Recuerdo nítidamente la cara de escepticismo y alarma que puso una vieja amiga cuando le hablé por primera vez de las muchas bondades de Diosa, un libro de culto escrito por el cubano Juan Abreu en el que una mujer describe en primera persona los placeres y la mística de la sumisión erótica. La elocuente mirada de mi interlocutora me llamaba sin palabras «machista», «pervertido» y quién sabe qué más… Sin embargo, también me pareció ver brillar en sus ojos una chispa de curiosidad morbosa y supe que si le dejaba leer el libro entendería que sus sospechas eran infundadas, que Diosa no tiene nada de machista y que los placeres que proporciona el sometimiento erótico se cuentan entre los más intensos que el juego del sexo nos permite. Así que se lo dejé… Y funcionó, por supuesto.
La narradora de Diosa es una atractiva mujer barcelonesa de cuarenta años, felizmente casada y sin pelos en la lengua… Aunque sí entre las piernas: “Me llamo Laura Valero y tengo el coño peludo: digo esto con total candidez” es la frase que abre la novela y que marca el tono natural y directo que empleará Laura para describir la espiral de placeres que comparte con Rodrigo, su marido. Recién iniciado en el mundo del sadomasoquismo, Rodrigo comprende que necesita asesoramiento de alguien con más experiencia… Y tras una breve búsqueda, Laura encuentra a la persona ideal: el maestro Yuko, anciano japonés afincado en Barcelona y experto en «kinbaku» (el arte nipón de la atadura erótica), que acepta tomar las riendas de la educación de Laura.
Lo que sigue es un intenso intercambio de correos electrónicos entre Laura y Yuko, en los que se alternan conversaciones sobre el poeta Matsuo Basho o los grabados eróticos de ukiyo-e con encomiendas psicosexuales cada vez más severas. A destacar la sesión de gastronomía insectívora con la que Laura cata el voluptuoso placer de devorar algo que a priori le inspiraba repulsión, cortesía de la desgraciadamente extinta parada del mercado de la Boquería “Els fruits del bosc de Patràs” (¡cómo echaré de menos comprar ahí piruletas de escorpión y hormigas confitadas, por cierto!)
Resultan también apasionantes para el connoisseur del BDSM las frases lapidarias con que Yuko salpimienta su correspondencia y que conectan enseguida con la mezcla de suave candor y deslenguada sencillez de Laura:
«Eres un ave inmaculada, una sacerdotisa que busca la pureza en las cloacas de su naturaleza (…) Si no eres capaz de ser una cerda, una perra, una puta, si no eres capaz de ser extremadamente sucia, jamás podrás alcanzar la pureza.»
Es inevitable que tal intercambio de correos termine en un encuentro del que nada comentaré aquí, pero que pone un broche de oro (o más bien de carne, sudor, cáñamo y cera ardiente) a la novela.
Se ha acusado a Diosa de estar demasiado idealizada: protagonistas emocionalmente estables, maridos que no sólo aceptan sino que promueven la introducción de una tercera persona en la pareja, orgías high-class en viejos áticos del Eixample… Pero es que Laura, su marido Rodrigo y el maestro Yuko no son personajes en el sentido habitual del término, sino más bien arquetipos, tótems químicamente puros del imaginario BDSM, cartas de un tarot sadomasoquista (el Maestro, la Sumisa, el Amo) que con sus polvos, ataduras, humillaciones eróticas y suspensiones con cuerdas muestran qué tienen de espiritual, sexual y excitante los juegos de intercambio de poder.
Magnifico post! Se entiende muy bien, pero las situaciones se sugieren aún mejor…. Mucho me temo que ya sé cual va a ser mi próxima adquisición!
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Un libro para leer con una sola mano, por lo que cuentas. Muy sugerente reseña, queda apuntado para mi próximo viaje a la librería. Sugiero un complemento: «La prisionera», de Clouzot:
http://espitolas.blogspot.com/2011/03/voyeurs-clouzot-y-brisseau.html
Un saludo!
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Quedé fascinado con esta lectura, ¿alguna otra recomendación similar?