Michel Houellebecq
Anagrama
La nueva novela de Michel Houellebecq es una conmovedora historia de superación personal y todo un canto a los valores familiares. La protagonista es una niña tan encantadora como traviesa que susurra al oído de los caballos y… no, que no cunda el pánico. Este francés retorcido sigue siendo el mismo. Si en sus anteriores obras venía a decir que la vida es una mierda, en esta concluye que la vida es una mierda y encima te mueres. Puede el lector continuar que no desvelaré ningún aspecto fundamental de la trama.
El protagonista es, como de costumbre, un hombre parisino con éxito profesional pero de vida solitaria. Jed Martín es un aclamado fotógrafo y pintor que no ha sentido otra vocación en su vida que la del arte. Ya de niño pintaba flores con sus lápices de colores. No por su belleza bucólica sino porque son, dice, grandes órganos sexuales; “vaginas abigarradas entregadas a la lubricidad de los insectos” que en poco tiempo se pudren y hieden.
De carácter muy reservado, desde que se licencia en Bellas Artes tiene presente que para ganarse el respeto en los círculos artísticos lo mejor que podía hacer era callar y asentir. Dado que la mayor parte del tiempo no sabía qué decir durante las exposiciones en galerías de arte, guardaba un silencio que era interpretado por sus contertulios como una muestra de madurez y sabiduría, en una variante parisina de Bienvenido Mr. Chance. A partir de ahí se suceden una serie de eventos que no revelaremos entre los que se encuentra la aparición del propio escritor en su novela. Hoellebecq hace un cameo describiéndose a si mismo como “una vieja tortuga enferma”, un alcohólico de carácter huraño e higiene descuidada que acaba perdiendo la cabeza.
Aunque quizá no a la altura de La posibilidad de una isla, El mapa y el territorio es una estupenda novela. Contiene esas divagaciones ensayísticas sobre política, sociología y ciencia tan características y un tono general de amargura serena, desengaño y melancolía aliñado con frecuentes observaciones maliciosas (“Alemania es una socialdemocracia de gremlins”)
Lo que está menos presente es el sexo. O, más bien, la frustración que producía su ausencia y que monopolizaba los pensamientos de los protagonistas de sus anteriores libros. Las preocupaciones del alter ego del autor parecen encaminarse ahora hacia los achaques del envejecimiento y la muerte. La fragilidad del cuerpo y las humillaciones a las que nos somete cuando empiezan a averiarse sus funciones fisiológicas con el paso de los años. Viendo el aspecto tan demacrado que gasta el pobre en la foto de la solapa, seguramente sepa bien de lo que habla.
En definitiva, una lectura ideal para aquellos que estén sufriendo depresión postvacacional. En contra de lo que pueda parecer, leer a Houellebecq es tonificante. En primer lugar por su extraordinaria brillantez y su humor negro. Pero también porque al presentar a unos personajes tan calamitosos, paradójicamente el lector acaba sintiéndose reconfortado. Peor lo llevan ellos, acaba uno pensando. Buena parte de la felicidad y la percepción de uno mismo dependen de con quién nos comparemos. De ahí que ver Entourage conlleve inevitablemente una sensación de fracaso, mientras que leer novelas como ésta levante la autoestima y anime a seguir luchando en esta vida que será una mierda, vale, pero lo que viene detrás es peor.
Oh, vaya, acabas de conseguir que me sienta menos sólo en el mundo con esa sensación de fracasado que no aprovecha la vida que me deja «Entourage», jaja, creía que era el único.
Me encantó muchísimo, tiene momentos brillantes, y disertaciones interesantes..hasta aprendí
voy a buscar el anterior del que hablas