Ciudad de gas
La quinta entrega de A todo gas empieza con un Dominic Toretto (Vin Diesel) condenado a prisión y posteriormente liberado gracias un plan de fuga que se basa en la elegante idea de volcar el autobús penitenciario que transporta a Toretto, haciéndolo rodar dando una docena de vueltas de campana, y suponer que el hombre escapará vivo (cosa que por supuesto hace). Esto ocurre en los dos primeros minutos de película. De lógica aplastante; seco, directo y representativo. La saga no parecía dar para muchos acelerones más, pero Justin Lin (responsable de otras dos secuelas anteriores), en este vehículo de físicas absurdas y lógica de blockbuster, se redime de cierta tontería que arrastraban las anteriores entregas. Brian O’ Conner (Paul Walker) y Mia (Jordana Brewster) son los compañeros de Toretto, a los que se sumará un reparto repescado de las diferentes entregas de la saga.
Hay nuevo escenario: Rio de Janeiro y una trama que recuerda a The Italian job al implicar en un gran robo motorizado al corrupto por excelencia del lugar (Joaquim De Almeida). También aparecen nuevas caras, como la de la bestia parda Dwayne Johnson (1) ejerciendo de perseguidor de los protagonistas, Elsa Pataky con un papel mucho más importante que los cuatro minutos en pantalla que tuvo en Serpientes en el avión, o el extravagante (y estereotipado) dúo cómico formado por dos estrellas de ese aborto musical llamado reggaeton como son Don Omar y Tego Calderón.
El acierto de Fast Five (2) es rendirse a la evidencia de que es un producto de consumo rápido, calcando los tópicos y utilizando el exceso a su favor y no de manera extremadamente absurda (como hacía ese desastre llamado Bad boys 2). No se libra de diálogos estúpidos y situaciones que sólo funcionan en el cliché del cine de acción: los protagonistas son apresados por Reyes y, una vez que éste no está presente y se procede a torturarlos, se liberan y muelen a palos a los captores en treinta segundos porque esa escena sólo existe para obtener información de un cara a cara con el personaje de Joaquim De Almeida.
Pero aún así funciona porque huye de los vehículos tuneados con lucecitas hasta tal punto que la escena revival de carrera de coches y pendones se resuelve, como si fuera una broma, fuera de la vista del espectador; el rollo de velocidad ilegal se olvida en favor de una trama más reposada que reparte con acierto unas escenas de acción tan inverosímiles como eficaces, formadas por set pieces dinámicas (como la coreografiada escena del robo de coches a un tren en marcha) o, directamente, desmadradas (la persecución final bien rodada aun teniendo que contar con una suspensión de la incredulidad tan grande como una caja fuerte de varias toneladas). Y es que, visto el resultado, saltar del cine de carreras callejeras al cine de acción era la mejor opción. Fast & Furious 5 es un blockbuster que recrea lo suficiente y no tiene ganas de ser nada más, lo cual se agradece bastante. No se va por las ramas, se raciona con inteligencia y añade el aliciente de ver a dos mulas con espaldas de estructura similar a la de un croissant como son Dwayne Johnson y Vin Diesel partiéndose los morros a sopapos. Y es entretenida, cosa que no se pudo decir con tanta claridad en su momento de las antecesoras.
Un apunte: la escena escondida tras los créditos sugiere claramente otra secuela (que ya está en preparación) y el retorno de un personaje que parecía despachado de la saga.
1.- Quien, por cierto, fue una de las primeras personas del mundo en enterarse de que el gobierno de Estados Unidos había matado a Bin Laden. Amigo de algún Navy Seals, que debe de ser el hombre.
2.- Así de abreviada se ha bautizado a esta entrega en EEUU.