Yukio Mishima
Cátedra
A pesar de que el japonés tarado por antonomasia dejó un legado ingente, lo que conocemos de él en este país pertenece fundamentalmente a su última época. Por fortuna eso va cambiando y, en este caso, Cátedra ha recuperado uno de los trabajos del Mishima más joven, en el que cuesta percibir el germen de lo que más tarde acabaría siendo el objetivo fundamental de su obra —esto es, el nacionalismo, la pureza, el rito de la muerte, fotografiarse desnudo lleno de flechas y darse gustico pensando en el seppuku—. Esta es una obra no trascendente pero interesante en la que el protagonista es un joven que, en el Japón de posguerra, abandona sus estudios para dedicarse a estafar a través de un sistema piramidal. Esta pérdida de valores, que es el mensaje principal, se justifica en parte debido a la época convulsa y alocada en la que le toca vivir unida a la particular (y escasa) conciencia social de la que hace gala el protagonista, que lo mismo teoriza con aplicar un férreo modelo matemático al sistema judicial, que se descojona de su primo —que lo quiere y respeta— en su puta cara. Toda esta crítica, no obstante, está salpicada de escenas cuasi-cómicas o, al menos, revestidas de cierto patetismo gracioso que sirven de sutil contrapunto a la trama. Una muy buena aproximación a la obra del primer Mishima.