Nando Cruz
Ediciones Lengua de Trapo
Y estallan los sentidos, en colores aún por inventar.
(Toxicosmos. Los Planetas)
Trece años después de la publicación de uno de los mejores discos de la última década del siglo XX sale a la venta un libro en el que se disecciona la concepción, desarrollo y grabación del mismo con exhaustividad y estilo exquisito. Una semana en el motor de un autobús aúna excepcional labor de documentación y crónica literaria y engrandece aún más la obra magna del grupo granadino.
En el año 1999, Rockdelux editó un libro sobre Los Planetas, La verdadera historia. Aquella obra, curiosa y entretenida, no pasaba de ser un reportaje extenso de interés únicamente para melómanos o fans. Una semana… es otra cosa. Se puede leer y disfrutar sin haber oído hablar en tu vida de Los Planetas. Lo aclaro porque es entendible que pueda causar rechazo un título en el que se relata el proceso creativo de un grupo que, en el mejor de los casos, es desconocido. Eso sí, si alguien conoce a Los Planetas es imposible que su opinión no sea extremista, despertando los más enconados odios o las más fervientes pasiones. Pero no estamos hablando de música ahora, se trata de un libro.
Pensemos por un momento en Anatomía de un instante, de Javier Cercas. ¿Quién no sabe algo sobre el 23-F? El rechazo al golpe, como el valor en el ejército, se supone, claro. Entonces, ¿por qué la lectura de este magnífico texto nos envuelve y sumerge en los sucesos que narra y nos los hace vivir —paradójicamente— como ficción inédita? Por la forma en que nos relata unos hechos ya de por sí interesantes. Así, quien apenas conozca la existencia de Los Planetas, Una semana… puede leerse como una novela en la se describe cómo la creatividad lucha contra adversidades reales o ficticias, manipulando amistades o modelando los principios morales hasta hacerlos acordes a las circunstancias con el único fin de conseguir publicar un disco, su mejor disco.
El punto de partida de la historia es a la vez un punto de inflexión en la carrera musical del grupo que, de poder haberse convertido en una formación radioformulable, pasó a grabar el mejor disco nacional de los años 90. En ocasiones, las trayectorias divergen por pequeños detalles: pura teoría del caos. En otoño del 97 el grupo estaba formado por J, cantante, compositor y guitarrista, Florent, guitarrista y compositor (ambos son, legalmente hablando, Los Planetas) y… ya está. Su anterior bajista y el batería, por una u otra razón, habían dejado su puesto. En estas circunstancias, fueron invitados a tocar en un encuentro de radios europeas en Copenhague, en el que cada cadena era representada por una formación musical. Florent había dejado claro desde el aeropuerto sus intenciones para ese viaje, porque se personó en el mostrador de facturación con una bolsa de plástico llena de pastillas como único equipaje. Completaron el grupo con Novi (técnico de sonido habitual de los conciertos y bajista en P.P.M.) y Eric (batería de Lagartija Nick que ya había tocado en el grupo ocasionalmente); no es de extrañar que el concierto fuera un desastre arrastrado por la ausencia mental del guitarrista que se había abandonado totalmente al consumo de drogas.
La espiral autodestructiva de Florent amenazaba con llevarse de la mano a Los Planetas: Los Planetas, sin Florent, no tenía futuro como grupo; J, sin Los Planetas, no veía futuro como artista; J, Florent y Los Planetas, tenían que seguir adelante fuese como fuese. Porque J se había empeñado en dedicarse únicamente a la música, sentía que en su interior se estaba fraguando un disco importante, conceptual, que podría definirlos como artistas. Se veía a sí mismo luchando contra todo: un grupo que se desmoronaba a su alrededor, amistades que no le ayudaban en su propósito, la discográfica que no veía claro el camino que estaban tomando y rechazaba una maqueta tras otra, trabajar para una multinacional cuando se consideraba independiente, los remordimientos por la situación de Florent (J había insistido en las ventajas de experimentar con drogas en el proceso creativo)… Este fue el caldo de cultivo en el que se iría desarrollando el disco repleto de metarreferencias que tienen la virtud de entenderse como dilemas universales y que Nando Cruz interpreta y nos descubre, casi a nivel psicoanalítico, en cada una de las letras de las canciones, que son a su vez una crónica de la lucha, dudas, sufrimiento, tozudez, y talento del grupo y que, finalmente, se vieron recompensados ante la acogida de crítica y público que tuvo el disco.
Pingback: Jot Down Cultural Magazine | 4X4: los mejores discos de los noventa
Pingback: Jot Down Cultural Magazine | La música alternativa española de los 90 a través de la publicidad y bandas sonoras