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Pablo Amargo: «La idea es el motor; la técnica, solo el mínimo exigible»

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Pablo Amargo, Premio Nacional de Ilustración, actualmente vive en Oviedo. Hemos disfrutado de su peculiar obra en prensa, en diferentes  carteles, cubiertas de libros y, muy especialmente,  en libros ilustrados por los que ha recibido numerosos premios. En su página muestra regularmente su trabajo.  El pasado septiembre volvió a sorprendernos publicando su última maravilla ilustrada: «Casualidad».

¿De dónde surge la vocación de Pablo Amargo por la ilustración?

De pequeño acudía a la biblioteca constantemente. Me encantaban los libros ilustrados, los comics, los manuales de dibujo… Con cada libro que caía en mis manos disfrutaba muchísimo, experimentaba una sensación muy cercana. Aprendí a leer antes las imágenes que las palabras. Mi entorno familiar favorecía esas experiencias, visitabamos las librerías asiduamente y me compraban muchos comics. Empecé a dibujar bastante tarde, a punto de empezar la adolescencia, y ya no he parado.

¿Cuáles son tus primeras referencias e influencias?

Mis primeros dibujos estaban muy influenciados por cada nuevo ilustrador que descubría. Así, cuando caía en mis manos un nuevo libro, rápidamente intentaba dibujar a su manera. Mis mejores recuerdos son los ilustradores ingleses de finales del XIX —como Tenniel, Harry Clarke y por supuesto, Beardsley, al que sigo admirando—, también del comic franco-belga y lo que vino a denominarse “escuela valenciana”, con la revista Cairo a la cabeza.

¿Te consideras más diseñador gráfico o ilustrador? Tu trabajo parece nadar entre ambas aguas con total naturalidad.

Creo que soy un ilustrador. Me gusta dibujar y hacer que mis dibujos cuenten cosas.

¿Derivaste a la ilustración editorial por vocación o te arrastraron las circunstancias?

Si como ilustrador decides hacer libros, no puede ser por otra razón que por pasión. De las diferentes actividades que un ilustrador puede realizar, sin duda la menos rentable es la ilustración editorial. Requiere un esfuerzo muy grande en el que hay que invertir mucho tiempo, a sabiendas de que te estás dirigiendo a un público minoritario. Sin embargo, realizar álbumes ilustrados es lo que da sentido a mi carrera. Se podría decir que me dedico a las otras actividades de ilustración para financiarme el hacer estos libros. Acabo de publicar “Casualidad”, en el que llevaba dos trabajando, y ya estoy preparando el siguiente, al que probablemente dedique muchos meses.

¿Cuál es tu proceso de trabajo habitual a rasgos generales? Sabemos que no sigues una disciplina horaria específica, ¿podrías contarnos un día de trabajo especial en particular que recuerdes?

Suelo comenzar la jornada hacia las diez de la mañana. Repaso mis cuadernos mirando sus páginas al azar. A veces descubro algún dibujo en una esquina del papel del que me había olvidado que me sugiere una composición diferente o me inspira una idea nueva y me pongo a desarrollarlo. Me obligo a no encender el ordenador. Intento no leer los correos hasta el mediodía. A lo largo de esa mañana selecciono fotos interesantes que he recortado y guardado en carpetas y que suelo dibujar para ir haciendo mano. Muchos de esos dibujos, casi siempre de personas, acabo utilizándolos en alguna ilustración. Y así, deambulando entre una cosa y otra, dibujando o hablando por teléfono, realizando temas de gestión o contestando a los correos antes de ir a comer, finaliza la mañana. Todas las tardes estoy en el estudio. Me pongo a las cuatro y no salgo hasta la noche. Tengo apuntadas las tareas pendientes en un papel y las voy escogiendo en función de la urgencia o por simple azar. Dedico un tiempo a las ilustraciones de un libro, un poco más tarde intento encontrar las ideas para el artículo del periódico, si no se me ocurre nada empiezo a concretar el proyecto personal o dedico otro tanto, también, a dibujar sin un fin concreto. El tiempo pasa volando. Es fácil que hacia las 8 o 9 de la noche tenga la impresión de que no he aprovechado bien la jornada. A la noche veo alguna película. A veces regreso y me quedo un poco más quitando algunas cosas que he añadido durante el día.

¿Cuál es tú técnica favorita?

Trabajo con un lápiz y una goma de borrar sobre cuadernos en los que voy dejando mis apuntes. Se parece mucho a escribir. Es un momento de enorme intimidad en el que el cuerpo está recostado sobre el cuaderno, casi dentro de él. Las herramientas son muy sencillas y no requieren nada de esfuerzo: trazar y borrar. A medida que repito las formas y redibujo las ideas las voy asumiendo, haciéndolas mías, acostumbrándome a ellas. Más tarde acudo al ordenador para finalizarlas. No conozco muchas técnicas. Siempre me ha dado mucha pereza aprenderlas, de modo que me he arreglado con una línea y una mancha para hacer la totalidad de mi obra.

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Tu trabajo surge a partir de un texto, que produce una idea, a partir de la cual construyes la imagen. ¿Qué haces normalmente para favorecer ese proceso de generación de ideas? ¿Acudes a otros medios? ¿Te enfrascas en el texto específico? En cuanto a la creación técnica de la imagen, ¿has topado alguna vez con alguna idea imposible o particularmente difícil de ilustrar?

Generalmente los textos no producen ideas; más bien las espantan. Mi trabajo consiste en salir en su busca, de caza. Para ello debo realizar amplios recorridos, no ponerme nunca a favor del viento, no hacer ruido ni abordarlas directamente. Saber esperar. Pillar una idea es difícil; si decides ir a por ella frontalmente sale huyendo, desaparece. Es preferible dar rodeos, extraviarse. Las buenas ideas se encuentran casi siempre en la periferia de las cosas, con lo que no importa si te alejas mucho de lo que consideras el centro. Cuando te topas con una buena idea, se la reconoce de inmediato. En ese momento hay que hacer todo lo posible para capturarla. Mis utensilios, como he comentado, son sencillos pero muy eficaces. Cuando regreso al campamento con la idea la encierro con el texto y compruebo cómo se llevan entre sí. No siempre hacen migas. En tal caso, hay que dejarla libre y salir en busca de otra. Es un proceso lento que requiere mucha paciencia. Insisto: el texto no sugiere ideas, sino que se queda esperando el resultado de la caza.

En general, ¿cómo superas los atolladeros creativos o técnicos?

Al principio las cosas salían con facilidad. Me ponía a dibujar y acababa encontrando alguna idea con rapidez, en unas pocas horas. Luego me auto-impuse una regla y las cosas empezaron a complicarse. Con el tiempo he ido añadiendo reglas y más reglas, complicándome más y más, hasta llegar a la actualidad. Todo mi trabajo se ha convertido en un sudoku, en un problema complejo, lleno de normas y de reglas que debo cumplir en cada una de mis imágenes. Es cierto que nadie me ha obligado a cumplirlas y que me dirían que con que una imagen funcione con es suficiente y que podría prescindir de ellas sin que nadie las eche en falta. Pero entonces no habría reto, superación. Necesito de esas complicaciones, sentir que mi trabajo va creciendo, descubrir espacios de creación que de otra manera, sin restricciones, sería imposible. Mi manera de superar los atolladeros tiene que ver con la perseverancia: insistir una y otra vez, con mucha paciencia. Si algo no sale hoy, tendrá que salir mañana. Y si no es así, será pasado mañana. De esta manera puedo estar mucho tiempo. Entonces surge una chispa, una alegría interior, una llama de euforia.

Debate clásico: ¿es tan importante la idea como la técnica?

Para mí la idea es el motor. ¿A quién le importa la técnica? Es como dejar de escuchar la música para identificar los instrumentos. La técnica sólo es el mínimo exigible.

Hay quien puede ver tu trabajo como poesía visual, ¿tiene quizá también algo de koan? ¿Te has visto tentado alguna vez en realizar algún tipo de ilustración más vacía de contenido por cualquier interés (comercial, personal…)?

Yo no me planteo hacer poesía. Es una palabra demasiado grande como para que pueda entrar en un estudio tan pequeño como el mío. Me gustan las paradojas visuales porque no son narrativas, generan perplejidad. No sé si es un nivel de consciencia diferente, como indicas, pero disfruto con esa sensación de extrañeza. No me pongo sobre el papel pensando en hacer poesía o en buscar una imagen “rara”. Las imágenes van surgiendo poco a poco, sin forzarlas, mediante un proceso con el que me siento identificado. No deseo renunciar a esta manera de hacer imágenes. A veces pierdo colaboraciones porque se me pide cambiar el proceso. Ocurre que alguien me escribe diciéndome que le encanta lo que hago, que le gustan mis imágenes y que quiere contar conmigo para tal publicación… pero después me propone dibujar sus ideas. Para mí carece de sentido dibujar las ideas de otros. Soy responsable de todo lo que sale firmado con mi nombre. Me niego a devaluar mis intereses. Es una manera de funcionar que no recomendaría a nadie ya que trae muchos sinsabores. Me he visto obligado a rechazar muchísimos encargos y no sin intensos debates internos… pero también pienso que, de haberlos aceptado, no me estarías haciendo esta entrevista.

¿Eres del tipo de artista que siempre lleva un cuaderno en los medios de transporte tomando notas gráficas de todo lo que ve?

Suelo llevar un cuaderno, es cierto, pero para dibujar en el hotel. Soy más bien del tipo “dibujante en una habitación”.

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Alcanzado el nivel en el que estás en tu profesión, ¿todavía hay clientes que se sorprenden porque las figuras no alcanzan el canon griego o ese apartado está felizmente superado?

Hace tiempo se hablaba de la “frialdad” de mis dibujos. Hay personas que hablan de las imágenes como si estuviesen regulando el aire acondicionado.

¿Has hecho alguna vez un autorretrato siguiendo tu estilo?

Sí, en realidad todos mis dibujos son autorretratos.

Un pequeño juego sinestésico : del texto creas imágenes. Viendo tus imágenes, ¿a qué suenan?

Creo que cualquier música escuchada por los altavoces en un garaje casi vacío: un eco lejano, un sonido defectuoso.

¿Cómo ves el mundo editorial en España respecto al arte de la ilustración?

El mundo editorial en el que se emplean ilustraciones pivota sobre dos ejes: satisfacer una demanda de lectores principalmente infantiles y sus derivados, como son los libros de texto. Y la otra tendencia que busca satisfacer la demanda de los autores, que desean expresarse y contar algo singular a través de los libros. Ambas están en retroceso, temerosas en un momento de incertidumbre como es el actual. Creo que se ha acabado la década prodigiosa que hemos vivido. Quizá deberíamos hacer autocrítica y ver qué ha sucedido para que los libros se hayan convertido en productos efímeros, de vigencia breve en las librerías.

¿Te molesta que las entidades de protección intelectual den toda la importancia a la música y el cine dejando totalmente de lado a otras expresiones artísticas? ¿Se debe a la inmensa cantidad de dinero que se llevan los intermediarios en esos apartados mientras que en el resto no es así o podemos ser unos despistados felices y creer que se debe a otras causas?

Aparte de las entidades de gestión conocidas de música y de cine, existen otras que velan por los intereses de los artistas plásticos y gráficos, como VEGAP. No se puede exigir que unas entidades de gestión velen por nuestros intereses si somos los primeros que sienten pereza por aplicar y explicar a los clientes cuáles son nuestros derechos, por otro lado, irrenunciables. Tenemos que dejar claro que lo que hace un ilustrador no es vender, sino alquilar su imagen para ser explotada para un uso concreto y por un tiempo determinado.

Un movimiento artístico del que te hubiera gustado haber vivido o participado y que te parezca importantísimo como contribución al avance del mundo del arte. Y otro movimiento, si crees que lo hay, que te parezca que sobre y que más bien nos haga ir hacia atrás que hacia adelante.

Me siento como el personaje de la última película de Woody Allen. Me hubiera gustado presenciar la década en la que se desarrolló el Cubismo, el Dada, el Expresionismo… que contienen la esencia creativa en la que muchos seguimos bebiendo hoy día. En el caso contrario me disgusta el prerafaelismo, aunque hay muchos pintores muy buenos. En la ilustración actual prolifera un tipo de ilustrador manierista que tiene las dos cualidades que más detesto en un ilustrador: oportunismo y falta de ambición creativa.

¿Hay algún libro que siempre quisiste ilustrar y no hayas conseguido todavía? ¿Algún guionista o novelista cuyas obras ilustrarías? ¿Has pensado salirte un poco más del libro ilustrado e ir hacia el cómic “de autor”?

Lo tendría muy difícil si quisiera hacer un comic. Mi mente construye imágenes con un tiempo de lectura cero. Mis personajes están en reposo, abstraídos. No funcionarían en un comic. Me gusta mucho el álbum ilustrado. Creo que es un género que está en una etapa germinal, en el que todavía hay mucho por inventar, como nos demuestran constantemente tantos autores. Por otro lado me parece un error ilustrar a autores por los que siento pasión. Y no porque suponga un reto complicado, sino porque hay textos que no necesitan ilustración. Por ejemplo, a mi me gusta mucho Bolaño, pero no veo que mis imágenes casen con el mundo de Bolaño. Prefiero elegir textos concretos a autores. Incluso esos textos no tienen porque ser literarios.

Un ilustrador español que admires en la actualidad. Y uno extranjero. En cuanto a las nuevas generaciones, ¿alguna recomendación?

Ésta es siempre una pregunta muy difícil por la gran calidad de compañeros a los que admiro profundamente. Si tuviera que elegir un referente nacional me decantaría por Miguel Calatayud: por su limpia trayectoria, su gráfica inconfundible y una audacia sin igual. De las nuevas generaciones no estoy muy al tanto, pero la sensación general es que viene gente con enorme talento. Extranjeros destacaría a PES cuyas ilustraciones animadas con objetos merecen la pena disfrutar.

¿Qué se siente cuando descubres un ilustrador en alza que parece que sigue tu mismo camino?

Siempre hay alguien que me dice que tal o cual ilustrador se parece a lo que yo hago, pero no suelo percatarme hasta que me lo indican. Supongo que se han quedado pegados a mi manera de contar, como yo pude hacer en su momento con el trabajo de otros. Lo importante en la trayectoria de un ilustrador es la coherencia.

En un mundo profesional con un repunte destacado en la ilustración como medio de expresión y comunicación a un tiempo, ¿algún consejo para las nuevas hornadas de dibujantes que salen de las escuelas de arte con un despiste monumental?

Tenía un profesor en la facultad que aprobaba a todo el mundo. Su frase favorita era “Ya os suspenderá la vida”. La mejor escuela está en el día a día. En descubrir a qué tren subirse y cual se debe dejar marchar. Y esto nadie lo va a enseñar. Como dice un proverbio ruso: “Caer está permitido, levantarse es obligatorio”.

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2 Comments

  1. Juan Barthe

    Es interesante que en un enunciado de la entrevista haya salido a relucir el concepto de koan, concepto zen que representa el planteamiento de un problema por parte del maestro zen para ver los progesos del díscipulo. Yo no veo una conexion directa, aunque sí, quizás, una asociación de ideas por parte del entrevistador, que podría tener su causa en una de las notas que, considero, cabe predicar, de las ilustraciones de Pablo Amargo, y es que en ellas, lo que denominamos «espacio en blanco» forma parte de la ilustración. No hay, en ese sentido, un espacio no- ilustrado. Esa manera de incorporar «el vacio» es lo que quizas ha traido a colación la referencia zen. Por lo demas la entrevista (preguntas, respuestas y fotos) me ha parecido muy interesante, un buen trabajo.

  2. Pingback: 10 cosas que aprender de la paradoja de Pablo Amargo | BalaNegra

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