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US Open 2011: reyes, revueltas y lluvias en el planeta tenis

US Open

Ha sido el torneo de las lluvias en las pistas, las tormentas en los pasillos y el cerrojazo a la historia. El tenis masculino no volverá a ser el mismo después de este US Open. El tenis femenino tampoco será el mismo porque subsiste en continua y caótica metamorfosis.  Repasemos lo que ha dado de sí el torneo a través del sino de varios de sus protagonistas, y de los algunos incidentes y anécdotas que han tenido lugar:

El cuadro masculino: todo en su sitio y más de lo mismo

Novak Djokovic: Lo ha hecho. Aunque mientras escribo estas líneas el año tenístico aún no ha finalizado, la suya es ya oficialmente una de las más grandes temporadas en la historia del tenis ATP. Su superioridad ha sido aplastante y aunque en este campeonato ha tenido que tragar saliva en alguna ocasión —casi se tiene que apear en semifinales— lo cierto es que cuando la historia se pone de parte de un jugador hay pocas cosas que puedan interponerse en su camino. No sabemos qué ocurrirá el año que viene, pero hay algo que sí sabemos: el que sus rivales vayan a poder tomar aire va a depender casi exclusivamente de él. Ni más ni menos.

nadal y djokovic
Djokovic consuela pero no perdona.

Rafael Nadal: Lo avisábamos en un artículo hace un tiempo y realmente no se necesitaba ser Nostradamus para prever que nuestro campeón iba a pasar el resto del 2011 como espectador de privilegio de las hazañas de un Djokovic que orbita en solitario el planeta tenis, más allá del alcance del resto del circuito. Lamentamos el no habernos equivocado, especialmente porque eso significa que se ha levantado un muro en el camino de Nadal hacia nuevas marcas. La evolución del mallorquín a lo largo de los años en este torneo ha sido espectacular: hace no tanto que peleaba agónicamente por avanzar rondas sobre el cemento neoyorquino y ahora ya se planta en las finales con la facilidad de un “hardcourter” nato (sólo cedió un set en semifinales). Lástima que haya tenido que defender su primer título en Flushing Meadows ante el único jugador al que realmente no puede plantar cara de tú a tú en la actualidad. Aun así, el torneo que ha hecho Nadal ha sido prácticamente impecable y estamos completamente seguros de que con otro rival en la final Nadal hubiese sido campeón. Esperemos que no se desmotive. Podría ocurrir… no nos confiemos demasiado.

Roger Federer: El suizo pudo ser el rival de Nadal en la final porque le dio un soberano susto al intocable Djokovic. En su irregular aunque vibrante semifinal ante el serbio, el Wolfgang Amadeus Mozart del tenis nos recordó por qué ha sido el rey durante varios años y por qué mucha gente —incluido quien suscribe— le considera el mejor tenista de todos los tiempos. Sigue siendo un genio, sigue produciendo algunos tiros de los que sólo él es capaz y sigue estando en buena forma. Aunque también es cierto que cuando desaprovechó una ventaja de 5-3 en el quinto set y se atragantó con dos pelotas de partido a su favor —terrible dejà vu del año pasado— nos recordó también el motivo por el que ya no es el número uno indiscutible: su mente ya no está ahí. Lo ha ganado todo, es un flamante padre de gemelos, ya no vislumbra récords históricos que romper y por muchas ganas que tuviese —y sabemos que las tenía—de darle el pasaporte a su no muy amado Djokovic, le faltó el instinto asesino que le caracterizaba en lo mejor de su carrera. Estuvo a punto de dar la campanada, pero no tuvo suficiente hambre y una vez más le tembló el pulso en el momento de finiquitar a su presa. Nada es eterno, ni siquiera Roger Federer.

Andy Murray: Ayudó a completar unas previsibles semifinales en las que los cuatro grandes del tenis masculino ocuparon los cuatro puestos de privilegio, con perdón de Juan Martín del Potro, que un día ganó este grande —cosa que Murray no ha hecho—pero no ha vuelto a ser el mismo desde entonces, aunque su salida de este torneo ha sido algo temprana, pero digna. Murray, en cambio, cumplió con su papel aunque tuvo mala suerte con el reparto de rivales: le tocó vérselas con un Nadal a quien sencillamente no puede superar en un duelo de juegos defensivos. Hubiese sido más interesante verle enfrentado a Djokovic, contra quien Murray podría llegar a sacarse algún pedazo de kriptonita de la chistera.

Jugadores españoles: Nadal aparte, nuestras dos grandes bazas en esta superficie son David Ferrer y Fernando Verdasco. El alicantino empezó bien, con varias victorias francamente convincentes ante rivales nada despreciables, pero el norteamericano Andy Roddick, antiguo campeón de este torneo, fue demasiado para él. Por su parte, el madrileño, siempre irregular, cayó ante el no menos irregular pero definitivamente peligroso Jo Wilfried Tsonga. El valenciano y antiguo nº1 mundial Juan Carlos Ferrero nos puso en vilo —y nos dio una alegría—con una peleada victoria ante el francés Gael Monfils, pero finalmente no pudo con Tipsarevic… no importa: fue bonito mientras duró.

El cuadro femenino: mujeres al borde de un ataque de anarquía

Samantha Stosur: Sorprendente vencedora del cuadro femenino, la australiana ha culminado unos años recientes de interesante progresión, compensando su decepción en la final de Roland Garros con su primer título grande en Nueva York. Tras varios años de modesta carrera en la sombra, Stosur se ha llevado un premio bastante merecido por su dedicación y su interesante tenis, ganando la final de manera más que convincente.

serena
"No me mires", "me la querías jugar" y "eres una perdedora": la siempre simpática Serena Williams debate plácidamente con la juez de silla.

Serena Williams: Como de costumbre, la pequeña de las hermanas Williams ha sido irregular en su grandeza, capaz de lo mejor y de lo peor en un mismo torneo. Puede aplastar a cualquier rival en un buen día incluso saliendo de posiciones modestas del ranking y de hecho muchos pensaron que la final sería prácticamente un paseo militar para la norteamericana, pero frente a una desusadamente inspirada Stosur apareció la peor Serena posible: descentrada, quejumbrosa, aspaventera y por momentos insoportable: una vez más tuvo embarazosos enfrentamientos con los jueces, en los que exhibió su característica falta de educación. Al menos esta vez no ha amenazado de muerte a la juez como en ediciones pasadas. Para colmo, todo el numerito le ha salido por una multa de dos mil dólares que dado su poder adquisitivo algunos consideran una auténtica broma (como ha comentado sarcásticamente el antaño conflictivo John McEnroe: “me gustaría jugar en esta época. Pagan más y multan menos”). Eso sí, muchos fans norteamericanos consideran a Serena Williams un constante motivo de sonrojo para el tenis de su país. No sin motivo. Hace que Martina Hingis parezca una dulce y sumisa geisha en comparación.

Caroline Wozniacki: La danesa no es la única nº1 reciente que nunca ha ganado un torneo grande —también ocupó el trono Jalena Jankovic en idénticas condiciones—lo cual es un síntoma de cómo están las cosas en la caótica élite del tenis femenino. Wozniacki, obviamente, se ha ganado ese puesto por su regularidad y los puntos acumulados… y también porque no ha habido ninguna otra tenista, de las varias que tienen objetivamente mayor potencial que ella, que haya mostrado algo de regularidad. No deja de sorprender contemplar como primera espada del tenis a una jugadora que ni siquiera tiene papeletas para entrar en una discusión sobre quién es la mejor tenista de la actualidad. Es una buena jugadora —ha llegado a las semifinales—pero no ha disipado la inquietante impresión de que una vez más tenemos una nº1 por defecto en el ranking de la WTA. Para colmo se ganó un diluvio de comentarios despectivos —probablemente exagerado—tras imitar la rampa que sufrió Rafa Nadal en una rueda de prensa. Esto de las imitaciones en el tenis puede hacer gracia una vez, pero ya se está empezando a convertir en una plaga.

Estrellas sin brillo: Si el cuadro femenino se ha caracterizado por algo, es precisamente por esa irregularidad incoherente que acabamos de comentar. Los constantes cambios de ranking han permitido que grandes jugadoras se enfrenten entre sí en rondas tempranas del torneo, desluciendo bastante la competición. Vera Zvonareva, segunda cabeza de serie, alcanzó al menos los cuartos de final, pero ni Maria Sharapova, ni Victoria Azarenka, ni Li Na, ni Kim Cljisters estuvieron presentes. De Ana Ivanovic, cada día más desaparecida en combate, ni hablamos.  Todo ello ha propiciado que una tenista de segunda —o tercera—fila como la alemana Angelique Kerber se haya plantado en toda una semifinal del US Open. Lo dicho: desde hace ya un tiempo no hay quien entienda lo que sucede en el tenis femenino.

La lluvia

US Open.
Algo más que un efecto óptico: la lluvia realmente puso el US Open patas arriba.

Como en algunos Wimbledon que tenemos frescos en la memoria, la lluvia ha causado un desbarajuste total en la agenda de partidos que ha estado a punto de desembocar en un completo caos cuando los jugadores se plantaron ante la organización, al borde de la rebelión abierta, exigiendo el cambio de calendario. Nadal acusó abiertamente al torneo y las televisiones de imponer sus intereses codiciosos por encima del bien de los jugadores (“sólo pensáis en el dinero”) y Andy Roddick, pese a jugar en casa, tampoco se quedó corto en sus manifestaciones de descontento. En los días en que la lluvia y la infelicidad de los tenistas pusieron en peligro la continuidad del torneo, su director se quebró bajo la presión e hizo unas surrealistas declaraciones que dejaron a muchos boquiabiertos, diciendo que prefería que retornase el huracán Irene porque así al menos estaba seguro de que la lluvia duraría sólo un día. Obviamente, a los aficionados —sobre todo a los neoyorquinos—les ha parecido alucinante que el individuo prefiera que un huracán se cierna sobre la ciudad en vez de verse obligado a buscar soluciones alternativas que le toquen el bolsillo. De la lluvia nadie tiene culpa excepto los dioses correspondientes, pero no son pocos quienes opinan que la USTA, máximo organismo del tenis americano, debería considerar construir cubiertas móviles en la sede del campeonato —hasta Wimbledon tuvo que rendirse—o, si como dice la organización el dinero es un problema para ello, sencillamente trasladar el US Open a lugares de clima más propicio, como California.

En resumen…

Este US Open ha dejado varias cosas claras. En el cuadro masculino los mejores siguen siendo los de siempre y aunque ha cambiado muy levemente el orden de los factores, sí se ha modificado considerablemente el producto. Djokovic es el nuevo rey y hemos vivido un punto de inflexión en la historia del tenis: la era de la rivalidad Federer-Nadal sencillamente pertenece al pasado. Por su parte, Andy Murray es como un efecto óptico: parece ascender pausada pero constantemente cuando en realidad no se mueve del sitio. Como Del Potro, que lleva ya bastante tiempo recuperándose y si sigue recuperándose mucho más llegaremos a olvidar qué era aquello de lo que se estaba recuperando. El 2012 es aún una incógnita; será difícil que Djokovic repita un año como este, pero varias cosas van a tener que cambiar para que no siga dominando. Y en el cuadro femenino, lo dicho: confusión total. Las jugadoras suben y bajan como en la bolsa; realmente está haciendo falta una jugadora que rompa con todo y sirva al menos de estímulo para las gigantes dormidas.

Ahora, a por la final del World Tour —o lo que a muchos nos gusta seguir llamando sencillamente el Masters, más propiamente y desde luego mucho más bellamente—que en este 2012 será la coda de una sinfonía que ya ha sido escrita, interpretada y convenientemente aplaudida.

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2 Comments

  1. gatavagabunda

    Un artículo excelente. ¡Gracias!

  2. Pingback: US Open 2011: reyes, revueltas y lluvias en el planeta tenis

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