“Al Gobierno le hubiera gustado convocar un referéndum, pero no hay tiempo”. Ésta y no otra es la explicación que José Blanco, de egregio perfil, daba ayer en la Ser acerca del reformazo. Que qué más hubiera querido el Gobierno, vino a decir, pero es que el tempus fugit, querida amiga, y lo que no puede ser no puede ser. Una lástima, le faltó añadir, y rematar acerca del tiempo como lo hacía Lina Morgan; anunciando que qué pena, hija mía, qué pena. Cómo se estropean los cuerpos. Sobre esto mismo también declaró Blanco que “estamos en una situación grave que exige respuestas rápidas y no vamos a transferir a los ciudadanos la responsabilidad que tenemos que asumir los gobernantes”. Si el ministro de Lugo le concediese a Montesquieu categoría distinta a la de ser un vino de mesa –caso de entender de vinos, cosa que también dudo– hubiera advertido estar haciéndose la picha un lío y diciendo decir donde quería decir Diego porque, me explico; en esta ecuación malabar del discurrir gilipollasmente, “responsabilidad” figura donde un padre fundador, Montesquieu mismamente, hubiera dicho “soberanía”. Resuelva la incógnita, quiero decir; cambiemos una por otra: “no vamos a transferir a los ciudadanos la soberanía que tenemos que asumir los gobernantes”. ¿Ven que fácil? Y qué honesto, oigan, puestos a explicar el secuestro organizado de los métodos democráticos. El minirreino interior de José Blanco, no obstante, no es de este mundo y responde a una miniconstante universal que bien podría haber enunciado el gemelo malvado de Paulo Coelho; el universo siempre conspira a favor de los cachos de carne con ojos. Y a la realidad, ya lo dijo Greimas, se la puede enmendar con frases, como a Los Sims con extensiones, a efecto de lo cual las declama Pepe White lapidarias, wildeanas y gordas como cebollas sin importarle mucho estar pulsando las teclas de según qué sensibilidades tan en boga como, nótese el ejemplo; la soberanía, la legitimidad democrática y en fin. Todo eso. Se le presume poca afición a los abstractos, quiero decir, y miren que empezó Derecho y sólo le bastaba con haberlo acabado. Que tampoco, vaya por Dios, y no creo que sea mucho pedir. Ahora que, eso sí; nadie como Blanco, precisamente, para la portavocía del Gobierno. Las cosas como son. Nadie mejor que él se amorra a un micrófono e insulta a la inteligencia, suya propia, nuestra colectiva y como concepto en general, o se mea más, mejor y con más denuedo en los principios ideológicos de la izquierda. Su relación con el ejecutivo, de hecho, es de una continuidad tal que yo apuesto, de verdad, porque renuncie al traje y corbata y empiece a salir vestido directamente de alegoría del Gobierno. Con clámide, ya saben, hojitas de laurel y cítara incluida, clin clin clin. A decir cosas como ésta del tiempo o la responsabilidad. O esto que dijo también cuando le hicieron portavoz del gabinete, sin ir más lejos, asegurando que “iba a dar voz a la política que nos exigen los ciudadanos […] sin circunloquios, con respeto a la verdad como método”. Y eso que la verdad, así en abstracto, le resulta inaccesible a José Blanco y no por mentiroso, entiéndanme. Quizás sí por incoherente, indocumentado y con menos vergüenza que un litro de vino –Montesquieu–, pero no por mentiroso. Más bien por razones platónicas, pienso, y porque José Blanco mantiene con la verdad la misma relación que mantendría con la verdad, no sé. Un hurón, por ejemplo. O una mesita de noche.
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Si es que lo dijo ya Einstein, que el tiempo es relativo.
Conlleva mucho gasto neuronal lo de hablar con dos o tres discursos distintos dentro del mismo cerebro. Y al final de la legislatura pues se ha notado.
Pero al final será que no lo hemos entendido bien, ya lo verá.
Es que somos todos muy antiguos. En el mundo del flamenco fusión, el bacon con dátiles y el reggaeton con lambada y su poquita de hip hop, en este mundo nuestro del maridaje, el revuelto y la posmodernidad, ¿cómo podemos pretender, oh carrozas, que la izquierda cometa la tautología de ser izquierda? Con lo moderno y europeo que suena el neoliberalismo. Es que parece que nos gusta el Fairy pudiendo coger Neutrex Futura. Hombre ya. Qué catetos que somos, de verdad.
He tenido ocasión de tratar a Blanco personalmente y, en ese contesto, es posiblemente el tipo más obtuso que he tenido el gusto de conocer en cuarenta años de vida, y mira que he conocido tipos obtusos.
Contexto, corrijo.