¿Donde se lucha con más eficacia contra la crisis…? En el lecho.
– El lecho donde los adolescentes sueñan despiertos el mundo nuevo que llevan en sus corazones, si son capaces de construirlo.
– El lecho donde los jóvenes descubren y roturan las tierras vírgenes del amor, sembrándolos de ilusiones.
– El lecho donde los padres fundan un nuevo hogar, donde se traban sus vidas y la historia.
– El lecho donde los amantes buscan en otros brazos la ilusión perdida en la tierra baldía del estado de cosas dominante…
… las chicas, las mujeres, jóvenes y menos jóvenes, llevan en esa lucha —donde la dicha individual solo puede llegar a ser plenamente a través de la dicha de los seres que nos rodean— la parte más dura, difícil, arriesgada.
Ellas reciben, en solitario, en sus entrañas, los frutos sembrados en común.
Ellas asumen en sus carnes el florecimiento de esos frutos, cuyo cuido y alumbramiento solo son cosa suya.
Ellas pagan más caro que sus amigos, amantes o esposos, el riesgo del compromiso, el amor, el hogar o el vabagundeo solitario.
Ellas sufren en sus carnes el costo más duro de la crisis: menos trabajo, peores salarios, explotación más vergonzosa.
La gran fotografía de moda (Penn, Avedon, Newton, Bourdin, etcétera) nos habla del origen y legendaria historia de esa condición heroica: las diosas del difunto panteón olímpico han caído en el prostíbulo de la publicidad tarifada.
Los cuerpos de las diosas difuntas siguen seduciéndonos, a través de la fotografía publicitaria: ellas están ahí, invitándonos a poseer sus cuerpos, al precio siempre bajo de sus embrujos. Con esos maleficios nos venden coca y otras drogas, no siempre soft.
Las chicas de Guy Bourdin o Helmut Newton son vestales que venden sus encantos tarifados en un desierto iluminado con luces de neón; o en una carretera transitada por camioneros seducidos por las sirenas que ya tentaban a Ulises.
Fotografía: JP Quiñonero
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