Walter Tevis
Gaudeamus
Los escasos habitantes de un agonizante planeta (llamado Anthea en la novela, aunque presumiblemente se trata de Marte) reúnen sus últimos recursos materiales para enviar a un explorador al planeta Tierra. Este explorador, de una raza casi idéntica la humana y que mientras se camufla entre los terrícolas se hará llamar Newton, tiene la misión de utilizar sus conocimientos tecnológicos para registrar diversas patentes que le permitan ganar una inmensa fortuna. Con ese dinero, y en total secreto, Newton intentará construir una nave espacial con la que rescatar a los escasos supervivientes que han quedado en su mundo —incluyendo a su propia familia— y traerlos a nuestro planeta para garantizarles un futuro.
Bajo esta premisa más o menos estereotípica, Walter Tevis construyó una de las novelas más originales y emotivas en el género de la ciencia-ficción. El extraterrestre de su historia, pese a su superioridad tecnológica y su aguda inteligencia, será la víctima de su feroz inadaptación a este nuestro mundo, que a él le resulta extraño y amenazante. No sólo la gravedad terrestre le hará propenso a roturas de huesos y a sentir dolor con cualquier movimiento brusco, sino que la soledad y el temor constante a que su verdadera identidad sea descubierta le conducen a un destructivo proceso de alienación que termina convirtiéndole en un individuo apático, amargado y alcohólico.
El hombre que cayó a la Tierra es una de las novelas que marcó el giro de la temática extraterrestre en la ciencia-ficción: el alienígena ya no es solamente una amenaza o un ente superior dispuesto a guiar y reeducar al hombre, sino un ser cautivo de nuestros mismos miedos, para quien el contacto con la raza humana resulta aterrador y psicológicamente destructivo. De hecho, el protagonista del libro es humano —sus diferencias anatómicas con los terrícolas son mínimas; sus diferencias emocionales también—, y es humano incluso en la desorientación y el constante sentimiento de indefensión que experimenta al verse de repente rodeado de una cultura que le cuesta comprender, como puede ocurrirle a cualquier inmigrante. El tono de tragedia es lo que diferencia este libro de otros experimentos literarios similares al estilo de Forastero en tierra extraña de Robert A. Heinlein: en aquel libro de Heinlein (absorbente e inteligente lectura, nada que ver con su célebre pero discutible Starship troopers) el extraterrestre tenía importantes lecciones que transmitir a los terrícolas. En El hombre que cayó a la tierra, sin embargo, el alienígena lo único que tiene para enseñarnos son algunas novedades tecnológicas superfluas porque en todo lo demás no puede darnos lecciones, sintiéndose tan perdido y confuso como nosotros mismos, o más.
Resumiendo: El hombre que cayó a la Tierra supuso un giro refrescante para el género en un momento histórico en que la ciencia-ficción necesitaba trascender la fantasía tecnológica hacia una perspectiva más humanista. Existe una irregular versión cinematográfica protagonizada por David Bowie (quien no es un gran actor pero resultó sorprendentemente idóneo para el papel) pero lo cierto es que la película deja algo que desear y no captura la multitud de matices del original. El libro, sin embargo, es la clase de novela que puede gustar incluso a quienes no son consumidores habituales del género. Muy recomendable.
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