El pasado año no fue uno bueno para el Rapid. Tras un comienzo fulgurante el equipo empezó a acusar la escasez de plantilla y se desplomó. El bajo nivel del campeonato rumano le permitió resistir en los primeros puestos pero los malos resultados, los problemas económicos y la hostilidad de la directiva hacia el entrenador nos apartaron del muy factible objetivo del título. Fue casi ponerse manga larga y empezar a sufrir, pero con Sumudica en el banquillo nunca dejamos de divertirnos y sorprendernos en Giulesti.
Agotados por un calendario infernal para una plantilla de 12 ó 13 jugadores, los hombres de Sumi empezaron a arrastrarse por el campo sin fuerzas ni ideas. Los voluntariosos ataques se estrellaban siempre contra las cómodas defensas rivales, y cualquier contra ponía en jaque a la sufrida defensa rapidista. El presidente impuso a Sumudica varios cambios en el equipo. Varios jugadores brasileños fueron desalojados de sus casas por la policía por no pagar el club al tiempo sus alquileres. El ambiente era tenso, el juego pobre, pero cada partido nos regalaba veinte minutos de adrenalina, con ataques desesperados y viscerales, y espectáculo en el banquillo y la banda.
Una de las mejores tardes nos la dio Sumudica en la victoria agónica del Rapid contra el Gaz Metan de Medias. El brasileño Cassio adelantó al Rapid al borde del descanso. Envuelto con la bufanda granate Sumudica entró en el campo y corrió toda la banda para celebrarlo frente al fondo. Se tiró al suelo de rodillas y cayó boca abajo, como cuando marcaba goles en Giulesti en sus tiempos de jugador. Expulsado por su comportamiento, besó al árbitro y se marchó eufórico a seguir viendo el partido desde tribuna.
Este año han traído al hijo de Mircea Lucescu, Razvan, que hace años clasificó al Rapid para cuartos de la UEFA y recientemente fracasó al frente de la selección rumana. La directiva está tratando tan bien a Lucescu junior como mal se portó con Sumudica. Le ha fichado a todos los jugadores de su camarilla. De varios de ellos es padrino de boda. Tienen paciencia, le dejan hacer y pagan al día. Lucescu junior se erigió hace años en una especie de Guardiola barato del fútbol rumano. Trajes y corbatas finas ante tantos gordos en chándal. Su imagen educada y prudente le llevó a ser reclamo para vender pisos a recién casados de clase media, después de vender natillas con su familia.
Después de unos pocos partidos, con mucha más plantilla y toda la tranquilidad, el Rapid juega tan mal como en los peores momentos de Sumudica. Todo es calma y armonía y el empate es casi siempre un buen resultado. El Rapid está arriba en la tabla y cuenta sus partidos por victorias en Europa. Pero en Giulesti nunca pasa nada. Nos han robado la alegría.