Dos siglos después de la toma de la Bastilla Serge Gainsbourg (L´Homme à la Tete de Chou) y Jane Birkin asaltaron la buena sociedad parisina con Je t´aime… moi non plus, una canción sembrada de alcohol, susurros y jadeos que acaba como acabará el mundo: con un orgasmo implacable. Él tenía 41 años y ella 23: fueron censurados por la BBC y el Vaticano, por orden riguroso de importancia. La canción desafió voluntades y agrietó templanzas en parte porque Serge Gainsbourg fue uno de los grandes personajes del siglo pasado, un hombre tórrido y feo que vengó su desolada infancia paseando por su cama a las mujeres más bellas de Francia en una plantilla que iba desde Brigitte Bardot a Vanessa Paradis o Isabelle Adjani.
Cuando llegó Jane Birkin a Francia, Gainsbourg había dejado a Bardot y ella la reemplazó en la cama y en el estudio: grabaron los dos un disco que transpira sudor y escándalo y fueron tan felices que se recogieron en un álbum familiar conquistando góndolas y palomas mientras se pasea limpio por sus sonrisas enceradas el endiablado marchamo de la provocación. «Yo nunca he dejado de ser un niño tímido y secreto, lo cual implica candor, inocencia, insumisión y salvajismo», dejó dicho Gainsbourg. «Todo el mundo en París recuerda el día en que murió», lloraron a su muerte. «Fue como un shock porque él siempre estaba allí haciendo una locura. Era un punk, un poeta, parte de nuestras vidas».
Maldito y misántropo, de su madurez sobrevivió un físico exótico de orejas prominentes y voz agónica que raspaba junto al micrófono, acercándola al oído de las muchachas en flor en un inquieto jadeo que devenía en striptease. Pasados los setenta sobrevino su ajustada decadencia, su esplendor de final de era entre el tintineo de los hielos en el vaso y las noches inabarcables con la barba a medio afeitar. Je t´aime instauró un nuevo régimen en Francia sólo un año después de Mayo del 68. Aquella electricidad pasó por los suelos empedrados bajo los que se ocultaba la playa y su imagen icónica representaba una lujuria elegante de la que nadie se resistía a abominar. Apestados y felices en el juego mordaz de la bella y la bestia, Gainsbourg le quitó leyenda a la canción asegurando que no había llegado a hacer el amor con Birkin en el estudio: «Si lo hubiéramos hecho no habría salido un single de cuatro minutos, sino todo un elepé».
Ah, qué clase tenía este hombre…
Recomiendo fervientemente la película «Gainsbourg. Vida heroica», de Joann Sfar, estrenada el año pasado. Una maravilla, sin más.
plas, plas plas
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