Desmontes y voladuras Opinión

José Antonio Montano: Marcar fronteritas

Ayer me fijé en un sintomita: un indicio pequeño, sin importancia, pero que es significativo. Significativo del zumillo segregacionista socialdemócrata. He de decir que yo soy socialdemócrata; pero un socialdemócrata trágico o agónico (¡kierkegaardiano!), que reconoce como verdaderas todas las andanadas de, por ejemplo, un Arcadi Espada contra los socialdemócratas.

El sintomita venía en el artículo de Javier Marías en El País Semanal. Dedica unas frases elogiosas a Fernando Savater; pero al decir su nombre se siente en la obligación de precisar —y esto es lo sintomático— “de quien discrepo a veces”. Yo diría que, en efecto, Marías discrepa a veces de Savater: y esas son exactamente las veces en que se equivoca. Pero esta no es la cuestión aquí.

La cuestión es la necesidad que ha tenido de escribir esa frase, de marcar esa fronterita. Sé que Marías y Savater son amigos, que siempre han escrito bien el uno sobre el otro. Marías, en concreto, tiene artículos preciosos sobre Savater: admirando su coraje, celebrando su alegría, etcétera. En el de ayer volvió a ensalzarlo: pero se coló esa cláusula que, precisamente por el contexto favorable, es un segmento tristísimo.

Indica, por un lado, los resortes profundos de nuestro sectarismo imperante; y, por otro, lo incómodo que resulta —que sigue resultando— Savater. No es poco mérito. Aquí se aplaude a gañanes descerebrados, a auténticos impresentables, sin que el que los aplaude se sienta en la necesidad de trazar frontera alguna. Pero con Savater no: con Savater hay que aclarar «de quien discrepo a veces».

No estoy abogando, naturalmente, por la adhesión inquebrantable a Savater; ni aduciendo la imposibilidad ontológica de discrepar —a veces, o siempre— de él. Hablo solo del síntoma político-sociológico, o cuanto menos retórico: de lo que lleva a introducir esa cláusula en el discurso. Algo que no pasa con todos; algo que, de hecho, no pasa con casi nadie.

 

 

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16 Comments

  1. Leoncio

    Todo lo que cuentas pasa con más frecuencia con Mario Vargas Llosa. «Es un gran escritor, aunque discrepo de sus ideas políticas». ¡Cuántas veces hemos leído esta frase!

  2. Dónde se ha visto un Rey que no le tire las orejas a sus duques?

  3. Sí, es verdad lo de Vargas Llosa. En cuanto al Reino de Redonda: yo ahí le veo más majestad al Duke of Caronte :-)

  4. Marías, otros días tan… pero hoy…

    ¿Es imaginación mía, Montano (admirado aprendiz de ciclista), o Marías no conoce ni aproximadamente la Constituçao del 78?
    –>
    «ni siquiera se ha tramitado una enmienda que ya clama al cielo, a saber: que en esta Monarquía Constitucional les sea posible reinar a las mujeres. Modificación tanto más necesaria cuanto que la descendencia del Príncipe Felipe es, por ahora, exclusivamente femenina.»

  5. Gabriella Marcel

    Imposible decirlo mejor, Sr. Montano, ni más claro, ni con mayor agudeza psicológica. Hay poquísimos intelectuales –y, desde luego, Savater es el paradigma- que cuando escriben van al cien por cien a la verdad de la cosa. A la mayoría se les complica siempre en el asunto su propia figura y se ven en la necesidad de explicitarnos cómo salvan su alma. Incluso a los buenos intelectuales de peso, como lo es sin duda Javier Marías, a veces se les escapan esas menudencias. Por si le interesa, en los comentarios del blog de Arcadi Espada y de Félix de Azúa salió en su momento una selección española de esos intelectuales que van a la verdad de la cosa. Saludos

  6. Así es, Gabriella: por lo general en el discurso se cuela un anhelo de salvación personal. Es difícil desprenderse de él, porque lo que hace es eso: colarse.

  7. Gabriella Marcel

    Sí, Sr. Montano, así es: otra vez plenamente de acuerdo con usted. Y, como de alguna manera hay que celebrar estas coincidencias, me voy a despedir ofreciéndole el único palíndromo que conozco sobre el bueno de Fernando: RETA, VA SOLO SAVATER
    Luego, ya se sabe, vino la miseria humana y la rabia criminal nacionalistas a impedir la verdad que el palíndromo nos cuenta, pero esa ya es otra historia.
    Un abrazo.
    GM

  8. Albert

    A Savater hay que apoyarle consciente y activamente, y ese “activismo” conlleva dejar en suspenso cualquier posible desacuerdo puntual con él, sencillamente para manifestar de forma visible la defensa que su figura pública merece. Entiendo que es esto lo que dice usted en su artículo, Montano, y no puedo estar más de acuerdo. Pero no entiendo por dónde llega a la conclusión de que la breve acotación de Marías supone bajar la guardia en ese sentido. La precisión (“de quien a veces discrepo”) viene a cuento en el contexto del artículo de Marías, aunque sólo sea porque menciona a Savater para compararlo con su propio padre, con quien probablemente, me atrevo a suponer, también habría discrepado en ocasiones. Puestos a interpretar, supongo que también podría hacerse de este modo, por qué no: ni Julián Marías ni Fernando Savater son autoridades incontestables, pero los dos son los intelectuales de referencia, cada uno en su momento, y su voz debe ser escuchada por los políticos.

    Marías ha manifestado repetidamente su admiración por Savater. En ese mismo artículo, sólo unas líneas más abajo, alude a Peces Barba como “una voz inteligente” para decir a continuación que “ha soltado una inesperada sandez”. No parece -ahí están las hemerotecas- que Javier Marías sea precisamente alguien que huye de la polémica pública o elude responsabilizarse de sus palabras o sus planteamientos, alguien a quien pueda atribuírsele la representación de nuestro sectarismo imperante. En fin, obviamente sólo cabe especular, pero personalmente no creo que el propio Savater haya interpretado el apunte de Marías como usted lo ha hecho. Es el tipo de interpretación característica, casi privativa, de, en efecto, Arcadi Espada. Saludos.

  9. Bueno, sobre lo primero que usted dice no estoy de acuerdo: no hay que partir de la premisa de que no se puede criticar a Savater, ni hay que tener la consigna o la estrategia de no criticarlo. Yo me refería sólo a ese tic retórico de que con Savater se dice, pero con otros no se dice. También resalté el apoyo explícito que Marías siempre ha prestado a Savater, y resalté incluso de que se trataba de un pequeño síntoma: pero síntoma al cabo. Y por eso quise referirme a él.

  10. Cornudo

    «“de quien discrepo a veces”. Yo diría que, en efecto, Marías discrepa a veces de Savater: y esas son exactamente las veces en que se equivoca. »

    Pues no se podría haber dicho mejor. Lo único bueno de Marías es que aprecie a Savater. Porque como novelista es aburrido y como articulista irrelevante. Casi diría que al donostiarra le vendría mejor tenerlo como archienemigo, que hay amores que matan.

  11. Jajaja, bueno, yo he de *aclarar* con urgencia que Marías es mi novelista español favorito, que me ha gustado mucho también como articulista (aunque más antes que ahora: mi canon sería el libro «Pasiones pasadas») y que, en cuanto a sus contenidos políticos «concuerdo a veces» con él. También me gustan su carácter polémico y su cascarrabismo bernhardiano. Aunque al final se ve un poco lastrado, en mi opinión, por su semisectarismo.

    En mi blog hice este verano una clasificación (¡esquematiquísima!) de los articulistas de El País, y Marías ocupaba una posición peculiar:

    http://joseantoniomontano.blogspot.com/2011/06/es-mi-opinion.html

  12. Me parece que es más sintomático su artículo que la aclaración de Marías. ¿Es que no podría interpretarse también que se trata, simplemente, de una prueba de ecuanimidad que Marías quiere poner sobre la mesa, precisamente para que no se interprete que su admiración es ciega? Piense que puede haber quien crea, al contrario que usted, que el tragarse ‘todas’ las andanadas de los amigos no es como para presumir ni jactarse de ello.

  13. Cabe esa interpretación, por supuesto. Pero mi intuición me dice que la cosa va por donde yo apuntaba. En cualquier caso insisto en lo fundamental: Marías es amigo y cómplice de Savater. Ya digo que ha escrito textos muy hermosos sobre él. Lo que yo quería señalar era justamente ese deslizamiento pequeño, esa cláusula pequeñita que no tiene importancia en sí, pero que es sintomática. Lo sintomático es lo que yo quería señalar. Y también que esas «cláusulas de ecuanimidad» no son frecuentes: se da aquí con Savater y con los que están «señalados». Con casi nadie más.

  14. (Defino «señalado»: aquel no acomodable sin *flecos* en ninguno de nuestros dos sectarismos imperantes.)

  15. Veo que todo es sintomático: tanto que aparezca la cláusula en el artículo de Marías, como que esas cláusulas «no son frecuentes».

    A partir de ahí, no es sólo que se lo diga su intuición, es que sólo y necesariamente Marías debería estar usándola en el sentido que usted dice. Esto es, parte usted de dos supuestos que le obligan a concluir que Marías está diciendo lo que usted cree que dice. Unos lo llaman intuición. Otros prejuicio.

    Su percepción del sectarismo imperante le conduce a concluir a usted también sectariamente.

  16. Sus reflexiones son un tanto sofísticas, pero se las dejo como última palabra: cortesía de anfitrión.

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