La semana del 11 de septiembre deja cada año un retrato más despiadado de Cataluña. Antes y después de la fiesta, políticos y sociedad civil nos ofrecen un espectáculo inverosímil de contorsiones para no salirse de la ortodoxia y agradar a sus guardianes más severos. Ya lo consiguen casi todos, y los sospechosos se han convertido en implacables censores de los díscolos. A la conocida coherencia de Ciudadanos y a los habituales titubeos del PP oficial se ha sumado este año el alcalde Albiol. Su revolucionaria divisa «nada sin la ley» le ha valido la hostilidad totalitaria de casi todo el espectro político, que le ha acusado de extremista y marginal por responder con firmeza a un gesto fanático de la oposición.
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El protagonismo del alcalde ha continuado hasta el lunes. Su grupo municipal ha votado en contra de una moción respaldada por el resto de grupos que rechazaba la sentencia del Tribunal Supremo sobre la inmersión lingüística en Cataluña. La desproporción es uno de los signos más claros de la pequeñez, y Cataluña es una vez más un director de cooperativa comunista de provincias —por supuesto improductiva— que clama contra las contradicciones antagónicas de la sociedad capitalista.
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Pero la mejor postal catalana de la resaca de este 11 de septiembre la dejó el padre de la patria en la radio pública. En una cálida entrevista le preguntaron por una canción de Els Catarres, que cuenta con humor el amor entre un catalán fetén y una hija de la inmigración española de barriada. Pujol dio permiso a los buenos catalanes a casarse con chonis, pero con una condición: que ellas aprendan catalán, lo hablen en casa y lo enseñen a sus hijos. Y más tarde llamaron al músico Riera, que aceptó sin reparos poner la canción al servicio del país y recibió obediente las acotaciones del president al texto. El arte y la coña están muy bien y le encantan al padre de la patria, que cuando controla la situación también puede ser festivo. Pero hay que explicarlas para que se entiendan y nadie las tome por una burla a lo sagrado o una llamada a la desafección. De ahí las glosas, que tan oportunas vio el artista. Y en medio las Jenifers, en el centro del debate sin que hayan preguntado con quién han de casarse o en qué idioma hablar en la cama.
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Debió de llamar una: no se cansen, nens, que yo me quedo con un Jonatan.
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Enhorabuena por el texto. Según me enteré leyendo a A. Espada, cuando Obama aún era un desconocido, en una radio pública catalana un presentador afirmó )regañando a un entrevistado díscolo que dijo que EEUU era un gran país) que Cataluña era aún más grande porque EEUU nunca había tenido un presidente negro y que Cataluña tenía como presidente a José Montilla.