Hace dos años la prensa echó el cierre del verano con unas fotos de María Teresa Fernández de la Vega en bikini. Fueron imágenes secas y desapasionadas, sin aquellos artificios de la portada de Vogue: un cuerpo humano bien conservado, en crudo y al aire. Al periodismo no le sienta bien el verano y tampoco hace mucho por disimularlo, lo cual está muy bien porque es un rasgo de honestidad. Uno recuerda que otras vacaciones se cerraban con Lady Di a cuenta de su muerte y los aniversarios imparables que vinieron después. Pero una vicepresidenta del Gobierno en bikini siempre será una vicepresidenta del Gobierno en bikini, de la misma manera que una ministra joven siempre será una ministra joven. Entonces la redacción que acompañó a De la Vega fue cordial, repleta de lugares comunes del tipo “últimos días de asueto” y “vuelta a la normalidad”. No hubo un reportaje sobre cómo sería De la Vega con treinta años menos, ni se le aconsejó sobre la farmacología antienvejecimiento. A las viejas se las respeta porque todos vamos a acabar siéndolo cualquier día pero a las jóvenes no cuesta nada pellizcarles la molleja, pues quien ha pasado los treinta no tiene modo de volver. El eco que tuvo la foto de De la Vega fue el acostumbrado en internet, donde la ponzoña dedicó sus horas de trabajo a hacer fotomontajes y enviarlos en cadena; esos están todos ahora en el paro echándole la culpa al PSOE de su situación, y razón no les falta. Pajín se presentó rolliza en la playa de forma natural para escándalo de la chusma rijosa, el pueblo desatado y procaz, que la hubiera preferido ver en burka pese a que no quiere hiyab en los colegios. Cualquiera que haya pisado una playa, y en Madrid se pisa poco, sabe que algunas mujeres pasadas de kilos a veces prefieren quedarse en casa o bañarse en camiseta. Es un complejo que ha llevado a chicas a pintar en las paredes de su habitación “comer me mata” e irse muriendo despacio, kilo a kilo, hasta no quedar de ellas más que el aliento. Dos días después de montarle una dieta a Leire Pajín y hacer un montaje para enseñarle cuál debería ser su cuerpo, El Mundo denunció la publicidad de una modelo raquítica. A las mujeres se les obliga a un punto exacto de masa corporal, bajo el canon sostriano de la carne que rebota, y Moratinos puede pasear su barriga sin que nadie lo persiga por la playa con una tuba. De los labios de Felipe González no sugirió ninguna mujer las diabluras que podría hacer en el sexo y de Pajín un señor con problemas en su matrimonio dijo no sé qué de sus “morritos”. A Leire Pajín, en fin, muchos españoles de bien estamos dispuestos a votarla no por convicción sino como reparación moral, pidiéndole perdón así en el nombre de nuestros patriotas top. Y entre eso y el Rubalcaba americano, que no para de recibir adhesiones en Twitter, se va a acabar chafando por puro cachondeo la victoria del PP.
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Me parece la justificación mas chusca que he oído en los últimos diez minutos para votar al PSOE.