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Javier Giner: Lo bonito

ESTE SOY YO, A RATOS.

Presentarse no es tarea fácil ni agradable, para qué mentir. Mucho más para mí que soy experto en reaccionar de la siguiente manera: en el momento en el que se me pide que haga algo me bloqueo y acude ese viejo conocido que es el miedo a no ser capaz. Y sólo me vienen a la mente cosas que no tienen nada que ver con lo que necesito decir. Por ejemplo: me piden que escriba un texto de presentación y a mi mente sólo acuden imágenes mentales de todas las posibilidades que tengo para hacerme la comida de hoy y la ristra de alimentos que anidan en mi frigorífico con peligro de descomposición inmediata. Además, en estos días tecnológicos, frenéticos, aisladores, alopécicos e infoxicados en los que invertimos una cantidad de energía insultante en intentar borrar los trazos de las etiquetas que otros nos ponen, plantearse etiquetarse uno mismo resulta paradójico, cuando no directamente absurdo. Pero si queremos jugar, normalmente nos toca hacerlo: en tu perfil del Facebook, en la cuenta del Twitter, en el registro de la lavadora, en cualquier web de puteo, en los currículums vitae, incluso en la cola del supermercado. Es un coñazo esto de que cualquier cosa que hagas o digas se convierta en tu seña de identidad (otro nombre más) y se te cuelgue del cuello como un koala. Sobre todo para gente como yo que cambiamos sin ningún tipo de prejuicio de opinión varias veces al año. Así que no sé por qué dije en algún momento que escribiría esta carta de presentación. Otro motivo recurrente en mi vida: no saber. Otro más: recriminarme haber abierto la boca en un pasado cercano. Y aquí estoy: liado con este texto y obligado por contrato.  Siempre me pasa lo mismo.

Soy escritor, aunque a mí me gusta autodenominarme cuentista. Porque reniego de la realidad y vivo la mitad del tiempo en las nubes (un lujo, pero también una condena). Lo de ser escritor no es nada interesante, por cierto. Básicamente consiste en pasear en pijama por la casa encadenando cigarrillos e infusiones (algunos prefieren lingotazos, es cierto) pensando en cosas que a muy poca gente le interesan, chequeando tu Facebook 189 veces cada hora, deseando que te llame cualquiera (incluso tu peor enemigo) y te proponga irte al fin del mundo (cosa que normalmente harás intentando escapar de la agonía de la escritura) y tecleando cosas abruptas que en pocas horas probablemente borrarás al releer. Algo así elevado a la potencia. También puedes ducharte y vestirte como si fueses a trabajar y ponerte a escribir (si te tomas lo suficientemente en serio). Depende de cada uno. Nací en Barakaldo (dato importante pues espero que esto lo lea mi madre, que también es barakaldesa). El año no importa. Intento ser como las ideas: eternas. Estudié en Bilbao, Madrid y Nueva Orleans. Y después, mochila a la espalda, me trasladé a Los Angeles donde trabajé en los estudios MGM. Estudié escritura y dirección en la Escuela de Cine de Los Angeles y adelgacé un montón (fui niño obeso, así que te puedes imaginar lo contento que me puse). Durante ese tiempo escribí y dirigí dos cortometrajes con un denominador común (según aquellos que los vieron): el gusto por las historias salvajes (esta dicotomía me acompaña desde entonces: aquello que yo encuentro tremendamente tierno, incluso dulce, a otros les parecen verdaderas atrocidades). Al regresar a Madrid me integré en el equipo de El Deseo, la productora de Pedro Almodóvar, donde estuve cuatro años trabajando como responsable de relaciones internacionales y ayudante personal de Pedro. No hay suficiente espacio en esta web para describir todo lo que viví a su sombra. Un sueño. Debuté con la novela El dedo en el corazón (Atico Ediciones, 2006) y me sentí escritor por primera vez (algo que da subidón y terror al mismo tiempo). Después publiqué el relato Dos palabras en el libro El último baile (Odisea Editorial, 2007). También uno que confieso que me gusta releer que titulé  El vacío que dejaste en la Revista EÑE (La Fábrica, 2008). Formé parte de la primera hornada de artistas que publicaron en la revista LUBE, una gesta cultural comandada por David Guillén que me enorgulleció durante todo ese año y el siguiente. En la actualidad colaboro habitualmente en METAL Magazine, NEO2, El País – EP3, VICE magazine, V Magazine Spain, Rocket Magazine, FUXYZ Magazine, SINGULAR Magazine y en otros medios. También doy clases de cine (especialidad de dirección y guión) en La Casa del Cine de Barcelona (cuando puedo, eso sí). Y ejerzo de Editor Jefe de un proyecto que me tiene enamorado perdido llamado TO BE CONTINUED (www.tobe-continued.com) mientras intento sacar adelante la financiación de dos cortos (lo de la financiación en nuestro país es como hacer malabarismos en gravedad cero), escribir un largometraje y terminar mi próxima novela, de título Actus (lo único que ha permanecido sin cambio en estos últimos tres años, el título). No desisto: si algo he aprendido es que la cabezonería, la constancia y la persistencia en esto de la creación es tan o más importante que el talento. Hasta aquí mi currículum, que me aburre hasta a mí. No sé qué impresión te puede haber causado. La verdad es que no dejan de ser cosas que he hecho, sin más. Algunas de ellas han cambiado mi vida y, nunca falla, siempre suelen ser las más anónimas (recientemente he impartido un taller de cortometraje con chavales discapacitados que ha sido un antes y un después para mí en muchísimos sentidos). Me puedes ver a menudo en la sección de libros de la FNAC y en los cines IDEAL y/o Renoir Floridablanca, así como sentado en cualquier portal de Malasaña o el Raval fumándome un cigarro y bebiendo coca cola light o fanta naranja. Hace años dejé las drogas y el alcohol así que estoy de mucho mejor humor y reacciono la mar de bien si me reconoces y me pides un autógrafo, incluso si me pides el Messenger o el teléfono. A no ser que tengas pinta de psicópata en fuga probablemente te lo daré. Si tienes pinta de peligro público además de dártelos, intentaré invitarte a un café para que me cuentes tus problemas. La ausencia de sustancias me ha reconvertido en un pijopunkirustichic con un punto de jipismo descarado tranquilo y sonriente. Ahora, por fin, recuerdo todo lo que hago y digo, que es logro en sí mismo.

¿Para qué te cuento todo esto? Y yo qué sé. ¿Y qué hago aquí metido? Buena pregunta. Estoy aquí para hablarte de quién soy y de lo que me gusta. ¿Por qué? Pregúntaselo a la jefa. Yo sólo cumplo órdenes. A mí me dijeron que contase quién soy y eso intento hacer. Un poco de empatía, anda.

Detesto la depilación, la mentira, el distanciamiento emocional, la arrogancia, los michelines (los míos, principalmente), la intolerancia, la hipocresía, la derecha política, las anchoas, las aceitunas y el foie. Pero no estoy aquí para hablar de lo que no me gusta. Eso que lo hagan otros. Yo no quiero contribuir a destrozar el trabajo de nadie. Por muy patético que éste resulte, el hecho de que exista y de que alguien haya tenido el arrojo y la valentía de parirlo merece todo mi respeto. Que quede claro: a mí lo que me tira es contar lo que me gusta; emocionarme y compartir aquello que me pone la carne de gallina y me humedece los ojos. Mark Oliver Everett (cantante de Eels metido a escritor) decía en su Cosas que los nietos deberían saber que «lo bonito duele». No puedo estar más de acuerdo. Lo estoy tanto que hay un post-it frente a mí con esa frase escrita, desafiante ante mis ojos. Para que no se me olvide nunca y poder entender así el tipo de dolor que persigo en mi vida. Lo bonito. Eso es lo que soy: un defensor a ultranza de lo bonito (palabra que ahora mismo recupero y reivindico como necesaria en el vocabulario de todos). Se acabaron los maravillosos, los guais, los mola mucho, los de puta madre y demás. Me acabo de dar cuenta de que éste es un artículo reclamando LO BONITO. Por fin tengo un propósito (estaba aterrado pensando que esta diarrea literaria no llegaba a ningún puerto y yo quedaba como un floripondio sin sentido). Pero no. Estoy aquí para contarte, en cada número, en una columna-confidencia-confesionario-terapia lo que ha ido emocionándome en el último mes (en relación a libros y/o películas). “¿Y a mí que me importa lo que te haya emocionado a ti?”, dirás. Y yo te contestaré: “pues también es verdad”. Pero eso no me impide seguir y contarte lo que me gusta.

Algunos datos sobre mí que es importante que sepas antes de seguir leyendo: desde hace dos años me pinto las uñas de negro (las de las manos) y no es por estética (que me gusta), sino porque ha sido la única manera que he encontrado de dejar de mordérmelas. Muchas cosas que terminan convirtiéndose en señas de identidad importantes en mi vida ocurren así, sin realmente pretenderlo. Pero me gusta esa confusión (que los demás sigan pensando que me ha dado por hacerme gótico a los 30). La confusión es sana. Como la incertidumbre. Mi momento favorito del día es cuando me tumbo en la cama, de noche, y leo en silencio (solo o acompañado, eso me da igual). Siempre, en cualquier lugar, situación o momento leo antes de dormir. Es un hábito que conservo desde que era un mocoso. Y si me lo chafan, suelo morder. He hecho verdaderas locuras por amor y no me arrepiento de ninguna. De las que me arrepiento (realmente no, pero es la única manera de que fluya el texto) es de las locuras que he hecho por ninguna razón en concreto que, con la perspectiva de los años y el tiempo, me han traído experiencias y supongo que un camino que se parece a esa palabra que tanto detesto: madurez. He sido (aún continúo activo en este departamento) un experto cum laude en meter la pata en multitud de ocasiones y situaciones. Vivo en Barcelona pero guardo un sitio en Madrid donde tengo parte de mi corazón. Aunque soy cero fan de las fronteras y de la geografía porque sigo pensando que los lugares los hacen las personas. Y a ver quién es el listo que pone a las personas en un mapa con toda su complejidad tridimensional. Lo de las fronteras me parece un concepto de mercadillo vintage sin ningún tipo de atractivo. Ni para revista de tendencias. Yo no me pondría una frontera ni para ir a un festival de música inglés. Si tuviese que elegir dos secuencias que me han emocionado cada una de las mil quinientas veces que las he visto escogería la conversación final entre Harry Dean Stanton y Nastassja Kinski en París, Texas y a Michael Caine corriendo por el Soho de NY y regalándole un libro de EE Cummings a Barbara Hershey en Hannah y sus hermanas. Ha habido y habrá muchas otras. Tiene que haberlas. Estoy seguro de ello. Si no, mi vida no tendría sentido alguno.

Aquí va, en metralleta. Las cosas que me gustan. Al loro.

Jeanette Winterson, Sam Sheppard, Raymond Carver, Jarvis Cocker, Olvido Gara, JD Salinger, David Bowie, Roberto Bolaño, Woody Allen, Pedro Almodóvar, Martirio y Paquita la del Barrio. Augusten Burroughs, Martin Amis, Laura Fernández, Santiago Roncagliolo, Nick Flynn, Charles Baxter, Patrick Modiano, John Cheever, Vila-Matas, Carmen Laforet, Bernard Schlink, Jeffrey Eugenides, Michael Cunningham, Joe Orton, Sarah Kane, Murakami, John Wray, Jim Thompson, Cole Porter, Cormac McCarthy, Antonio Orejudo, James Ellroy, Alice Munro, Belén Gopegui, Yann Martel, Richard Price, Fernando Vallejo, Philip Roth, Antonio Muñoz Molina, Truman Capote, Michael Chabon y Juan José Millás. Barcelona. Cortarme las uñas de los pies. Los Ángeles. San Francisco. Formentera. Repasar antiguas fotos en mudanzas. El sentimentalismo y la electrónica oscura. Los talleres mecánicos que abren 24 horas. El folk de guitarra. Las tortitas con sirope. Todo lo noir. Las pin ups. La poesía de Leopoldo María Panero. Lucien Freud. Dave Eggers. Christina F. Las ciudades y los bosques. Las playas escondidas. Miranda July, Tracey Emin, A.M. Homes, Nan Goldin, Paul Thomas Anderson, The National, las cantautoras bollo, Elvira Lindo, las Nancys Rubias, Eels, Ana D, Vicente Minelli, Luis Buñuel, Luchino Visconti, Johnny Cash, Sondre Lerche, Jon Brion, Fiona Apple, Melville, Julio Medem, Chet Baker, Federico Fellini (por supuesto), Robert Altman, Lars Von Trier, David Lynch, Cassavettes y Canino. También me apasiona Un profeta de Audiard. Francis Bacon. Carlos Díez. Ella Fitzgerald. Astrud. Sophie Calle. Las actrices que se arrepienten públicamente de haberse pasado con el bótox. El cine, SIEMPRE, de cualquier tipo y en cualquier lugar. El color rojo. Las exposiciones que no entiendo. El exceso de maquillaje sobre cualquier superficie. Las ingles. La danza contemporánea. Los atardeceres. El pelo púbico. La mahonesa. Los niños que hablan y observan con curiosidad y condescendencia (ellos sí que saben). Las oreos de chocolate blanco. Tolerar el malestar. El té rojo de cereza. Amaya Arzuaga. Todo lo incomprensible. Las preguntas sin respuesta. Los perros y los caballos. Javier Cámara y Jorge Calvo. Bernard Wilhem y Tom Ford. Edward Hopper y Carlos Berlanga. Victoria Abril y Rubén Ochandiano. Lola Dueñas y Carmen Machi. Los albornoces. La tortilla de patata. Los sofás con mantas calentitas. La coca cola light. Decir “¡¿Cómo?!”. Mario Vaquerizo. Los fanzines. Los hombres. Los hombres que no se depilan. Los cerebros rotos. Las luces de Navidad. Intentar mantener viva mi planta de aloe vera. Decir “te quiero” temblando de miedo. Mi terapeuta. El ukelele y el violín. Los camellos filósofos. Fracasar mejor. La micropoesía de Ajo. Pucci. Las emociones a flor de piel. Las cosas que no pueden explicarse, como los momentos intensísimos en los que una emoción líquida te invade la garganta y el pecho nublándote la mirada. La lluvia. El calor. Agradecer. Las terrazas con gente que sonríe o que llora en silencio mirándose a los ojos o apartando la mirada. Fumar dos cigarrillos seguidos. Las camisetas de tirantes. La gente que no sabe hablar y sólo se comunica cantando. Las vecinas que hablan de balcón a balcón. No adelantar acontecimientos. El movimiento 15-M. Los petazetas. Escaparme de fin de semana con amigos. El sexo con deseo. El sexo con amor. El sexo en todas sus vertientes. El amor en todas sus vertientes. La falta de prejuicios. Los graffitis. La defensa de la diferencia. El jazmín. Todo lo que sea de plástico y parezca barato (si es dorado me gusta muchísimo más). Los colores primarios, vibrantes. Lo excesivo (en las películas y también en las tetas). Las velas. Los adultos que saben que aún son niños (ellos sí que saben, también). Las duchas de agua caliente. Escuchar a Layla y a Cristina y a Gonzalo (a los dos) y a Rafa y a Xavi y a L-nita y a Ainhoa y a Deborah y a Miguel (a los tres) y a Cenzo y a Dani. El travestismo y la confusión de géneros. Sufjan Stevens, Scott Mathew, Leonard Cohen, Tom Waits, Lou Reed y Placebo. Sudar. Dar toques en Facebook a gente que no conozco. Las fotos de Jesús Ugalde, Markus Rico, Cesar Segarra, Robert Doisneau, Francesca Woodman y Diane Arbus. Decir cosas incoherentes para el mundo que tienen mucho sentido para mí. Las enfermedades mentales. Los locos y los incomprendidos. Los textos de Paco Tomás. Subrayar los libros (los pasajes que me gustan) y escribir en las páginas blancas de delante y de detrás. Amontonar notas en todo tipo de cajones. Las mujeres que se ponen calzoncillos para estar por casa. Las mujeres que salen a la calle en combinación, botas camperas y el pelo suelto. Intentar hablar idiomas que no sé (el de los sordos incluido). Hablar toda la noche (a oscuras o con luz). Ficcionar mi realidad. La gente mayor (si tienen muchas arrugas, mucho más). Los personajes de José Martret, Chéjov, Daniel Sánchez Arévalo y Noah Baumbach. Los peluches con agujeros. La ropa con agujeros. Los agujeros. Aquella chica de La Mode, Pesadilla en el parque de atracciones de Los Planetas y El faro de Joe Crepúsculo. Las millonarias mejicanas. Las millonarias cocainómanas que no hacen nada con su vida, sean de donde sean. Quedarme sentado. La Terremoto. Comunicarme con los ojos. Un café al sol. Mi diario. Fregar. No llevar ropa interior en verano. Cerrar los ojos y sentir la brisa en la cara. Sonreír a un extraño. Tirarme un pedo, y dos y tres. Las lágrimas sin dueño. Las modelos inteligentes y los políticos honrados. Doler por otros. Los silencios compartidos. Los humildes. Aceptar un consejo. Escuchar con atención. Sonreír de nuevo. La gente que responde con preguntas. Los que son valientes y los que se cagan de miedo pero siguen adelante, más valientes que los primeros. Un abrazo por sorpresa (también puede ser un beso). Los ideales imposibles. Las causas perdidas. Una mano que te tapa la boca con cariño. Aceptar en quién me he convertido. Apoyarse. Tratarme con cariño. Respirar. Pasear en moto por la ciudad vacía de noche sin dirección concreta. Un email (a veces). Compartirlo todo (hasta lo prohibido). Mostrar las heridas. Dejar ir. Cooperar. Besar los párpados. Las sonrisas furtivas y las carcajadas insolentes. Responsabilizarme. Dejar de pretender. Derruir personajes (en la realidad, porque en la ficción me gusta justamente lo contrario: construirlos). Seguir hablando. Los dedos en la boca. Los caretos en las fotos. Eyacular dentro de la persona que amo. Apretar la mano con fuerza metiendo todos los dedos dentro del lazo. Que se apoyen en mí. Una canción recuperada. Aprender lo que significa respeto (por los demás y por mí mismo). Una llamada de teléfono. Sentirme querido. Querer.

Estar aquí, desnudándome y escribiéndote. Sí, claro que me gusta. Muchísimo. Más que eso: me vuelve absolutamente loco.


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24 Comentarios

  1. Yo tengo un pájaro carpintero en mi jardín, te gustaría también.

  2. Maravilloso artículo, me he sentido reflejada y emocionada. Felicidades!

  3. Sacrebleu

    Es maravilloso todo. A mí también me gustan esas cosas y también los delfines, los berberechos al natural, los agujeros de los delfines, montar en globo, eyacular en el agujero de los delfines, las rotondas, las farolas, el olor a pies, morir los lunes, las amapolas y las armas semiautomáticas.

  4. Estomagante y soporífero desde la primera letra. Joder, pocas veces he leído algo que indujera a la narcolepsia de manera tan intensa, prácticamente he sufrido una parálisis facial sin pasar de la primera parrafada.

    Deberían habernos advertido a los sufridos lectores del grado de cansinismo galopante de este maromo, o al menos aplicar un filtro más estricto a las cosas que publican. Por menos de ésto se quedó el Marichalar medio tontico.

  5. Supongo que el comentario de aquí arriba es de unos de esos expertos en destrozar cualquier cosa en la que se fijan sus ojos. Yo sólo puedo decir que me lo he leido entero, no sólo sin aburrirme sino que me ha entusiasmado y que ojalá pueda seguir leyendo este tipo de cosas en la revista. Suena a verdad y a valentía «desnudarse» de esta manera (muchísima más valentía que la de gente que se esconde tras nicks para tocar las narices). ¡Mis más sinceras felicidades al escritor!

  6. Sin extrapolar, Bonito, no asumamos que el resto de cosas en las que fijarán mis ojos van a ser un ejercicio masturbatorio tan lamentable como este «artículo». Donde tú ves valentía, yo veo autocomplacencia onanista y siento como me invade una falta de interés absoluta. En serio, todavía no me he llegado a enterar de quién es ese tio ni que maravillas habrá legado a la humanidad. Pero sí me ha quedado claro que tiene fans. Imagino que si el autor hubiese terminado listando sus cinco sabores de yogur hacendado favoritos, ante tamaña muestra de desnudez, tu catarsis seminal habría alcanzado magnitudes cósmicas.

  7. «[…] estaba aterrado pensando que esta diarrea literaria no llegaba a ningún puerto y yo quedaba como un floripondio sin sentido […]».

    Temores absolutamente infundados.

  8. Soporazo, si tanto desdén y aburrimiento te produce, mi humilde consejo es que simplemente le des a un click en tu navegador y pases a otra cosa: estar pendiente de echar bilis por la boca por algo que te ha producido reacciones tan encontradas no es más que perder tu preciado tiempo cuando podrías estar invirtiéndolo en cosas mucho más constructivas. Yo no sé si son fans eso que tú dices. Antes de leer este texto no conocía a Javier Giner, después de leerlo, yo son 1 de las casi 200 personas que cliquearon sobre el «me gusta». ¿Por qué? Porque sinceramente me gustó, y mucho. Y me sigue pareciendo valiente. Y no sólo no masturbatorio, sino original y atrevido. Y bastante humilde, teniendo en cuenta su cv y las cosas que podría haber dicho de él. Pero como todo, son opiniones. En este caso, no de un fan (como tú dices). Sino de un lector que leyó este artículo (sin comillas) y que se sintió muy identificado y sacudido por cosas que leyó en él. Quizá sea idiota, quizá no tenga el criterio cultural ni la capacidad crítica que tú tienes. Yo sólo se lo que me gusta. Y esto que he leido de Javier Giner me ha gustado y mucho.

  9. Gracias por el humilde consejo, aunque caiga en saco roto, ya que mi tiempo, cuando me apetece, lo dilapido como quiero. Digamos que, de la bolsa de horas que podría haber dedicado a entrar en comunión y comprender mejor el alma sensible del cansino del artículo, estoy dedicando una pequeña parte a postear mi parecer. Una crítica, aunque sea hiriente, suele ser mucho más útil que un elogio incondicional lleno de babas.
    ¿A 200 personas le gusta este tio? Gran argumento. A mucha gente le gustaba Stalin, también él era «original y atrevido» en según qué cosas,y fíjate que bien alicatado estaba el suelo de los gulags (menciono a Stalin en vez de a Hitler para evitar elegantemente la ley de Godwin).

    Por cierto, seguro que opina que está riquísimo el de macedonia.

  10. Wow. Dejo de intentar exponer mi parecer. Con el comentario de Stalin y Hitler han quedado bastante claros tus derroteros y pareceres. Y lo rocambolesco de tu lógica interna. Además de absurda, si me lo permites. Suerte, soporazo. Espero que consigas solventar lo que te lleva a mostrar tanta rabia y derrochar tanta bilis ante unas simples letras (que eres libre de leer) escritas con lo que a mi parecer es pasión y optimismo. Amargao.

  11. Que vaya bonito, ídem.
    No lo olvides, sección de lácteos. Macedonia. Yum!

  12. ¿No se puede dar a «me gusta» en los mensajes de Soporazo?

  13. A mí me gustaría entender, desde la más pura inocencia, qué le hace calificar a Bonito este artículo como valiente. La valentía no es desnudarse, eso es exhibicionismo, exhibicionismo barato de Interviú, como el que puede hacer cualquier persona y como hacen cientas de personas a diario en los programas del corazón en la televisión, sí, ésa televisión que llamamos «basura». La valentía implica un acto moral y aquí hay la misma reflexión o conflicto moral que el de la vida cotidiana de un caracol. Un caracol artista, no vayamos a ofender, que el chico ha hecho sus cosas y ahí están, no se puede decir que no nos las haya contado todas, bibliografía tenemos toda la que queramos para comprobarlo.

    La primera mitad se resume en «pues mira que estoy dándole a la tecla para llenar palabras y a ver si me viene la inspiración, de paso te casco mi curriculum de Infojobs en formato Amelie». Igual que aguantar a un borracho desconocido en la barra de un bar que te cuenta su puta vida y no te importa. La segunda parte es una lista de la compra que podemos hacer todos. Me repaso mis estanterías leyendo discos y libros y es lo mismo, una enumeración plana en la que puedes intercambiar cada elemento por cualquier otro, no importa, es totalmente irrelevante porque el escritor ha conseguido que llegado ese punto se la suden, literalmente (je), al lector sus gustos y lo que es peor, cualquier cosa que esté escriba del primera segundo parrafo en adelante y eso siendo magnánimos.

    Ahora solamente falta el listo que venga a decir: «Sí, sí, pero habláis de él y causa polémica, ¡eso es hhhaaaaarte!». Entonces ya sí que hago el esfuerzo de buscar una pistola en el mercado negro para pegarme un tiro a ver si estoy soñando o esto es una broma o qué.

    Joder, yo me había contenido, pero es que ante semejante muestra de groupismo gotico-emo-teenager es imposible callarse y a la mierda el esfuerzo de autocensurarse.

  14. Interviú fan

    En mi opinión este texto dista BASTANTE por no decir MUCHO del exhibicionismo de Interviú y de la telebasura. Pero vamos, allá cada cual con su opinión. Creo que el groupismo gótico-emo-teenager al que te refieres es simplemente gente que expresa una opinión opuesta a la tuya. Mientras a ti no te ha gustado, a mí sí (y eso que hasta ahora no había dicho nada). Eso ni me hace gótica ni emo ni chorradas semejantes. Me hace una persona distinta a ti. Con gustos y sensibilidades distintas. A mi, por ejemplo, «El señor de los anillos» de donde sale tu «ilustrado» nick me parece un sopor. Eso para decir que que exista gente a la que le guste o le emocione algo que a ti no, es simplemente la realidad. No hace falta entrar a descalificar a la peña por pensar distinto que tú, ni a la gente que escribe algo con nombre y apellido para que cagaos como vosotros se dediquen a desmenuzarlo con supuesto «espíritu crítico». Que sois todos más listos que listos. Y aquí hasta ahora, el único que ha dado la cara con nombre y apellido y mostrando parte de él de un tirón es el que escribe el texto (que, por cierto, espero que no esté perdiendo el tiempo leyendo la ristra de estupideces que escribís los «anónimos valientes»).

  15. Yo me llamo Rafael Ferlosio García, natural de Socuéllamos (podeis buscarme, estoy en facebook). 44 añazos ya. Me gusta comer pajaritos fritos – aunque está prohibido – y me conocen en demasiados clubs de carretera de la A-4 pero, ¿acaso no sangro cuando me hieren? ¿Acaso no lloro cuándo estoy triste? ¿Eres tú mejor que yo? ¿Tiene Javier Giner, Semidios del Cansinismo, el título de anestesista? ¿Acaso se pinta las uñas de negro para disimular la mugre que obtiene tras hurgarse el o-g-t?

    Y lo que es más importante tras mi streap-tease de baratillo ¿Soy valiente ya?

  16. Gándalf

    ¿Opinión distinta a la mía? Opinión distinta a la mía sobre qué, si aquí lo único que se ha dicho a favor ha sido «me parece bonito», eso no es una opinión, eso es como decir que la tortilla de patatas está rica, no es discutible, es un hecho: a ti te parece bonito. El problema es que ante las críticas al artículo no has respondido con argumentos, así que igual que ti te parece bonito yo te digo que si no me das razones para decirlo, eres un emo o un paracaidista con parkinson. Podemos seguir afirmando infinidad de cosas sobre lo que sea mientras no discutamos con argumentos en la crítica. Interviú, Bonito o como te quieras (queráis) llamaros, aquí sigo esperando yo y me parece que alguno más a que se expliquen las razones de «la valentía» y «la riqueza» de este artículo de presentación. Venga, empezad de una vez a dar razones, que los demás hemos dado los nuestros y con salero.

    ¿A mí qué me importa si te gusta El Señor de los Anillos o no? ¡Me da igual, no estamos hablando de eso! ¿Qué tiene que ver mi nombre con esto? ¿Es que ya estás en modo gatopanzaarriba activado?

    El que publica debe asumir que puede llegar cualquier gilipollas y decir que lo que ha escrito es desde bonito hasta una soberana mierda sin dar argumento de peso alguno (ametralladora de facepalms y suspiros) o dar una opinión neutra pero con argumentos puntuales o cualquier combinanción de esto. Unas combinaciones son más enriquecedoras que otras. Al artista no hay que protegerle, igual que no se protege al contable que hace mal su trabajo o al arquitecto que hace mal un puente y se cae porque lo tenía que haber hecho un ingeniero de caminos (lógico). Una vez expuesta su obra porque está ahí por decisión totalmente libre, que asuma su responsabilidad y se la zampe.

    En este lugar la gente ha empezado a escribir sobre cosas que le interesan, dudo que un redactor en esta revista hasta ahora haya escrito algo sobre algo que no le interesa pero ha hecho el esfuerzo de desarrollarlo, sea para criticarlo o alabarlo, ha aportado su opinión y ha dado valor con ello. Esta presentación, en lugar de aportar algo, cualquier cosa, es una enumeración y masturbación exhibicionista, punto. Puede gustar o no gustar pero independientemente de eso, que no tiene mucho que ver, es un artículo que es un 0 a la izquierda en una revista con esta orientación, es un artículo de blog personal. El problema es que como tiene el tono de «pues vamos a ver si escribo algo» y la extensión (reresic) pues acaba llevándose un par de tortas, cosa natural y normal. A ver si espabila, que será mejor para él y para los lectores.

    Por cierto, búscame en Google, tal cual, no te olvides de la tilde y verás cómo en eso del anonimato tampoco has ido por las baldosas amarillas.

  17. Gándalf

    ¡La culpa es del editor, por publicar estas cosas! ¡Tijera con criterio! ¡Tijeeraaaaaaa!

  18. Vuestras críticas me parecen hirientes y punzantes, salidas de un odio que no entiendo. Independientemente de lo que me parezca a mí el artículo, considero que las críticas deben ser razonadas, constructivas y educadas. Y eso, por mucho que releeo, no lo veo aquí.

  19. Estoy de acuerdo con que las críticas son un poco ofensivas, pero ¿odio? Por dios, ¿cómo van a odiar a alguien a quien no conocen? Para odiar a este hombre, primero tendrían que hacer el esfuerzo de conocerle convenientemente, descubrir si tiene algún defecto grave y, entonces, atacarle. Y quizá, quien sabe, en vez de alguien a quien odiar, descubran que en realidad se trata de un alma gemela, de una personalidad chispeante con la que disfrutar leyendo sus escritos.
    Como me gusta predicar con el ejemplo, voy a proceder a leerme el artículo de Javier Giner. A ver… hmm.. «días alopécicos»? «uñas pintadas de negro..» Es «cero fan» de las fronteras?? En serio ha escrito «cero fan»…???? Dios santo… queda mucho? «Se le puede ver en Malasaña tomando una coca cola o una fanta» y le gusta «dar toques en facebook a gente» que no conoce!!! PERO HIJOPUTA, QUE SOPOR ME ESTÁ DANDO! SÍ, SOY YO, SOPORAZO, ME CANSAS!!! Te odio con toda mi alma Javier Gineeeeeeer!!!!!

  20. Me han interesado mas las «criticas» al articulo, que el propio articulo.
    Mi enhorabuena a los lectores por tener ese carácter.

  21. Samanta con dos tes

    Si algo queda claro es q este chico despierta amor o odio, y no indiferencia como algún comentario que he leído.
    A mi lo único que no me gusta es que le gusten «Los hombres» porque este chico este chico tiene UN POLVAZO!!

  22. El anterior mensaje me ha parecido bastante ofensivo y falto de gusto, por favor, amable/s moderador/es de comentarios, ¿podéis eliminarlo? Gracias.

  23. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Javier Giner: CUANDO ME SIENTO RECHAZADO me da por leer COSAS QUE LOS NIETOS DEBERÍAN SABER de Mark Oliver Everett

  24. Onfaloscopia

    Lo que realmente me ha alucinado es que a alguien puedan gustarle tantas cosas, aunque la lista sea, como supongo, ficticia. También podría titularse «cosas que desearía que me gustaran», o «cosas que me hacen poseer una personalidad enermomente literaria».

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