Como todo el mundo sabe, los vampiros nacen de la siguiente manera: un vampiro muerde a un ser humano hasta dejarlo agonizante pero, antes de que muera, le hace beber de su sangre —la eterna pregunta: ¿qué fue primero, el vampiro o el mordisco?—. El humano vampirizado es nuevo en el mundo de los no-muertos por lo que su creador, con quien a partir de entonces le ligará cierta relación de dependencia —como una madre con su hijo—, deberá orientarle: cortar toda relación con su entorno humano, “dormir” en un sitio resguardado de sol a sol, dominar las nuevas habilidades vampirescas, aprender a controlar la sed de sangre para no dejar a su paso un rastro de cadáveres con marca de colmillos… son varias las cosas que el vampiro recién nacido ha de conocer.
Contemplado fisiológicamente el vampiro es poco más que un pellejo relleno de sangre. No tiene sistema digestivo porque no come. Tampoco necesita respirar a la vista de sus largas siestas diurnas dentro de ataúdes o bajo tierra. Cuando un vampiro muere empalado deja tras de sí un gran chorro de la sangre dadora de vida y una suerte de materia elástica similar a la de un globo explotado. Y sabiendo que se reproducen mediante mordiscos, con lo que tienen los colmillos hiperdesarrollados a tal efecto, salta como una liebre la pregunta: ¿por qué a los vampiros se les pone dura?
Después de ver las tres temporadas de True Blood la respuesta está clara: para pasárselo muy, muy bien. Lo que en los seres vivos funciona como garantía de la perpetuación de la especie en los vampiros es algo completamente gratuito, un don que sin duda la naturaleza quiso conservar en el cambio de estado de vivo a casi-muerto tan valioso como el pulgar oponible o el uso del lenguaje. O más. El creador de la serie, Alan Ball, ha declarado que no concibe unos vampiros castos como los de la saga Crepúsculo. Vive Dios que el deseo envenena a sus vampiros. Y no sólo el de sangre.
La convivencia entre humanos y vampiros parece imposible, pues la sed de sangre convierte a estos en depredadores naturales de las personas. Pero los japoneses, que tienen soluciones para todo, han dado con la vía de la reconciliación: una sangre sintética, la True Blood, que alivia la sed de los vampiros y les evita trances tan comprometedores como la caza de humanos —geniales los anuncios que promocionan la True Blood, en la línea de los que publicitaban los productos funerarios en la otra e inolvidable serie de Ball, Six Feet Under—. Aunque los vampiros que han probado la sangre artificial reniegan de ella como de una suerte de condón alimenticio útil únicamente en cuanto favorece la causa de la integración social. Pero la sed de sangre circula en dos direcciones: los humanos también desean la sangre vampírica. La V, como se la conoce popularmente, tiene unas supuestas propiedades afrodisíacas que la vuelven muy codiciada, aunque supone un comercio muy peligroso: la comunidad vampira persigue implacablemente a todo el que trafica con V, pues suponen que un humano sólo puede conseguirla esclavizando a un vampiro y extrayéndosela. Aunque hay otros modos, como demuestra el caso de Lafayette, el cocinero homosexual espléndidamente interpretado por Nelsan Ellis, quien consigue la V voluntariamente de un vampiro a cambio de su buen hacer como prostituto.
La relación entre humanos y vampiros está en un incierto proceso de normalización debido a la lucha de los últimos por conseguir derechos civiles —esta trama va cayendo progresivamente en el olvido, una de tantas decepciones que procura el desarrollo de la serie—, con lo que es rigurosamente asimétrica. Se consideran respectivamente animales y monstruos. Y sexualmente prevalece la visión cosificadora. Los vampiros usan a los humanos como surtidores ambulantes de sangre. Los humanos, por su parte, aprecian sobremanera el vigor y la resistencia sexuales de los vampiros, aderezados con suerte con unos sorbos de V. Estos encuentros son obligadamente clandestinos, por cuanto en la sociedad sureña de Bon Temps, Louisiana, donde se ambienta la serie, no está muy bien vista la confraternización de razas. Los paralelismos, a menudo paródicos por el uso de clichés con la lucha por los derechos civiles de los negros son constantes, además de ciertos motivos sesenteros —la liberación personal por las drogas y el sexo, la comunión con la naturaleza…— recurrentes en la obra de Alan Ball.
Aunque el deseo nivela muchas diferencias raciales y afectivas. Es el caso de Tara (Rutina Wesley), quien arrastra un largo historial de agravios contra los vampiros pero no es capaz de resistirse al magnetismo de Franklin —el siempre excelente James Frain—, un vampiro con el que protagoniza alguna de las escenas más ardientes de la serie —también algunas de las más delirantes—. Una sheriff del distrito de Dallas, Isabel Beaumont, está enamorada de un humano. En este caso se plantea el drama de la conversión: los vampiros no envejecen y pueden vivir, en teoría, para siempre, por lo que el humano ha de ser transformado si quiere vivir junto a su pareja más allá de la duración de una vida normal. Otro caso similar es el de los empalagosos protagonistas, Bill (Stephen Moyer) y Sookie (Anna Paquin), aunque aquí las cosas son más complejas por los descubrimientos acerca de la naturaleza de Sookie —no quiero desvelar nada para el que aún no haya llegado ahí.
El cuero, las correas y la estética de dominación son habituales en la serie. Además de los ambientes de alto standing, en los que el lujo y la lujuria corren en parejo desenfreno. Los vampiros de True Blood son doblemente atractivos: a una sexualidad omnívora le suman unos escenarios de revista Gentleman que contrastan vivamente con el ambiente paleto que les rodea. Hacen gala de una sofisticación y un spleen de los que desde luego carecen otras razas de la noche: los hombres lobo son retratados como bestias filonazis y endogámicas, un compendio de lo peor de la mentalidad sureña. En un nivel muy superior se encuentra la aristocrática sociedad de los vampiros, regida por un rey y una reina —ambos homosexuales y haciendo vidas separadas— y juzgada nada menos que por un inquisidor de la España prerrenacentista.
Así, el sexo en True Blood es apasionado, glamuroso, brillante, enriquecido con todo tipo de sustancias —especialmente sangre—, lujoso, promiscuo y muy gratificante. En otras palabras, de revista erótica. La noche perpetua en que viven los vampiros es el mejor escenario para cumplir los sueños más turbios y perversos que se guardan dentro. Locales como el Fangtasia, sólo para vampiros son, a pesar de lo que sostienen los fundamentalistas religiosos (God hates fangs), el inconfesable objeto de deseo de muchos humanos. Una de las grandes rémoras de la serie es haberse centrado en el porno blando, el gore, las muertes sangrientas y los zombis —en medio de una gran orgía— en vez de desarrollar más pormenorizadamente la sociedad vampírica.
A pesar de haberse convertido en una mezcla de dramón adolescente y película erótico-gore, True Blood sigue guardando el suficiente atractivo para darle una oportunidad a la 4ª temporada, que empezó el 26 de junio. Personajes secundarios como Eric (Alexander Skarsgard) han adquirido tanta relevancia que la serie podría seguir sólo gracias a ellos —de hecho, eliminar a los protagonistas sería una bendición, al menos para mí—. Pero véanla y juzguen ustedes mismos. Al menos la 1ª temporada les dejará buen sabor de boca.
Hay que tener valor para calificar el sexo de True Blood como glamuroso. Si podrían echarla en canal 7 por las noches, hombre.
¿Canal 7 sigue existiendo?
Debería haber especificado «glamour de Todo a 100».
No tengo ni idea de si sigue existiendo. Supongo que dentro de unos años echarán True Blood en la TV entre las películas de Álvaro Vitali y las de Emmanuelle.
La verdad, no he visto ningun capitulo de esta serie. Y es que hay tanto para elegir que uno va a tiro fijo tipo Mad Men…
Saludos!
LA serie comentó… ¿bien? y terminó siendo algo extraño, bizarro… y … bueno, hace un par de meses estando muuuy aburrida pedí y todo que si alguien conocía a alguna serie que te vuele la cabeza tipo True blood… porque si, es tan absurda que cuando estas viendo alguna escena dices: que coño es esto?? O_o … la cuarta temporada se supera así misma… una serie que no creo muchos estén preparados para ver xD
Los protagonistas sobran todos xD bueno… sobra todo ya en general pero quiero ver como termina la serie, y si es de alguna manera, ¿digna?
Glamour en el sexo que está teniendo el pobre Jason esta temporada, tampoco lo encuentro. Pobre xD
Completamente de acuerdo. La última temporada es la peor de todas (y, con lo que fueron las dos anteriores, ya es decir). Sooki se supera a sí misma cada día haciendo de repipi, Eric está completamente desaprovechado… Un desastre.
Y tan glamuroso, jaja. El pobre está follando más ahí que en toda su vida.
En el cuarto libro, en el que en teoría se basa la cuarta temporada, Eric es el absoluto protagonista y Bill ni siquiera aparece (se va a Perú, creo recordar). Pero claro, en la serie hay que meterlo con calzador, que para algo los dos protas están casados…
Lo único que me tiene buena pinta de la quinta es que, al parecer, van a pasar bastante de la petarda de Sookie y va a haber un «bromance» entre ellos.
Uy, por lo que comentáis aquí creo que no habéis visto la cuarta temporada… en la que hacen lo que allá en las Américas denominan «jump the shark» (vamos, que se les va la olla totalmente). Brujas insufribles, hadas pesadas…
Y el primer capítulo de la quinta, estrenada la semana pasada, hace prever que será aún peor (no voy a comprobarlo).
Es una pena, porque el argumento es potente. Los libros en los que se basa son de una escritora que no tiene ni muchísimo menos una pluma excelsa, pero sí que es buena ideando situaciones y personajes, pero si al principio en la serie hicieron cambios respecto a los libros que la hacían, para mí, mucho mejor, ahora parece que solamente están cogiendo las cosas más ridículas y disparatadas.
Ay, si no fuese por ese vikingo que está tan potente y el hombre lobo que es aún mejor… la habría abandonado hace muuuuchos capítulos :P
Cuando escribí el artículo sólo había visto tres y había jurado no ver un capítulo más. Y heme aquí viendo religiosamente la 5ª temporada con algunos de los momentos más delirantes de la televisión. En fin, un despropósito total. Pero lo que nos reímos.
Mi palabra no vale mucho tampoco, porque mira lo escrito ayer y ahora mismo me dispongo a ver el segundo de la quinta, jaja. Todo sea por ver el síndrome-post-chándal-de-Walmart de Pam!
Y lo del reverendo… Pues en el 2º se empieza a contar la historia de Pam. Que la hagan prota ya.