Su música es el quejido, la morna caboverdiana (del mourn: el lamento). Se crió en un orfanato y salió a los escenarios de todo el mundo descalza (la diva aux pieds nus) para denunciar la pobreza y acercarse tremendamente a los pobres de su país, debatiéndose entre el dolor y la nostalgia. Una noche llegamos a un apartamento abandonado de Coimbra y en un mueble encontré varias cintas viejas, de las que elegí una grabada al azar. La escuché meses después, y era Cesária Évora. Petit Pays, Sodade, Africa Nossa todas las mañanas, digiriéndola con el entusiasmo del fracaso. Así debe de sonar la pena lenta, masticada dulcemente, que lleva en la frente el estigma de la Historia: la de esta mujer de la isla Mindelo (“allí mi casa tiene siempre sus puertas abiertas para quien quiera venir a verme”) y el continente que la arrastra. Ya vieja, Cesária Évora sigue apoyando sus pies cuarteados en el casete, a la manera de la resistencia. Tuvieron que pasar meses para que yo supiera que aquella habitación de Coimbra había sido dejada sólo unas semanas antes por un estudiante de diecinueve años que se suicidó tirándose al vacío desde la terraza, despeñando su cuerpo por las rocas. No dejó nada escrito: sólo unas cintas viejas de música y entre ellas un recopilatorio de Cesária Évora. Todos sabemos lo impresionables que son los jóvenes con la cosa del suicidio y lo mucho que a veces palpamos el blando destino. Profundizó Évora en la aspereza y su saudade fue hermosa, de siglos antiguos. Cabo Verde ha sido siempre un país exportador de esclavos.
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Se entiende la necesidad del golpe de efecto final, pero Cabo Verde nunca fue un país exportador de esclavos, sino todo lo contrario: importador. Cuando los portugueses llegan al archipiélago lo encuentran desierto. Y se dedican a poblarlo con esclavos del continente. La economía caboverdiana, en la que desempeñaron notable papel los judíos españoles expulsados, se va a pique con la prohibición de la esclavitud. A trazo burdo podría decirse que los caboverdianos más que esclavos eran negreros.