De mamarracha a excéntrica, todos los adjetivos encajan con Lady Gaga excepto convencional. O te gusta o la odias. ¿Cuál es su fórmula secreta para convertir en oro todo lo que toca? Una estética impactante, canciones masticables, polémicas facilongas y mucho feedback para sus fans.
Aunque se empeñe en hacernos creer que ella nació así (Born this way, 2011), Internet (esa hemeroteca malvada) nos recuerda que, una vez, Lady Gaga (Nueva York, 1986) fue una guidette italoamericana de larga melena negra que vestía sosamente. En resumen, poco o nada queda ya de la Stefani Joanne Angelina Germanotta de aires románticos que editó Red and Blue a principios de 2006. Su formación musical había comenzado mucho antes: Stefani ya tocaba el piano con soltura cuando compuso su primera canción, con apenas trece años.
¿Qué le pudo suceder a aquella muchachita para terminar convirtiéndose en mother monster, como la llaman cariñosamente sus fans? Poco se sabe de los dos años que median entre Red and Blue y su primer álbum como Lady Gaga: empezó a consumir drogas, escribía canciones para otras personas, tuvo una depresión. Por entonces, conoció a otra artista que intentaba abrirse hueco en el mercado: Lady Starlight. Juntas iniciaron una serie de shows-performances homenaje al rock de los setenta, en los que pesaba tanto el espectáculo (de corte burlesque, ligeritas de ropa) como las canciones. Starlight se lo enseñó todo —lo de actuar y vestirse, cochinos—, Gaga incorporó el glam (su propio nombre artístico hace referencia a una canción de Queen, Radio Ga Ga), y juntas dieron una mítica actuación en el festival Lollapozoola en agosto de 2007. Desde aquel momento, a Lady Gaga le aguarda The Fame (2008).
Pero ¿estaba Lady Gaga preparada para la fama? En principio, podría decirse que no reúne los requisitos mínimos: nunca ha destacado por tener un físico explosivo, condición casi imprescindible para las estrellas femeninas del pop; tampoco es una belleza: demasiado delgada, desgarbada, ni siquiera es fotogénica. A pesar de todas sus horas de ensayo, sólo consigue bailar espasmódicamente. En los videoclips que ha grabado junto a Beyoncé sus dotes para la danza quedan en ridículo. Y las numerosas actuaciones que se encuentran en YouTube demuestran que fuera del estudio tampoco se distingue por su gran técnica vocal. Dudo que pasara con éxito el cásting de uno de esos realities de cantantes tan de moda hoy en día. Y sin embargo, el fenómeno Gaga tiene una fuerza que deja atrás a cualquiera de sus competidoras, suponiendo que las haya. Porque lo suyo es otra liga.
En una escena pop más bien aburrida, plagada de arrabaleras desnudistas y cursis monjiles (¿pero es que no puede haber un término medio?), Gaga trajo el entertainment. Y lo trajo a lo grande, porque no se conforma sólo con llevar sus singles al número uno de las listas de ventas, también ha logrado acaparar la atención de las revistas de moda, es la persona más seguida en Twitter (más de trece millones de personas atentas a cada uno de sus clics) y su vídeo Bad Romance, el más visto de la historia de YouTube. Así se las gasta la monstruita.
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Atuendos inverosímiles
Su mayor baza es lograr hacer de sus defectos auténticas ventajas. Y una de ellas ha sido precisamente su imagen. Como no es guapa, no va de guapa. Y de este modo puede darse a una estética rocambolesca. Ha depurado sus artimañas para monopolizar la atención centrándose sobre todo en su indumentaria, en la que puede verse una evolución: cuando se da cuenta de que no puede quitarse más ropa, comienza a ponerse encima todo lo que pilla. Es imposible hablar de ella sin mencionar sus maquillajes absurdos, sus tocados inverosímiles (aquella langosta plateada, aquel teléfono deconstruido), los vestidos que apenas la cubren. Su atuendo siempre destaca. Como aquella ocasión en la que, suponemos, abochornó a toda su familia acudiendo a la graduación de su hermana pequeña con unas trazas para deshederarla. Y siendo sinceros, ¿alguien se la imagina bajando en chándal y chanclas al supermercado? Las chanclas son terreno de la Spears y el chándal se lo dejamos a Madonna. Sus pintas son su carta de presentación, preceden incluso a sus canciones. Y nadie permanece indiferente a su estilo, te gusta o te repele. O te gusta precisamente porque te repele.
Al principio era ella misma quien diseñaba su indumentaria (ayudada por su equipo de estilistas, Haus of Gaga) y lo combinaba sagazmente con carísimos diseños de alta costura: Armani Privé, Atsuko Kudo, Louboutin, Alexander McQueen o, por supuesto, Jean Paul Gaultier. Ahora son esos diseñadores los que idean el vestuario para ella o incluso para sus bailarines. Personaje voraz, para fraguar su estilo ha fagocitado a Madonna, a Marilyn Manson, a Lady Starlight, a David Bowie, a Ágata Ruiz de la Prada, a Stefani Germanotta y finalmente, a todos nosotros. La fascinación por sus looks es tanta que incluso pone a la venta, por Halloween, distintos vestidos y complementos a modo de disfraz: el lazo de pelo, las gafas de sol a lo Mickey Mouse… Ofrece exactamente lo que pedimos de ella: entertainment non-stop, reinvención continua, atuendos imposibles, un puntito perturbador, una pizca de fetichismo, declaraciones políticamente correctas pero no exentas de polémica y sobre todo mucha, mucha cercanía con sus fans.
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Ecos ‘burtonianos’
Lady Gaga, que podría haber salido de una película de Tim Burton, encarna perfectamente el tópico de chica inadaptada que termina siendo popular precisamente por su originalidad. Es la Lydia de Beetlejuice. Es como cuando todas las maduritas del vecindario quieren que Eduardo Manostijeras les recorte los setos. Es como cuando el hombre lobo adolescente gana el partido de básquet y hace el paseíllo por el instituto acompañado de otros púberes fervorosos. Es como cuando descubrimos que Sloth no es malo y los goonies se lo llevan con ellos a pasar trabajitos. Es la hija perdida de los Adams. Lady Gaga es digna heredera de todos ellos. Aunque, espera un momento, ¿inadaptada? ¡Pero si estudió en el mismo colegio que Paris Hilton! Bueno, sí, pero allí también era una marginada.
Precisamente es ese su encanto: ha conseguido vendernos una imagen de rarita (cuando sus canciones son prácticamente masticables) con la que ha ganado para su causa a adolescentes y niños de todo el mundo, atraídos por el triunfo de una freak que encima les tiene en cuenta, les habla como si fuera su madre espiritual, responde sus comentarios, agradece sus regalos en las redes sociales, etcétera, etcétera, etcétera; en una interminable campaña de promoción que, dios mío, debe de ser agotadora.
Ese feedback constante que mantiene con sus seguidores es una estrategia de venta que le ha salido redonda. Por ejemplo, la primera vez que actuó en Madrid, en la sala Ocho y medio, hubo lleno absoluto y varias decenas de personas se quedaron sin entrar. Pues bien, al terminar la actuación, Lady Gaga preguntó a qué hora cerraba la sala y como aún quedaba tiempo, hizo pasar a toda la gente que había fuera y repitió el show. Una vez, durante una inacabable firma de discos en una tienda de Los Ángeles, la cantante encargó 80 pizzas para todos los seguidores que esperaban su turno haciendo cola. Y con motivo de su cumpleaños, Lady Gaga linkó en Twitter un vídeo que recopilaba las felicitaciones de cumpleaños que le habían dejado sus fans vía YouTube. Hace sólo unos días, subió a una niña al escenario a cantar Born This Way, rompió a llorar escuchando la interpretación de la pequeña y luego dejó un mensaje a las redes sociales en el que aseguraba que esa niña y todos los demás fans son la razón por la que había escrito aquella canción. Detalles como estos son los que le han conseguido unas elevadísimas ventas en todo el mundo y el cartel de entradas agotadas en prácticamente todos sus shows.
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Pura controversia
Sabiamente sazonados de polémica, cada uno de sus movimientos es analizado y comentado por miles de personas en la web. Al principio, Internet dijo de ella que era un hombre, luego lo dejó simplemente en que era hermafrodita. Se rumoreó también que era lesbiana, baza que supo aprovechar: en un concierto ante una multitud gay declaró que la canción Poker Face habla en realidad de acostarse con un hombre mientras se fantasea con una mujer. De ahí la cara de póquer. Por supuesto, su reivindicación de la diferencia, su imagen kitsch y sus canciones pegadizas han sido abrazadas por el público gay, que la ha encumbrado como una de sus divas.
También ha incluido polémicas referencias religiosas en sus videoclips, lo que le ha valido multitud de críticas y alguna alabanza. En cierta ocasión comenzó a manarle sangre del pecho en mitad de su actuación en una gala de premios, y terminó el espectáculo colgada (de una mano, eso sí) simulando su muerte. La acusaron de incitar al suicidio. Ella no suele responder a esas protestas, pero cada una de ellas hace aumentar los números en su cuenta corriente.
Y mientras tanto, no dejan de lloverle los premios, las colaboraciones, las campañas publicitarias… el trabajo, en definitiva. Y ella es inagotable. ¿Sus últimas salidas de tono? Pues además de crearse un alter ego masculino —Jo Calderone; tampoco está muy guapo de tío, todo sea dicho— para el que se ha rumoreado que utiliza un pene de plástico (lo que tiene bastante gracia si recordamos los rumores sobre su posible hermafroditismo) y presentarse de esa guisa en una gala de premios, la última locura de Lady Gaga ha sido vestirse de persona normal, dejando boquiabiertas a las redacciones de medio planeta y provocando más de un infarto cerebral.
Lady Gaga es un circo. Se ha instalado en un permanente más difícil todavía, y aunque va perdiendo fuerza, consigue mantenerse en la brecha pasados casi tres años de su debut. Además de extravagante, frívola y superficial, es muy, muy lista. O está muy bien asesorada. El caso es que tanto sus estrategias de venta como su rápido ascenso a la popularidad e impacto social se estudian ya en algunas facultades. Así las cosas, llegará un día en que Lady Gaga se haga mayor —es demasiado lista para morir trágicamente, me temo— y ¿cómo recordará una anciana Germanotta, con sus problemas de espalda por haber cargado con esos tocados descomunales, con sus tatuajes desvaídos en la piel arrugada, la vida turbulenta de aquellos años? Será interesante averiguarlo. Mientras tanto, Lady Gaga mantiene su posición y se ha convertido ya, pese a quien pese, en un icono.
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Videografía básica
Siete videoclips esenciales para entender el fenómeno Gaga:
Just Dance (2008): Su primer single. En el vídeo aparece en una fiesta. Llama la atención su vestuario, bastante discreto para lo que nos tiene acostumbrados, la larga melena rubia totalmente lisa y el rayo azul que le atraviesa la cara, homenaje a Aladdin Sane.
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Poker Face (2008): Ya en los primeros segundos se aprecia la evolución del personaje: Lady Gaga emerge de una piscina embutida en un largo mono asimétrico de látex negro con apliques geométricos en el hombro y llevando una máscara de cristal de espejo. A cada lado, un gran danés: son sus propios perros, Rumpus y Lava, que la acompañarán como elemento fetiche en muchos de sus clips. El vestuario se vuelve más atrevido, más futurista y más hortera, como ese bañador azul metalizado combinado con guantes del mismo material. Aparece por primera vez el lazo de pelo, el tocado característico de la artista.
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Paparazzi (2009): Un corto de ocho minutos en el que aparece junto a Alexander Skarsgard, el musculoso Eric de True Blood, que interpreta a su novio. Este solo hecho demuestra que no tiene un pelo de tonta, o que está muy bien asesorada. El videoclip, con mucho látex, incluye un asesinato y varias muertes sospechosas, además de una de las actuaciones más perturbadoras de la cantante (sí, bueno, qué le pedimos): su entrada en la mansión, tratando de mantenerse en pie, ayudada por las muletas y vestida con corsé metálico brillante. Sexo, muerte, fetichismo, vestidos estrambóticos, peinados inverosímiles e ingentes cantidades de random stuff… Ya es plenamente la Lady Gaga que conocemos.
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Bad Romance (2009): El vídeo más visto de la historia de YouTube: casi 180 millones de visitas. PVC por todas partes en su videoclip más cercano, en cuanto a la estética, a Marilyn Manson, con quien, por cierto, grabó un remix de otro tema y que más tarde salió diciendo de Lady Gaga que no le gustaba la gente que copiaba y lo hacía mal, que antes se copiaba mejor. Lo que hay que ver. En cuanto al vídeo, incluye —además de publicidad muy poco disimulada— estética monstruosa, torturas de sanatorio mental de los chungos, columnas vertebrales cylon, sexo, muerte, varios pares de zapatos joya de Alexander McQueen y delicioso random stuff como ese abrigo de oso polar que termina ardiendo.
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Telephone (2010): Otro corto, secuela de Paparazzi. Aparece con Beyoncé, que la deja a la altura del betún en cuanto a movimientos danzarines, y a la que, en venganza, viste a lo Gaga. Al comienzo del vídeo hay un pequeño guiño a los rumores sobre su hermafroditismo: dos funcionarias de prisiones la acompañan a su celda, donde la despojan de su abrigo dejándola prácticamente desnuda. Cuando se van, una de las carceleras le dice a la otra: “Te dije que no tenía pene”. Sus estilismos nos dejan para la posteridad las gafas de cigarrillos, los rulos-lata de Coca-Cola y el triquini hecho a base de bandas de No trespassing… Látex de colores, grandes dosis de publicidad, asesinatos en masa, sencillas recetas con veneno y la aparición estelar de la Pussy Wagon de Kill Bill completan otro videoclip inolvidable.
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Alejandro (2010): Látex. Nazis. Sexo duro. Muerte. Religión. No merece la pena. Mucho más recomendable es buscar en YouTube la reacción memorable que provoca en un fan español el esperado estreno de este videoclip.
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Yoü and I (2011): El plato fuerte del vídeo es que aparece travestida como Jo Calderone y se besa a sí misma. No tiene mayor interés.
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Me hizo gracia la pregunta que le hizo Kimmel hace poco en su programa:
– ¿Has pensado en tener un hijo?
– Algún día.
– ¿Y si te sale heterosexual, lo seguirás queriendo?
Yo la veo más de clonarse…
Pingback: Entre mamarracha y excéntrica: el fenómeno Lady Gaga
Creo que mas bien pondrá huevos al estilo de la mamá Alien.
Creo que en su último disco de jazz ha demostrado ser algo más que una mamarracha. Y sí, voz tiene, y potente.
Nunca me chiflaron los superéxitos de Lady Gagá (algo que, al margen de sus merecimientos, me pasa con todo lo que me machaca sin compasión), pero me maravilló cantando jazz (su dueto con Tony Bennett me parece que da la pauta de que hay mucho más bajo la peluca: buena voz, buen oído y delicadeza al manejar temas difíciles y muy conocidos, y elegancia en la forma de compartir protagonismo). Algo parecido me pasó con Amy Winehouse (aunque me gustaban más sus canciones).