horario.
Porque estamos mal de audiencia, no te lo voy a negar. Además es una franja complicada. A mí me han dado todo tipo de retos, por ejemplo, yo trabajé con José Mota y mi labor con él consistió en ayudarle a orientar una carrera que venía de veinte años casi de pareja y transformarlo en otra cosa. Y nos podíamos haber hostiado perfectamente, pero salió bien; entonces eres estupendo y todo es maravilloso, si llega a salir mal, pues qué le vamos a hacer. No voy a dejar de hacer trabajos porque salga pueda salir mal, si me convencen. Yo acepté este trabajo fundamentalmente por la persona que lo estaba generando, Ángel Ayllón, al que quiero mucho y tengo un gran respeto, que es el creador de Sé lo que hicisteis y el último director de El Club de la Comedia cuando estaba yo. No voy a decir ahora, como ha ido mal de audiencia, que la culpa es de otros. La culpa es de que las cosas no cuajan, no funcionan por muchísimos motivos.
En alguna ocasión os han acusado de ser una imitación. Vosotros mismos os parodiáis haciendo imitaciones, por ejemplo, de El Hormiguero.
Nosotros empezamos el programa con una sección que se llama “Culo veo, culo quiero” en la que vamos a hacer lo que hacen otros, de forma descarada. ¿Qué era Tonterías las justas? Era una imitación de Sé lo que hicisteis cuando arrancó, hasta que tuvo su propia personalidad. El hormiguero se ha dedicado a traer secciones sacadas de otros programas, cualquier persona que vea un poquito de televisión internacional se da cuenta. Cuéntame, que es la serie más valorada de la televisión española, es Aquellos maravillosos años. Es que en la televisión está todo inventado desde los años cincuenta.
En la franja horaria de tu programa el líder en audiencia es Amar en tiempos revueltos.
Por supuesto. La televisión tiene que entender que el fraccionamiento que ha habido conlleva otro tipo de audiencias. El programa que hace Javier Coronas, en el que he estado y del que me declaro seguidor, tiene una audiencia mínima que puede tener hueco en una televisión temática determinada. Las generalistas -por llamarlas generalistas, porque ahora están todas igual en la parrilla digital- se tienen que dar cuenta de cuáles son sus nuevos objetivos, su target de público y a qué pueden aspirar. Porque no es un problema nuestro solo, es un programa de la tarde de la cadena y de la tarde de La sexta y de muchas cadenas. Yo me fui de Antena 3 después de hacer UHF y nos decían que un 17% que hacíamos por la noche no era suficiente, porque estaba Sardá cosechando un cuarenta y tantos. ¿Dónde está la sensatez? Está en lo que tardan la publicidad y las cadenas en adaptarse. Muchas veces pasa como en las empresas: no se trata de ganar más, sino de reducir costes; es decir, hagamos un programa más modesto. Si de algo me arrepiento de este programa —que te vuelvo a repetir que estoy encantadísimo de haber trabajado en él— es de no haber tenido más margen de locura, de decir “que le den por saco a todo, vamos a hacer lo que nos dé la gana y si nos quieren ver que nos vean y si no, no”, porque al final uno ha de fiarse de lo que le hace feliz, de lo que gusta hacer.
Yo os he ido viendo de forma esporádica y me parece que empezasteis mal, al cabo de un tiempo sí se os veía con más naturalidad, pero supongo que ya no habías captado a la audiencia.
Hemos tenido momentos de audiencia que han estado bien, en que hemos superado a Otra movida. Tonterías las Justas arrancó con unos resultados pésimos en Cuatro. La cadena nos ha dado oportunidades y nos ha cambiado de horario para reubicarnos. Intenta salvarnos porque nos ve trabajar con ganas, pero es un programa con varios handicaps, con un equipo formado para una determinada cosa. Es como cuando te planteas por qué el Madrid no lo gana todo sobrado. Pues yo qué sé. Nosotros hemos tardado mucho en encajar entre colaboradores. Y ahora hay una empatía maravillosa, pero hemos tardado mucho, más de lo que da el tiempo en televisión. Pero de verdad te lo digo, incluso con ternura, que es de esos proyectos en los que te fastidia, porque miras a tus compañeros y dices “joder, es que son muy buena gente”. Soy el primero que ha pensado que a lo mejor el presentador no ha calado y no he sabido generar esa empatía para que un proyecto cuaje, y se lo he dicho muchas veces al productor: si me tengo que ir a casa, me voy y buscas otro presentador que solucione el problema. Lo que a mí me preocupa desde el primer día es el resultado general, si no, no me hubiera metido, porque sabía que las hostias iban a ser para mí. He intentado implicarme en todo lo que he podido, en todo lo que se me ha permitido, pero yo al fin y al cabo soy el presentador.
Trabajaste con La Fura dels Baus, ¿cómo son las cenas de empresa en la compañía?
Bueno, hace tiempo que no sé de ellos, pero hace mucho que dejaron ya de ser punkis; han pasado de okupas a tener una masía en el Pirineo.
Y ahora trabajas para Vasile.
Con Vasile he tenido oportunidad de hablar una vez y me ha parecido un tío muy divertido, te lo digo en serio. No tengo más elementos de juicio que la breve entrevista que tuve con él y me pareció un tipo muy ingenioso; muy fino, muy fino, muy fino. Yo estudié Comedia del Arte en Italia y es ese humor italiano, destilado, fino.
A tu predecesor no le despidió muy elegantemente.
Sí, bueno, cada uno cuenta la corrida según le ha ido. El día de mañana a lo mejor te llamo y te digo: oye, quiero rectificar porque Vasile me ha pegado con un palo en la espalda; pero de momento… Jesucristo decía: Por sus acciones les conoceréis y no por sus palabras. Yo no he tenido más que buenas maneras y, ya te digo, cualquier otro programa con esos resultados estaría fuera hace tiempo y se nos ha mantenido en confianza.
En el mundo del humor ¿ser de Albacete es jugar con ventaja?
¿Sabes qué pasa? Que Albacete es una ciudad muy franca, muy abierta, en la que se conserva lo mejor del pueblo a la vez que es muy cosmopolita y entra lo mejor de fuera. Lo bonito es eso, que sigues manteniendo esa filosofía pueblerina pero de repente tienes unas ínfulas de ciudad del mundo, que es lo que es Albacete. Ya lo decía Azorín: la Nueva York de La Mancha, y no lo decía solo por el skyline que hacía Albacete cuando se acercaba por la carretera, sino porque es cierto que es una ciudad de gente industriosa, que ha viajado mucho, que se ha ido fuera y ha vuelto con innovaciones. Este humor albaceteño se ha plasmado a raíz de José Luis Cuerda que —sin ser de Albacete, porque es de Madrid— se fue a vivir allí por una historia muy divertida, por una casa que su padre ganó jugando al póquer. José Luis entró en contacto con Albacete y con el espíritu manchego y le salió esa película maravillosa que conocemos todos que es Amanece, que no es poco. En Albacete había dos o tres compañías de teatro y aquello nos impresionó, nos marcó eso de vernos desde fuera y decir “ah, pues somos graciosos”. El caso es que nos echamos a las derroteras; yo venía haciendo humor desde siempre y luego tuve oportunidad de contactar con Raúl [Cimas], con Ernesto [Sevilla], con Joaquín [Reyes]. Lo primero que hicimos en plan serio fue haciendo club de la comedia juntos en Albacete, ellos se marcharon a Paramount y yo al El Club de la Comedia. Luego se ha juntado que yo empezara a trabajar con José Mota, que es de Ciudad Real, y utiliza un lenguaje muy propio de La Mancha próxima a Andalucía, la de Don Quijote. Cuando me puse a trabajar con él lo traicioné, porque en las temporadas anteriores ya tenía agotada su terminología de Ciudad Real y empecé a meter palabros albaceteños, pero además le engañe porque metí cosas de Quevedo y de Góngora y él las decía todo convencido. Luego salió una maravillosa columna de Raúl del Pozo en El Mundo felicitando a la sección de El tío la vara, que la escribía yo, porque recuperaba lo mejor de lo gongorino y lo quevedesco. Fue muy divertido el experimento. Pero lo cierto es que muchas palabras que se utilizan en los pueblos no son otra cosa que castellano antiguo, si te dicen que “sagato” que has liado, se refieren a una palabra que es prácticamente fabla aragonesa en la zona manchega, que significa “humareda”.
Se rumorea tu nombre como posible conductor de “Academia de sexo”, ¿tienes alguna formación especial en el tema para enfrentarte a este reto?
Sí, claro. Evidentemente (ríe). Soy un magnífico amante con una dilatada experiencia sexual. No, a ver: yo tengo un perfil de presentador que consiste en que tengo una cultura amplia que me permite ocuparme de determinados aspectos; cuando la cadena, o en este caso la productora, te pide hacer una prueba —en la que a la vez tú pruebas si te gusta el proyecto— pues es en función de eso, de poder transmitir una serie de ideas con soltura, con naturalidad y poder aportar. Sé lo que es un prepucio, sé lo que es el punto G y tengo determinadas nociones biológicas básicas para saber de lo que estás hablando, cosa que ahorra mucho trabajo. Ya te digo que esto fue un poco probarnos ambos.
Te vamos a poner a prueba. ¿Tú sabes algo del sexo con pulpos?
¿Del sexo con…?
Pulpos.
Sé que Troy MacClure lo hacía con pescados. Yo el sexo con pulpos lo he probado pero más en plan bondage: en lugar de usar cuerdas utilicé pulpos de los de sujetar la vaca del coche, que son muy prácticos.
Para despedirnos, háblanos de tu próximo espectáculo teatral.
No sé cuando lo voy a poder estrenar, porque sigo vendiendo entradas de Aiguantulivinamerica, se me ha parado otro espectáculo intermedio que estoy haciendo en otras salas, que es Al fin solo, y este último, en el que estoy trabajando y con el que estoy apasionado, cuyo título provisional es En verdad os digo que, como su propio nombre indica, tiene mucho de evangélico, en cuanto que se trata de hacer una revelación y en el que yo me creo un iluminado. Habla de las verdades del barquero, de las cosas que nos han conducido al sitio en que estamos. Empezando por la mercadotecnia, siguiendo por nosotros que hablábamos del dinero que costaban los pisos como si lo tuviéramos, de los pisos como si fuesen nuestros sin recordar que son de un banco, de nuestras mujeres y nuestros maridos como pensando que nos van a querer toda la vida… en definitiva, la falsedad en la que vivimos, impuesta o sostenida por nosotros mismos. La única verdad es que te vas a morir. El reto para mí es hablar de todo esto haciendo reír. Y, sobre todo, si hay una solución. Una cosa que me llama la atención es que te acercas a las estanterías de libros de sociología en cualquier tienda y te encuentras un montón de admiraciones: ¡Indignaos!¡Revelaos! ¡No os conforméis!
“¡Iros a tomar por culo!” como decía Xavi Puig hace poco en una parodia en El Mundo Today.
(Risas) Esa es la solución, decir todo entre admiraciones. La solución, no nos engañemos, no consiste en que ahora tenemos que ser más productivos que los chinos; la solución es convertir a los chinos en españoles: hacer que tengan siesta, que sean tan vagos como nosotros, tan quejicas como nosotros, que tengan cientos de sindicalistas, de concejales… O sea, transmitirles todo lo que nos ha frenado a nosotros para frenarlos a ellos. De la misma manera que cuando llegamos a América los destrozamos con la viruela y el sarampión, destrocemos a los chinos con nuestro modus vivendi y verás cómo el mundo se hace español y no al revés. Esta es la idea que transmito en el espectáculo. A mí no me joden la vida y me hacen trabajar más, me ha costado mucho llegar a un modo de vida, ¿la solución va a ser que volvamos a ser esclavos? No, señor, no. Lo irritante de este asunto es que yo entiendo que los alemanes, que venden más de cien mil millones de euros a los chinos, es decir, que tienen la balanza de pagos positiva, quieran tener relaciones sin impuestos con China; pero nosotros compramos a China sin impuestos de exportación para que venda Alemania, porque estamos en la UE, porque nosotros vendemos una mierda y sin embargo comprar todo lo que compramos a China sin impuestos se ha cargado el textil, el calzado, la juguetería… Para que los chinos produzcan como producen sus trabajadores no tienen derechos, tienen que trabajar a destajo… ¿de verdad queremos ser así? No creo que sea el camino, aunque tampoco lo es ¡Indignarse!
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Hace poco echaron por la tele la de El negociador, con Eddie Murphy, y se me venía a cada rato el monólogo buenísimo de Goyo sobre las películas americanas. Con su bronca del jefe en plan «eres uno de mis mejores hombres del departamento, pero estás implicándote demasiado en este caso. Deberías tomarte unas vacaciones, Jack».
Grande Goyo sigue asi, la vida seria maravillosa con un pco mas de esa filosofia. Jauh.
Ahora entiendo lo mal que lo está haciendo en televisión, dice que Miki Nadal le ha enseñado lo que es el humor en televisión. Tenía que haber buscado a otro, no al comico mas sobrevalorado y malo que existe.
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