Sai Ying Pun (西營盤), que viene a significar Campamento Occidental, es una anomalía en el caos urbano de Hong Kong y la explicación de tal anomalía probablemente resida en su nombre. Es un barrio vertebrado por tres calles paralelas cartesianamente llamadas Western Street, Centre Street y Eastern Street. Parten de Des Voeux Road West, por la que pasan los tranvías que recorren longitudinalmente la ciudad, cruzan Queen’s Road, paralela a ésta, y trepan por la ladera hasta Bonham Road, que marca la frontera con Mid-Levels (el barrio residencial al que se puede subir por el escalator tan bien fotografiado por Wong Kai-War en la segunda parte de Chunking Express). A estas tres calles las cortan, en sentido paralelo al mar, además de las mencionadas Des Voeux Road y Queen’s Road, otras cuatro que no sorprendentemente se llaman First Street, Second Street, Third Street y High Street dando forma a lo más parecido a una cuadrícula que se puede encontrar en la ciudad. A mitad de Centre Street encontramos un mercado y, esparcidas por todo el barrio, en contraste con el occidentalizado aspecto de las tiendas y restaurantes de los vecinos Mid-Levels, un gran surtido de fábricas de fideos, artesanos del bambú, pastelerías chinas, bazares, suministro de ofrendas para quemar en honor de los difuntos y, en Des Voeux Road, un irrealmente oloroso conglomerado de establecimientos especializados en, básicamente, pescados y mariscos secos, con gran despliegue de cajas ocupando las aceras y trajín de carretillas y mercancías a todas horas.
Si cogemos el tranvía en la parada de Eastern Street en dirección a North Point, abandonaremos rápidamente esta dimensión de monstruos marinos; su extraño colofón es la tienda tailandesa de cocodrilos comestibles, protegida por dos ejemplares disecados en posición bípeda, última visión por la izquierda antes de que el tranvía circule paralelo al ominoso viaducto de Connaught Road hasta el Western Market, reliquia eduardiana milagrosamente salvada de la demolición y que es el único edificio centenario de la zona y uno de los pocos de la ciudad. Unos minutos más tarde el tranvía serpentea por entre los rascacielos, centros comerciales de lujo y pasarelas que los conectan entre sí de Central y Admiralty (aquí el esplendoroso anacronismo de su presencia compensa el aparente encogimiento de sus dimensiones), llega a un Wan Chai muy distinto del que conoció Suzie Wong, con más ferreterías y almacenes de suministros sanitarios que prostíbulos, pasa casi rozando los puestos de las exorcizadoras de malos espíritus que, instaladas bajo el paso elevado de Canal Road, se aplican a sus rituales (打小人) ignorando el infernal fragor del tránsito, cruza la vorágine niponófila de Causeway Bay, y finalmente sale de la vía principal para enfilar el bucle de la terminal en North Point Road, una calle con mercado al aire libre. Es aquí donde podremos disfrutar con la mayor intensidad de esa música que sólo la campana de un tranvía de madera que circula a paso de tortuga sonando insistentemente para abrirse paso entre una multitud que se aparta sin prisa puede interpretar. La salmodia de los vendedores que vocean sus mercancías en cantonés, esa lengua que dice un personaje de Lanchester en Fragrant Harbour que suena like people having an argument, a modo de acompañamiento vocal, es la mejor letra que se le puede poner a tan inusual melodía.