Repasamos una por una las actuaciones de los seis primeros clasificados del Tour de Francia, una edición que ha ido de menos a más. Los Pirineos supusieron una inmejorable siesta para los espectadores, sólo rota por las ocasionales caídas y atropellos. Se podría hablar de respeto entre los favoritos, aunque tal vez sería más apropiado hablar de miedo. Ese ciclismo amarrategui sin embargo desapareció en los Alpes, donde los favoritos al fin tomaron riesgos y nos recordaron, aunque brevemente, cómo debería ser este deporte.
Cadel Evans
Evans perdió su oportunidad de oro para lograr un Tour en 2008, año en que Alberto Contador no pudo participar al estar su equipo, Astana, excluido de la prueba por (adivinen) un escándalo de dopaje el año anterior. Ese año logró ponerse el maillot amarillo unos días, pero Carlos Sastre se lo arrebató para no devolvérselo tras un memorable ataque en el Alpe d’Huez.
Con 34 años de edad, llegaba al Tour con su carrera aparentemente en declive y nunca apareció en las principales quinielas. Que esta edición sólo tuviera una contrarreloj en su recorrido fue el último clavo que se puso en su tumba. Este menosprecio, junto a su condición de segundón, su fama de ciclista tacaño y cobarde y la pertenencia a un equipo del que se dijo a menudo que iba al Tour a no ganar nada son varias de las lacras que tres semanas después se quitaría de encima.
Empezó la competición como suele —solía, perdón—, dejando que fueran otros los que decidieran por él, limitándose a coger rueda y no desprenderse del grupo de favoritos ni frotando con agua caliente. Algo incrédulo, vio cómo los Schleck dejaban pasar montañas sin ponerle en aprietos, y eso sumado al pobre estado de un Contador al que tenía cien segundos por detrás, hacía que bajo su hosco rictus sonriera de oreja a oreja pensando en la crono final.
Ante la falta de fuerzas y/o solidaridad general, se vio ante su pesadilla personal, que es tener detrás de sí a un montón de tipos dispuestos a hacer lo que él ha hecho la mayor parte de su carrera: coger la rueda de otro y no tomar la iniciativa nunca. No le sentó mal el traje de obrero y sorprendió a propios y extraños tirando del grupo de perseguidores en solitario, tanto en el Galibier como en el Alpe d’Huez, donde por cierto se equivocó llevando en volandas a Schleck a la caza de Contador.
Llegó la crono y el australiano, a pesar del esfuerzo llevado a cabo los últimos días, voló. El lamentable rendimiento de los hermanos Schleck en esta especialidad hizo el resto y Evans pasó del tercer al primer puesto, ganando el Tour 2011 poniendo fin a cinco años de vencedores españoles.
Andy Schleck
Lamentable Tour el del luxemburgués, cuyo descomunal miedo a Alberto Contador le ha impedido ganar su primer vuelta de tres semanas. Muy inferior al pinteño en la contrarreloj, sabía que debía atacarle en la montaña cuanto antes si quería llegar a la crono con margen suficiente.
Le sobraban piernas. Le faltaba valor.
Los dos hermanos tantearon de forma puramente testimonial a un deshecho Contador a lo largo de los Pirineos sin atreverse a plantear nunca un ataque serio. Sólo en el Galibier, cuando ya era demasiado tarde, se atrevió Andy a atacar, regalándonos una etapa para el recuerdo a todos los aficionados y llevando a cabo una exhibición de fuerza, que sirvió también para dejar patente que este Tour lo podría haber ganado de haber tenido una ración algo más alta de testosterona.
En el Alpe d’Huez se limitó a coger la rueda de Evans y dejarse llevar plácidamente hasta el segundo escalón del podio, posición a la que parece estar cogiendo gusto y más vale, porque la ocupará sin duda en los años venideros a menos que se libere de sus miedos. De hacerlo, podría ser uno de los ciclistas más emocionantes de su era; la etapa del Galibier así lo acredita.
Frank Schleck
El hermano mayor viene consolidándose como un sólido aspirante a ocupar puestos entre el tercer y el quinto lugar. Con la ambición y la valentía de un saco de patatas, ha pasado por esta edición del Tour sin pena ni gloria, pero eso sí: sube por primera vez al podio gracias a su paleoevansiano estilo de competir.
El Team Leopard Trek (de verdad, se llama así) haría bien en usarlo como gregario de lujo y ponerlo a servicio de su hermano en lugar de volver a presentarse con una doble candidatura que a ojos vista se le queda grande al bueno de Frank, que si bien es un buen corredor de clásicas, las pruebas a tres semanas se le hacen largas y aterradoras.
Thomas Voeckler
De haber un héroe en este Tour, ése ha sido el sufridor francés, líder de la prueba durante la mayor parte de la misma, que llegó vistiendo el amarillo contra todo pronóstico a la última etapa de montaña.
La imagen con el puño en alto al cruzar la cima del Galibier a 2’21» de Andy Schleck, celebrando el poder conservar agónicamente su preciado maillot amarillo durante un día más, exhausto y con una mueca de sufrimiento eterno que parecía querer contraerse en una sonrisa, quedará como una emotiva muestra de la dureza y la épica de este deporte.
Su cuarto puesto es el mejor resultado de un francés en este siglo y es su actuación la más meritoria de un francés en muchos más años. Voeckler, un ciclista correcto pero no entre los mejores, ha estado codeándose con los más grandes sin desfallecer, no tanto por la fuerza de sus piernas como por su pundonor. Antítesis de Andy Schleck en este sentido, no le auguramos grandes resultados en el futuro pero desde luego nadie le puede quitar el mérito a un deportista que ha exprimido hasta la última gota que tenía en este Tour.
Alberto Contador
Llegaba el pinteño al Tour con la imagen sucia aún por el positivo del año pasado. La poco elegante defensa al unísono de Zapatero y Rajoy pidiendo la absolución de Contador en una maniobra cercana a la extorsión a la Real Federación Española de Ciclismo sirvió para mantenerlo a flote al ciclista madrileño a costa de hundir un poco más al deporte.
Con su sanción en suspensión hasta que el Tribunal de Arbitraje del Deporte dicte sentencia, pudo hacer realidad las pesadillas de muchos participando en Giro y Tour. No hay mucho que contar de su papel en la prueba italiana a menos que se quiera ser escabroso; Contador ganó el Giro exhibiéndose hasta el punto de rozar la crueldad. Tanto las casas de apuestas como muchos expertos lo señalaron como el principal y casi único candidato a ganar el Tour.
Sin embargo, quizá mordió más de lo que pudo masticar. Las a menudo innecesarias muestras de poderío en el Giro debieron pasar factura forzosamente, así como lo hicieron una serie de accidentes en los primeros días de la vuelta francesa, siendo el más grave una caída en el noveno día en la cual se dañó la rodilla derecha.
Todo eran malos indicios: al contrario de lo que lo ha caracterizado como ciclista, no estuvo agresivo, ni tomó la iniciativa en momento alguno, ni siquiera pedaleaba con la misma cadencia. Su rodilla estaba inflamada y los Schleck, que se dedicaron a jugar al trenecito con el de Pinto durante la mayor parte del Tour, tuvieron que darse de cuenta de todo ello forzosamente. Pero ni reuniendo todas estas señales consiguieron acumular la determinación o el valor suficientes como para atacarle. Lo que no logró su cuerpo, logró su aura: acojonar a sus rivales como si de un monstruo irreductible se tratara.
Pero era en realidad un ciclista desgastado. Aguantó los muy tímidos ataques que fue sufriendo, hasta que en el Luz Ardiden no pudo más y se descolgó, y finalmente en la épica etapa del Galibier perdió un Tour que para él había terminado mucho antes. Su ataque kamikaze en el Alpe d’Huez tratando de emular la gesta de Andy el día anterior terminó por poner en evidencia que este Contador no es el de otros años. Es de suponer que el año que viene no correrá para ganar el Giro, si es que llega a participar en el mismo.
Culpable o inocente, simpático o hipócrita, maquiavélico o sincero, el polémico ciclista es el epicentro del ciclismo actual, para bien o para mal. En noviembre el TAS estudiará su caso y terminará por sancionar o no a Alberto Contador, el mejor ciclista de los últimos años.
Samuel Sánchez
Buen Tour el del ovetense, que se lleva una gran victoria de etapa, dos segundas posiciones muy meritorias, pero una floja sexta posición en la clasificación general. Punta de lanza de un equipo atrevido y desenfadado como Euskaltel, alegró algunas de las dolorosamente aburridas etapas del Tour con su disposición para la escapada. El premio oficial ha sido el maillot a topos como líder de la montaña, merecido trofeo, aunque todo hay que decirlo: en un Tour en el que los escaladores han estado especialmente flojos.
No ha conseguido su objetivo de pisar el podio pero es mucho más meritorio el papel que ha llevado a cabo Samuel que el de Frank Schleck. Para coger rueda valen todos, pero para correr riesgos hay que tener cierta característica genital, según parece, no muy desarrollada en Luxemburgo.
Ciclistas como Samu Sánchez y equipos como Euskaltel son en definitiva los que alegran un Tour en el que los grandes sólo se atreven a atacar en los últimos tres días.
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