Hace cuatro años, buscando un lugar en el que celebrar nuestra boda, mi chica y yo fuimos a parar a un hotel en el que nos dijo la directora: “Tenemos dos opciones. Hacer la típica boda gallega, con diecinueve mil mariscos y eso de comer y beber hasta reventar, o una cosa elegante y moderna, con un marisco y un menú sofisticado”. Se quedó esperando una respuesta mientras yo la miraba alucinado, incapaz de decir nada, pues al pronunciar “la típica boda gallega” había puesto los ojos en blanco de puro aborrecimiento. Le comenté que siendo gallegos los novios, y Galicia el lugar elegido para casarnos, una “típica boda gallega” no estaría mal, o al menos sería más lógico que una típica boda zulú. Y que diecinueve mil mariscos era excesivo, pero mi familia era “muy gallega”, y si se le presentaban en el plato cuatro cigalas se lo tomarían como una ofensa de mis padres al resto, así que al día siguiente tendríamos en casa un cristo de muy señor mío: a los gallegos, cuando se trata de bodas, nos dan la risa los Soprano. Además, comer y beber hasta reventar me parece muy natural, y como yo no soy de protocolos, la gente se levantaría de la mesa cuando le apeteciese, así fuera para suicidarse. O sea que sí, que se sentase a esperar por menús pitiminí e invitados en pose de Jordi Labanda, que lo mismo se le cortaba la corbata al novio con un cuchillo jamonero antes de dar paso a la cabra a trompetazos.
Lo gallego en Galicia siempre se ha visto con sospecha. En esa escalada de peyorización ha hablado la concejala de Cultura de A Coruña para criticar que las fiestas de la ciudad hayan sido hasta ahora “demasiado gallegas”, cumpliendo así la frase histórica que Anxo Quintana, el exlíder del BNG, dijo en una campaña electoral: “Hoxe si fomos lonxe, até A Coruña”. Antes de nada el PP coruñés debería explicar por qué después de treinta años en la oposición pone a una señora en la concejalía de Cultura teniendo por las cafeterías a Augusto César Lendoiro. Después, mandarla a Nueva York a programar las fiestas patronales de allí, a ver si aquello es suficientemente universal, y reponer al anterior concejal de Turismo de A Coruña, el nacionalista Henrique Tello, que descartó un concierto de Bob Dylan porque “viene a tocar y lo hace de espaldas: llega, no saluda y no toca ninguna canción conocida”. Efectivamente, Dylan toca cosas extrañas que se le van ocurriendo por el camino, por eso está de espaldas: para que nadie vea cómo rasca la guitarra al chou mientras improvisa rimas aprovechándose de que canta en un idioma raro, creo que inglés. Tello lo hubiera preferido corriendo de un lado a otro del escenario con la mano en la oreja preguntando cómo están ustedes.
Definitivamente, hay algo ridículo en ser concejal de fiestas en A Coruña.
Ridiculo? Impresentable!
A proposito: quien es Bob Dylan? Un bobo?
Tello era concejal de Turismo (y estúpido), no de Cultura… la concejal de Cultura era María Xosé Bravo, y dejó bastante buen sabor de boca…
Gracias, Uno. He tratado de remediarlo.
Lendoiro debería volver a la vida pública como Virrey, por lo menos.
Soy medio catalán de pai gallego, por Navidades era tradición familiar juntarse en Pontevedra para celebraciones y dar cumplido efecto al consecuente ágape de nochebuena, los «catalanes» siempre quedábamos cómo de «poca vida», no cubríamos la preceptiva ingesta mínima.
Sirva el preámbulo para dejar constancia de que al menos una vez al año me pasaba por Galicia.
Mi «despertar al uso de razón» coincidió con la transición (tardo 70, 80), en Catalunya siempre se había hablado catalán en la calle pero en aquel entonces estaba en plena efervescencia la reivindicación de todo lo que supusiera «país». Reparé que en Galicia ni en lo cotidiano ni entre la peña del barrio, -salvo mi tía solterona y congéneres- prácticamente nadie departía en la lengua que yo creía consecuente, a la pregunta de por qué la respuesta, vaga pero consensuada, fue: «es que queda como montuno», me dejó un tanto perplejo pues en Catalunya eso era propio de la burguesía y significativo en la anécdota -evocada por «los ojos en blanco» de la directora- es que morábamos en Os Salgueiriños.
Oxe gallegos y catalanes festejamos y conversamos esencialmente igual pero siempre quedará algún esnob acomplejado. En cuestión de comidas los catalanes nos llevamos la palma y encima parece signo de distinción cuando, aquí y allí, lo que de verdad tira es la cocina tradicional, es sensato que así sea. Me da que pensar si la del Hotel no tendría ascendencia catalana.
Lo de Bob Dylan me recuerda a algo que muestra lo que debe de hacer un gobernante. En los 90, un concejal de cultura de Córdoba, declaró en una rueda de prensa, y sin broma, que en el próximo Festival de la Guitarra haría lo posible por traer a Jimmy Hendrix. Esa es la diferencia entre un cazurro que ni sabe quién es Bob Dylan y alguien con verdadera vocación de servicio público para quien la muerte de un músico no supone obstáculo alguno si de fortalecer la Cultura, con mayúscula, se trata.
ozú, las bodas gallegas, si te cuentan anécdotas los músicos, es como una peli de W.ALLEN.
YO HE IDO A POCAS, ME ESCABULLO, PONGO DE PRETEXTO EL TRABAJO (ES QUE TRABAJO EN UN HOSPITAL)
Ypor mi parte, me casé, por lo civil, cuando se murió mi padre, para paliar la depre de mi madre. Y fué el acabose, las dos familias metidas hasta en la cama…al cabo de 8 años, ota vez al juzgado, a divorciarse.
Pero yo soy partidaria de las bodas gallegas, dicen en mi pueblo, en Parada do Sil, que o día da da festa, desabroche o cinto.Festa rachada.
Oye, estoy leyendo tu libro, y chapeu…yo soy de al terminar carrera se fué, Pero volví. Ahora prefiero ir de turista
saludos
por cierto, he visto a dylan 3 veces, y da igual que cante de espalda, de costado o de rodillas. A mi me lo metió mi hermano mayor, que hasta acabó en duluth, mn…y hasta vimos la casa….y eso que a mi me gusta, porque es un gran poeta, pero de mitos nada.
Y después, a mi hermano se le ocurre conocer a una canadiense, y ala, a Montreal, viviéndo cerquita de Cohen.
la vida misma.
Un abrazo.
Cabe recordar a Pérez Varela vendiendo los conciertos del Xacobeo por 2 euros 3 pares, que es un tema potentísimo y me lo quitan de las manos.
No viene a nada, pero caber, cabe.
http://youtu.be/CscpJKKQ39g
Que no venía a nada, pero me lo he pasado como un enano oyéndolo, oigan.
Pingback: Mucho gallego en Galicia
Un amigo cordobés vivió varios años en Galicia y se quejaba de que sus suegros y familia política, en las fiestas de guardar, comían como si se fuese a acabar el mundo. Una animalada. Me recuerda a esos viejos que vivieron la guerra y la posguerra y que cuando el ayuntamiento los convidaba a comer al celebrar el «día del jubilado» siempre había alguno que se ponía malo de tanta gusa y tenían que hospitalizarlo.
Pues que quieres que te diga, yo soy gallego y lo de comer en las bodas hasta reventar me sigue pareciendo una falcatruada. ¿Dónde está la escala de grises?. ¿Es que sólo hay bodas gallegas o pitiminís? Venga hombre…
¿Soy yo el único que ve una enorme contradicción entre los dos párrafos del artículo?
En el primero se ridiculizan las moderneces y se ponen por las alturas las típicas bodas tradicionales de comer mucho y sin sofisticación. En el segundo se ensalza una modernez que haría indignarse a cualquiera de los que comen hasta reventar.
No sé, quizás es que estoy yo muy espeso y no pillo el punto, pero me da la impresión de que el autor no sabe a qué carta quedarse. Y no porque sea gallego, sino porque es moderno él mismo. O no.
Está moi ben o das vodas galegas, pero hai que ser consciente de que os «dezanove mil mariscos» se escapan da razón. Non me gustan as vodas «pitimini», pero creo que pode haber vodas galegas de verdade, sen ter que reventar, pero claro, hai unha xeración que se non lle pos os seus «dezanove mil mariscos», iranse con mal sabor do evento. O que hai que ter en conta, que pitiminí ou galega, isto non deixa de ser un gran negocio para os restaurantes e demais organizadores, un negocio no que o menú se duplica ou incluso se triplica se aparece nalgún momento a palabra voda.
Ola,
Sí sin «h» porque en Galicia somos humildes hasta pidiendo, o somos demasiado prácticos y lo que no suena pues «pa´que» La verdad es que lo de comer en Galicia no es tradición, es un ritual, en mi casa la mesa era (algo poatriarcal, sí, para que voy a negarlo) un centro de reunión, y claro en una boda pues lo mismo multiplicado por 20. Un canario me dijo una vez que la comida en Galicia no necesita aliño porque es buena por sí misma. La calidad de Galicia no es elaborada es cruda y sin matices, es orgánica, de la tierra y del mar y cuando refina no se oculta bajo nombres extraños surge por si misma. Quizás esta oda venga porque aquí en bélgica se me cae el alma a los pies cuando veo una pescadería, carnicería etc… Lo gallego no es tosco, ni bruto o ignorante…… bueno eso depende.
Hay algo más ridículo que ser concejal de fiestas en A Coruña? Sí, escribir por escribir. Decir sin decir nada. Qué intenta comunicar el autor con este artículo? En mi opinión, ni él mismo lo sabe. Gallegos que ridiculizan las tradiciones regionales los hay a patadas. Y Gallegos que ridiculizan toda tradición o cultura que no sea gallega también. Un ejemplo claro, Anxo (que no Asno) Quintana; ese mismo que el autor cita en el artículo (?) y que tantos gallegos acabaron poniendo en su sitio.
Es que no entiendo. Entonces Tello es un pailan o qué es? El pailan que habla de 19 millones de mariscos o el pailan que habla de Bob Dylan? No relaciono el principio del artículo con el final… Supongo que la conclusión es que pailanes todos, no?