Así titula la periodista francesa Tristan Banon el libro en el que relata el episodio de amor forzado que sufrió con el ex director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan hará ya unos 8 años. El baile de los hipócritas sería un título excelente para toda esta comedia desencadenada el pasado mes de mayo cuando al político francés se le fue la mano en un hotel de Manhattan con la camarera guineana Nafissatou Diallo.
En el relato del affaire, mas allá del priapismo y del vigor amatorio de DSK, me atrae sobremanera la figura de Anne Sinclair, la esposa del libertino. Esa Anne Sinclair, famosa periodista y riquísima heredera, que ha mantenido la compostura en unos momentos tan difíciles. Estaba por ver que una mujer con una vida tan cómoda fuese capaz de salir indemne de esta historia. Pero su templanza, su savoir faire y un buen equipo de asesores lo han hecho posible. Ahora, calmadas las aguas, llega el momento de las motivaciones donde uno se pregunta porqué la gente hace estas cosas y no otras bien distintas. En el caso de DSK la cosa se resuelve de corrido. No va más el hombre. Todo en él es impulso, acto reflejo, estímulo y respuesta, con activación glandular no solo parotídea. Pero ¿qué es lo que lleva a una Anne Sinclair a salir rauda en defensa de un tipo que antes de empezar los tiros ya olía a cadáver y sobre el que pesan otras acusaciones de infidelidad? Pues ya ven lo que pasó. Que en cuanto supo que habían detenido a su machine sexual in action allá que se fue la francesita a rescatarlo con el corazón partío y un millón de dólares para la fianza. No me lo explico. Pues héte aquí que en esta jaima de sexo y lujuria surge ahora en escena otro primum movens muy gauloise: el sionismo. Aparte del amor, que puede que exista, la carrera política de DSK parece ser más fruto una idea muy personal de Anne Sinclair que un deseo decantado del corredor al que esponsoriza con generosidad. Lo cuenta Miguel Mora en sus informaciones para El País. Tanto DSK como Sinclair son fervientes sionistas y Sinclair habría apostado tan fuerte por la carrera política de DSK para demostrar que 75 años después de León Blum la incierta Francia volvería a elegir a un projudío, muy a su pesar. Eso sería un gran venganza de la historia. Y para una mujer con bastantes ideas y sólidas creencias como parece ser ella ese objetivo puede dominarle la existencia.
Lo malo es que si fuese cierta esta idea del castigo al antisemitismo el guión de la película que habíamos pergeñado se nos va al guano. Tendremos que despedir a Choderlos de Laclos y olvidarnos de esos planos secuencia en los que el sexual kamikaze redactaría con una pluma las citas con sus amantes usando como escritorio el culo de las rivales o incluso de sus madres, caso de la Banon. Dejaríamos las explicaciones literarias a lo amistades peligrosas y pasaríamos a movernos en registros tipo lista de Schindler o vida y milagros de Bernadette Subiroux. Y ahí el aluvión de libido tiene poca salida. Es más bien tierra tánatos.
Tal vez por ello me barrunto que la filotímica Banon ha olido que el novelón podría evaporarse y ha decidido echar leña al fuego con su libro, que por las líneas que se han adelantado, es un solo de sentimiento. ¡Adoro a los franceses!. Son los únicos que siguen creyendo que la hipocresía sirve para algo. Y así es su vida social, un refinado teatro.