Basta tropezar con la piedra equivocada, una sola, para desatar la avalancha. Le ha pasado a Donettes, que lanzó una campaña con el lema «a pedir al metro» y ha debido retirarla por las quejas de un puñado de consumidores. La piedra fue esta vez @xavicalvo. Valenciano, dice el periódico, y seguramente de esos que ante la emoción por la grandeza de un palacio pregunta al guía los metros cuadrados. Dice el periódico que escribió esto en su cuenta de twitter: «Qué mala leche. Señores de @Donettes, frivolizar con según qué cosas para hacer marketing es lamentable». El pedrusco Calvo hizo fortuna, y en pocos minutos ya era uno de los temas más seguidos y comentados en twitter. Donettes contestó al instante tibiamente, quizá a la espera de que amainara la tormenta. Pero el monstruo se había despertado y no cabía sino retirar la campaña. «Os estamos escuchando», le decía al monstruo la empresa en twitter. «Estamos de acuerdo con vosotros y os pedimos disculpas. Vamos a retirar los packs lo antes posible», le confirmaba su victoria.
La retirada habrá costado muchos miles de euros a la empresa, y es una nueva muestra de la implacable dictadura de la corrección política y de la minoría ruidosa. De nuevo la vieja táctica comunista: distribuir a sus cuatro activistas por los cuatro costados de la sala atestada. Hablan todos y sus puntos de vista son ya los de toda la sala.
El desgraciado incidente me ha recordado uno parecido ocurrido hace años en Rumanía. Una magnífica campaña seminstitucional para la prevención del cáncer de mama ofrecía en las marquesinas un teléfono gratuito de información con un espléndido escote maduro. Y debajo de la foto un lema: «Te han dado dos propuestas de matrimonio» o «Te han dado un ascenso (en el trabajo)» o «Te han salvado el carnet (de conducir)«. «Merecen al menos una llamada». Qué bien que todavía podáis hacer estas cosas, les decía exaltado a los amigos rumanos, hasta que un día supe que la presión de los observatorios feministas había obligado a retirarla.
El chantaje bienpensante tiene la complicidad o el patrocinio de las autoridades. Nos hace perder dinero y todo lo rebaja. Nos hace vivir en la mentira y más planos y aburridos. Es difícil exigir a las empresas la lucha abierta, pues se juegan mucho dinero y se exponen a sanciones. Pero aún cuando hayamos de claudicar todos debemos ser conscientes de que nos están achicando el mundo. La clandestinidad no es la solución, porque seguiremos perdiendo espacio hasta que entren también en nuestros zulos. Quizá lo sea recordar aquello que Cristóbal Badenes contestaba cuando le advertían de los riesgos de sus proyectos temerarios al frente del coro local: mig món parle de l’altre mig (medio mundo habla del otro medio). Y saber siempre que grande es el mundo, y si quince no me compran ya vendrán otros cincuenta.