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Marcel Gascón: Un mito que trabaja

Se lo leí a Arcadi Espada, como tantas cosas que sé: es difícil encontrar un mito que trabaje. Lo escribió del Kapus indiscutido, quizá desde Varsovia. Me he acordado de la introducción a aquella entrevista esta mañana, mientras leía otra entrevista, a Gica Hagi, en un diario rumano.

Hagi fue el niño prodigio del fútbol rumano en los ochenta y el primer gran traspaso del país balcánico a un club extranjero cuando, en 1990, recién fusilados los Ceausescu, el Real Madrid le fichó del Steaua de Bucarest. En la capital de España empezó una carrera de club irregular que le llevó al Brescia y después al Barcelona mientras triunfaba en la selección nacional rumana que en USA 94 sedujo al mundo y llegó hasta cuartos vestida de aquel simpático amarillo chillón. No le fue bien en aquel Barça convulso de fin de ciclo y pasado el umbral de los treinta fichó por el Galatasaray turco dos años después de firmar con Núñez.

Muchos vieron en el cambio la consumación de su fracaso como jugador de club. Ganaría unos buenos dólares turcos, le aplaudirían cuatro regates y volvería jubilado y sin gloria al puerto rumano de Constanza que, además, está cerca de Estambul. No fue así. Hagi se convirtió en líder del equipo e ídolo de la afición. En cinco años en el Ali Sami Yen ganó cuatro Ligas y dos Copas de Turquía y llevó al equipo a sus únicos títulos europeos, la Uefa del 2000 y su Supercopa de Europa. Redimida su carrera de club, el amado «Rey» volvía a Rumanía con el amor de otra afición y el respeto de otro país.

Un mito que trabaja, decíamos. Después de varias experiencias fallidas como entrenador en Rumanía y Turquía Hagi trabaja con denuedo en la escuela de fútbol que lleva su nombre en la ciudad donde nació, Constanza. A diferencia de muchos otros ex-futbolistas de éxito no se ha amarrado a un cargo simbólico en algún club u organismo oficial, ni ha caído en el penoso horterismo de las discotecas caras y el papel couché. Con la discreción y la mesura propias de su carácter ha sabido mantener el prestigio del mito. No para convertirse en oráculo y conservar en barbecho el capital conseguido, sino para traer a los mejores equipos a jugar a Constanza y atraer sponsors que financien la escuela.  

Hace semanas estuve en Constanza para escribir sobre la escuela. En un partido de los cadetes vi que Hagi sabía el nombre de todos los jugadores del equipo, y la academia tiene 300 niños. Rodeado de sus empleados se impacientaba por un mal pase, celebraba una internada del extremo y preguntaba al teléfono por sus otros equipos. A orillas del Mar Negro Gica Hagi disfruta trabajando y sueña con devolver el lustre al fútbol rumano.

Su fuerza no está en la gravedad de la leyenda, sino en la inquietud del hombre. Rara condición, en un mito.

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2 Comentarios

  1. Javier Giménez Domínguez

    Es curioso ver que uno de los grandes de los 80 y 90 sigue trabajando para sacar a grandes jugadores de un país medio en el panorama futbolístico. Un grande Hagi siempre recordado por su gran partido contra Argentina en USA 94 (dos goles y una asistencia exquisita)

  2. Javier Giménez Domínguez

    Por cierto el reportaje/escrito esta genial. Y la página increible

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