Vicente Huidobro pronunció en 1921 una conferencia sobre la poesía en el Ateneo de Madrid. Huidobro es el insuperado gran poeta de todos los tiempos porque sólo él desafió los límites de la Naturaleza y del lenguaje y fue auténticamente creador. Hoy elBulli sirve su última cena como restaurante abierto al público para convertirse en 2014 en una fundación para la creatividad. En homenaje he adaptado la conferencia de Huidobro a la cocina creativa y a Ferran Adrià, el mejor cocinero de todos los tiempos, porque también ha sido el único que ha desafiado a la Naturaleza y a lo creado por Dios: y con una aceituna esférica le ganó.
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Aparte de las materias primas, hay en la cocina creativa una significación mágica que es la única que nos interesa. La materia prima son las cosas del mundo sin ser sacadas fuera de su calidad de inventario; la cocina creativa rompe esa norma convencional y en ella los productos pierden su representación estricta para adquirir otra más profunda y como rodeada de un aura luminosa que debe elevar al comensal del plano habitual y envolverlo en una atmósfera encantada. En todas los recetas hay un infinito interno, un infinito latente y que está debajo del plato tradicional que esa receta ha dado. Ése es el infinito que sabe descubrir Ferran Adrià.
La cocina creativa es la tentativa virgen de todo prejuicio; la técnica creada y creadora, el nuevo producto recién nacido. Se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en perfeccionar las viejas recetas, sino en no alejarse del alba. Las posibilidades de la cocina creativa son inagotables porque ella no cree en la certeza de todas sus posibles combinaciones. Y su rol es convertir las probabilidades en certeza. Su valor está marcado por la distancia que va de lo que comemos a lo que imaginamos. Para ella no hay pasado ni futuro. Ferran Adrià crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Tiene derecho a querer comerse un helado caliente o una croqueta líquida, y el que pretenda negarle este derecho o limitar el campo de sus visiones debe ser considerado un simple inepto. Ferran Adrià hace cambiar de vida a las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos de lo irrealizado, tiende hilos eléctricos entre sabores y texturas y alumbra de repente rincones desconocidos; todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados.
El valor de la cocina creativa está en razón directa de su alejamiento de la cocina casera. Esto es lo que el vulgo no puede comprender porque no quiere aceptar que Ferran Adrià trate de expresar sólo lo inexpresable. Lo otro queda para los vecinos de la ciudad. El comensal corriente no se da cuenta de que el mundo rebasa fuera del valor de los cocidos o los estofados, que queda siempre un más allá de la vista humana, un campo inmenso lejos de las fórmulas del tráfico diario. La cocina creativa ordeña las ubres de la eternidad y es intangible como el tabú del cielo. Es el lenguaje de la Creación, más que cualquier otra disciplina artística. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación pueden ser verdaderos cocineros creativos . Las células de Ferran Adrià están amasadas en el primer dolor y guardan el ritmo del primer espasmo. En cada plato de Ferran Adrià el universo busca su voz, una voz inmortal.
Ferran Adrià representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación. El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra no podrá comprenderme. Ferran Adrià ve los lazos sutiles que se tienden los productos entre sí, oye las voces secretas que se lanzan sabores y texturas separadas por distancias inconmensurables. Hace darse la mano a temperaturas enemigas desde el principio del mundo, las agrupa y las obliga a marchar en su rebaño por rebeldes que sean; descubre las alusiones más misteriosas de la memoria gustativa y las condensa en un plano superior, las entreteje en su dinámica creativa, en donde lo arbitrario pasa a tomar un rol encantador. Allí todo cobra nueva fuerza y así puede penetrar en el cuerpo y dar fiebre al alma. Allí coge ese temblor ardiente del infinito interno que abre el cerebro del comensal y le da alas y lo transporta a un plano superior, lo eleva de rango. Entonces se apoderan del alma la fascinación misteriosa y la tremenda majestad.
La cocina creativa tiene un genio recóndito, un pasado mágico que sólo el cocinero creativo sabe descubrir porque él siempre vuelve a la fuente. Los alimentos se convierten en un ceremonial de conjuro y se presentan en la luminosidad de su desnudez inicial ajena a todo vestuario convencional fijado de antemano. Toda cocina creativa válida tiende al último límite de la imaginación. Y no sólo de la imaginación, sino del espíritu mismo, porque la auténtica cocina creativa no es otra cosa que el último horizonte que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda. Al llegar a ese lindero final el encadenamiento habitual de los fenómenos rompe su lógica y al otro lado, en donde empiezan las tierras de Ferran Adrià, la cadena se rehace en una lógica nueva.
Ferran Adrià os tiende la mano para conduciros más allá del último horizonte, más arriba de la punta de la pirámide, en ese campo que se extiende más allá de lo verdadero y lo falso, más allá del espacio y del tiempo, más allá de la razón y la fantasía, más allá del espíritu y la materia. Allí ha plantado el árbol de sus ojos y desde allí contempla el mundo, desde allí os habla y os descubre los secretos del mundo.
Hay en su garganta un incendio inextinguible.
Hay, además, ese balanceo de mar entre dos estrellas.
Y hay ese Fiat Lux que lleva clavado en su lengua.
Los chóferes, automovilistas o como se llamen los pilotos de esos pequeños carruajes sin caballos que pueblan nuestros caminos insisten en que una buena señalización es pilar imprescindible para alcanzar el destino sin incidentes. Dejando claro que no discuto el derecho del señor Sostres a deponer aquí lo que considere oportuno (cual gaviota cagándose azarosamente en la paella del desavisado turista en chiringuito sedente, añadiría a la vista de la deriva lírica de nuestro autor), sí que me gustaría subrayar que poner en portada, como enlace a esta pieza, una fotografía de Ferrán Adrià, víctima colateral pero en absoluto responsable de ella, podría ser calificado como mínimo de Trampa para el apresurado internauta.
Esta página tiene artículos buenísimos y luego esto. Y no sé pq siempre tengo la mala idea de leer sus artículos por si algnua vez me sorprende.
Pero bueno, a pesar de todo, habéis ganado un lector porque realmente hay calidad en esta web.
Salud!
Este señor puede escribir los evangelios con tinta china que seguirá produciéndome el mismo asco leerle. Lo peor de Jot Down, sin duda.