¿Asustaban al rival con su sola mención ya antes de salir y pisar el campo? Sí. ¿Fue uno de los mejores equipos de todos los tiempos? Sí. ¿Era quizá la más formidable maquinaria ofensiva que ha visto el fútbol? Sí. ¿Podían llegar a jugar como se había visto pocas veces y como probablemente nunca más se ha vuelto a ver? Sí. ¿Era una constelación irrepetible de genios del balón, algo tan excepcional que ni su propio país ha podido replicar? Sí. ¿Eran los favoritos para ganar el Campeonato Mundial de 1982? Sí. Pero ¿fueron campeones? No. Los caprichos del destino impidieron que la última generacion de dioses brasileños del fútbol se coronase como parecía escrito en la profecía.
Tomemos por ejemplo el Barcelona de Guardiola: es como una orquesta perfectamente entonada tras años y años de academia, en la que hay algún que otro virtuoso improvisador capaz de salirse ocasionalmente del guión, pero que básicamente interpreta una ordenada sonata que sigue al pie de la letra lo que dicta la partitura. Pero imaginemos ahora un equipo que era como uno de aquellos grupos de jazz en los que no había partitura —o a la partitura no se le hacía caso— y en donde cada instrumentista era un virtuoso con tendencia a inventar sus propias melodías, hasta el punto de que ni ellos mismos sabían qué música iban a estar tocando unos pocos compases después. Un equipo que era como el “be-bop” del fútbol, al que resultaba casi imposible frenar porque resultaba casi imposible prever. Un equipo al que ya se le había otorgado la copa de campeón antes de iniciarse el Mundial porque nadie podía imaginar que semejante conjunción de talentos fuese a encontrar un rival cuya defensa no fuesen capaces de doblegar. Un equipo que durante el Mundial marcó quince goles en ocho partidos, más de los que los campeones marcaron en todos sus once encuentros. Una escuadra de maravilla, los X-Men del balompié.
Pero los hados del fútbol no siempre son justos, o consideran que la justicia nada tiene que ver con el arte.
El equipo que tenía que ganar
Brasil tenía una deuda pendiente con la Historia. Ya habían ganado tres títulos mundiales en cuatro ediciones, gracias a un par de generaciones de futbolistas extraordinarios (la del 58 y la del 70) que habían reunido más técnica e inventiva individual que ninguna otra escuadra hasta entonces. Dos oleadas de jogo bonito representadas —que no resumidas— por el legendario Edson Arantes do Nascimento.
Pero los años setenta habían sido decepcionantes. En 1970 los brasileños habían asombrado al mundo con lo que muchos consideraron entonces el equipo de fútbol más grande de todos los tiempos, llevándose el título casi por aclamación cuando apabullaron a los italianos con un rotundo 4-1 en la final. Pero en el campeonato de 1974, huérfana de Pelé, la “canarinha” intentaba en vano apurar los últimos posos de aquella generación de fábula y se presentó en el torneo insegura y titubeante: en la segunda fase de grupos fue enviada a casa por la Holanda de Rinus Michels, que estaba inventando el fútbol moderno (el “fútbol total”) y que hizo que el “fútbol samba” de los brasileños pareciese repentinamente anárquico y obsoleto. También en el siguiente Mundial, en 1978, tuvo Brasil un comienzo algo dubitativo, pero en la segunda fase el equipo se puso las pilas: los nuevos valores brasileños empezaron a carburar. Sin embargo, tras un tenso empate a cero con Argentina, los brasileños quedaban fuera del torneo a causa del “goal average”, ya que los argentinos le hicieron seis tantos a Perú en la última ronda (goleada que despertó todo tipo de sospechas y habladurías). En todo caso, ni en el 74 ni el 78 acudió Brasil al campeonato con un plantel que hiciese olvidar a sus ilustres predecesores del 58, 62 y 70. El fútbol de carnaval había dado el relevo al más ordenado y sistemático fútbol europeo y Brasil ya no dominaba el cotarro. Incluso en su propio continente parecía haber sido superado por el fútbol argentino, que estaba más cerca de los planteamientos europeos que de la pura improvisación brasileira, y que se había llevado un título mundial. Título polémico, pero título al fin y al cabo.
Todo este aparente declive cambió en las fases previas del Mundial de España. La efervescente cantera brasileña había producido otra cosecha de Gran Reserva, una absurdamente brillante colección de talentos que durante la fase de clasificación y los amistosos previos había demostrado con claridad una verdad temible: no había ningún tipo de jugada ofensiva que aquellos tipos no fuesen capaces de elaborar. Literalmente. Sus momentos de inspiración, aquellos clímax futbolísticos en que los brasileños empezaban a improvisar como si estuviesen siendo iluminados por fuerzas celestiales, dejaban boquiabiertos a los espectadores y sembraban pánico entre los rivales. Cualquier combinación de pases y cualquier carambola ofensiva, por extraña o improbable que pudiera parecer, podía ser ejecutada por las botas encantadas de aquellos magos del balón. Se los comparaba sin complejos con los fabulosos equipos que le habían dado tres títulos mundiales a Pelé.
El corazón del equipo era el diabólico Zico —su apodo era “el Pelé blanco”, eso lo dice todo—, un mediapunta de habilidades inverosímiles, cerebro rápido y remarcable carácter. Capaz de generar casi cualquier tipo de pase ofensivo en las situaciones más difíciles, un regateador que podía desorganizar toda una defensa con un par de quiebros, un impresionante rematador, un gran lanzador de faltas… en definitiva, uno de los grandes. Un jugador infravalorado, o más bien poco conocido, por parte del público actual. Tres cosas impidieron que su nombre se haya revalorizado todavía más en la historia del fútbol: una, y quizá la más importante, que nunca ganó un Mundial. Dos, que fue eclipsado por la fulgurante ascensión de Diego Armando Maradona. Y tres, que desgraciadamente apenas jugó en Europa. Demostró sus asombrosas capacidades durante una apoteósica temporada en Italia, vistiendo la camiseta del Udinese: 19 goles en 24 partidos durante su primer año… en el ultradefensivo y durísimo Calcio de los ochenta, disputándose el título de máximo goleador con otro de los grandes de su tiempo, Michel Platini (el francés se llevó el «Pichichi» con 20 goles, uno más que el brasileño, pero Zico se había perdido cuatro partidos). Pero, pese a que su fútbol puso de manifiesto que podía romper esquemas en Europa, Zico, tras poner patas arriba el Calcio, regresó a Brasil el año siguiente, donde siguió jugando durante años y de donde ya sólo salió para una prejubilación dorada en Japón.
Zico estaba rodeado por una galería insólita de fantásticos jugadores, comenzando por el incomparable “doctor Sócrates”, de muy alta estatura para un futbolista —medía más de 1’90— pero cuya pequeña talla de pie, delgadez y excepcional sentido del equilibrio le permitían tener tanta cintura como un jugador de 1’75. Era un mediocampista excepcionalmente rápido y hábil, con una especial querencia hacia el juego preciosista y los pases inverosímiles, gracias a lo cual era un perfecto complemento para las laberínticas jugadas de Zico. Sócrates era en cierto modo como un Larry Bird del fútbol: su propósito era hacerlo todo bonito y espectacular incluso en momentos difíciles, incluyendo los lanzamientos de penalti. Desde luego, el ver a un jugador de su estatura correteando por el campo como una liebre y regateando a jugadores que deberían desafiar su centro de gravedad era toda una visión. Jugó un año en Italia, como Zico, pero también regresó rápidamente a Brasil, descontento por la disciplina que le exigían allí («hay más cosas en la vida aparte del fútbol»). Eso sí, Sócrates era un hombre cultivado, nada que ver con el prototipo de futbolista intelectualmente ramplón. Cuando Zico no componía mágicas combinaciones con Sócrates, podía hacerlo con Falcao, un volante que también cultivaba el gusto por la complicación y la filigrana, además de ser (también) un excepcional tirador y muy resolutivo de cara a puerta. La gran especialidad de Falcao eran las apariciones por sorpresa entre líneas: se situaba inteligentemente a medio camino del ataque brasileño, con un envidiable sentido del movimiento sin balón (un jugador a estudioar en las escuelas de fútbol) y cuando decidía pasar a la ofensiva, apareciendo de la nada, solía crear el más absoluto desconcierto en las zagas rivales. Falcao cedía parte de su fama ante Zico y Sócrates, pero hubiese sido la primera estrella en cualquier otra selección del mundo. Es más, Falcao no sólo triunfó en Italia como Zico sino que aguantó el ritmo de competición europeo y fue durante varios años buque insignia de la Roma, a la que condujo a ganar varios títulos, ganándose el apodo de «rey de Roma». Además de Zico, Sócrates y Falcao, engrosaban el plantel de talentos nombres como Eder, un veloz extremo que era otro de los especialistas en lanzar libres directos increíbles, Cerezo, otro centrocampista virtuoso, o aquel inigualable Junior, un lateral izquierdo de técnica tan exquisita e inventiva tal, que solía unirse al mediocampo ofensivo; de hecho, pese a comenzar como lateral, acabaría siendo el cerebro creador de juego en el Torino italiano.
En cuestión de talento individual, aquel equipo flaqueaba solamente en la portería. Y quizá, aunque algo menos, en el puesto de ariete. No pudo acudir al Mundial el joven delantero Careca, otro futbolista de fantasía que poco más tarde sería el perfecto contrapunto de Maradona en el Nápoles. Ante esta y otras ausencias (como la de Roberto «Dinamita») terminó jugando el Mundial como delantero centro Serginho: quizá el único jugador de ataque de aquel equipo que no tenía una técnica exquisita ni un talento fuera de lo común. Era sencillamente un buen delantero centro al modo clásico, un buen rematador, pero incapaz de inventar las diabluras propias de casi todos sus compañeros. Aun así, solía cumplir su papel… y cuando no, estaban todos los demás para marcar goles desde cualquier ángulo y de cualquier manera imaginable.
En resumen, el Brasil de 1982 era un equipo hecho para triunfar; un cúmulo de virtuosismo y fantasía futbolística que nunca más se ha vuelto a reunir en una sola alineación inicial. Era como un equipo de videojuego o, como diría Valdano, un equipo “de dibujos animados”.
Prácticamente nadie en la prensa mundial discutía el aplastante favoritismo de aquella Brasil para el Mundial 82. Había, claro está, algunos rivales muy potentes. Estaba Argentina, la vigente campeona, en la que coincidían el crepúsculo de Kempes con el amanecer internacional de Maradona. Por descontado estaba la potentísima Alemania de Rumenigge y Littbarski, así como una Italia repleta de nombres (Rossi, Altobelli, Gentile, Bergomi, etc) que trataba de recuperar su lugar en la Historia tras haber sido apisonada años atrás por el Brasil de Pelé. Y no se puede olvidar al otro equipo favorito de muchos amantes del fútbol, la exquisita Francia de Michel Platini y su “fútbol de salón”, que terminó metiendo incluso más goles que la propia Brasil en el mismo número de partidos (si bien con rivales ligeramente más fáciles). Grandes equipos todos ellos, pero que palidecían junto al brillo de la escuadra brasileña entrenada por Tele Santana. Demasiados genios juntos como para no ser los aplastantes favoritos. La unanimidad era total.
Contra la roca soviética
Comenzó la primera fase de grupos del Mundial, cuyo sorteo había consistido básicamente en descubrir quiénes serían los infortunados obligados a compartir grupo con el superequipo brasileños. Los “agraciados” fueron la URSS, Escocia y una de las “Marías” del torneo, Nueva Zelanda.
El partido inicial del grupo enfrentó a los brasileños con la URSS. Los soviéticos, que no solían tener suerte en los mundiales pese a presentar habitualmente equipos muy sólidos, demostraron ser una selección más que respetable y ofrecieron un partido mucho más competido e intenso de lo que nadie podría haber supuesto. Los europeos no sólo no se arredraron sino que intentaron explotar el que era tradicionalmente punto débil de las escuadras brasileñas: la escasa disciplina defensiva. Triangulando, con un juego de pase ordenado y preciso, inspirado en lo que Holanda había inventado algunos años atrás, los soviéticos crearon varias oportunidades claras. Finalmente se adelantaron a la media hora de juego con un disparo lejano que los brasileños vieron pasar ante sí totalmente atónitos y que el guardameta Waldir Peres dejó torpemente escurrirse entre sus manos. Los cariocas llevaban treinta minutos de Mundial y habían dejado entrever su posible Talón de Aquiles: la defensa. La URSS continuó con su juego “a lo Barcelona” tratando de mantener la inesperada ventaja, pero los brasileños eran simplemente demasiado buenos como para permitir que los dos puntos (lo que entonces valían las victorias) se les fuesen de las manos. Empezaron a intentar devolver la moneda con varios tiros lejanos hasta que Sócrates, con su habitual elegancia, su portentosa capacidad para crear ocasiones de la nada y su no menos portentoso disparo, buscó un pasillo con el que divisar puerta y tras quitarse a un par de defensas de encima marcó desde fuera del área, empatando el encuentro.
Aun así, los soviéticos siguieron sin venirse abajo y continuaron creando ocasiones, incluido un gol anulado por el árbitro. Resistieron como jabatos el envite rival aunque ninguna defensa del mundo podía estar preparada para cuando empezaba a funcionar la fantasía brasileira: casi al final del partido, Falcao dejó pasar un balón entre sus piernas —con esa tranquilidad de que sólo los brasileños eran capaces, como si estuviesen jugando en el barrio en vez de en un Mundial— para que Eder, en un gesto técnico de circo, la elevase ligeramente ante sí, habilitándose una terrorífica volea que dejó clavados a defensores y portero rival. Uno de los goles del Mundial. 2 a 1, Brasil terminaba ganando lo que había sido un encuentro más duro de lo esperado, el más difícil hasta el encuentro con Italia.
El primer partido había dejado una moraleja clara: haciendo un fútbol muy ordenado y preciso como el de los rusos podía llegar a crearse ocasiones ante Brasil… el problema era que por cada ocasión propia, Brasil creaba tres o cuatro a su vez, desde cualquier distancia y ángulo. La URSS había jugado un grandísimo partido pero se necesitaba algo más que eso para tumbar a los favoritos. ¿Cuántos equipos más serían capaces de jugarles así a los brasileños? Presumiblemente, no muchos. Y de todos modos los soviéticos habían perdido.
Comienza el festival
El siguiente rival era Escocia en una de sus mejores versiones, que contaba incluso con alguna estrella de renombre —como Archibald— y que no era ni mucho menos una escuadra a menospreciar, como demostró su posterior y trabajado empate con la potente URSS. De hecho aquella Escocia era un equipo bastante más relevante a nivel europeo de lo que pueda serlo la Escocia actual, y no se clasificó para la siguiente ronda del Mundial por los pelos (la diferencia de goles, en detrimento del equipo soviético).
Los escoceses, de hecho, también empezaron su partido frente a Brasil adelantándose en el marcador, aprovechando la excesiva calma de los favoritos: consiguieron marcar en el minuto 18, rentabilizando uno de los típicos desconciertos de la zaga brasileña. De nuevo Brasil empezaba perdiendo. Era el segundo partido que los favoritos iban a tener que remontar. Pero dichos favoritos no querían volver a sufrir… así que a los pobres escoceses les tocó pagar los platos rotos. Zico empató con el que fue otro de los goles del Mundial —un libre directo que limpió las telarañas de la escuadra— y a partir de ahí fue todo una mera cuenta atrás para la victoria brasileña. Otros tres goles finiquitaron el destino escocés: un cabezazo increíble de Oscar rematando uno de aquellos corners envenenados típicos de aquella Brasil, una endemoniada vaselina de Eder desde una esquina del área y un chut de tiralíneas de Falcao (que por cierto era la guinda del pastel en un extraordinario partido del centrocampista). Pese al pundonor demostrado por los escoceses —los brasileños hablarían después de ellos con bastante respeto—los cuatro goles en contra bien pudieron haber sido seis o siete: Escocia había pagado con creces el pecado de intentar emular a la URSS y de haberle creado problemas a la todopoderosa Brasil.
En la tercera jornada, Brasil le endosó otros cuatro tantos a la débil Nueva Zelanda sin apenas despeinarse, en un partido que no tuvo mayor trascendencia, pero que nos permitió guardar alguna jugada de videoteca. Especialmente por parte de Zico, quien se dio el lujo de abrir el marcador con un extraordinario remate de tijera. La superioridad carioca era tan aplastante que el encuentro fue básicamente una pachanga para que los brasileños entrenasen de cara a la próxima ronda. Cerraron la primera fase de grupos en primer lugar, con tres victorias en tres partidos y diez goles a favor.
La primera fase, pues, había puesto sobre la mesa las credenciales brasileñas: sí, presentaban un cierto desorden defensivo, pero lo compensaban con una inagotable capacidad para crear ocasiones de gol. Prácticamente cualquiera de sus jugadores podía anotar o generar una asistencia en un momento dado, y las defensas rivales estaban obligadas a tener ojos en la espalda porque no había un único jugador a quien marcar, ¡todos los brasileños eran peligrosos! Zico, naturalmente, era la estrella; pero Falcao, Sócrates, Eder, Cerezo y compañía habían demostrado envergadura futbolística como para convertirse en revulsivos y romper un partido en cualquier momento. ¿Quién iba a poder detener a esta maravilla?
El Grupo de la Muerte
La segunda fase dividió a los clasificados en grupos de tres equipos que se jugaban directamente el pase a semifinales: sólo el primero de cada grupo seguiría adelante. Normalmente esta segunda ronda hubiese debido ser un paseo militar para Brasil, que, sobre el papel, esperaba en su grupo rivales respetables, pero asequibles (para ellos), como Bélgica o Polonia. Pero los resultados irregulares de la primera fase —belgas y polacos vencieron sus respetivas primeras fases contra pronóstico— hicieron que en el grupo se juntasen nada menos que Brasil, Argentina e Italia. El “grupo de la Muerte” se convirtió en el infierno futbolístico de 1982 e hizo que el otro grupo fuerte (el de Alemania, Inglaterra y el equipo local, una inoperante España) casi pareciera un torneo veraniego.
Los argentinos habían comenzado su fase inicial con problemas: tras perder con Bélgica en un tropezón inicial, tenían que resolver la papeleta en su segundo partido frente a unos crecidos húngaros que le habían hecho diez (¡10!) goles a El Salvador. Y los argentinos hicieron el trabajo con el que fue el primer partido estelar del joven Maradona en un Mundial: los argentinos vencieron por 4 a 1, con un terrorífico “Pelusa” que marcó dos goles, casi hizo un tercero y creó varias ocasiones más. Así pues, Argentina se clasificó pero tuvo que ceder el primer puesto del grupo a los belgas, con lo que los argentinos estaban condenados a vérselas con Brasil.
Mucho peor había sido el inicio de Italia, que se había clasificado sin ganar un solo partido en la primera fase: tres ramplones empates eran todo su bagaje (a cero con Polonia, a uno con Perú y Camerún). El equipo italiano había despertado serias dudas sobre su rendimiento y era especialmente discutida la presencia de su antigua estrella, el delantero Paolo Rossi, que había cumplido una larguísima sanción a causa de un asunto de apuestas ilegales. Rossi, que había terminado su exilio legal poco tiempo atrás, no parecía estar en forma para retornar a la alta competición en semejante escenario. Sin embargo, pese a su pobrísima actuación en la primera fase y las agrias críticas de prensa y público, el seleccionador italiano se negó a sacarle del equipo titular y mantuvo su confianza en él para la segunda ronda, decisión contracorriente que terminaría determinando el destino del campeonato.
Así que el “Grupo de la Muerte” iba a empezar con estos ingredientes: un Brasil a pleno rendimiento como absoluto favorito, una Italia adormecida y decepcionante, y una Argentina en la que el joven Maradona estaba dando pinceladas de genio pero también estaba revolviéndose como un gato en mitad de un equipo que empezaba a parecer oxidado y desorganizado, cuyo sistema de juego primaba a los vetersanos e ignoraba sus capacidades. Sobre el papel, Brasil tenía todas las de ganar. Pero de nada sirven los pronósticos: los tres partidos del «Grupo de la Muerte» debían jugarse y el fútbol siempre suele tener sorpresas.
La debacle de Argentina
El primero de los partidos, Italia frente a Argentina, se resolvió de manera inesperada: finalmente, las habilidades defensivas de los italianos empezaron a dar sus frutos, como harían tantas veces a lo largo de los años, e Italia ganó su primer partido del torneo por 2-1 a los vigentes campeones. Tras su portentosa exhibición ante Hungría, el nombre de Diego Armando Maradona era el único que parecía contar sobre el campo y todos los ojos estaban puestos en él. Incluidos los del defensa italiano Claudio Gentile, que le haría uno de los marcajes al hombre más férreos y eficaces de la historia, con sus buenas dosis de brusquedad —no quiero pensar en qué ocurriría si a alguien se le ocurre defender así a Messi hoy en día— y que para asombro de propios y extraños consiguió anular al astro argentino. Maradona se topó con el sabueso más duro de roer de toda su carrera. Gentile, preguntado tras el partido por lo brusco de su marcaje, respondería con una celebérrima máxima: “el fútbol no es para bailarinas”. Eran los años ochenta.
Así pues, tras la derrota inicial, los argentinos acudieron al partido contra Brasil a la desesperada. Necesitaban una victoria contundente y aun así sólo podrían confiar en la suerte para clasificarse. Los brasileños, en cambio, estaban bien tranquilos. Eran sabedores de que en el equipo argentino había un genio, pero que en el suyo propio había varios.
Los argentinos entraron al campo con ímpetu ofensivo, pero su sistema de juego resultó inoperante, no tanto por el esquema en sí, sino por el error de sacar a sus estrellas de sus posiciones naturales. Menotti se empeñó en seguir colocando a Maradona como delantero, en contra de los instintos innatos del jugador —esto es, crear juego desde atrás— y las tareas de construcción quedaron en manos de los veteranos Ardiles y Kempes, un delantero centro goleador que de repente jugaba como medio centro. Los argentinos apretaron durante diez minutos, pero sin crear ocasiones, hasta que Zico empujó al fondo de la red el rebote en el larguero de uno de aquellos temibles lanzamientos de falta de Eder (algunos lo consideran uno de los mejores libres directos jamás ejecutados). Era el primer ataque serio de los brasileños y era el primer gol.
Los argentinos no se descompusieron, pero quedó claro que su sistema ofensivo no funcionaba y los brasileños se limitaron a jugar con calma, sacando provecho de la confusión argentina con mucha inteligencia y saber hacer. El esquema de Menotti estaba resultando —excepto en el aspecto defensivo, donde su «achique de espacios» funcionaba a la perfección— un verdadero desastre. Kempes, muy alejado del área, donde siempre había sido realmente peligroso, deambulaba sin rumbo por el centro del campo y tuvo que ser sustituido. Ardiles, cerebro oficial del equipo, sencillamente desaparecía durante largas fases del partido y Maradona, aislado arriba y casi sin recibir balones, iba de un sitio a otro con expresión de frustración. Al comenzar la segunda mitad, Argentina sólo dio algunas muestras de peligro cuando sus jugadores jóvenes intentaban algo distinto: ya fuese el delantero Ramón Díaz, que había saltado al campo con muchas ganas en sustitución de un mortecino Kempes, o el propio Maradona, que harto de no recibir el balón empezó a moverse por distintas zonas del campo, y fue quien creó el poco peligro de la escuadra argentina cada vez que bajaba al centro del campo para buscar un balón que nunca le llegaba. Llegó incluso a provocar un penalti que no fue pitado. Aun así, el sistema argentino seguía sin tenerle en cuenta como cerebro del equipo y el partido se caracterizó por algo que unos años después hubiese resultado impensable: el ataque albiceleste progresaba sin pasar necesariamente por las botas de Maradona. Menotti prefería confiar en la veteranía de la columna vertebral del equipo que había sido campeón cuatro años antes, frente a la juventud del entonces nuevo jugador del Barcelona, pero los veteranos de Argentina demostraron estar oxidados y faltos de ideas. Maradona lo intentó, pero estaba solo y aún no tenía el prestigio suficiente como para justificar que todo el peso de su escuadra descansara sobre sus hombros, algo que sí estableció como norma Bilardo cuatro años más tarde.
De todos modos, poco tenían que hacer los argentinos ante un rival tan formidable. Los brasileños, contemplando la evidente desorganización del rival, seguían a lo suyo con total calma. Por una vez no se apresuraban en atacar todo el tiempo. Cedían la posesión a Argentina y cuando llegaba su turno probaban lo que tan bien sabían: disparos a puerta desde lejos y alguna que otra combinación imprevisible de pases fulgurantes, sabiendo que tarde o temprano sonaría la campana. Y sonó: en el minuto 66, un contragolpe perfectamente ejecutado por Zico y Falcao facilitó un nuevo gol de Serginho. Un 2-0 prácticamente imposible de remontar que dejaba a los argentinos, vigentes campeones, fuera del Mundial. Junior marcaría el 3-0 pocos minutos después.
La parte final del partido fue una agonía para Argentina, eliminada y desmoralizada, que intentaba al menos marcar el “gol del honor”. Maradona, crecientemente frustrado por la ineficiencia de su equipo, por estar fuera de sitio en el campo y por alguna que otra entrada de los brasileños —aunque el partido fue generalmente muy limpio— se ganó la tarjeta roja a cinco minutos del final. El brasileño Batista había hecho una entrada peligrosa sobre uno de sus compañeros y Maradona decidió tomarse la justicia por su mano con una patada bastante sucia sobre el jugador rival. Se despedía así de su primer Mundial. Poco después los argentinos marcaron finalmente, antes del pitido final: el resultado fue 3-1. No fue un partido grandioso, pero sí la demostración de que los brasileños, en ocasiones, podían jugar inteligentemente con el resultado e incluso defenderlo. En ocasiones.
La tragedia de Sarriá: un clásico para la posteridad
Brasil afrontaba su partido contra Italia con mucho optimismo. Los italianos habían hecho pocos méritos durante el torneo y su mayor y único logro había sido conseguir neutralizar a un Maradona ya de por sí infrautilizado por el sistema de Menotti. Pero el juego italiano no había convencido. Parecía imposible que aquella escuadra “azzurra” tuviese las armas para neutralizar a todos los brasileños —quienes esperaban un fuerte marcaje sobre Zico… lo cual no les preocupaba—; ni que decir tiene para dejar fuera del campeonato a una Brasil que tras golear a Argentina sólo necesitaba un empate para clasificarse. Pero el fútbol es, a veces, un deporte de alineaciones planetarias y casualidades místicas. Puede suceder que un Argentina-Brasil siga toda la lógica el fútbol, que ocurra lo previsto y que las cosas funcionen tal y como era de suponer viendo cómo se organizaban los dos equipos sobre el terreno. Pero también puede suceder que durante un Italia-Brasil los astros (los del cielo, y también los del césped) decidan volverse locos y alterar el destino que estaba escrito. De poco hubiesen servido las ocasionales distracciones defensivas de los brasileños si hubiesen jugado contra la Italia que se enfrentó a Argentina.
Pero aquel día tenía que suceder lo inesperado. Tras todo un campeonato de vagabundeo fantasmal, decidió resucitar de entre los muertos Paolo Rossi, iniciando una asombrosa racha de seis goles en tres partidos que grabaría su apellido en la crónica dorada de los Mundiales. Discutido —con razón— por periodistas y aficionados, habiendo estado prácticamente inerte durante todo el campeonato, pero mantenido por su seleccionador contra viento y marea, el delantero que había pasado años alejado de los terrenos de juego eligió aquel preciso día para entrar en la Historia, interponiéndose en el camino de una de las escuadras más maravillosas que ha visto el fútbol, y en uno de los partidos más dramáticos de los campeonatos mundiales.
Empezó el Brasil-Italia en el campo de Sarriá, con todas las apuestas a favor de Brasil. Les bastaba un simple empate.
Cuando Rossi marcó a los cinco minutos de partido, la verdad es que pareció un mero accidente, como el que ya habían sufrido los brasileños frente a la URSS y también frente a Escocia. Cabrini, uno de los hombres del partido, dibujó un perfecto centro aéreo y Paolo Rossi, que era un verdadero maestro del desmarque, apareció por sorpresa a un lado de la portería y remató de cabeza a placer. Bueno, Rossi había sido conocido por ser un delantero oportunista y siempre pueden ocurrir estas cosas: los brasileños se recuperaron del pequeño “shock”, se recompusieron rápidamente y empezaron a buscar el empate haciendo lo que mejor sabían hacer: atacar. La máquina de genios se puso a carburar y ya en las siguientes jugadas crearon varias oportunidades que eran como las gotas que anuncian el chaparrón. De hecho, tardaron sólo siete minutos en empatar el partido, marcando uno de los goles más famosos de aquel extraordinario equipo. Sócrates le hizo un pase vertical a Zico y comenzaba a correr hacia el área, mientras Zico hacía un quiebro y —con uno de sus típicos movimientos desequilibrantes— destrozaba la defensa italiana, devolviendo otro pase en profundidad a Sócrates, quien en vez de centrar anotó de forma inverosímil, aprovechando un pequeñísimo hueco entre poste y portero. El balón no había dejado de ir siempre hacia arriba y las dos estrellas cariocas se las arreglaron para mantener el movimiento vertical de la pelota ellos solos frente a prácticamente todo el equipo rival. Como decía con total asombro el comentarista: “that was magic!”. Vuelvan a observar la jugada fijándose no en los jugadores, sino sólo en el camino que sigue el balón, como si los futbolistas fuesen invisibles. El balón, nada más salir del campo brasileño, parece atraído por la porteria rival como por un imán. Fútbol ofensivo en estado químicamente puro.
Las cosas parecían haber vuelto a su cauce. Brasil, teniendo el empate que les clasificaba, volvió a controlar el balón con su característica tranquilidad. Demasiada tranquilidad. Aunque es difícil culpar a un equipo que se sentía tan abrumadoramente superior. Pronto cometieron el error garrafal de confiar en su fluidez combinatoria allá donde menos hubiesen debido hacerlo: en su propia defensa, frente a la frontal del área. Una salida desde atrás aparentemente inocua terminó en otro «accidente» cuando un pase horizontal mal medido fue robado por el atentísimo Rossi, que corrió hacia puerta y volvió a marcar a placer. Italia volvía a ponerse por delante y aún se estaba jugando poco más de la mitad del primer tiempo. El partido estaba empezando a tener pinta de terminar convirtiéndose en una locura, y ya sabemos que si hay alguien que sabe sacarle partido a la locura, ese alguien es Italia.
Durante el resto de la primera mitad y parte de la segunda, los brasileños volvieron al ataque para intentar empatar nuevamente, mientras Italia aguantaba el envite (aunque realmente estaba en su salsa: encerrada atrás y esperando la oportunidad de lanzar sus contragolpes). Finalmente los sudamericanos consiguieron la igualada cuando Falcao, haciendo gala de la envidiable sangre fría de aquel equipo, buscaba un hueco en la defensa y marcaba con un disparo de tiralíneas. Brasil, con el empate, volvía a estar clasificada.
Pero quedaban más de veinte minutos de juego y si algo nos ha enseñado el fútbol es que los minutos suelen jugar a favor de Italia. Poco después del empate de Brasil, un lanzamiento de corner propició que se juntasen el hambre y las ganas de comer: un momentáneo desorden defensivo de los brasileños y el oportunismo de un Paolo Rossi que completaba un “hat trick” y volvía a dejar a Zico y los suyos fuera del Mundial. Esta vez, no hubo tiempo para un tercer empate. Los italianos hicieron lo que mejor saben hacer: encerrarse atrás y defender el resultado frente a unos angustiados brasileños que veían vaciarse el reloj de arena a toda velocidad. La fantasía carioca había remontado el partido dos veces, pero pedir que lo hicieran una tercera y contrarreloj era algo excesivo incluso para ellos. Nuevamente se lanzaron al ataque, pero esta vez, con el partido finalizando, tenían además la seria preocupación de que un rápido contragolpe con su propio campo prácticamente vacío propiciase un cuarto gol italiano. Y de hecho estuvo a punto de suceder, cuando Antonioni vio anulado un gol por fuera de juego, tras una de aquellas contras letales de los transalpinos. Para añadir más drama al asunto, el portero italiano Dino Zoff detuvo un envenenado remate de cabeza sobre la mismísima línea de meta (a primera vista el balón parecía haber entrado y por ello los brasileños reclamaron gol, aunque las repeticiones muestran que no traspasó la línea). Los minutos se consumieron inexorablemente y la varita mágica de Brasil no consiguió el último truco, el que les hubiese permitido pasar a semifinales. Sólo hubiesen necesitado un empate y se les había escapado de las manos. Fue Italia la que se clasificó y terminaría siendo campeona, con un Rossi que volvió a marcar dos tantos en la semifinal y otro en la final frente a Alemania.
Adiós a una era
La “tragedia de Sarriá” fue uno de los más épicos partidos de la historia de los campeonatos mundiales de fútbol, pero también el final de una era futbolística que quizá nunca regrese: la era del fútbol romántico, la era del arte por el arte y el ataque a toda costa.
Ellos eran la alegría del fútbol. El Brasil de 1982 iba en contra de casi todos los dictámenes del fútbol moderno que ya estaba imponiéndose en el mundo. No se preocupaban por la defensa, no les interesaba la posesión del balón si no era para crear jugadas verticales, daban más importancia a la improvisación individual que al sistema, valoraban más el talento que el orden, y su única y absoluta preocupación era el gol. Una utopía futbolística que los entrenadores actuales considerarían inaceptable, porque el único modo de que hoy un equipo lograse funcionar cediéndolo todo a la imaginación sería que estuviese compuesto por un plantel de jugadores comparable… y eso es algo que simple y llanamente no ha vuelto a suceder.
Para el forofo resultadista siempre cuenta más una victoria que un partido bellamente jugado, pero hay que reconocer con admiración el empeño de Brasil, como país futbolístico e incluyendo también a su público, por intentar prolongar la validez de la fantasía como componente primordial del arte del balompié. Después de 1974 el fútbol de carnaval había parecido algo del pasado, una reliquia de cuando Pelé aún caminaba sobre las aguas, pero Zico y compañía, como su entrenador y como todo el país, se negaron a ceder ante la llegada del fútbol-orden. Lo intentaron. No funcionó. Y fue la última oportunidad para el fútbol-arte en estado salvaje. Con el tiempo incluso Brasil ha tenido que imponer el orden en sus combinados nacionales, pero el intento de 1982 no solamente fue loable como expresión de una filosofía deportiva, sino absolutamente apabullante como producción futbolística en sí. Podemos tomar como comparación inevitable el fútbol actual del Barcelona, epítome del juego moderno y refinación final del “fútbol total” de Rinus Mitchell. Es un equipo cuyo también admirable sistema siempre termina pareciéndose a sí mismo, mientras que la Brasil de 1982 era una constante caja de sorpresas: no había manera humana de dibujar un esquema que resumiera el juego de aquel equipo, porque absolutamente todo su fútbol se cimentaba en la ocurrencia individual momentánea. Y aun así, su juego de equipo —en ataque, que no en defensa— era sensacional: todos los jugadores sabían situarse para desahogar a quien condujese el balón, pero en su fútbol de toque no había nada de la elaboración orquestada de un equipo moderno, sino un mero fluir hacia delante confiando siempre en que quien recibiese el balón tenía la capacidad de seguir interpretando la samba, llevando el cuero a donde los brasileños pensaban que debía estar: cerca del área contraria. Aquel Brasil era, en términos escolares, el “equipo de los buenos”, el que no necesitaba pensar en cómo jugar y se limitaba a torear a sus contrincantes a golpe de talento.
Una de las facetas más llamativas de aquel equipo era precisamente su actitud de apabullante confianza: incluso cuando empezaban un partido perdiendo, ellos seguían haciendo lo suyo, sabedores de su total superioridad. Confiaban en las musas al igual que un pianista de jazz confía en que sabrá encontrar las notas cuando se sienta a improvisar. No se echaban atrás, no hacían veinte pases seguidos en su campo, o dicho más bíblicamente: no tocaban el balón en vano. El fútbol es ataque, pensaban, y actuaban en consecuencia. Aquello tenía la contrapartida de hacerles más vulnerables en defensa de lo que hbiesen debido. De hecho, el que precisamente Italia les echase de un Mundial ejemplifica la llegada de los años ochenta: la progresiva implantación de las defensas duras, del fútbol de músculo, del resultadismo. El “fútbol samba” era como un dinosaurio en plena extinción, el fútbol romántico que moría a finales del siglo XX como el ajedrez romántico había muerto a finales del XIX.
Aun así, en Brasil tardaron en aceptar que futuros seleccionadores reconvirtiesen sus equipos nacionales en versiones más o menos imitativas del esquema futbolístico europeo. Aunque, como decíamos, terminó sucediendo porque tenía que suceder. Era, supongo, una metamorfosis inevitable: de todos modos, aunque Brasil ha seguido gestando grandes jugadores, no se ha vuelto a producir una conjunción como la de 1982. Hay que ser realista: aquel fútbol no volverá y su glorioso canto de cisne no produjo un título mundial, así que para muchos aficionados —sobre todo jóvenes— aquel equipo es una más de tantas historias del abuelo Cebolleta. No pueden creer, porque nunca lo han visto, que hubiese un equipo con tantos Messis y Cristianos Ronaldos juntos. Aquel Brasil no ganó y por tanto su enorme, apabullante superioridad técnica no está probada para quien no se haya molestado en investigarlos. Pero la poesía del fútbol no está en los resultados, sino escondida entre líneas en las páginas de la historia: quizá, con el paso de los años, algunos hayamos terminado encontrando más fascinante la idea de pensar en aquel Brasil como en los grandes perdedores, que imaginándolos alzando una copa mundial. Como en las viejas películas de Humphrey Bogart, donde quien intenta hacer de la vida un arte nunca gana, pero es el personaje con más encanto del guión.
Por el momento, siempre es interesante proyectar uno de aquellos partidos ante espectadores actuales que los desconocen y observar sus rostros cuando empiezan a contemplar algo que nunca habían visto antes. La reacción inevitable es, cómo no, el asombro: el fútbol tiene una memoria muy corta, pero una historia muy larga. Sería un tanto arrogante pensar que el fútbol más bonito lo estamos viendo ahora, en pleno 2011, porque érase una vez un tiempo en que Zico, Sócrates, Falcao, Eder, Cerezo, Leandro y Junior jugaron juntos…
Brasil ganó a Nueva Zelanda, Escocia, la URSS con insoslayable ayuda arbitral y Argentina sin Maradona. Italia ganó a Brasil, Argentina con el Pelusa, a la Polonia de Lato y Boniek, y a Alemania. Creo que esto dice mucho de que selección ha sido injustamente ninguneada y cual desproporcionadamente mitificada. Aún así, aquella verdeamarelha fue un gran equipo digno de este estupendo artículo.
revise bien la historia, brasil de metiò 3 a 1 a argentina con maradona, a el pibe le sacaron tarjeta roja a 5 min del final en aquel juego
Tengo 70 años y estuve en Sarriá aquel maldito día. Te aseguro que, la final si hubiera habido justicia la habrían librado Brasil y Francia pero… Jamás se ha hablado tanto y bien de una Selección que ni siquiera llegó a la final, esto a mi modesto entender lo dice todo.
Si aquel Brasil hubiera ganado el Mundial, ahora su recuerdo no tendría tanto encanto
Pingback: Brasil 82: el fútbol que cayó del cielo
En mi opinión artículo incompleto sobre una gran selección, desbordante de talento y fútbol como era la Brasil del 82.
Escribe el autor que nunca se ha repetido tal conjunción de talento en un equipo. Se equivoca. El Real Madrid del periodo 2000-2003 es una maravilla línea por línea, una oda a la fantasía y a la grandeza. El talento defensivo de Hierro, Roberto Carlos, Zidane, Raúl o «el mejor futbolista de nuestra Historia», Figo o Ronaldo hacían fútbol arte, apabullantes sesiones de improvisación futbolística sólo al alcance de tres o cuatro escuadras a lo largo de los tiempos.
Y fueron una generación ganadora, que sólo por una mala administración desde el banquillo no pudo acompasar su palmarés al talento del equipo.
Simplemente, creo que no has visto jugar a ningun equipo de Tele Santana.
Ya no hablemos de la selección de Brasil, el mismisimo Sao Paulo de Tele Santana era INFINITAMENTE mejor que el madrid que mencionas. Ese equipo del Madrid solo un madridista lo puede mencionar. Solo un madridista puede decir que Hierro o Roberto Carlos era jugadores que pudieran aportar «arte y espectaculo» al futbol.
Y antes de que venga la acusacion de barcelonista (tipica cuando uno habla mal del Madrid) te aviso que no soy catalan, ni me simpatiza el Barca.
Soy argentino, de mas de 40 años, he visto jugar a todos esos equipos y, muy a mi pesar, Tele Santana era un maestro y ya me hubiera gustado tenerlo dirigiendo a mi Independiente.
Hay que sacarse el fanatismo barato de adentro y ser mas objetivo al momento de valorar a los buenos equipos.
Soy socio del Real Madrid y aquel equipo de Figo, Ronaldo, Zidane, etc… era una banda comparado con el Sao Paolo de Santana. Tienes toda la razón. Ya quisiera haber visto a Raí vestido de blanco.
naaa io diria que esta seleccion de brasil es la de futbolistas natos de arte, la que se juega en el potrero y en las pistas diria io como la que jugaba en mi barrio,pero estos brasileños eran tan atrevidos que jugaron futbol de pista en un mundial y estuvieron a punto de coronar el concierto con la copa del mundo que la gano italia por ser salvajemente metodista sin encanto solo excesivamente marcadora y oportunista en los goles sin pinceles ni poesias con el balon , el futbol es asi ,pero tambien da revanchas , pero lo jugado con pasion ,arte y poesia no lo quita nadie ni los metodistas, ni el catenaccio, ni la rigurosidad alemana,ni el tiki tac español ….NADA!
No estoy de acuerdo, el Real Madrid que mencionas fue excelente pero en mi opinión ni siquiera alcanza a la actual versión del Barcelona FC. Por supuesto que tampoco a la selección a la que referencia el artículo.
Aunque el artículo lo menciona, está infravalorando, y mucho, el juego del actual equipo de Guardiola. Con un juego de dibujos animados y jugadores de play station (Iniesta, Xavi, Messi…), y con una defensa más sólida que la del equipo mencionado, y sobretodo con una calidad excelsa, capaz de sacar el balón en jugada desde la línia de puerta con, en muchos casos, la presión asfixiante de los mejores equipos del momento (RMad, ManU, etc) y no rifar una balón salvo alineación planetaria.
En 15 o 20 años se recordará lo que este equipo ha hecho por el futbol (y, por suerte sigue haciendo) por su sublime juego (para nada ceñido a un patrón ni partitura – esas paredes milimétricas y fugaces en la frontal del área no se entrenana amigos) y por su descomunal palmarés, y se escribirán artículos de esta índole por todos los rincones.
Sin olvidar el mundial conseguido por la roja, con la columna vertebral del equipo y practicando un juago similar.
Y si no, al tiempo. Así que amigos, empecemos a mirar a este equipo con otros ojos y cuidadín con las comparaciones, que pronto no saldrá airoso de ellas ningún equipo (y dudo que esto no pase ya…). No olvidemos que es el único equipo hasta el momento capaz de ganar todos los títulos posibles a nivel de club en un único año (6/6) y que esto podrá ser igualado pero ya no superado por ningún equipo que pueda venir…
;)
Este articulo me parece purrela, soy del Real Madrid y te aseguro que en mi vida he visto a un equipo jugar como el Barca de ahora y la España de la Eurocopa, lo demás es hablar por hablar.
Las defensas de ahora son increibles y los equipos también tanto la técnica como la disciplina, como es posible que estos dos equipos encerrandose 10 jugadores atras las puedan romper con paredes de futbol sala. Hablas mucho de Zico pero que puedes decir de Xavi el mayor compositor y director de futbol de todos los tiempos, cuando toca el balón se para el tiempo en los estadios.
Soy del Madrid y pienso igual que tú. Al cesar lo que es del cesar
Soy del Madrid y pienso que Messi no hubiera durado dos temporadas en los 80. Por lo demás, ya quisiera el Madrid jugar alguna vez como el Barcelona de Guardiola.
mi pregunta es ustedes vieron jugar a brasil 70.sera que el real, el barca de guardiola o la españa de la eurocopa es mejor el brasil de pele
Mucho abuelocebolletismo se ve en los cincuentunes o sesentones que escriben por aquí.
Es muy aventurado comparar épocas tan distantes en el tiempo.
El Barsa de Messi Xavi Iniesta etc (ya se ve que el separatista Guardiola sin el pequeñín es incapaz de ganar en Europa) era un gran equipo que recibió como aquel Brasil de 1982 sus dosis de ayuda arbitral.
Tb el Madrid las ha recibido aunque menos pero las ha tenido.
Ese Barsa jugaba como los ángeles y además presionaba de manera espectacular para recuperar el balón. Jugaba y no dejaba jugar.
El hipersobreultramegasupravaloradisimo Brasil de 1982 jugaba y dejaba jugar demasiado. Excesiva confianza en su superioridad técnica.
Y mucha soberbia y falta de oficio contra Italia.
El autor de este empalagoso aunque buen artículo ensalza y mitifica en demasía al Brasil de 1982. Al tiempo que infravalora de forma lamentable a la Italia de Rossi y compañía tachándola ridículamente de mera defensa y contragolpe cuando tenía un gran medio campo liderado por Graziani y Antonioni. Italia le ganó a ese Brasil aprovechando sus errores defensivos Sí pero tb jugando al fútbol.
Por lo demás poner al sao paulo de telè Santana (qepd) por encima del Barsa de Messi Xavi Iniesta etc es simplemente de chiste de los cebolletras. Yo tengo 45 años y Aun reconociendo la gran calidad de ese sao paulo que derrotó consecutivamente al Barsa de Cruyff y al Milán de Capello en los años 93 y 94 copa intercontinental, no se le puede poner encima dela Barcelona de los años 2009 a 2011
Un artículo muy muy bueno y para los que dicen incompleta la verdad es que no tenéis ni idea probablemente por jóvenes.
Yo tenía 15 años viendo este mundial de España en Inglaterra y Brasil maravilló a todos y cada uno de nosotros. Si no jugara Serginho habría ganado el mundial fácilmente porque era como jugar con 10 todos los partidos.
El articulo recopila perfectamente como la gente vió este equipo. El último gran mundial a pesar de lo malo que jugó el anfitrión dejando una carrera entera a Gerry Armstrong en España y luego en la televisión británica como experto en el fútbol español solo por aquel gol contra Arconada.
Aunque no negaré el interés del artículo, me gustaría precisar dos cosas. La primera, que el autor funde a dos jugadores de aquella selección en uno. El «veloz extremo» era Paulo Isidoro (un diminuto jugador del Gremio de Porto Alegre que parecía Garrincha), y no Eder. Este último no sólo lanzaba los libres directos con más potencia que Roberto Carlos: era un chutador excepcional desde fuera del área. Ahora bien, ni era «extremo» ni mucho menos «rápido»: de hecho, era un jugador muy estático.
Otro punto: a Messi, le guste o no al autor (se le nota un poco el merenguismo), le marcan cada partido como Gentile a Maradona. Sucede que hace 25 años se jugaba andando, y los centrales y pivotes defensivos no eran atletas (exceptuando a los alemanes). Y quien dice a Messi, dice a cualquier otro jugador de calidad extrema.
Aquella selección la entrenaba Telé Santana, quien luego le ganó a Cruyff la intercontinental con el Sao Paulo. Sus equipos eran exquisitos y anárquicos. Pero no podrían jugar a ese nivel 40 partidos en un año, como hace el Barça de Guardiola. Le moleste a quien le moleste, para eso hace falta un método más sistemático.
Isidoro, puestos a puntualizar:
«A Messi, le guste o no al autor (se le nota un poco el merenguismo), le marcan cada partido como Gentile a Maradona»
Eso tiene una respuesta simple: no.
Supongo que no te será difícil encontrar una grabación de aquel partido o del Argentina-Corea de 1986, o incluso varios del Nápoles. Lo podrás comprobar con tus propios ojos; a Messi no se le marca como se le marcaba a Maradona. NI los arbitrajes seguían los mismos criterios.
En cuanto a tu fácil comentario de «merenguismo» que según veo aparece en cuanto se produce la más mínima mención de Messi (aunque sólo sea para ejemplificar el modo en que los marcajes eran distintos por entonces), es producto de la visión forofista que desgraciadamente impera, y que por ejemplo en varias entrevistas de Jot Down se achaca a la prensa pero que yo, por mi parte, extiendo a muchos aficionados. Discúlpame si te incluyo, así como al que firma como «luiiiis» y a quien no creo merezca la pena responder.
Aunque a algunos les pueda parecer imposible, los hay que disfrutamos del fútbol y, teniendo nuestras simpatías, que las tenemos porque fuimos jóvenes, opinamos de los jugadores por lo que nos parecen dichos jugadores y no por los equipos a los que pertenecen. Te recuerdo, como ya tuve que hacer en otro artículo (en el que sí dejaba clara mi preferencia de Maradona sobre Messi) que Maradona estuvo dos años en el Barcelona (¡vaya!) y que si lo considero más completo que Messi no se debe al equipo donde juega Messi (¿qué clase de razonamiento es ése?), sino a que he visto jugar a ambos y esa es mi percepción… te guste o no a ti dicha percepción.
De todos modos, este artículo dedica miles de palabras a la Brasil del 82 y sólo cita a Messi de pasada: lo cita, que no habla de él. El hecho de que Messi aparezca en los comentarios es muy significativo de cómo la gente ve el fútbol (de nuevo te incluyo): importa el hoy, el ahora y nada más que el ahora. Y si te gusta el fútbol, eso es interpretado automáticamente como que llevas un escudo tatuado en la frente. También he elogiado de pasada a Archibald y no veo que nadie me acuse de «barcelonista» por ello. No deja de resultar curioso.
Podría sencillamente no responder al absurdo —por usar un calificativo moderado— comentario de «merenguismo», pero sería una pena que en los comentarios de Jot Down se colara el tinte forofista que impera en el mundo del fútbol y del que algunos, al menos yo, huimos como de la peste e intentamos que no tenga lugar en nuestros artículos.
Me gusta el fútbol; y aun teniendo mis simpatías… los colores se los dejo a Velázquez, que era más hábil con ellos.
Ahora bien, si tu ánimo es sencillamente el de polemizar por gusto, adelante. Pero personalmente me gusta debatir sobre fútbol, no sobre colores. Se trata de hablar de fútbol, el juego en que unos señores le dan a una pelota con el pie, e intentar hacerlo de forma inteligente. Nada más. De lo contrario, en vez de molestarme en escribir este artículo me limitaría a bajar a la taberna del barrio y soltar una perorata irreflexiva. Que hay gente en la prensa deportiva que lo hace, pero yo, en lo personal, no estoy dispuesto a prestarme a ello.
Antentamente,
Un simpatizante, que no forofo, del Valencia C. de F.
E.J., te aseguro que mi intención no fue en ningún momento «polemizar por polemizar». Sí es posible -más bien «probable»- que en el tono ácido de mi observación influyese el hecho de que, justo antes de tu artículo, emergiese de la lectura de la entrevista que JotDown hizo a Arcadi Espada (dejémoslo ahí, si te parece). Espero que no te hayas sentido ofendido por ello, no era mi intención.
Sí creo, en cambio -y de paso respondo también a Graham: tengo la misma edad que tú, E.J.-, que existe una generalizada tendencia a comparar estilos de juego de épocas demasiado alejadas. Poco antes de que el Barça de Pep conquistara su última Champions, vi entera la que ganó Cruyff con el Barça: desilusionante. Guardaba un enorme recuerdo de aquel equipo; ahora creo que sólo Koeman y Stoichckov tendrían sitio hoy en día en el once titular azulgrana. En la época de Maradona, de Cryuff, de Kubala, de López Ufarte, de Di Stéfano… el fútbol era muchísimo menos físico; los jugadores técnicos tenían una ventaja descomunal (mira la final de la Copa de Europa del 72: Ajax-Inter, 2-0). Creo que el fútbol tal como hoy lo conocemos nace con el Milán de Capello, que entierra en Atenas el estilismo cruyffista con aquel (infausto para nosotros los culés) 4-0…
Un cordial saludo.
No te preocupes, no me ofendería por un comentario. Sólo quería dejar claro que Jot Down no me parece el sitio ideal para hablar de fútbol con una bufanda al cuello. De hecho la idea es precisamente la contraria, así que un argumento como por ejemplo: a) el autor no cree que Messi sea igual o superior a Maradona, lo cual implica que b) el autor es «madridista», me parece un reflejo de lo peor que ciertos periodistas y espectadores están inoculando en el mundo del fútbol.
De lo que sí se me podría acusar, y eso no lo niego, es de que tengo clara preferencia por unos jugadores sobre otros, al igual que prefiero a Velázquez antes que a Miró. Pero dicha preferencia personal no tiene nada que ver por los equipos donde juegan, sino por su juego en sí. Y más si entendemos el fútbol como espectáculo (digamos «arte») y no como mera competición de «quiero que mi equipo le meta tantos goles al FC Tal» y ya está.
También se me puede acusar de nostálgico o sentimental, pero tengo —o creo que tengo— tantas razones para serlo que necesitaría un artículo entero para expresarlas todas.
En cuanto a la comparación entre épocas, lo ideal —sobre el papel— sería no establecerlas, pero lo cierto es que dichas comparaciones son muy útiles a la hora de darnos a entender. Puedes comparar el juego en sí y decir que ahora el juego es más físico y los jugadores técnicos tienen menos ventajas que por ejemplo en los ochenta: bien, no estoy de acuerdo. Aunque la comparación será siempre subjetiva. Y desde luego el público actual ha de aceptar con deportividad el que algunos pensemos que Messi no es el Everest del fútbol, o que el Barcelona lo es en algunos aspectos (conjunto quizá) pero no en otros (ataque, por ejemplo). Tenemos nuestros motivos, que serán más o menos certeros, pero no lo decimos por las buenas.
Tampoco estoy de acuerdo en agrupar alegremente las épocas de Di Stefano, Cruyff y Maradona como si fuesen una misma cosa, cuando no lo eran. Los años ochenta, especialmente, fueron una época muy característica. Ni siquiera los compararía con los noventa.
Pero bueno, la idea fundamental y el trasunto de este artículo y de otros que he escrito es el salir un poco de la dinámica «lo que dice en la portada del diario de hoy» e intentar descubrir, especialmente a gente más joven, que el fútbol tiene una historia larga y rica. Dicen que cuando uno llega a cierta edad empieza a releer libros en vez de leer sólo libros nuevos: bien, algo así me ha ocurrido con el fútbol y qué mejor lugar que este para compartirlo.
Un cordial saludo para ti también.
Cierto lo de Serginho, añadiendo el caso del portero Waldir Peres una autentica calamidad, no entiendo como estando todavía activo Leao no fue al Mundial, aún siendo veterano habría dado más nivel que el desastre que llevaron de portero. Recuerdo el partido con Italia y fue un autentico funeral.
se nota el mandrilismo del autor
Coincido con el autor, el Brasil de Tele ha sido uno de los mejores equipos que vi en mi vida (soy argentino de mas de 40 años y veo futbol desde los 10).
Sin embargo, no coincido con el comentario referente al partido contra Argentina.
Vi aquel partido en directo y lo he vuelto a ver varias veces, la última hace unos pocos meses.
No se pueden hablar maravillas de un equipo que gana con dos zapatazos lejanos y un contra-ataque fulminante y que se pasa todo el partido metido en su campo y pegando bastante.
Argentina generó un montón de situaciones de gol. Decir que era un equipo desorganizado y sin ideas me parece un poco exagerado.
Desde ya, el triunfo de Brasil fue justo: los goles no se merecen, se hacen..y Brasil los hizo. Eso no lo pongo en discusion, que quede claro.
Tambien me parece injusto el comentario sobre el partido contra Italia. Los españoles viven lloriqueando por el codazo de Tassoti, pero a Maradona, Gentile lo mató a patadas, codazos, empujones y agarrones durante TODO el partido. Seamos serios, en ese partido Italia debería haber jugado el segundo tiempo con, al menos, un jugador menos.
Mas alla de eso, me parece bueno que se recuerden a esos equipos, en estas epocas de europeizados obedientes mega atletas metro sexuales marketineros. El futbol de hoy en dia aburre cada vez mas…
Amigo argentino, no estoy de acuerdo en algunas cosas, aunque en otras sí.
Quizá lo principal sería aclarar que cuando digo que aquella Argentina que jugó contra Brasil era un equipo desorganizado y sin ideas, lo digo básicamente por la desorganización táctica de Menotti en cuanto a la repartición de puestos y roles. Y también, esto tampoco puede negarse, porque jugadores como Ardiles o Kempes no estuvieron rebosantes de inspiración precisamente. Maradona estaba repleto de ideas, pero jugaba fuera de su sitio y aún no tenía el atrevimiento de pasar por encima del sistema (aun así lo hizo en ocasiones, pero contadas). Así que creo que voy a mantener el concepto. Lo que entiendo por una Argentina bien organizada y con ideas —esto es, con Maradona como medio centro junto a un Ardiles más despierto y un Kempes medianamente en forma ejerciendo de punta en el área— hubiese sido un equipo mucho más peligroso. En el partido se ve a Brasil atenta, pero no especialmente preocupada.
Sí coincido en la dureza del marcaje de Gentile, y creía haberlo dejado entrever en el texto, pero más allá de dicha dureza —que ya empezaba a ser habitual— no puede negarse que el marcaje fue eficaz en todos los aspectos y lo hubiese sido, aunque menos, de haberse empleado con mayor limpieza. He visto marcajes bastante más duros sobre Maradona que paradójicamente resultaron menos eficaces.
Enhorabuena por el artículo, aún recuerdo con gran pena aquélla final y a unas brasileñas, al día siguiente en el concierto de los Rolling en el Calderón, que todavía lloraban.
Tenía yo 33 años entonces, con lo cual quiero decir que también vi al Brasil campeón de los 70, con 21 años, y al Madrid de Di Stéfano de los 60. Francamente, el fútbol-arte fue el de aquellos geniales brasileños del 70 y del 82, y, tras ellos, aquél fabuloso Madrid.
En los últimos 20 años apostaría por el dream-team, Barça, de Cruyff y el actual de Guardiola, éste último sobre todos los demás en estas dos décadas, sin olvidar al Madrid de Zidane y Ronaldo.
Un abrazo a todos los amantes del fútbol. AJV
Gracias por este pedazo de artículo y por los enlaces a YouTube. Lo he leído y visto con la nostalgia de quien recuerda su infancia, cuando la infancia fue bonita.
Coincido con Antonio en darte las gracias por devolverme a la infancia. Es verdad que algunos jugadores son olvidados injustamente, y haber leído tanto y tan bueno sobre uno de mis ídolos, el maravilloso Eder, me ha alegrado la mañana.
Comentaba con algún compañero de trabajo, con menos afición futbolística, algún jugador más moderno al que referenciarme para describir a Zico… ¿Zidane?
Excelente artículo y enhorabuena a todos por el debate serio y sobre todo educado. Así da gusto.
Este fue mi primer Mundial, en el de Argentina era demasiado pequeño. Me ha traído grandes recuerdos este artículo. Igual es por esto la idealización que tengo de éste campeonato, pero lo recuerdo como el de mejor juego junto con el de México.
Un saludo.
Me ha gustado mucho el artículo.
Una precisión, no obstante…. diría que hablar de la selección carioca es un error. Carioca es únicamente el nacido en la ciudad de Rio de Janeiro así que pienso que no se debería usar este término para referirse a la selección brasileña.
Un saludo.
Hola Alexmo,
Efectivamente, «carioca» se refiere exclusivamente a Rio, pero… de hecho no he usado el término por error involuntario, sino que era perfectamente consciente de ello mientras lo escribía. Pero para ser sincero me lo tomé como pequeña licencia literaria que permite no repetir demasiado otros términos y empleé «carioca» como sinécdoque, uso más o menos habitual por otro lado. Efectivamente, si somos estrictos es un adjetivo inexacto, como cuando nos referimos a los habitantes de USA como «americanos» como si el resto de gente del continente no lo fuesen también, pero también es útil. Y aunque tienes toda la razón, permite que emplee dicha sinécdoque, que todo sea dicho tiene su gracia (igual que cuando en América nos llaman «gallegos» a los españoles).Si hay algún brasileño no carioca leyendo, espero que no se sienta soliviantado. Son simplemente usos y costumbres.
Un cordial saludo.
No es un tema de ofenderse, solamente que no es cierto, no tiene sentido,
Es lo mismo que un periodico brasileño escribiera sobre Gaudí y le llamaran ^madrileño».
De licencia poetica nada, es un error descriptivo.
Saludos de un periodista brasileño y amante de esa «Seleção» – las que han venido después, jamás podrián ser llamadas asi…
SOLO UN COMENTARIO SOBRE TODO PARA LOS MAS JOVENES…MESSI, XAVI E INIESTA SON EXTRAORDINARIOS Y MARAVILLOSOS JUGADORES DE FUTBOL…PERO ZICO,SOCRATES,JUNIOR,FALCAO Y CIA…ELLOS ERAN GENIOS,MAGOS…EL BARCELONA DE HOY NO TIENE LA MAGIA DEL BRASIL 82…AQUEL BRASIL ERA DE OTRA DIMENSION…SENCILLAMENTE DE OTRO MUNDO IRREPETIBLE E INIGUALABLE…LO MAS HERMOSO VISTO ALGUNA VEZ EN UN CAMPO DE FUTBOL…
Totalmente de acuerdo esa seleccion es inolvidable era futbol arte tenia dos problemas el arquero waldir perez y su centro delantero serginho cuanto goles no erro contra italia.La historia no hay que olvidarla muy dificil volver a ver una seleccion como esa o la del 70.Miren el fracaso de la actual seleccion en el mundial de su tierra.
Se cambio el futbol bello por la marca y las patadas eso no es el futbol brasileño.
Era un gran equipo técnicamente hablando pero sigo pensando que muy sobrevalorado a la vista de su batacazo total contra Italia que lese ganó con total justicia.
Creo que se tiende a magnificar a un equipo que no ganó a nadie (salvo a una Argentina en declive) importante en ese mundial. Salvo que consideremos a la URSS (equipo fuerte pero que nunca ha hecho nada en un mundial y al que ganó Brasil con la inestimable ayuda del impresentable Lamo Castillo) o a Escocia como potencias balompédicas.
En mi modesta opinión creo que os dejáis deslumbrar en exceso.
Y otra cosa. El Brasil del mundial de 2002 individualmente (no como equipo pues no jugó colectivamente tan bien como el del 82 eso es obvio) Sí que tenía superclases que perfectamente podían haber jugado en el equipo del 82.
Rivaldo Ronaldo o Ronaldinho eran excepcionales. Y Romario que sólo jugó el mundial de 1994 y un poco en el de 1990
Gran artículo. Cuando se disputó este mundial yo aún no había nacido, pero siempre he oído hablar de él como uno de los mejores. En especial de la selección brasileña. Me ha encantado ver lo que hacían Zico, Sócrates, Eder, etc. No me esperaba que hubieran llegado a jugar tan bien!
Yo también he disfrutado leyendo el artículo y viendo los vídeos en youtube. Muchas gracias por acercarme a este gran equipo.
Esto es periodismo y no el Marca y el As.
Gran artículo…
Recuerdo perfectamente con 7 años, recién terminado el curso, ver ese mundial..Junto con el del 86, mis mejores recuerdos de la niñez futbolística.
Ah…Y yo como madridista, y admirador profundo de jugadores como Hierro, R.Carlos o Raúl, me sonrojo al leer que ese Real Madrid de 2003 era equiparable nombre por nombre, ya no hablemos siquiera del juego, al Brasil del 82…
Saludos!
Excellente articulo sobre un equipo inolvidable. Concordo con quien decia que Eder basicamente solo lanzaba faltas (y que faltas, eso si) y con la valutacion de Serginho como uno de los peores delanteros ever. Ademas el portero, Waldir Perez, malisimo!
Lo que no me gusta es que como siempre cuando escribis de Italia todo esta’ repleto de topicos cansinos sobre el catenaccio y el defensivismo. Menospreciando un equipo donde habia muchisimos jugadores muy muy buenos (por cierto, Bergomi solo jugo’ la final: tenia 18 aNos) como Scirea, Cabrini, Tardelli, Antognoni, Causio, Rossi, Altobelli, Graziani. Y sobre todo Bruno Conti, el verdadero MVP de ese mundial, apodado nada menos que «MaraZico». Un equipo repleto de mucha calidad, bastante joven, un grupo que en el mundial de Argentina asombro’ todos con su juego alegre y tecnico de sus jovencillos.
Ademas, en la liga italiana habia y hay de todo. En los ochenta la Roma de Liedholm y Eriksonn jugaban de maravilla. Algun aNo el Milan tambien, sin hablar de la Juve de Trapattoni, el equipo de Platini y Boniek.
Repito: articuo buenisimo sobre un equipo «perdedor» legendario. Pero menos topicos, por favor.
Saludos,
Pinux
Y nadie dice nada de INFAUSTO LAMO CASTILLO???
JPU: Periodismo de verdad???
Anda ya!
El Athletic de Bilbao de Bielsa está intentando jugar con la misma locura…
Gran articulo, bien referenciado en sus links a videos y documentado fotográficamente. Estamos de acuerdo que estos ensayos son literatura deportiva, no comentarios de columnistas de paginas deportivas. Creo que se acerca más a la visión del aficionado entendido y a su nostalgia por un fútbol creativo, audaz, potente pero al mismo tiempo fluido y armonioso que se dio en aquella época y que terminó arrollado por otro fútbol; el fútbol maquinaria que a pesar de tener sus momentos de virtuosismo técnico tiene como lema central en su bandera, el triunfo dentro de unos esquemas que a veces funcionan como formulas rigidas. Aquel fútbol; si ven con detenimiento los videos, tenía la complejidad de una orquesta de virtuosos. Es por eso que nos deja siempre esa bella melodía de los años idos. Pero con el tiempo, esa memoria se convierte en clásica y esas historias de fútbol se hacen inmortales.
Muy Buen Articulo! Aquel equipo dejó huella en millones de aficionados al fútbol. Una pena que Careca se lesionase en la concentración de Mairena y que Tele Santana no optase por Roberto Dinamite y se hubiese enemistado con el genio del At Mineiro, Reinaldo. Se habla mal de la defensa, pero es justo decir que Oscar y Luizinho estaban solos ante el peligro. Un dato curioso, el portero, Waldir Perez, quedó de titular al borrarse Joao Leite por cuestiones religiosas, y no entiendo porque Tele optó por Waldir teniendo a Paulo Sergio (Botafogo) o incluso a Carlos (entonces en Ponte Preta). Lo gracioso es que con Waldir en la porteria, Brasil jugó 25 partidos y sólo perdió el de Sarriá. Ironías de la vida.
Nunca olvidaré ese gran equipo.
Solo vi un partido de este Brasil y lo único que puedo decir es que nunca he visto un equipo que cada vez que tome el balón de la sensación de que la jugada terminará en GOL, como esta selección fue capaz de hacer
REALMENTE ESTA SELECCION DE BRASIL DEL 82 SERA LA MEJOR SELECCION DEL MUNDO DE TODOS LOS TIEMPOS ASI NO HAYA CAMPEONADO QUE FUTBOL MAS BELLO QUE REALIZO BRASIL ERAN UNOS GENIOS DEL FUTBOL
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GRANDIOSO EQUIPO
Leao se había desviado a cuestiones sindicales que lo alejaron de esta selección, algunos de los jugadores ya habían participado en el 78, y algunos más llegaron hasta el 86 ya un poco disminuidos.
Hay muchos grandes equipos en la historia, el Real de las 5 copas, Hungria del 54, Milán de Sacchi, la Naranja Mecánica, el Barca de Guardiola, etc…
Pero esta selección trascendió por su vocación eminentemente ofensiva, muchos de los otros grandes equipos que se han mencionado prestaban mucha atención en sus dotes defensivas, este era o fue, el último de los románticos.
Si recuerdan cuando acabó el match contra Italia, los jugadores de Brasil felicitaron y saludaron a los rivales, sin recortes ni dramas, eso para mi no tiene parangón.
Che, estoy leyendo esta nota en 2014 y me parece excelente, pocas veces lei articulos que describieran tan bien y completamente el desempeño con detalles de un seleccionado en un mundial. Gracias!
Sin recortes ni dramas, joder, pues en su país dramas los habría a punta pala.
Otro gran misterio: la Selección de España de 1958….
Ahh y en cuanto al fútbol de los Mundiales, cada vez me gusta menos. Conforme van pasando cada cuatro años se ve peor fútbol, cada vez más agarrotado por la presión (y mucho peor juego que el de clubes, por lo menos en Europa). Y tampoco me gustan esos arrebatos místico-nacionalistas patrioteros..sobre todo de los países americanos ¡¡Por Dios!! ¡¡Que sólo es fútbol!! Esa era la única razón por la que quería que Brasil perdiera este Mundial…qué cansinos con las lloreras y la «responsabilidad» de representar a un país. A jugar y a disfrutar, hooooostiaaaaaa
Cuatro grandes centrocampistas y un buen delantero como Eder no suponen un gran equipo. Aparte de la flojedad de Waldir Peres, la defensa fallaba bastante, con Junior ausente de misiones defensivas. Serginho ha sido el peor 9 de Brasil en un Mundial, Fred incluido.Jugaban un gran futbol pero fueron justamente eliminados. Creo que se engorda mucho la leyenda a base de repetirla constantemente y tener la oportunidad de ver un partido del pasado nos resitua mejor en como fueron las cosas.
Tuve la suerte de ver aquel equipo en directo. Tenía 8 años cuando me llevó mi padre vestido del Betis a ver en el Gol Sur del Benito Villamarín el partido de Brasil contra Escocia. Recuerdo que el estadio estaba a reventar, lleno de banderas brasileñas y verdiblancas. La afición canarinha no paró de animar en todo el partido, convirtiendo las gradas en un espectáculo. Sobre el cesped vimos una selección mítica, llena de jugadores con talento y que todos los niños de Sevilla quisimos emular en el patio del colegio. Vean el vídeo y disfruten del espectáculo: https://www.youtube.com/watch?v=9Sn604cIKYw
Salu2, Manuel
Aquella era una gran selección, pero demasiado mitificada por ser brasileña, lejos de la naranja mecánica, la Hungría del 54 y alguna que otra selección, el ser brasileña y el no ganar el mundial la ha ayudado a mitificarse
El mejor equipo de todos los tiempos fue brasil del 82… Con Zico.. eder, falcao, socratesy junior… Impresionantes, solo les faltaba un 9 como careca y kiza un laterl como Branco….Despues de este ekipo creo q fue el de Saki con los holandeses y maldini,
baressi y Donadoni
Que gran equipo!
Brasil 82, no alcanzo a dimensionar el efecto que esa selección provoco en mi, tenia 16 años y crei ver en ese momento al mejor equipo de futbol de todos los tiempos, por lejos y sin ninguna posibilidad de comparación,por una simple razón, jamas volverá a verse en un equipo tanto talento en tantos jugadores, socrates, falcao, ,toninho cerezo, Eder, ,zico. junior, y Leandro., no pisaban el césped, no golpeaban ei balón,, hasta creo que no transpiraban, había perfeccion en cada pase, belleza en cada movimiento,alegria, simpleza,distincion,no era un futbol practicado por mortales. Inmortalizaron una forma de jugar y el tiempo sostuvo dentro mio esa imagen única e irrepetible y la certeza de haber visto el mejor futbol de la historia. Futbol de Dioses
Tenía doce años y en aquellos días de verano del 1982 estaba, como siempre, pasando mis vacaciones de niño en la playa, en una colonia junto con otros chicos y chicas.
Era un verano calido como todos los veranos en la playa de Roma. Aquel verana hubiera podido ser un verano como muchos otros, pero no…aquel tenía que ser el verano que se grabó para siempre en mi memoria.
La memoria de un niño que sabía (y todavía sabe jejeje) de memoria la alineación de aquel equipo de fútbol, que nadie le daba un duro, antes del mundial y sobretodo antes del primer partido del grupo de la muerte.
Porque en aquellos días el equipo de mi país no valía para nada. No era el mitico Brasil de jugadores de leyenda. No era Argentina con el futuro mejor jugador de todos los tiempos. Era un equipo normal y corriente que tuve mucha suerte en llegar a poder estar en la segunda fase, jugandosela con los mitos.
Pero para nosotros, para esos niños que sabían de memoria la alineación, que empezaba por Zoff, Gentile, Cabrini y acababa con Graziani, era el simbolo de un sueño, el simbolo de un espejismo.
El sueño de ganar al mitico Brasil que ningún adulto, ningún periodista, nadie que razonaba con el celebro y no con el corazón, imaginaba aquel día, 5 de Julio del 1982.
Sólo nosotros, estos 11 jugadores que llevaban camisetas azules y Bearzot.
Delante de una tele y desde unos altavoces rudimentarios, fuimos mirando y escuchando el partido de todos los partidos (solo el 4-3 de Italia – Alemánia en la semifinal del múndial del ’70, tiene para nosotros más epica que este) en silencio, casi rezando a la espera de un milagro.
Y el milagro llegó. Mejor…fueron varios milagros, no uno sólo.
Todos a la vez. Todos en sólo 90 minutos en el cesped del Sarría.
Pablito sacó tres ases que nadie, quizás tampoco el, sabía donde los había escondidos hasta aquel momento. Gentile anuló cualquier jugada de Arthur Antunes Coimbra, más conocido por Zico y nuestro centrocampistas el grande y inolvidable Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, llamado el Flaco.
Pero el milagro más inesperado se desveló en el minuto ’89 de la segunda parte, cuando Zoff con su 40 años paró lo que hubiera podido ser el empate y la derrota.
Pero así no fue. El sueño de esos niños se había hecho realidad.
Aunque si sólo el día siguente leyendo los periodicos, pudimos estar seguro que Italia había ganado al Brasil más fuerte de todos los tiempos.
Aquel niño ha vivido otros exitos de su selección, pero el único que se acuerda, ahora que vive en aquel país y cerca de aquel estadio que luego nos regaló la tercera copa del mundo, son los nombres de 11 inolvidables fútbolistas.
Zoff, Gentile, Cabrini, Oriali, Collovati, Scirea, Conti, Tardelli, Rossi, Antonioni e Graziani.
Chulapa nos jodió pero bien.
Yo también tenía 12 años y me acuerdo perfectamente…el articulo es bueno, pero el tópico de la Italia del «catenaccio» es lamentable. Jugaban un futbol muy completo en cualquier parte del campo y ganaron aquel mundial derrotando a los mejores equipos de la competición. Zoff como portero, uno de los más grandes que ha habido, Scirea, el maestro de Baresi, Antognoni, un fuera de serie que jugaba siempre con la cabeza alta( y cuidao…que su gol ese día no era en fuera de juego) y Conti, un extremo con mucho regate, ese sì que era rápido, y ya le hubiera gustado a Tele Santana, en vez de Eder.
Que hermosa narracion sobre el mas bello futbol que he visto en mi vida. Un verdadero concierto de buentrato al balo y siempre hacia adelante. Unos magos geniales de tele santana
Esta claro que este y el del 86 con maradona fueron los últimos mundiales bellos , desde Italia 90 han sido bodrio tras bodrio .
Yo creo que entre todos hemos creado la leyenda de ese equipo brasileño, no porque existió, sino porque habría debido existir.
Un equipo de jugadores de inspiración, de artistas. Un equipo que despreciaba olimpicamente lo que en el fútbol hay de mecanización, de cálculo de eficacia, de fría economía del rendimiento, de rutinización de tareas.
Debió existir un equipo así.
Pero fue aquel Brasil? Yo creo que la leyenda de aquel equipo (que ya la tenía antes del Mundial) fue muy superior a la realidad.
De hecho creo que es difícil de decir si fueron tan buenos. En aquella época muy pocos jugadores brasileños jugaban en Europa. Y muchos de los que vinieron no se amoldaron a nuestro fútbol. Es difícil pues el contraste que ahora podemos hacer.
Tampoco se jugaban la enormidad de partidos internacionales que ahora se juegan. Había años en que el rendimiento de una selección nacional era una pura incognita.
Aquel Brasil cuántos partidos jugó antes del Mundial? cuántos realmente significativos?
En el Mundial su rendimiento tampoco fue para echar cohetes. En el primer partido el árbitro español Lamo Castillo remando a favor de corriente anuló un gol a todas luces legal a la URSS y se comió dos penaltys de Brasil (uno de ellos por manos de Luizinho clamoroso).
El resto de partidos tampoco fueron para echar cohetes. Escocia y Nueva Zelanda en fin…Contra Argentina ganaron con claridad en el marcador pero muy poquito fútbol de quilates…
Vamos, que para mí la leyenda de aquel Brasil se escribe por ser el último equipo «romántico» del fútbol. El último equipo de jugadores que salían al campo a divertirse, a inventar, a guiñar un ojo al compañero y decir «mira lo que acabo de hacer»
Muita saudade https://www.youtube.com/watch?v=jnoz4NuYMU8&index=39&list=FLd_RSgHsI-07BM-kYRyLJdg
Solo por ver jugar juntos a Zico, Sócrates, Falcao y Toninho Cerezo ya debía valer la pena pagar la entrada. El último gran brasil que recuerdo, sin llegar al nivel del 82, es el del 94, con Romario, Bebeto, Leonardo, Zinho, Mazinho, Jorginho, Cafú, etc. En esa época Romario se tomaba el fútbol en serio y en cada partido dejaba relucir su enorme clase. Magia que recordaba un poco al 82 y que posteriormente se ha ido extinguiendo en la «canarinha» con el paso de los años, a pesar de haber contado con grandes individualidades (Ronaldo, Ronaldinho) pero sin ningún estilo de juego definido.
Lo que no se dice con claridad es que el árbitro español Lamo Castillo le robó el partido a los soviéticos en su encuentro contra Brasil. Uno de los arbitrajes mas parciales que he visto nunca. Un auténtico robo.
Bla Bla Bla, mucha conjunción de estrellas pero no ganaron nada, no ya en el Mundial, es que en la copa américa no ganaron hasta 1989 con Bebeto y Romario. Es cómo el no gol de Pelé.
Pues sí.
Por otro lado, creo que a esa selección de Brasil le sobró prepotencia y le faltó sentido común el día del partido contra Italia, lanzándose al ataque tras el 2-2 y pensando deguramente que lso italianos iban a ser incapaces de marcar otro gol.
Se emocionaron demasiado con su superioridad y se olvidaron del necesario pragmatismo en esos momentos, que obligaba a tener cabeza y mantener ese empate que les daba el acceso a semifinales.
Y digo lo de prepotencia no en el mal sentido, pues eran en efecto tan superiores que se dejaban llevar espontáneamente por dicha superioridad.
Yo empecé a entender algo de fútbol desde 1969. El primer Mundial que vi por TV fue el de México 70 con el gran Brasil de Pelé, que es cuando se puede decir que comienza el fútbol tal como lo conocemos hoy.
En España, el equipo favorito antes de comenzar el Mundial’82 era….. España. Naturalmente, no podía ser de otra manera. A Argentina también se le concedían opciones, básicamente por la combinación Maradona + Kempes. Y a Alemania por el precedente de la magnífica Eurocopa de 1980, en la que se dio a conocer Schuster, que después no participaría en eeste Mundial. De Brasil realmente solo conocíamos a Zico y a Dirçeu (que jugaba en el Atlético de Madrid) y quizás vagamente a Toninho Cereço. Por anticipado, todos estos grandes nombres (Sócrates, Falçao, etc) eran desconocidos para nosotros. En aquella época no había ni internet ni millones de canales de TV. Conocíamos un poco a los jugadores grandes equipos europeos por la copa de Europa y poquito más. En el siguiente escalón después de Maradona estaban jugadores como Zico, Platini, Rumenigge etc.
Es verdad que el talento combinativo de Zico, Sócrates, y Falçao era de extraordinaria belleza con regates elegantísimos en un palmo de césped, y pases de 30 metros al pie. El extremo izquierdo Eder, y el lateral derecho Leandro también hicieron un gran papel en aquel mundial. Pero fuera de eso, el equipo de Brasil a mi no me pareció que pudiese llegar lejos. Aparte de que en el primer partido el árbitro español, el lamentable Lamo Castillo, les ayudó escandalosamente frente a la URSS de Blokhin y Dasaev, lo cual dio que pensar que no debían ser tanto, el famoso Junior, a quien todos citan al nivel de los tres grandes era un jugador sin ninguna disciplina táctica y ubicado fuera de sitio que competía con Sócrates por ser el conductor del balón, al tiempo que no defendía ni un pimiento. Por otra parte, el medio centro, Toninho Cereço era el clásico jugador sobrevalorado por el mero hecho de ser brasileño, bastante estático, con poca cintura para defender, con poca velocidad para quitar, y con poca visión de juego para distribuir. El tercer gol de Italia proviene de un pasecito tonto que Cereço intenta ceder a su izquierda en horizontal a Junior a unos 30 metros de la meta de Brasil. Cereço da un toquecito sin convicción y Junior, fuera de sitio no llega. Mejor dicho, llega antes Paolo Rossi, que era un delantero siempre atentísimo a la jugada y con una salida explosiva muy llamativa. Pero lo peor de todo el equipo era el delantero centro Serginho, un tronco-estorbo que no sabía lo que hacer con el balón en los pies. Sus propios compañeros intentaban evitar pasarle el balón. Quizás sea el peor delantero centro que yo haya visto sobre un campo de fútbol.
El fútbol es un juego de equipo. El talento individual es muy importante. Pero lo importante es el equipo. La idea de juego, el saber a qué se quiere jugar. Como dijo en cierta ocasión Camacho (un zurdo colocado de lateral derecho en aquel mundial), “no es lo mismo jugar al fútbol que jugar a la pelota”. Para mi, el juego preciosista de los tres reyes magos (Sócrates, Falçao, y Zico) se acercaba más a lo de jugar a la pelota.
En mis recuerdos de aquel Mundial, mi preferencia estética siempre irá asociada al juego que desplegó Francia, mucho más orquestal que ninguno, por sus grandes analogías precursor de la España del ciclo 2008-12, con un Giresse comparable a Xavi o a Pirlo, y un Platini comparable a Iniesta o a Zidane.
Antes de la final todos pensábamos que Alemania pasaría por encima de Italia. No contábamos con que Italia era un equipo de gran convicción sobre si mismo y gran disciplina táctica. Estuve en el Bernabéu aquella noche y realmente me alegré mucho de la victoria de Italia. No creo que fuese el mejor equipo de todos, pero si creo que era el que mejor sabía lo que tenía que hacer para ganar.
PD: La foto en la que aparecen los 11 jugadores de Brasil es la alineación del primer partido ante la URSS. De izquierda a derecha, Sócrates, Waldir Peres, Zico, Leandro, Luizinho, Junior, Oscar, Dirçeu, Falçao, Serginho, y Eder. En los partidos sucesivos la alineación sería casi la misma, con el único cambio de Dirçeu por Toninho Cereço.
Tenía cerca de 23 años, era un lunes 5 de julio, a las cinco y cuarto de la tarde, jornada intensiva en la oficina, metro, llegar a casa, calentar la comida que me había dejado preparada mi madre, comer, recibir a un amigo con el que había quedado para ver el partido (y que iba a favor de Italia), sacar las tumbonas de playa a la terraza (hacía mucho calor, esos días había muchos incendios en los alrededores de Barcelona, en uno de ellos Boniek y el resto de la selección polaca tuvo que salir por piernas de su hotel en la afueras, hotel por cierto regentado por un exetarra), bebernos unos cubatas, gritar con Socrates y Falcao, maldecir tres veces con Rossi y con Zoff, tener que oir que «sí, hombre, sí, que mucho pasar y pasar pero son una mierda», decir que «non sempre gana o melhor», ver, sin saberlo, un partido que fue uno de los turning points de la historia del futbol.
PD. Unos días después vimos la final, también cubatas mediantes. Ese día era yo, sweet revenge, el que iba con Italia y grité con Rossi, Tardelli y Altobelli, tanto como Sandro Pertini.
ueno, eso de que todos pensaban que Alemania pasaría por encima de Italia en la final me parece una afirmación muy aventurada.
Vemos por un lado a una Italia con la moral por las nubes tras sus machadas ante Argentina y Brasil , completadas por su fácil triunfo contra Polonia en semifinales.
Y por otro lado vemos a una Alemania ( RFA sería lo correcto, lo que entonces era) que ha hecho un esfuerzo físico titánico para igualarle un 3-1 a Francia en la prórroga, que finalmente vence, de forma casi milagrosa, a los galos en los lanzamientos de penalti. En suma, una Alemania agotada frente a una Italia mucho más descansada y pletórica anímicamente.
Añadamos a eso que la gran figura germana, Karl Heinz Rummenigge, está medio lesionado.
Con este panorama, no encuentro demasiados argumentos para aseverar que Alemania tenía todo a su favor para arrollar a Italia.
Vivo en Brasil desde 1980. Después que acabo el partido, volvimos al trabajo y vi a mucha gente llorando por los pasillos de la fabrica. Solo he visto a la gente mas triste el dia que murió Senna en Imola.
El articulo dice cosas que no son ciertas: Brasil en el 74 fue robado en el partido contra Holanda; es solo ver el partido en YouTube. En el 78 hay que explicar que Brasil arranco flojo pues la eliminatoria de Sur America tenia pocos partidos. Para el 82 en Brasil había 2 tesis: la de Coutinho en la que Brasil debía ser precavido defensivamente versus la de la corriente de Santana en la que no era necesario; Brasil en el 82 no fue precavido y una Italia mucho mas táctico encontró facilidades para ganar (eso no es culpa de Italia que tenia un gran equipo). Ademas los europeos no son bobos y pusieron arbitro europeo (como en el 74) y a Brasil y a Argentina en el mismo grupo.
Demasiadas palabras… yo estuve allí en el Sánchez Pizjuán, en el partido contra Rusia… entre aficionados cariocas, bailando y cantando todo el partido… todavía tengo las banderas de Brasil que me regalaron cuando celebramos la victoria en las gradas de la Catedral…
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no vi jugar a este grandioso Brasil del 82 pero he escuhado hablar de el a mi padre y los jugadorasos que tuvo Socrates, zico,falcao,eder,junior una gran seleccion que no pudo ser campeon del mundo, pero siempre seran recordados por los aficionados al futbol
Parece que Waldir perez murio hace poco. Parando penales era buenisimo, el unico que logro pararle penales al mitico especialista aleman Breitner. Por esas paradas lo llevaron al mundial del 82 … https://www.youtube.com/watch?v=tXWW_dTewoY
Excepcional selección la de Brasil 1982. Realmente «magos del fútbol». Lastimosamente, el fútbol de hoy ha perdido mucho su arte. Un saludo y felicitaciones por este artículo. Soy fanático del fútbol de Brasil, precisamente por esta inolvidable selección del mundial de España 82. Un maravilloso equipo el de Telé Santana.
Un gusto leer la nota y los comentarios acerca del Brasil del mundial 82. Soy de Argentina y México 86 borró toda esa tristeza de 1982 (en muchos aspectos). Además de las selecciones, recordar a los grandes equipos de la historia como el Madrid, Barcelona o el Milán de Arrigo Sacchi siempre es una alegría!
Ese Brasil fue un gran equipo, pero nunca se preocuparon por trabajar su sistema defensivo y, al super astro brasileño siempre la falto en los momentos tan decisivos; un poco de inteligencia; pues si se vio muy marcado, como así sucedió; tenia que acercarse a otro rival, para jalar rivales. Zico, pudo consagrarse como el futbolista mas grande de todos los tiempos, pero no lo logro por las razones que antes menciono, porque tuvo cualidades que ni Pele lo tuvo: La forma de filtrar sus pases y la forma como lo pegaba al balón en sus tiros libres, eran increíbles; y creo, ojala no se cumpla; brasil, no podrá tener jugadores así, como PELE o ZICO ; por la maldita corrupción de ya no invertir en sus sus jovencitas estrellas . que van apareciendo. Unido a la genialidad y tecbica del jugador, se tiene que crear un biotipo de jugador y, no como un Neymar que lo dejaron un retaco y por ello, pierde volumen ofensivo. No soy brasileño, pero me gusto el futbol brasileño de sus mejores tiempos y se mucho de la historia del fútbol brasileño y me da coraje , rabia y de todo, al ver que hay jugadores brasileños que en el campo, no saben que hacer con el balón.
Totalmente de acuerdo con este articulo, aquel equipo de Brasil fue simplemente mágico y como dijo Tele Santana en aquel entonces «el que seamos el mejor equipo del mundo , no quiere decir que seamos invencibles » veo que muchos piensan que el barca de Messi y el Madrid de Raul y Figo son mejores que aquel brasil , pero están totalmente equivocados. NO existe NI volverá a existir otro equipo ya sea a nivel selección o club como aquel mágico Brasil del 82.
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Aquel choque del cinco de Julio de 1982 supera el mejor guión de Hollywood.Un equipazo romántico e invencible contra otro equipo envuelto en 1.000 problemas (Bearzot dejo al máximo goleador Roberto Pruzzo en Roma para traerse a un oxidado Rossi) y que ya parecía el plan suicida de un viejo chiflado (Bearzot).Todo ello en un estadio pequeño que ya ni siquiera existe.Da para mucho aquella tarde del Brasil contra Italia de 1982.Muchos piensan que marcó un antes y después en el fútbol mundial.
Gracias, añadir también que ni aquella Italia ni Paolo Rossi hicieron nunca nada destacable ya.En Octubre de 1982 se jugó «el partido homenaje a los campeones del mundo»: perdieron contra Suiza por uno a cero.Luego estaban en un grupo con Suecia, Checoslovaquia, Rumanía y Chipre para clasificarse para la Eurocopa de 1984:un absoluto desastre, sólo ganaron a Chipre el partido de casa en Italia.Por si fuera poco, aquella Italia era básicamente la Juventus de Turín que, junto con Platini y Boniek, perdieron de una manera algo ridícula la final de la Copa de Europa ante el Hamburgo en Mayo de 1983.El Hamburgo marcó a los 7 un gol un poco tonto y el resto del partido fue un «quiero empatar y no puedo».Por último animar a algún cineasta a hacer una película sobre «el mejor partido de fútbol de todos los tiempos» (Brasil -Italia 1982),ayer 40 aniversario.Ah!!,y yo también pienso que aquel Brasil de Zico y el Doctor Sócrates es el mejor Brasil de la historia del fútbol.Los trofeos no son tan importantes….
El resultado de aquel partido Italia Brasil fue en realidad 4 a 2, ya que el gol de antognioni fue mal anulado, ya que la tv mostró un montón de veces que no fue ni offside ni full. El problema de Brasil era que se preocupaba solo de atacar y defendía mal. Los 3 goles de Italia fueron yerros defensivos de Brasil, que cuando empató 2 a 2 fue por el tercero y se descuidó atras, en vez de darle la pelota a los azzurros y jugar al contagolpe. En vez de eso, el que siguió jugando al contragolpe fue Italia y consiguió el tercer gol y no le dieron el cuarto que fue lícito.
Felicidades por este pedazo de artículo. Cómo me he emocionado recordando mi primer Mundial, el Mundial de mi niñez, y rememorando a ese equipo que vestía de oro y a cuyos jugadores emulábamos en el patio del colegio durante aquel lejano mes de junio del 82.
Recuerdo ver ese Italia-Brasil sólo, en mi casa, y llamar por teléfono a mi padre hasta cinco veces informándole de los goles mientras él trabajaba. El Brasil del 82 era el equipo de todos nosotros, que había venido aquí a divertirse, a divertirnos, y con cuyos jugadores nos volcamos más aún después de haber quedado huérfanos una vez eliminados los nuestros.
A día de hoy, más de cuarenta años después, la «tragedia do Sarriá» sigue siendo el mejor partido de fútbol que haya visto jamás, agrandado aún más si cabe por el recuerdo, la nostalgia de un fútbol y un tiempo que ya no existe.
Quien mira este equipo por encima del hombro y se pierde en tonterías acerca de los colores de quien escribe el artículo tan sólo me despierta ternura, ternura porque una respuesta así sólo puede darla quien no vivió lo que el Brasil del 82 supuso para nuestro Mundial, para todos nosotros, para el fútbol de las vísperas de Heysel.
El Brasil del 82 no gano la Copa del Mundo, pero su tragedia lo convirtió en uno de los equipos más queridos de la historia y nos robó el corazón a todos los chicos que crecimos con Verano Azul.