Una señora californiana tuvo a bien dormir a su marido y arrancarle el pito de cuajo a cuchilladas “porque se lo merecía”. Cada uno celebra el verano a su manera y en California el despolle siempre ha sido vanguardia. El marido se despertó atado en su cama, una cosa que suele ser sinónimo de promesa, y cuando miró para abajo no se encontró el pene, que ya estaba en la trituradora del fregadero para evitar el milagro Bobbit, aquel que iba para castrati y terminó de actor porno. Históricamente la siega de pichas ha sido una cosa muy de mujeres, casi siempre molestas por algún motivo y casi siempre bien armadas. Sin embargo hace años un hombre en Salamanca se cortó su pija española, la arrojó al retrete y tiró de la cadena, un gesto que tiene algo de gatillazo universal. Este señor dijo haberlo hecho para no pecar, por lo que hay que apuntársela en la cuenta de la Iglesia. Cuando lo de John Bobbit escribió Umbral: “Todas las ovejas, entonces, eran de la majada de Carrillo o de Mao, pero nunca cogieron el cuchillo del postre para cortarnos nada, porque sabían lo que se perdían. Esto de talar pollas viene de Estados Unidos, que es un matriarcado de mierda. Claro que, después de escrito este panfleto, me la he estado mirando un poco y tampoco es para tanto, la pobre. Casi estoy por echársela a la gata”. Luego a Umbral le enseñaron la viagra y la gata se quedó sin postre. Freud hablaba de la envidia del pene y Lacan, directamente, dijo que la mujer no existe. Esto lo sé yo porque entrevisté a una psiquiatra lacaniana a la que quise llevar por el terreno de la verga (el falocentrismo, la faloterapia y el faloespañolismo) pero no hubo manera humana y nos quedamos en Derrida, que deconstruía: como la señora de California, pero en plan esnob.
4 Comentarios
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¡Qué aprensión!
Cuan largo me lo fiais!
Genial, lo que me he podido reír… igual ha contribuido en no tener un pene que perder, claro.
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