Europa parece haber encontrado su verdadera amenaza. Así lo deja ver el relato de muchos medios de izquierda tras la masacre noruega. Perdimos décadas con la atención en el islamismo mientras la bestia engordaba a la sombra aprovechando la obsesión musulmana. No importan miles de muertos, sometidos y amenazados en nombre de Alá dentro y fuera del continente. La atención al peligro islamista fue exagerada y por supuesto interesada.
Europa miraba donde no debía, o miraba demasiado allí y demasiado poco aquí. Porque aunque las cifras puedan llevar a confusión sobre la magnitud de los fenómenos, los países europeos descuidaron el flanco derecho en favor del oriental. Los hechos de Oslo nos muestran el verdadero peligro. Analistas relajados que veían apocalípsis en las advertencias de amenaza islámica para la democracia ven en la matanza de Oslo una amenaza para la democracia y para Europa.
El libro inspirador es de repente culpable. Las palabras del terrorista son por primera vez escuchadas. Se ríen cuando un kamikaze reivindica Al-Andalus y les parecen muy reales los planes de limpiar Europa de musulmanes del asesino de Oslo.
Como les gusta recordar con otros terrorismos, también éste tiene razones. Son muchísimas, y están escritas en su particular Mein Kampf de mil quinientas páginas. Son terribles, tanto como las guías de maltrato de la mujer o los manifiestos de guerra, odio y crimen contra el infiel. Pero su acto no sería menos repulsivo y peligroso si lo invocado fuera correcto. De momento nadie ha salido a reclamar comprensión o diálogo, y nadie ha pedido en las tribunas que se piense por un momento en la humillación que para un hombre de sus principios es ver velos y chilabas por las calles frías de Europa.
Cabe celebrarlo y esperar que la tendencia se imponga cuando el próximo hombre bomba mate en nombre de Alá en Ámsterdam, Minnesota, Argel o Tel Aviv.
Mientras tanto recordemos lo obvio. Que todos los terrorismos son iguales. Que el fanatismo islamista es de momento la primera fuente de inseguridad y la más grave amenaza para la libertad en las democracias liberales. No la peor, sino la más grande. Y que el único terrorismo nacionalista europeo activo es el de ETA.
