Hay un cura por ahí pidiendo a gritos que le midan el ano. No sé si están al corriente.
Le acusan de ser homosesual, que es como se dice homosexual en los círculos en los que no suele decirse mucho. En concreto su obispo, monseñor no se qué, dice de él que es mariquita y además no de las graciosas, ojo, sino de las practicantes. Y le acusa de practicar concretamente con un seminarista que, para más película, ha resultado ser jovencito, guapo y cubano. Como Asdrúbal, pero en beatus ille. Cómo te has quedado.
Tan seguros están de esto en la diócesis de Getafe que han expulsado al cura de su parroquia de Fuenlabrada aunque no por praxis mariquita, dicen ellos, sino por “motivos pastorales”. Antes de que el escándalo saltase a los medios obligaron a Andrés García Torres, que así se llama el sacerdote, a pasar un peritaje psiquiátrico. “Me preguntaron si había sufrido abusos de mis padres, si les había visto mantener relaciones sexuales […] y me obligaron a hacerme la prueba del VIH”, denuncia el sacerdote para concluir que fue “humillante y degradante”. Que lo fue, con toda seguridad. El cura, a todo esto, niega rotundamente ser homogay o que lo sea el seminarista en cuestión aunque, por el otro lado, hay también quién le relaciona con otros escándalos sexuales y niega que el seminarista sea siquiera seminarista. Es un follón, como ven, de tres pares de copones. El asunto, digo. Sus feligreses, en todo caso, le apoyan –“el Diablo se esconde detrás de la decisión del obispo”, anunció el otro día una señora en un acceso de contención y mesura– y el cura tiene el caso en el Tribunal de la Rota. Y lo último ha sido, lo que les digo. Aparecer de nuevo en los medios de comunicancia de masas pidiendo que alguien le mida el culo: “Que midan mi ano –propone–, a ver si lo tengo dilatado”.
Y no sería el primero. Las comparaciones son odiosas pero a Paul Verlaine, por ejemplo, príncipe de los poetas, también le midieron el hojaldre. Fue a raíz de la demanda de divorcio interpuesta en 1871 por su esposa, Mathilde Mauté, que lo acusó de sodomía después de que el poeta la abandonase y se fugase con Rimbaud –para further information y para ver a Leo DiCaprio de jovencito, consúltese la excelente película de 1995 Total eclipse–. Y también se lo midieron a Alan Turing, por ejemplo, padre de la computación y de su famoso test homónimo. Héroe de guerra y brillante matemático, fue acusado de sodomía en 1952, condenado y castrado químicamente. Se suicidó dos años después a consecuencia de las terribles lesiones de la castración comiendo una manzana envenenada con cianuro. Por algo parecido pero sin acabar en suicidio pasó el matemático y premio Nobel John Forbesh Nash, acusado y condenado por sodomía también en 1954 aunque en la correspondiente película –A beautiful mind, 2001– Ron Howard decidiese pasar por alto ese detalle. Sobre Turing no hay biopic, gracias a Dios, pero nótese la leyenda, nunca confirmada ni desmentida oficialmente, de que el nombre de la compañía Apple y su logo –una manzana mordida– homenajean precisamente al genial inventor de la informática.
Pero a estos tres, claro, en el año catapún. Del culo coetáneo del cura Andrés extraña –o extrañaría; condicional simple, también llamado postpretérito– que le aplicasen semejantes greatest hits del siglo XIX. Estamos en el XXI, quiero decir; no podemos ir por la vida midiéndonos el culo los unos a los otros. Pero es que se ha sabido, oh sorpresa, oh oportuno uso del condicional, que el propio sacerdote escribió en 2006 un ensayo, llamémoslo así, titulado Carta a un homosexual. El escrito disfrutó en su día de una amplia difusión en circuitos católicos e incluso hoy día puede leerse en www.autorescatólicos.org.
En él el párroco se muestra henchido todo él de pío amor al prójimo, concretamente al prójimo homosexual, al que dice objeto de una “obsesión viciosa terrible” que “hará de tu vida un infierno”. Toma castaña. Al homosexual desconocido le recomienda “ir a un psicólogo para que te ayude, no a uno que te pervierta, es decir, que te diga que eso es normal” para después bucear por las posibles “causas de tu tendencia: pudo ser una violación o abuso que sentiste de pequeño, una madre que te dominó en exceso, […] una experiencia negativa sexual que tuviste”. Y concluye el cura que la senda de la homosexualidad lleva “a la depresión y el intento de suicidio” y que “al final, si el SIDA no te ha matado y te haces viejo, encontrarás un vacío existencial terrible”.
Y claro; de aquellos polvos estos lodos –sin doble sentido–, porque por giros inesperados de los caminos del señor, que no por nada son inescrutables, el cura Andrés se ha visto ahora objeto del depurado método diagnóstico del mariconismo galopante que antes, no obstante, defendía con pasión, dedicación y poca vergüenza. Antropología cristiana, lo llaman en el obispado. Sabe Dios, nunca mejor dicho. Y el tema, lógicamente, le ha parecido una experiencia “humillante y degradante”. Sin que nadie, a todo esto, entone ni un triste nos ha jodido mayo.
Así que, pues nada. Por más que clame el cura Andrés por activa y por pasiva –sin doble sentido– seguramente no encuentre más simpatías entre el pueblo soberano que la de la señora aquella que hablaba del Diablo, que no es mucho decir. Quiero animarles, desde aquí, a que tampoco le presten las suyas de ustedes. Por si acaso, quiero decir. Por no casarse con nadie. Sabida es la humana afición a encontrarle a todo un bueno y malo pero a veces hay historias, pocas pero las hay, en las que uno no encuentra al bueno por más que lo busque. Y en todo caso de esto pienso yo Andresito, querido amigo, que ahí nos las den todas; si es que sí porque sí y si no, porque no, la cosa es que entre pitos y flautas –sin doble sentido– te has granjeado enemigos por todo el espectro de opinión ampliamente dilatado –sin doble sentido– que va del lobby homosexual a la Iglesia católica. Que mira que es complicado, quiero decir, caerle mal por igual a Rouco Varela y a Boris Izaguirre. Pero tú lo has conseguido, ya ves. Enhorabuena. Con la simple reducción de la orientación sexual a una cuestión de estrechez de culo. Que quién lo hubiera dicho. Y además te han sacado bien mono en www.protegeatushijos.org. Retratado para la posteridad, o sea. Que disfruta del pastel.
Pues cómo sería el interrogatorio que le hicieron al pobre hombre, para que lo considere «humillante y degradante» alguien que ahora pide que le midan el ano para ver si lo tiene dilatado.
Jejeje, qué bueno:
«Incluso me acusaron, delante de ellos, de anunciarme en páginas de contactos y de ir por Chueca»
(del enlace de la señora que dice que todo es cosa del diablo colorao)
Tremenda acusación… ¡ir por Chueca! A saber de qué me podrían acusar a mí, que el otro día andaba por Tres Cantos…
Amigo Red, de todos es sabido que ir por Chueca nunca fué propio de quien no tiene nada que esconder.
De ir por Tres Cantos ya no le quiero ni contar.
Pero qué simplismo. Y no hablo del suyo, que no es tal, sino del pedazo de sindiós (sin doble sentido tampoco) que se está liando en torno a este hombre y de lo de reducir la cuestión a un simple asunto de centímetros, como en muchos otros ámbitos. Cuánto daño ha hecho el sistema métrico decimal y cuán engañados nos han tenido (y aún pretenden tenernos) con respecto a tantas cosas.
Si total, todos sabemos que el ano se puede romper haciendo gimnasia o montando a caballo, que hay anos más elásticos que otros y que por ponerse un tampón no pasa nada. Ignorantes…
Suya afectísima.
Es lo que yo digo. Además hay gente a la que se lo reconstruyen. El ano, digo. La cirugía está avanzadísima.
No sé qué entiende el padre Andrés por psicólogo, cuando dice en su «Carta a un homosexual» (yo es que soy de los que les dices «pincha aquí» y allí que pinchan, a tumba abierta) que el susodicho puede que te anime a tener relaciones homosexuales «e incluso te lleve a lugares de “ambiente”». ¡Pero padre! ¿Qué hace usted con el especialista? ¡A ver si al final le ha curado a usted con la psicología negativa en plan «¿No querías sopa? Pues toma dos cazos»!
Virgencita mía, lo que hay que oír. Si ya decía Cioran que el monoteísmo da mucho calor.
En fin, muy bueno su nuevo blog, ¡saludos!
Pingback: Medirse el ano - Rubén Díaz Caviedes
Munzo, me alegra usted la pascua con lo de los links. Conforta saber que no se mata uno a documentarse para nada. Ya sabiéndolo me preocuparé de poner enlaces más marchosos, a ver si se lleva usted alguna sorpresa que resulte menos amarga que el tener que leer según qué cartas.
Yo sufrí una involuntaria penetración anal. Estaba fumandome un Churchill en la cama y se me perdió entre las sabanas su funda metálica, de veinte centímetros de longitud, siete de diámetro y forma de proyectil de punta redondeada. posiblemente por lo agitado de mi sueño, la funda terminó alojándose en mi recto.
Me duele. Me duele el tono ligero con el que los comentarios están el asunto de la dilatación hojaldrada.
Algún mal gesto mientras el sueño.
Amigo Oswald; pues sí que tiene usted agitado el sueño, caramba. Yo me preocuparía más por eso que por la dilatación hojaldrada, fíjese usted. Que si lo piensa usted bien, nunca hizo mal a nadie.
Señores, me refiero a los que usted cita, que no todos las personas con estas inclinaciones practican la ruptura del precinto. Si es que es esa manía de reducirlo todo a la cópula pequeñoburguesa.
Pues para mí que la carta que es un cebo, oiga. La lee el homosexual atormentado, que ama a Laura y en secreto a Braulio, y se presenta ante el cura buscando comprensión y empatía. Y tras su confesión se ve galopando el nomeloniegues.
Superbe tenue :p
Pues ahora ya hay biopic de Alan Turing: ‘Descifrando Enigma’. Es lo que tiene ir procrastinando las lecturas de buenos artículos