Bryan Lee O’ Malley tiene el culo curtido de sentarse frente a la consola junto a fontaneros italianos y equidnas azules, es un ávido devorador de tebeos manga y siente pasión por la música. Con tan noble refrito cultural dio a luz a Scott Pilgrim, o las andanzas románticas de un veinteañero canadiense cuyo universo se rige por las leyes del videojuego.
La propuesta en seco suena tan productiva como construir una catedral de almohadas, pero O’Malley es un hombre que venía de publicar una novela gráfica introspectiva (Lost at sea) sobre una chica asocial que está convencida de que un gato le ha robado el alma.
Este tío sería capaz de convertir Pacman en el monólogo interior de un asiático que automedicándose se enfrenta a los fantasmas del pasado.
Y con Scott Pilgrim consigue algo especial.
La obra presenta formas de manga (blanco y negro, formato bolsillo, trazos simples y dinámicos), posee espíritu de slice of life, juega a la autorreferencia (los personajes hablan de eventos sucedidos en el tiempo citando el volumen durante el que ocurren) y tiene regusto a píxel añejo.
Homenaje a aquellos que cultivaron espinillas durante los 80 y 90, Scott es el reflejo de una generación que lo más cerca que ha estado de un conflicto ha sido durante una bronca de bar o en el disco 3 al enfrentarse a Sefirot.
Diversión, rollos, conciertos, videojuegos…nostalgia a ritmo de guitarras en 8 y 16 bits.
La gesta de Scott es épica, es un héroe de su tiempo: un vago, un caradura, un vividor, una persona que llora si su compañero de piso le borra la partida del Final fantasy II, un tío que quiere conquistar a la chica de sus (literalmente) sueños y lo hace a modo de beat’em up.
En cualquier otra época, en cualquier otro contexto, no tendría sentido.
Scott Pilgrim: Su vida y sus cosas.
Scott Pilgrim tiene 23 años, vive en Toronto, toca el bajo en un grupo llamado Sex Bob-omb con sus amigos (Stephen Stills y Kim Pime), quema horas pegado a la consola, está saliendo con una asiática que va al instituto (Knives Chau), duerme con su compañero de piso gay (Wallace Wells) porque sólo tienen un colchón en casa y en sus sueños se ha colado una repartidora de Amazon que le obsesiona.
Scott no sabe qué quiere: mantener la cómoda relación platónica con la adolescente china o conquistar a Ramona Flowers, misteriosa patinadora ninja que utiliza la cabeza del héroe por las noches como atajo de reparto.
Esta primera toma de contacto con el mundo de Scott tarda poco en tontear con el género fantástico a través de puertas que conducen a autoestopistas subespaciales o una banda de rock con un tema en su repertorio que deja al público en coma, pero en su esencia mantiene unos aires profundamente costumbristas, centrando la atención en las relaciones entre el grupúsculo de amigos de Scott (donde destaca por exquisitamente ácido Wallace Wells, el colega gay) y dando la impresión de que la historia se desenvuelve con elegantes formas tebeo de tono cotidiano. Pero sólo hasta que los testículos del lector son invitados a conocer suelo cuando, durante el último tercio de libro, alguien entra volando techo a través, reta a Scott a un duelo a muerte, invoca a un séquito de diablesas hipsters aladas y la cosa desbarra en un Street Fighter coreografiado.
Se revela la verdad: si Scott quiere salir con Ramona primero tendrá que derrotar a sus siete ex-novios malvados.
La vida de Scott tiene final bosses.
La vida de Scott tiene normas de videojuego, el lector acaba de darse cuenta. Se la han colado, hasta el fondo y con alevosía. Bryan Lee O’Malley se carcajea sonoramente.
El dibujo no está muy pulido pero la propuesta engancha. El desvarío final alteró a críticos que no sabían con qué mano agarrar el conjunto y encandiló al lector medio. Aun así, este primer tomo no es la obra de arte suprema que proclaman cuatro fanboys con las bragas en las manos, pero sí resulta un espléndido arranque para la serie.
Scott Pilgrim contra el mundo.
Sentadas las bases en la primera entrega, la segunda se permite el desmadre desde el inicio: comienza recordando el pleistoceno de las consolas y continua con un flashback de puro Final Fight en la infancia de Scott.
La trama escarba en el pasado y las relaciones de los secundarios con más profundidad y cierta complicidad, pero al mismo tiempo deja claro a gritos que cualquiera en esta obra puede ponerse a dar saltos imposibles, curtirse noblemente el lomo a base de hostias a lo Tigre y dragón o citar a Guybrush Threepwood.
Scott ahora tiene empresas pendientes a las que hacer frente: despachar la relación con Knives, eliminar al segundo exnovio malvado de Ramona, Lucas Lee (famosísima estrella de cine vendida al mejor postor y otrora skater) y sobrevivir al reencuentro con una ex-novia superestrella del rock (genial la conversación telefónica y sus efectos comatosos).
Y O’Malley tiene una bolsa escrotal compuesta exclusivamente de mithril porque cierra el tomo con un señor cliffhanger.
Notable la maña al compaginar la parte sentimental y los pedazos de cotidianeidad (como esa receta de empanada vegetariana comunal) con los desfases marca de la casa. Se ve más habilidad, soltura y acierto en la composición de páginas y el ritmo, con un autor que empieza a pillarle el punto a la narración y consigue no defraudar si se disfrutó del primero.
Scott Pilgrim y la Tristeza Infita.
Además de tener el título más awesome ever, este número supone el mayor desmadre de la saga. O’Malley se desparrama cubriendo el regreso de Envy (portada del número y letal exnovia de Scott) con todo lo que se le ocurre: chicas que tocan la batería con un brazo biónico, unos grandes almacenes con tan exquisitas ofertas que poner un pie dentro puede suponer MORIR, puntos para salvar la partida, bandas que tocan sin instrumentos manipulando las ondas de sonido (“a través del esfuerzo y la voluntad”[sic]), recompensas en forma de vidas extra, y un nuevo exnovio malvado: Todd; mongólico rockstar que gracias a una dieta vegana posee superpoderes mentales y peinado eventual a lo Son Goku Super Saiyan.
La remezcla de ritmos sale bien parada: el protagonista no sólo se enfrenta físicamente a un enemigo, sino psicológicamente al trauma del reencuentro con su exnovia. El autor parece haber aprendido a dibujar por fin y crea el volumen más redondo, por descaradamente loco, de la serie. Incluso se marca por la cara un deus ex machina imposible para finiquitar la pelea con Todd y a nosotros nos da igual porque nos lo estamos pasando estupendamente.
Como detalle se incluyen unas páginas extras con reinterpretaciones de los personajes por otros artistas y una brevísima anotación musical (anecdótica: unas meras líneas en un recuadro) a modo de posible banda sonora de los principales personajes.
Scott Pilgrim se lo monta.
Tras la sobrecarga de paranoias del número anterior aquí el tono se relaja relativamente. La primera sorpresa del número consiste en encontrarse con un prólogo playero a todo color muy majo pero excesivamente breve.
La historia recupera a una amiga del pasado de Scott y toma caminos más sosegados explorando las relaciones interpersonales. Eso sí, empieza a irritar que los personajes sean dibujados de manera tan similar (los femeninos comparten estilismos en ojos y la forma de la cara lo cual sumado a la ausencia de color hace que Kim, Ramona, y Lisa –recién llegada- se diferencien en que la primera tiene cuatro pecas, la segunda unas gafas de aviador en el pelo y la tercera pestañas dobles). Además hay sorpresa de género en el nuevo ex de Ramona.
Pero tras lo épico del Volumen 3 esta entrega sabe a poco. Está menos equilibrada y los excesos pasan a un segundo plano. Sí, tenemos espadas, bollería implícita en más de un sujeto femenino, un personaje que al explotar libera gatitos y pajaritos cual villano de Robotnik; subespacios vía puerta estrellada y un misterioso chino que va por ahí cortando autobuses con su katana como quien lonchea el chopped para la merienda, pero la historia prefiere centrarse en las gestas más importantes: conseguir trabajo (cosa que otorga bonus de experiencia), enfrentarse a los celos de Ramona y hablar con el casero del piso.
La contraportada de puro pixel art (obra de Miguel Sternberg) es un detallazo y las instrucciones de (pen)última página sobre la dirección en la que leer el cómic son una puya graciosa a los mangas editados con vagancia, pero el libro es el más flojo del conjunto.
Scott Pilgrim contra el Universo
Es divertida la reverencia estética: Si segundo volumen incluía como presentación en forma de logo un tributo a PC Kid, y el cuarto una genuflexión a Sonic, el quinto tiene el detalle de arrancar con el homenaje descarado a Double Dragon.
La vida de Scott está cambiando, cumple 24 años, su grupo tiene problemas, la relación con su novia se está volviendo complicada (y a todos les empieza a resultar rara la costumbre que tiene la cabeza de Ramona de brillar de manera poco compatible con la lógica), se muda a un nuevo piso para vivir solo y, por si fuera poco, tiene doble ración de ex a derrotar en este número: dos gemelos japoneses que, haciendo honor a sus tradiciones patrias, se emperran en enviar esbirros robots contra el héroe. Scott patea chapa en un transfondo de chuzas alcohólicas fabulosas a base de tequila, fiestas temáticas a las que acudir disfrazado y algún personaje encerrado en jaula esperando a ser rescatado por el héroe.
Este vs the Universe se lee rápido (probablemente gracias a menos cantidad de diálogo y más viñeta dinámica que en anteriores entregas) y remonta el vuelo sobre el tomo 4, pero deja claro que el tercero pasará a la historia como el más inspirado.
Final amargo y nuevo cliffhanger brutal dejando al fan más colgado que Charlie Sheen celebrando la nochevieja en Medellín.
De recompensa un pequeño making off en las páginas finales. Y mención especial para los pantallazos (creados por Ben Berntsen) a lo juego de Nintendo que embellecen la contraportada (¡con glitches subespaciales incluidos!)
Scott Pilgrim: La Hora de la Verdad
Final Stage.
Hay pocas cosas más cargantes que un gafapasta repelente.
Scott lleva con las ganas de pulirle el puente de la nariz a uno de ellos algo así como cinco libros: Gideon es el misterioso último ex de Ramona, un listillo triunfador con monturas de pasta.
En la entrega final encontramos a un héroe acabado, hundido, solitario, buscándose a sí mismo y proponiendo sexo a toda fémina que ha sido importante en su vida hasta que reúne el valor suficiente para enfrentase a sus miedos (que adquieren la forma de NegaScott: una versión oscura y enorme de sí mismo que había aparecido brevemente en anteriores números) y se encamina hacia la batalla definitiva contra Gideon, final boss total que ha estado dando por el culo en la sombra durante toda la serie y (como todo ser diabólico que se precie) ha montado un bar para modernos.
Capítulo final con más páginas que de costumbre para la ocasión; cumbre del diseño estético de la serie y centrado alrededor de una batalla en la guarida del malo que, al rendirse a la presunta épica ocupando la mayor parte del libro, se torna excesivamente larga y aletarga la digestión del tomo.
Cierra con epílogo condescendiente que recoloca a los secundarios en su sitio y les dota de un futuro, incluyendo una inesperada (y poco insinuada) salida de armario.
Última y definitiva entrega, ligeramente decepcionante para aquellos que esperen un desenlace más inspirado o de impresión, pero más que correcta y, en el fondo, cierre digno para una serie notable.
Game Over.
¡Bonus Stage!
Free Scott Pilgrim
En la página web oficial de la serie, Bryan Lee O’Malley tiene a bien compartir una pequeña historia corta de 17 páginas que sucede entre el Volumen 3 y el 4 con Scott y compañía de camino al cine para ver Brokeback Mountain. También se incluyen otras viñetas breves e inéditas (y bastante anecdóticas) sin mucho peso pero que sirven como curiosidad para el fan.
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La mención a Medellín es un poco insultante, la verdad.
Muy bueno el artículo. Gracias.
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“Reseña de Scott Pilgrim”
¿Acaso Scott se habrá enamorado de la persona equivocada?
Yo escogí Scott Pilgrim porque se me hace una novela bastante interesante, ya que te llena de intriga pero el mismo tiempo es muy divertida.
Scott Pilgrim es una novela gráfica creada por Bryan Lee O´Malley que salió en Agosto de 2004.
Esta novela toma lugar en Toronto, Ramona una chica no tan común y… Scott. Scott tendrá que pelear con la liga de los ex malvados de Ramona para poder ganársela, Scott se aventura en su misión de vencer a sus enemigos con ayuda de algunas personas.
En mi opinión me gusto mucho esta novela porque te deja con ganas de seguir leyendo, es bastante entretenida y divertida, además la trama se me hace muy original y creativa, por estas razones Scott Pilgrim es una novela muy buena.
Yo la recomendaría bastante, estoy segura que no te defraudará, pero… ¿Podrá Scott quedarse con Ramona?
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