Vicente Muñoz Puelles – Ilustraciones de Fernando Vicente
Oxford University Press – Colección El árbol de la lectura. Para niños de 10 años o más
Cuando un libro infantil empieza con una conversación entre personajes como Adolf Hitler, Ribbentrop, Goebbels o Martin Bormann, sabemos que no nos encontramos ante un libro infantil cualquiera.
Hay una edad en que el niño, o la niña, empieza a abandonar las explicaciones mágicas sobre todo cuanto le rodea, a enfrentarse a la realidad tal y como es. Es una etapa de descubrimiento en la que comienza a mirar más allá de su entorno inmediato y a percibir un mundo mucho más grande, complejo y antiguo de lo que había imaginado antes. Un mundo en el que, para su desconcierto, ya no es todo de color de rosa. Nuevas certezas se forman en su cabeza: la vida no es perfecta, no todo lo pueden arreglar papá y mamá, los buenos no siempre ganan, la gente puede ponerse enferma, morirse e incluso hay gente que mata a otra gente. El paso de la infancia a la madurez es el descubrimiento de las imperfecciones del mundo, pero también el aprendizaje de cómo sobreponerse a ellas, hacerles frente e incluso, cuando es posible, intentar buscarles una solución. La lectura ideal que requiere esta particular etapa de la infancia debe ser, pues, un delicado equilibrio entre el remanente nostálgico del mundo mágico que está dejando atrás y la presentación de la pura y simple realidad ha de asimilar, si quiere crecer y convertirse en un adulto sano.
Dicho equilibrio literario es difícil de conseguir, pero Vicente Muñoz Puelles —y no lo digo porque sea nuestro amigo— se ha salido con la suya en El regreso de Peter Pan, libro que conmemora el centenario del personaje teatral de James Barrie. En un tono de aventura fantástica, como corresponde a las andanzas del legendario personaje que se niega a crecer, el pequeño lector descubre, sin pretenderlo, nuevas facetas del mundo como la mencionada historia, el arte o la literatura misma. Aprende también, por ejemplo, cuál es la importancia de la convivencia y de la cultura como expresión de esa misma convivencia.
El argumento, ambientado en la Segunda Guerra Mundial, comienza con el enfado de Hitler cuando durante la representación de la obra teatral de Barrie en Londres, el personaje del Capitán Garfio es sustituido por un Adolfo Garfio destinado a ridiculizarlo. El dictador, en represalia, decide invadir la tierra de Nunca Jamás, enviando uno de sus temibles submarinos para capturar a Peter Pan y anotarse una victoria anímica y propagandística frente al enemigo inglés. Fantasía y realidad siguen mezclándose cuando el poeta alemán Erich Kästner, tras contemplar con tristeza cómo los simpatizantes nazis queman libros en una pira —incluidos algunos de los suyos— es chantajeado por el régimen para escribir una historia de Peter Pan alternativa, con la que pretenden ensalzar a Hitler y traicionar los valores que Peter Pan encarna originalmente.
Mientras, Wendy, la antigua compañera de aventuras de Peter Pan, se ha hecho mayor, se ha casado y ha tenido hijos. Casi ha olvidado que un día conoció a Peter Pan y le habla a sus pequeños del personaje como quien habla de un cuento. Cuando estalla la guerra y los bombarderos alemanes sobrevuelan Inglaterra, Wendy enseña a sus hijos a usar la imaginación para escapar de la realidad… y es cuando usa la imaginación cuando el eternamente joven Peter Pan vuelve a hacer acto de aparición: naturalmente, no puede entender por qué Wendy ha crecido y se ha convertido en una mujer adulta, pero lo acepta y se hará amigo de sus hijos, junto a quienes vivirá nuevas aventuras. Pues tienen ante ellos un desafío trascendental: salvar la tierra de Nunca Jamás de los desalmados invasores que pretenden convertirla en una más de sus infames cárceles.
El regreso de Peter Pan es, pues, un libro de aventuras en toda regla, pero el elemento real se cuela entre los elementos fantásticos creando una mezcolanza cautivadora. Los personajes reales y las situaciones históricas, así como las figuras de escritores o incluso las obras de arte que podemos ver en ciertos museos componen el atrezzo de las nuevas aventuras de Peter Pan, pero un atrezzo destinado a provocar preguntas en el lector, a despertar su curiosidad e invitarle a que investigue las respuestas a esas preguntas, a que consulte a sus mayores, a que reflexione sobre lo que ha leído. El niño, a esa edad, no podrá entender las lecturas de Thomas Mann pero sí se le puede explicar por qué un importante escritor, ganador de un Premio Nobel, tuvo que abandonar su país tal y como se comenta en algún momento de El regreso de Peter Pan. Y también se le puede explicar por qué es importante que un escritor, o un músico, o un ciudadano cualquiera no tenga que huir de su país… al igual que Peter Pan no tendría por qué huir de Nunca Jamás. Se le puede explicar que los villanos del mundo real son a menudo peores que los de la fantasía, o ¿cómo si no se explica que un submarino nazi haya hundido con un torpedo al Jolly Roger, flamante velero del capitán Garfio? Perfecta metáfora de cómo en la mente del niño, a medida que crece, las imperfecciones de la realidad vencen a la fantasía, cosa que ha de aprender a procesar adecuadamente en beneficio de su estabilidad y felicidad.
El regreso de Peter Pan es vehículo de multitud de valores, pero afortunadamente no se limita a aleccionar. De un modo muy sencillo, poco traumático —con bastante pinceladas de humor, de hecho— pero realista y siempre considerando al niño como lo que es (un individuo inteligente) el libro contrasta la fantasía idealizada de la infancia con la realidad imperfecta de la edad adulta. Descubrir la realidad no significa dejar de recurrir a la fantasía, sino sencillamente aprender a distinguir entre ambas y saber cuándo, cómo y dónde tiene sitio lo fantástico en nuestra vida.
Probablemente es esa también una gran lección para nosotros, los lectores adultos —que perfectamente podemos disfrutar con este libro, pues Muñoz Puelles reserva también algunos guiños y perlas irónicas en el texto dedicadas a nosotros—, quienes ya dejamos Nunca Jamás muy atrás pero que, como El regreso de Peter Pan bien nos recuerda, no tenemos por qué renunciar a nuestra parcela de fantasía. A fin de cuentas, el niño que una vez fuimos es nuestro Peter Pan particular, siempre negándose a crecer y nunca desapareciendo del todo. También él tiene derecho a una parte de nuestra vida. En definitiva: un libro que ayuda al niño a ser más adulto, y al adulto a ser más niño.