La página par Opinión

Manuel Jabois: 1990

El paréntesis que persigue a la poeta Luna Miguel allá donde vaya lleva el año de su nacimiento, 1990. Ese número también lo suelta ella como se sueltan a los perros en el jardín, a modo de tarjeta de visita. Nacer en 1990 fue una moda que acabó rápido pero ahora, veinte años después, lo que se lleva es haber nacido entonces. Yo me imagino a Luna dando su 1990 como yo daba mi 1978 hace diez años, con la insolencia fluorescente de quien sabe que a los veinte todo es expectativa. Probablemente dentro de cuarenta años Luna no escribirá 1990 o le añadirá algo al paréntesis, como la ciudad de nacimiento o la profesión, e incluso, de entrar en barrena, irá difuminando la fecha como esos payasos que se desmaquillan la sonrisa ante el espejo para encontrarse de repente con el rostro de su padre. De momento lo escribe y se lo escriben a ella con desparpajo para que la fecha haga la mitad del trabajo y su nombre la otra mitad, pues una poeta Luna no es una poeta Adela, ni ganas.

Yo me fui enganchando a Luna Miguel cuando empezó en Público y aquello se le llenó de perturbados. Aparecí un día a poner orden y alguien, cándido, dijo que no podía ser yo el que firmase un comentario tan grosero y que Público debería verificar mi nombre para que no se me suplantase “con evidente perjuicio al periodista”. En fin. Entonces Luna ya había nacido en 1990, un año del que recuerdo a Rubén Sosa mandando penaltis de un continente a otro. Al contrario que la horda pajillera de la carne que rebota y las mujeres a medio hacer, mi interés por Luna es puramente sintáctico y prefiero saber dónde pone el adjetivo a dónde pone los pechitos. No leo sus artículos sino su poesía, pues la escribe como si nunca hubiera leído. La principal virtud del escritor es que no se le note lo culto, si tiene el defecto de serlo. Lo bonito del escritor es que no se sepa que ha leído, y que parezca que las palabras le salen a una del coño como le salen los orgasmos; una cosa natural y fluida, como aprendida entre monos. Hay que desconocer la realidad y desconocerse a sí mismo para escribir virgen, y cuando por lo que sea uno se entera de algo la prosa se resiente, alterada. Luna tiene un novio del que está enamorada y a ese novio tan culto, como no se separe de ella, dentro de diez años lo tenemos convertido en María Kodama.

1990 es el año que escribe Luna entre paréntesis con la misma intensidad con la que se pinta los labios, como si la fiesta fuera eterna. Es un año casi adolescente que se contempla con envidia, como en su momento se miró con envidia a la generación del 27. Después, con el tiempo, el año amarillea y llega un día en el que alguien le coloca al lado un guión cojo (1990—  ). En ese guión hay una biografía que poco importa a efectos estadísticos. En ese guión hay una invitación nada discreta a morirse, una suerte de malestar biográfico por no poder cerrar la página de la wikipedia y ponerse a otra cosa. Detrás del guión viene el año de la muerte de uno, suponiendo que uno llegue a morirse, y ese año es inamovible porque los egos desplazan la fecha de nacimiento a gusto, pero uno no puede ir por ahí diciendo que se murió tal día cuando todo el mundo sabe, porque ni siquiera se le ve, que murió antes. El guión es una especie de purgatorio, la sala de espera que van llenando las amantes y los lectores, el duermevela en el que hacen guardia los columnistas para que se les ponga el Mariano de Cavia a cuenta del cadáver. Luna vive y escribe versos con la alegría de saber que quien le ponga el guión no ha nacido ni se le espera, y otros sin embargo ya se pasean por Maternidad husmeando incubadoras, más pendientes del obituario que de la próstata.

 

 

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6 Comments

  1. tanirock

    Me han gustado tus reflexiones y también me gustó la entrevista a Luna Miguel, a la que no conocía.
    Otra del 78 (dado ya sin insolencia, pero aún con expectativa) ;)

  2. Tanto como reflexiones. Uno se pone delante del folio y empieza a empujar el carro. Muchas gracias, querido.

  3. *Querida*, disculpa.

  4. tanirock

    Bueno, mejor decir «tus reflexiones» y que fueran simples anotaciones, que decir «tus anotaciones» y que fueran tus reflexiones más sesudas… dejémoslo en: me ha gustado lo que has escrito (irreflexivamente o no), sea lo que sea.

  5. Jajaja, era broma. Es que yo reflexiono fatal. Siempre que me pongo a pensar se va la luz en casa.

  6. Palco de Callejon

    buen dia acabo de enterarme de tu pagina web y la verdad es que me parece muy bueno no sabia de mas personas interesadas en estos temas, aqui tienes un nuevo lector que seguira visitandote constantemente.

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