Arte y Letras

Javier Giner: La búsqueda, el encuentro, la pérdida

Estos de abajo son los textos que he escrito para que Mónica López y Nausicaa Bonnin, dos actrizones (o animales de escena, como me gusta llamarles a mí) los hagan suyos. Ellas ponen su voz, sus ojos y todas sus tripas (con la valentía y desgarro que les caracteriza) encarnando a tres mujeres imaginarias en distintos procesos de eso que llamamos amar: la búsqueda, el encuentro, la pérdida. No sé cómo se llaman estas mujeres y ni siquiera sé si existen. En un rincón de mi habitación, donde nacieron, lo hacen, eso sí. Conozco sus palabras (que son las mías) y muchos de sus sueños. Estos días se rueda en Barcelona Let´s talk about love de Albert Moya: una docu-ficción acerca de las realidades y engaños múltiples del proceso emocional en el que nos embarcamos varias veces al año. Eso de enamorarse (palabras mayores para tan poco espacio). Y yo disfruto como un niño sorprendido al ver a estas dos actrices haciendo suyas mis palabras hasta el punto de olvidarme de que fui yo quien las escribió. Es una sensación extraña, difícil de describir, parecido al reconocimiento caliente de todo lo que es nuevo y que sabías que te esperaba. Es verte en otros cuerpos y en otros ojos. Es profundamente emocionante. Te hace sentir vivo y agradecido. Es la hostia, vamos.

LA BÚSQUEDA

No me doy por vencida. Me obligo a continuar. Colecciones, agrupaciones, páginas de contactos, amigos de amigas, amigas de amigos, conocidos, errores, aciertos e inseguridades, internet, listas, noches, días y algunas veces minutos, tardes sonriendo sin entender lo que me dicen, síndrome de Diógenes pasional. Que te pones, que me pongo y que música escuchamos. ¿Viste la última de Mike Mills? Terroristas emocionales. Necesidades confesas. Confesiones necesitadas. Afectos en una sola dirección. Acumulaciones. Fracasos. Baladas de Chet Baker. Enganches. Impresiones. Trazos gordos de pintura de brocha cuando lo que busco es un pincel. Castraciones. Lágrimas sin dueño. Maletas llenas de pasado y rabia y desconfianza. Pero sigo sin darme por vencida. Busco tus ojos en las miradas de otros, aunque aún no sepa cómo se supone que deben ser. Los domingos por la tarde siguen teniendo la mayor tasa de suicidio de toda la semana. Y yo sigo sin darme por vencida por muy sola que me sienta. Los miércoles me ocurre lo mismo. A veces. Sentirse como un vaso de cristal en caída libre con la amenaza continúa de poder hacerse añicos. Gente que se casa y te mira condescendiente. Gente que pasea. Gente que te deja saber con sus ojos que se preguntan lo mismo que tú: qué le pasa a esta niña, con lo mona que era. Incomprensivos. Incomprensibles. Frágil. Deseada. Deseante. Descuentos para parejas. Y yo sigo sin darme por vencida. No me atrevo aún a viajar sola ni a comer en ese restaurante, no vaya a ser que me pregunten si espero a alguien. Son los demás o soy yo la que está equivocada. Dudas. Quién hizo tan difícil que yo pueda amar. Qué hace que sea tan elusivo poder encontrarte. De qué color es tu pelo. ¿A qué sabe tu compañía?

Ya no quiero sentirme más tiempo huérfana. Necesito que alguien llegue y cumpla el perfil de la persona que dibujo diariamente en mi cabeza, aunque cada semana cambie. No sé qué va a pasar pero deseo con todas mis fuerzas que suceda, y que suceda rápido, porque ya llevo demasiados errores y no sé cuánto tiempo más voy a poder taparlos. Bebo y escapo y trabajo y lleno la agenda de citas y compromisos que me mantienen alejada de mí, para no tener que recordarme que sigo sola. Y los anuncios en las paradas de bus siguen estando poblados de gente que sonríe y se compran casas. Busco y busco, pero la ansiedad, algunos días, ocupa el lugar de la curiosidad. Un parpadeo a destiempo. Me he convertido en una marioneta de un perfeccionismo que ahoga. Me precipito. Le he pedido a alguien de quien no conozco su nombre que me salve al abrazarme. Compromiso y urgencia. La dirección está en manos de una flecha imparable buscando y buscando. Asusta. Los demás no saben darme lo que necesito. Tú lo sabes, también lo has sentido a menudo: no saber realmente lo que quieres. Es más fácil que te lo digan. Y que te encadenes a deseos que pronto descubrirás que no son los tuyos. Huyes. Ellos también salen corriendo. Normal: todos tenemos miedo. Salvarme, hacerme feliz, es demasiado para una historia que poco tiene de blockbuster de verano. No sé lo que significa despacio y entiendo demasiado bien la necesidad. Así que me envuelvo en mí misma y te busco sin moverme, por dentro, entre mis sueños. Allí te acaricio. Para luego descubrir que he repartido mi teléfono y mi facebook por cientos de vidas. Ya me vale.

Hay días en los que pienso en descubrirme a mí para no tener que agarrarme a ti, si es que existes y algún día me encuentras. Momentos en los que pasear sola observando se convierte en una balsa de aire caliente que me mantiene viva. Otros desisto de buscarte y de comprenderme, porque nada de lo que aparezca se parecerá a lo que imagino. Aprender a querer lo que es y no lo que me gustaría que fuera, quizás esa es la lección. Y pienso en la cantidad infame de calles cortadas que he encontrado hasta ahora. En el egoísmo absurdo de manual de autoayuda. En poder defenderme. En entender cuál es el camino correcto, que me hará feliz. Quizás encontrar al otro no sea más que encontrarse a sí mismo. Soy una kamikaze con demasiado sentimiento. Una yonki de experiencias y caricias. Soy un ser vivo. Hoy también te necesito y espero que te parezcas a lo que imagino. Sería un bonito final para nuestro comienzo.

EL ENCUENTRO

Me es difícil hablarte de lo que siento contigo. Ni siquiera yo lo entiendo, acostumbrada como estoy a cagarla una detrás de otra. Lo mío nunca ha sido fijarme en los ganadores. Quizás me es más sencillo joderla para tener algo por lo que sufrir, ¿no? Ahora que te tengo… a veces no sé qué hacer con ello, te lo confieso. Creo que no me han enseñado a ser feliz. No estoy acostumbrada. Me siento mucho más cómoda en el dolor. Sin conflicto no hay drama ni historia. Eso se decía ayer en el bar frente a la cristalera. A mi gente también le pasa. Debe ser una pandemia de la que nunca hablaron en los diarios. Dicen que la gente feliz no es rentable. Estoy aprendiendo a quererte. En silencio. Acompañándote. Mereces la pena, pero sin pena. Mereces a secas me gusta más, esta vez. No todo es seguridad ni felicidad, no creas eso. Todo lo contrario. A veces me asaltan los miedos: de perderte, de perderme, de dar demasiado, de decirte lo que no debería, de no saber no engañarte, de pensar que no seré capaz de mantenerte a mi lado. Parques y paseos y cigarrillos. Tardes de cine. Me gusta sentarme en la acera si es contigo. A veces, sin quererlo realmente, se te escapa alguna intimidad y yo me siento cercana a ti. Orgullosa de ser yo con quien las compartes. Voy descubriéndote poco a poco, aunque llevemos meses follando y conozca cada centímetro de tu piel. La piel es mentirosa, como las certezas. Y yo quiero conocerte a ti. A menudo mientras dormimos me invade tu olor y me apacigua la seguridad de tenerte cerca, velando por mí. Ha tomado mucho llegar hasta aquí. Antes tuve que comprender que tu responsabilidad no ha sido nunca salvarme, ni siquiera hacerme feliz. Antes, ahora. “Todavía” es el título de nuestra canción. Aprendí a desear lo que tengo, que es duro. En mi lista de cosas importantes estás tú. Tal y como eres. Sin cambios, porque los cambios exigen y las exigencias destruyen. Tus palabras. Y tus silencios y tu comprensión. Luchar por el otro no es nada más que aprender a comprenderle. Ahora puedo, si me atrevo por fin, enseñarte quien soy. Te podré poner los títulos de crédito de La soledad del corredor de fondo y explicarte que me emociono al verlos, sin saber aún porqué. Podrás degustar mi acritud y mi inseguridad. Entenderás que no soy tan fuerte como aparento, que no me hace tanta gracia depilarme y que a menudo no sé qué ponerme para cenar fuera ni dónde tirar la basura reciclada. Sabrás que me aburre cocinar y que me encanta observarte sentada en la banqueta mientras tú cortas el queso. Prometo intentar desnudarme por dentro mientras me quedo vestida por fuera. Te leeré en susurros libros que quiero compartir. Me temblarán los labios a menudo, que lo sepas, nunca sé cómo decir las cosas cuando son bonitas. Quizás te desilusione y tú me desilusionarás a mí, pero intentaré mantener la vista en lo importante: que somos capaces de hacer listas juntos, ir al super, alquilar coches y pasear sin decirnos nada. Te explicaré que yo soy Joel y tú eres Clementine y que nuestra historia la contaron en millones de películas porque las películas siempre hablan de nosotros pero nunca entienden que entre nosotros, como somos distintos al resto, todo funciona al revés. Que empezamos por el final, follando, y que fuimos con paso trémulo hacia el principio: conocernos. Escribiré nuestra historia en un cuento que yo misma coseré para que entiendas que por arrancarte una sonrisa soy capaz de aprender cosas nuevas. Quiero que laves mi ropa sucia y entiendas que esa también soy yo. Quizás odie a tus amigos o a tu familia y quizá me dé miedo acercarme a tu mundo, no lo sé. A veces me ocurre. Intentaré no mentirte, pero seguro que lo haré, ya te lo aviso. Quiero que llueva, para poder fumar con la ventana abierta sintiéndote a mi lado. Lo de tener hijos ya lo veremos. Por ahora no me lo planteo. Quizás un trío de vez en cuando, si se nos acaba la chispa follando. Eso ya veremos. Por ahora quiero recorrerte, sin mochila, sin pasado, sólo siendo. Olvidándome de cuántas veces me han dañado y cuántas veces dañé yo. Sabiendo que hay un mapa, pero que no quiero mirarlo, porque lo importante es avanzar y descubrirte con ojos limpios. No quiero ensuciarte con mi experiencia, sería injusto para ti. Intentaré olvidarme de que somos dos manteniendo siempre la claridad de que somos diferentes. Lucharé por mis necesidades porque algo de ellas se habrá convertido en las tuyas. Quiero que fracases y que triunfes, como fracasaré y triunfaré yo. Quiero que llores, que rías, que te corras por todo mi cuerpo y que luego descanses sobre mí, suspirando. Quiero saber que el año que viene por tu cumpleaños, seré yo quien te felicite primero. Sigo teniendo miedo. Quiero decirte algo: todavía no tengo ni puta idea de qué es amar. Pero lo voy aprendiendo.

LA PÉRDIDA

Rabia. Me mordería por dentro. Me arrancaría el alma. Frases hechas. Todas las preguntas que te hicieron y que hiciste a las que no sabes responder. Sentimientos que se agolpan y te revuelven por dentro. Gravedad cero e incluso menos veinte. Miles de posibilidades, engaños e historias escondidas que no eres capaz de expresar. Los anuncios de televisión y los silencios de tus amigos y las canciones que siempre odiaste hablan de ti. Incomodidad. Algunas noches hay pastillas. Algunas mañanas también. El vacío es negro y está lleno de miedo. Te obligan a ser fuerte, la recomposición es una orden, sobrevivir un mandato. Y tú sólo puedes pensar en el sinsentido que te ha sorprendido y te ha zarandeado. Con lo claro que estaba todo. Ya no te admiran. Ya no eres necesaria. Ya no quieren tocarte. La pérdida idealiza y sobredimensiona detalles que quizá no supiste apreciar. Ahora puedes sentirlos aunque ya no están. Estás sola. Quieres gritar y no sabes cómo porque nunca te han enseñado qué hacer con ese dolor que te parte en dos y que te separa del resto. El resto. El otro. Te miran cuando paseas. Saben lo que ocurre dentro de ti. Aún así algunos quieren follarte. Puedes verlo. Pueden verlo: tu interior. Lo que escondes con tanto mimo. Sabes multiplicar y sumar e insultar y defenderte pero no sabes parar de llorar. La rabia de nuevo, lanzada contra mi misma, contra los demás, queriendo destrozar lo que no llego a comprender. Minutos sin tiempo, horas difusas. Tumbada. Expectante. Vergüenza como un nuevo apellido. Caminas sobre cristales, llena de inseguridad y amenazas que no comprendes pero que sientes en el vientre. Es tu piel la que habla, hace días que te quedaste sin voz. Son tus ojos, los mismos que escondes para que no puedan leer tu sufrimiento. Quizás me haga un nuevo tatuaje con mi nombre en letras grandes, para poder recordar quién soy. Hay un perro en tu vecindario que menea la cola encantado ante tantos estímulos y tú le envidias por ser capaz de alegrarse ante las sorpresas. Tú también quieres una caricia de una mano que ya no está. De una mano que fue tuya. Hace días que sudas. Te sientes pegajosa. No pongas tanto cuidado en hacer la maleta si vas a marcharte. Lo importante, los recuerdos, los sueños que malgastaste conmigo se quedan aquí. Esos no se irán contigo.

Si un día me echas de menos recuerda que yo estuve ahí, sólo para ti.

Ya nunca podré llevarte al Pompidou ni follar contigo en el agua. No volveré a ver tu cara somnolienta ni podré acariciar tus pecas nacientes. Te seguirás cepillando los dientes demasiadas veces al día. Ya no que me quedarán razones para odiar a tus mejores amigos y demandar tu atención. No podré consolarte cuando estés asustado ni cuando se instale en tu mirada el miedo a hacerte mayor y a que envejezcan los que más quieres. No podré visitarte por sorpresa. Ni comer tus hamburguesas de carne con especias. No podré robarte miradas silenciosas de alegría y orgullo al saber que somos uno en una cena compartida por muchos. Ni escuchar tus quejas y tus ansiedades. No podré alegrarme al ver tu nombre parpadeando en mi móvil. Nunca volveré a besarte los párpados. No podré acariciarte la mano con timidez. No podré encerrarme en la sensación de exhibicionismo que me atenazaba frente a tu privacidad. Menuda putada. Eres muchos. Todos diferentes. No me siento. Sé que mañana comenzaré, de nuevo, a echarte de menos. En unas semanas olvidaré tu voz. Nunca llegaré a poder preguntarte por qué nos pasamos la vida llenando los vacíos de los demás sin saber llenar el nuestro. No escucharé más tu carcajada fresca después de correrte ni cómo confundes palabras. Ya no habrá nadie que me mienta con descaro, ni que se olvide de mí, ni que me obligue a ducharme antes de meterme en la cama al llegar de fiesta. Una mañana me despertaré, me miraré en el espejo y me daré cuenta de que me he convertido, como todo a mi alrededor, en algo prescindible, en otro mueble de Ikea que se puede cambiar a los dos meses si no te convence sin mayor esfuerzo económico. “Pakistan te necesita” seguiré leyendo en algunas paradas de autobús y pensaré que hablan de mí. ¿Cuántos momentos vacíos me esperan en los que inundes mis pensamientos a traición? ¿Cuántas semanas pasarán hasta que deje de ver tu cara en todas las nubes? No volveré a escuchar con los ojos cerrados tus pasos acercándose mientras fumo en la butaca de tu balcón espiando al vecindario en la oscuridad ni me alegraré de que te sientes a mi lado sin tocarme. No te enseñaré inglés ni te descubriré mirándome con orgullo. No leeré novelas mientras sueñas a mi lado y yo te observo respirar calmada en silencio repitiéndome la suerte de compartir mis noches contigo. No sabré lo que se siente cuando la persona a la que amas te mete un dedo en el culo mientras te penetra. No podré compartir cómo me siento mientras fumo un cigarrillo a oscuras, ni acariciarte los pelos de las axilas. El desencuentro quedará en mi memoria como la ruptura más bonita que nunca tuve, llena de amor. Nunca sabré si te conozco demasiado o por el contrario nunca supe quién eras. Atiéndeme. Que duelo por todos lados. Me gustaría haberte dicho que te llevabas parte de mí. Poco a poco caminaré. Estoy segura. Aunque no comprenda qué es el tiempo (de cuánto tiempo se necesita disponer, después de todo… ¿toma toda una vida aprender a desamar?), sé que está ahí esperándome. Prefiero tener ventanas a tener espejos. Más allá de mi reflejo, está la vida, espero, esperándome.

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8 Comentarios

  1. Preciosos. De principio a fin.

  2. Me encantaría poder ver a esas actrices leyendo estos textos.

  3. Me ha encantado, te felicito

  4. Yeah!!!!!!!!!!!!!!!

  5. Terrorista emocional

    Impresiona ver hoy en día textos tan faltos de cinismo como estos. Felicidades.

  6. Una vez más me quito el sombrero! Realismo en estado puro

  7. Me encantaría poder interpretar estos textos tan emocionantes. Me dejaría las tripas, seguro.

  8. Pocas veces tengo la oportunidad de leer algo tan bonito.

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