Chuck Palahniuk
Mondadori
Definitivamente, Chuck Palahniuk se ha convertido en un astuto camello para lectores incautos. Y es que sus primeros libros son como la cocaína primigenia de The Wire: tan excelentes como inesperados. A un pobre jovenzuelo le dejan caer en las manos El club de la lucha y cree haber descubierto la piedra filosofal. El alpha y el omega de la literatura. El no va más. Y no solo se engancha rápido, sino que además se lo cuenta a sus amiguitos. Que a su vez lo expanden. Y se lo empiezan a meter en vena. Y crean una leyenda semejante a la de Heisenberg en Breaking Bad. Pero en el mercado de las drogas hay una realidad inexorable: no hay traficante que mantenga durante años un nivel de calidad mínimo. Y esto le ha pasado a Palahniuk. Por el mismo precio de Fantasmas nos daba una papelina con Rant. Y se lo perdonábamos. Hasta el mejor camello tiene un mal día, nos decíamos durante años. Cuando recordábamos la magistral Asfixia —no se pierdan la película, por cierto— nos vendió Snuff. Que sí, que nos curaba el mono, pero nunca acabábamos de estar a gusto. Siempre la misma sensación: es la misma droga, pero esta vez no ha acertado con el corte. Y cuando los drogadictos de las librerías acabamos por desistir de él y empezamos a buscar otros proveedores llegó Pigmeo, una obra que empieza rematadamente mal, con una sintaxis atroz y un argumento absurdo. Pero con el paso de las páginas uno se va haciendo a la nueva realidad. Y esta consiste en que Palahniuk, tal y como les pasó a Stringer Bell y a Avon Barksdale, no volverá a ser jamás el que fue. Así que no nos queda otro remedio que tomarnos el libro como lo que es: una droga con un corte más depurado que otras veces, pero siempre a años luz del producto inicial. Hay que olvidarse del gran camello que fue Palahniuk y centrarse en la lectura como si nos hubiera sido proporcionada por un chavalote encapuchado de la esquina. Y solo a partir de ese momento es cuándo disfrutaremos. Porque el libro es malo, pero divertido: un comando de pigmeos, acogido por diversas familias de una congregación religiosa, planea un macroatentado en el corazón de los USA. Todos ellos son expertos en artes marciales, en la fabricación de explosivos caseros y están convenientemente aleccionados en las doctrinas de Mao, Hitler y Stalin. Hay quien quiere ver una denuncia a la xenofobia, pero la única verdad que transmite el libro es que el American Way of Life puede con cualquier ideología. Y algo que quizás les parecerá extraño: la obra tiene una sorprendente retirada a las novelas más bufas de Eduardo Mendoza —Sin noticias de Gurb o El último trayecto de Horacio Dos—. No haremos un llamamiento para que acudan a las librerías en masa pero si cae en sus manos, no lo desprecien: es posible que incluso les guste. Sin ir más lejos, en mi propia casa hemos reído y disfrutado como enanos. Y nunca mejor dicho.
Decididamente me quedo con Asfixia como mi novela favorita de Chuck. Impresionante a todos los niveles.
Pigmeo aún no ha caído en mis manos, aunque supongo que lo acabará haciendo. Al tiempo.
Publica demasiados libros y, encima, sus yonkis se los compramos todos. Es lógico que vaya perdiendo frescura. El último que me gustó fue Rant. Snuff y Pigmeo son flojos, asquerosamente divertidos, pero flojos. Y quedan otras dos novelas por traducir(nos)…
desde mi mas tierna adolescencia ascendido al triunvirato formado por Frank Herbert, Julio Verne y el mismo. Asfixia y Monstruos Invisibles los mejores Rant el ams sorprendente y TODOS ridiculamente divertidos. Props for Chuck¡¡¡¡
«No orgasm, nothing happens, except it hurts»
Para mí el mejor «El club de la Lucha». Expresa el pensamiento de Tyler y sus monólogos interiores de la mejor manera que he visto nunca. Esa nueva manera de poner los pensamientos espontáneos entre puntos y aparte enamora al lector. Otra gran perla que tiene esta obra es el último capítulo, en el cual no llegas a saber si está en el cielo o en un manicomio (mucho mejor que la escena final de la película)
«Rant» también me gustó mucho, sobre todo por su forma de narrar la historia a partir de entrevistas. «Asfixia» y «Fantasmas» son entretenidos pero no llegan al nivel del Club. Con «Monstruos Invisibles» directamente no pude, me dio infinita pereza seguir leyéndolo.
Pd. Completamente de acuerdo con que Palahniuk nunca volverá al nivel del Club de la Lucha.
Señor Torres: no he leído el libro, solo ojeé las primeras páginas hace tiempo, así que le agradeceré que me corrija si me equivoco. Tenía entendido que la historia comienza con uno de esos pigmeos de origen asiático llegando a EE.UU. sin hablar demasiado bien el inglés. De ahí que la sintaxis empleada en la narración (en primera persona) sea atroz. ¿Es así?
No sé si estoy de acuerdo. Pigmeo es de los peores (por lo decir el peor), pero en serio crees que nunca volverá a hacer nada bueno?
«Por el mismo precio de Fantasmas nos daba una papelina con Rant. Y se lo perdonábamos. Hasta el mejor camello tiene un mal día, nos decíamos durante años». Me ofendes proque Fantasmas es mi favorito. Me parecen espectaculares todas las historias del libro. Pero bueno, cuestión de opiniones
«Cuando recordábamos la magistral Asfixia —no se pierdan la película, por cierto— nos vendió Snuff.» Snuff será malo, pero la pelicula de Asfixia es un insulto enorme a Palahniuk. No sé si alguien que no haya leido el libro podrá entender la película. En mi opinión está fatal hecha
«la obra tiene una sorprendente retirada a las novelas más bufas de Eduardo Mendoza». También me gusta mucho Mendoza, pero no vi ninguna retirada en Pigmeo. Tendré que volver a leermelo…
Asfixia > El club de la lucha.
De la película (de ‘Asfixia’) no opino porque no la he visto (aunque muchos me han hablado de ella en los término en los que lo hace M), pero la novela es tremenda desde la primera página (de hecho diría que es lo mejor de la novela, que ya es decir, porque prácticamente no pierde fuelle).
A Palahniuk le he ido perdiendo interés con el paso de sus obras, aunque no me importaría coger alguna de las que me faltan (como esta Pigmeo) para pasar un buen rato. Y realmente ahí está para mi la pena, que me parece que es a lo que aspira (o a lo que puede aspirar) el autor, a hacer pasar un buen rato y nada más.
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