Si de una película se tratase pasaría lo siguiente. Primero se verían imágenes de la ciudad hoy día. En color. Poco a poco la imagen tornaría a una especie de blanco y negro con toques sepia mientras algunos edificios modernos desaparecen y son sustituidos por los antiguos. También cambia la calle. Los coches último modelo reducen cuantiosamente su número y dejan paso a coches que actualmente sólo se ven el los museos. También aparecen carros tirados por burros o caballos. Y los viandantes cambian sus pantalones pirata, camisetas , bolso al hombro y móvil pegado a la oreja por trajes que ya no se llevan, algunos de ellos con gran parecido a los regionales (seguramente choquen menos ahora que las actuales indumentarias dentro de un siglo). Una voz profunda indicaría en ese momento: “Córdoba, 1903”.
Ese fue el año en el que el tío abuelo de Rafael Fernández, José Rusi, inauguró la tienda que lleva su apellido. Estaba situada en Ambrosio de Morales. Poco después, en 1904, se traslada a su actual ubicación de Gondomar, calle comercial por excelencia, aunque manteniendo también la primera durante un tiempo. Sombreros, boinas y gorras se vendían como churros en una época en la que en esa misma calle convivían tres sombrererías. Las otras dos, Padilla Prieto y Diego Ruiz, desaparecieron. Se las llevó por delante la ardua labor artesanal, el traslado a otros lugares más prósperos y el llamado sinsombrerismo. “Después de la guerra civil se empezó a achacar a los sombreros que producía la caída del pelo, y llega el sinsombrerismo. Pero hay militares que toda su vida han gastado gorra y tienen mucho pelo”, explica Rafael. “Para atraer clientes una sombrerería de ahí en frente [se refiere a Padilla Prieto] después de la guerra puso el lema los rojos no llevan sombrero”.
Celebrities en la máquina del tiempo
Precisamente con artículos para militares y luego para fumadores amplió Rusi el negocio para hacerlo llevadero a pesar de esa nueva tendencia a llevar el cabello y las calvas al descubierto. Eso permite a sus responsables sobrevivir entre franquicias de empresas textiles con una tienda que mantiene el espejo alto y estrecho donde se miró Lana Turner. “Ahí mismo estuvo hace mucho Lana Turner. Era guapísima. Estaba en España rodando Los Tres Mosqueteros y pasó por Córdoba”.
Rusi es como un escenario por donde han pasado todo tipo de personalidades del mundo del espectáculo. Es más, esta sombrerería parece un museo de actividades de la farándula ya en desuso o prácticamente desaparecidas, cuando no transformadas radicalmente. Por ejemplo el circo. Rafael Fernández nos enseña un pedido de 1958 desde Chicago realizado por la conocida familia Aragón. Los Aragón, entonces encabezada por los ya desaparecidos Fofó y Gaby, además del famoso Miliki (padre de Emilio Aragón), solicitan los tipos de gorro que utilizan en su espectáculo. Serán clientes habituales del lugar durante décadas. “Cuando venía Miliki nos íbamos a tomar café a Serrano [conocida cafetería cordobesa]. Era tan famoso que nunca nos dejaban pagar”.
También está la revista, hoy rebautizada como burlesque en su versión de diseño, pero entonces abundante en cómicos tradicionales; mujeres despampanantes que enseñaban lo que entonces se pensaba que era más de la cuenta, canciones picantes y una vida errabunda. Rafael enumera de corrido toda una serie de nombres que entran en la clasificación “pero tú no los conoces porque es hace mucho”: Las hermanas Daina –Irene y Raquel-, Elisa Wardon, Mari Carmen Alvarado, Beatriz Dencoz. Sí que hay otros que entran en la categoría “éstos sí te sonarán”. Actrices como Mary Santpere, la reina de la copla Juanita Reina, el trío de humoristas de los años 60 Zori, Santos y Codeso, el eterno Manolo Escobar o el torero “El cordobés”, dejan su rúbrica en el libro de firmas entre otros muchos. Moncho Borrajo aprovecha para dejar una caricatura. “Una vez vino la hija de Franco. Entraron varios escoltas en la trastienda para revisarlo todo. Y eligió un sombrero. Se lo regalamos, claro. Como para no regalárselo”. Y Rafael Fernández se ríe. “Eso sí, luego nos mandaron una nota de agradecimiento”. También Fraga, en su época de ministro de Información y Turismo fue un habitual de la casa, acudía para comprar sombreros de montería que regalar.
Las firmas de los ajedrecistas Spassky y Karpov que protagonizaron grandes duelos en los 70 y primeros 80 o la del presentador Jesús Quintero permanecen junto al resto de autógrafos al lado de una curiosidad. En la foto, enviada desde Japón en los años 70, se ve a una japonesa con algo parecido a un tricornio. “Es un sombrero de verano de la Guardia Civil. Nos hicieron un pedido para una tienda japonesa, pero como artículo de moda para ponérselo y salir a la calle. Luego nos mandaron unas fotos”. Hoy día el libro de firmas está copado por toreros y artistas flamencos, ya que el sombrero cordobés supone entre el 60 y el 70% de lo que vende Rusi y es algo propio de esos mundos.
El cementerio de las cabezas perdidas
Varios cajones de madera contienen en la sombrerería Rusi las medidas de los clientes realizada a la antigua usanza. Y decir antigua usanza es poco. Se utiliza un conformador más antiguo que la propia tienda. El artilugio de madera, como un extraño sombrero, indica que está fabricado en París en 1858. ¿No basta un metro para medir las cabezas? “No, cada cabeza es distinta incluso aunque midan lo mismo. Pueden tener irregularidades, bultos o borococos” [borococo es una palabra popular que en algunos lugares de Andalucía designa un agujero u hoyo que sale siempre como desperfecto, no está hecho a propósito].
El conformador toma la forma de la cabeza insertando un papel arriba y cerrando luego sobre él su parte superior. Al final queda una plantilla de forma ovalada. En Rusi se conservan todas. “Todos los de este cajón están muertos”, indica Rafael abriendo el particular cementerio de las cabezas perdidas. Este camposanto de plantillas procedentes del conformador reúne a las más antiguas, gran parte de ellas de principios del siglo XX. A diferencia de las más modernas escritas a bolígrafo, éstas fueron escritas con plumilla. En muchos casos la tinta apenas resiste el paso del tiempo y está borrosa. Eso impide que podamos encontrar al cliente más antiguo. O al que hoy, de estar vivo a resultas de algún conjuro o pócima, pudiera ser el más mayor, el que cumpliera la cifra más cercana a 200 años. Algún mito como el torero Lagartijo se convierte en algo así como el dueño del panteón de lujo de este peculiar sitio.
Cabezones y cabecillas
El tamaño sí importa en el mundo del sombrero. La mayor cabeza con la que se ha topado Rafael ha sido la de un bailarín de Bélgica, que tenía un 64. “No sé cómo podía bailar con eso ahí arriba”. El contorno habitual en hombres —en mujeres es algo menor— está en torno a los 57 centímetros. Y por lo bajo en Rusi ha habido cabecillas de unos 52.
Y por fin los sombreros
La mitad del negocio de Rusi siguen siendo los sombreros y, como decíamos, tiene una especial importancia el sombrero cordobés. Su receta es la siguiente: “Es un sombrero originado en el campo, un sombrero de trabajo. Debe ser de pelo de conejo prensado, lo que se llama fieltro. Está tratado con diversos tipos de gomas, entre ellas goma de almendro. Esto lo impermeabiliza. Se hace por escalas. Primero entra el casco. Se mete en el horno para que tenga fuerza. Se humedece con vapor de una plancha. Ya humedecido lo metes en la horma y buscas la medida de altura de copa. Se calcula con una cuerda de cáñamo y una medida de cobre que tenemos de toda la vida. Una vez que tienes la medida se aprieta y luego lo aprieta más el cáñamo al secarse. Lo más difícil es coser el ribete”.
Junto al producto estrella, el sombrero cordobés, que se vende mucho para ferias y romerías, otros tipos de sombrero hacen que la tienda siga saliendo adelante. “El gorro de agua o el tipo años 30 se ha puesto muy de moda entre las mujeres. Y luego los jóvenes compran según se pongan gorro o boina algunos cantantes. Hace años el cantante de El Barrio puso de moda un sombrero que se pone. Se vendió mucho. Ahora se han puesto de moda las boinas del cangurito [se refiere al modelo Kangol habitual en algunos actores famosos o miembros de grupos musicales]. Las personas mayores siguen comprando boina o para el verano sombreros fresquitos tipo Panamá”.
El futuro
Antaño, hasta los años 50, la profesión de sombrerero se aprendía gracias a los aprendices de 14 ó 15 años que empezaban llevando sombreros a las casas y aprendían a quitarles las manchas. Se hacía con grea del río, que absorbía la grasa conforme se secaba. Luego iban conociendo los rudimentos de esta artesanía y pasaban a ser oficiales. Con la práctica, y después de un tiempo, se convertían en sombrereros también. Poco a poco quedaron pocas sombrererías y el negocio se convirtió en exclusivamente familiar. Y de ser familiar se ha pasado a no tener herederos que quieran continuar con esta labor. En el 2015 caduca la renta antigua de Rusi. Los alquileres desmesurados de la calle Gondomar hacen casi inviable cualquier negocio que no esté avalado por una potente franquicia. Hasta entonces Rusi seguirá teniendo el mismo aspecto que a principios del siglo XX. Las cajas de sombreros apiladas hasta el techo, el mostrador de siempre, el taller y hasta el olor peculiar de tiendas que ya no existen. Quizá los conocimientos artesanales del sombrerero tengan que quedarse en un libro para ilustrar dentro de un tiempo cómo eran algunas profesiones antiguas. Y el conformador parisino decorará como curiosidad el rincón de alguna casa dando algo de conversación cuando vengan las visitas y produciendo una cantidad ingente de fotografías subidas a las redes sociales.
Y ya está cerrado.
Fallo en la informacion dada, D. Jose Rusi no se traslada a la calle Gondomar, sino que abre un segundo establecimiento en ella, ya que él sigue regentando el de la calle Conde de Cárdenas (frente cuesta de Lujan) donde inicio su actividad y es a raiz de su muerte que su viuda prefiera quedarse con este establecimiento y y la hermana de D. Jose el de Gondomar siendo los heredero de cada una los que la regentan hoy en dia, bueno Gondomar ya no, MIentras que la casa madre sigue abierta defendiando la marca Rusi en la artesania del sombrero.
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