En menos de un año, la revolución rumana que derrocó a Ceaușescu resultó ser una gran desilusión. Un fiasco. En la cinematografía local, la mirada incrédula y desencantada al pasado es un ejercicio frecuente y ha dado excelentes resultados. Con uno de sus mejores directores, Corneliu Porumboiu, pudimos hablar en el Festival de Küstendorf. En 2006, filmó 12:08 al este de Bucarest, una película que denunciaba el oportunismo de los revolucionarios lampedusianos del 89. También podríamos citar, entre otras, Historias de la edad de oro, de Cristian Mungiu, sobre los últimos años de Ceaușescu, cuando más apretó las tuercas; historias negras, pero siempre miradas bajo la máxima de que, cuando lo has perdido todo, al menos te queda la risa. Eso no te lo pueden quitar nunca.
Siguiendo esa estela, una de las últimas películas aparecidas de esta temática ha sido Hotel Dallas, de Livia Ungur y su marido Sherng-Lee Huang, estrenada en España por Filmin. No podemos decir que esté al nivel al que nos tienen acostumbrados directores como los citados, o Radu Jude, o Cristi Puiu… pero toca un hecho realmente interesante e inverosímil, el éxito de la serie Dallas en la Rumanía socialista.
Hotel Dallas mezcla documental y ficción con maneras artie y, por desgracia, no salen bien parados ninguno de los dos géneros. No obstante, de cada faceta se puede extraer algo. Lo mejor, por ejemplo, son los entrevistados. Los hay que cuentan que la serie se escuchaba al unísono en todo el barrio cuando la emitían. La veía absolutamente todo el mundo. Según relatan, los jerarcas del partido sabían que la época de austeridad estaba siendo dura —Rumanía se propuso devolver íntegra la deuda externa y generó graves carencias a la población— y quisieron «darles algo diferente» programando el culebrón de mayor éxito en Estados Unidos.
El impacto fue tal que no tardaron en retirarla. Hasta entonces, en el final de la «época liberal», había entre doce y dieciséis horas de televisión diarias con series y entretenimiento extranjeros. Cuando la deuda externa apretó, llegó el llamado «periodo especial» con el «programa de ahorro de energía» y las emisiones pasaron a ser de dos horas diarias, con solo diez minutos en color. La gran mayoría eran discursos políticos y noticias sobre Ceaușescu y su señora Elena, o anuncios de éxitos del sistema, por ejemplo, las cotas de producción alcanzadas en una fábrica. Fue un error del régimen en todos los aspectos. No solo por el efecto causado con Dallas, que fue un escaparate de la opulencia occidental, sino también porque, tras una época en la que el régimen se las daba de aperturista, cortar por lo sano sirvió para que aumentara el contrabando de antenas de televisión y en el mercado negro las películas y vídeos de películas extranjeras se convirtieran en productos de primera necesidad.
La obra de Livia Ungur sugiere que el modelo de oligarca, empresario tiburón, surgido tras la caída del comunismo tuvo mucho que ver con la imagen que proyectó J. R. de cómo debían hacerse los negocios sobre una población que no negociaba más que para sobrevivir. Un entrevistado cuenta que en Dallas había sobornos para conseguir cualquier cosa, exactamente igual que en Rumanía, solo que, mientras unos untaban para hacerse con grandes negocios, en el país balcánico era para poder adquirir unas medias en la mercería.
En una entrevista, Larry Hagman (J. R.) contó que, según se bajó del avión en una visita a Rumanía, un hombre se le acercó con los ojos llorosos a darle las gracias por su serie, puesto que había derribado al comunismo en su país. Supuestamente, aquel mundo de amor, lujo, ambición y traiciones marcó a los rumanos de la época y ya no pudieron creer más en el comunismo. El actor declaraba orgulloso que el régimen había programado el culebrón para mostrar lo corruptos que eran los enemigos capitalistas «y el pueblo acabó disparando quinientas veces a Ceaușescu». Muy, muy sobrado, pero en algunos bares del país se pueden encontrar aún pósteres de J. R., y años después llamaron al actor para ser la imagen de la firma rusa LUKoil: «La elección de un verdadero tejano», decía el eslogan. Hasta rodó un spot anunciando gasolineras.
Lo mismo le ocurrió a Patrick Duffy (Bobby en la serie), al que dos embajadores rumanos, uno en Washington y otro en Montecarlo, corrieron a estrecharle la mano en cuanto le vieron para decirle lo importante que había sido Dallas para destruir el comunismo. En el plantel alucinaban.
Sin embargo, según Mihai Iacob, profesor de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Bucarest, hay que tener en cuenta otro factor más allá del político-económico. Durante el socialismo, el adulterio estaba estigmatizado. Si alguien engañaba a su cónyuge, en su centro de trabajo los compañeros hacían un debate sobre su conducta. En palabras de este profesor: «También se disfrutaba perversamente con la vida disipada de J. R. y de su mujer, Sue Ellen, porque su «libertinaje» contrastaba con el modelo pregonado de la familia socialista… A veces, los casos de adulterio entre trabajadores se debatían y se criticaban en las fábricas. Había que construir al omul nou, hombre nuevo, puro en todo, de origen social saludable, hijo de obrero o campesino mucho mejor, y de comportamiento irreprochable».
En los setenta se habían emitido series como Kojak, Colombo, Perdidos en el espacio, Mannix, El Santo… Todas tuvieron gran impacto. Como explica Georgiana Lucia Dragota en su tesis en la Universidad Autónoma de Madrid, Modelos latinoamericanos y telenovela en Europa Central y del Este. El caso de Rumanía, «constituyeron un fenómeno sin precedente en las sociedades de Europa Central y del Este, hasta el punto de modificar la vida cotidiana: los soap operas y las telenovelas llegaron a provocar el aplazamiento de los horarios de comida y de reuniones de las juntas oficiales nacionales, para adecuarse a los horarios de sus emisiones».
En Serbia se bromea con que el inicio del bombardeo de la OTAN de 1999 coincidió con Kassandra, un culebrón venezolano, y les chafó el capítulo. Forma parte de los recuerdos de aquel 24 de marzo, tanto como el descenso apresurado a los refugios antiaéreos. Los búlgaros, que iban diez capítulos adelantados, cobraban dos dólares a los serbios cercanos a la frontera por decirles qué pasaría. El impacto en la población fue tal que, como cuenta Georgiana en su tesis, los vecinos de Kucevo le escribieron una carta al Gobierno venezolano, con copia al presidente Slobodan Milošević, exigiendo que se acabase el juicio a Kassandra porque era inocente. Lavinia Stan escribió en su ensayo Living La Vida Loca – Telenovelas and post-communist transition que, en la ciudad de Pitești, el alcalde, Gabriel Cazan, creó la Asociación para la Lucha Contra las Telenovelas por los estragos que causaban, como la muerte de unos niños mientras sus abuelos veían Esmeralda.
El problema en Rumanía fue que cuando estaban viviendo Dallas más intensamente les cortaron la serie a la mitad. El último capítulo que vieron les dejó con Bobby saliendo de la ducha observando algo que le sorprendía. Se sabría en el siguiente capítulo, pero no lo hubo. La gente se pasó años pensando, preguntándose y comentando en cualquier conversación qué coño habría visto Bobby.
Para Ungur, en declaraciones a Variety, la emisión de Dallas pudo hacerle ganar tiempo a Ceaușescu antes de la revolución. «La cultura pop puede ser un elemento de cambio, tanto como un elemento de autocomplacencia, o las dos al mismo tiempo. Y esto sirve para América y para Rumanía». Lo que sí que parece un hecho, y se ha repetido de forma recurrente, es que Dallas, al igual que otros productos audiovisuales occidentales, plantó tras el telón de acero las semillas del capitalismo. «¿Quién no querría una mansión, una piscina y un cochazo? Especialmente, si vives en un bloque de viviendas comunistas», se pregunta la cineasta. Aunque, subraya: «Dallas pudo jugar un papel en la posterior caída del comunismo, pero en su momento fue solo una distracción». En el ensayo de Stan, el éxito de los culebrones en Europa del Este se debe a que gracias a ellos la gente puede olvidarse por una hora de sus problemas y cuando vuelve a la vida real ya no le parecen tan graves. En este punto, no debemos olvidar que Cristal marcó en España audiencias del 80%
En 1948, Stalin permitió que se proyectara en los cines Las uvas de la ira para que se viera lo despiadado que era el sistema capitalista y lo que consiguió fue que los espectadores salieran del cine maravillados con que los americanos más pobres tuviesen coche. Los poderes rumanos, con Dallas, de lo único que se preocuparon fue de borrar escenas en las que la mujer de J. R., Sue Ellen, aparecía borracha. La ebriedad de la mujer era un tabú en este país. El bebercio solo estaba reservado a los hombres. Pero toda la población estaba soñando con las casas con piscina que salían y el Partido no había contado con que lo que les llamaría la atención de esos personajes corruptos sería ese pequeño detalle sin importancia.
Con Dallas, la población educada en el socialismo real supo qué eran conceptos ajenos a su mundo, como una sociedad anónima o cómo funcionaba la economía de mercado. Por primera vez recibían fundamentos de economía de una fuente que no era el marxismo. Aquello resultaba fascinante. Y la pasión que desató J. R. se debió a que el hombre era la perfecta antítesis de la ética socialista. Aquí no era como en Occidente, donde se amaba odiar al personaje o se odiaba amarlo, en Rumanía se reían con él, no de él, porque la impresión que daba, en ese contexto, era la misma que los Sex Pistols en su país en prácticamente las mismas fechas. En foros de discusión en internet hay quien recuerda que para la clase intelectual era duro reconocer que Dallas molaba más que la serie de la BBC Poldark, que también se veía, mientras que entre las clases populares J. R. y compañía arrasaban completamente.
Hotel Dallas concluye con un hecho real. El delirio de Alexander Ilie, un millonario enriquecido en la oscura etapa de transición al capitalismo. Fue el primer rumano en ganar un millón de dólares, y construyó entre 1992 y 1994 una réplica de trece hectáreas del rancho de Southfork en Slobozia, una ciudad del sudeste de Rumanía, en la carretera que lleva de Bucarest a Constanza. Y ya de paso, supongo que animado por la euforia, construyó también una Torre Eiffel que pequeña precisamente no es. Se ve de lejos, tiene cuarenta metros.
El rancho tenía un zoológico y guardias vestidos con uniformes dieciochescos. Para levantar la reproducción del escenario de Dallas, utilizó cintas VHS con capítulos grabados y un libro de arquitectura sureña. Todo esto en un país que no fue capaz de construir un Drácula Park para atraer al turismo porque la Iglesia y los nacionalistas no consienten que se tome a Vlad Tepes, el héroe de la nación, que derrotó a los turcos y tuvo a raya a los húngaros y germanos, por un diablo que chupa sangre de vírgenes; un personaje de ficción, no histórico, que, además, no deja de ser un invento occidental.
Durante un tiempo, la imitación del rancho de Dallas funcionó como hotel de veintidós habitaciones, con camping, ponis y caballos y un lago recreativo, pero hasta hace un par de años estaba completamente abandonado. Ahora los nuevos dueños lo abren algunos días en verano. Ilie lo perdió todo. Fue detenido en 1997 por malversación de fondos de la granja colectiva en la que empezó a prosperar. Puesto en libertad en 1999, en 2001 le cayó una condena de diez años. Cumplió ocho y en 2010 murió de un derrame cerebral. Los nuevos propietarios de la finca lo que quieren es montar un asilo para, textualmente, «captar fondos europeos», según el diario Libertatea, aunque la ciudad ya queda lo suficientemente cerca como para edificar un barrio residencial y dar un pelotazo.
El momento álgido del parque fue cuando recibió la visita del verdadero J. R., Larry Hagman, que acudió allí acompañado por Paul-Philippe Hohenzollern, el príncipe Paul de Rumanía, heredero a un trono que no existe. Un rumor acompañó a Hagman durante su visita. Se decía que había viajado a Rumanía con su mujer en los ochenta y Ceaușescu le pidió permiso para usar su imagen y colocarla en la fachada de un edificio. Hagman a cambio le pidió dinero, y se lo dieron. La entrega se hizo, según publicó el Sunday Times, en el cuarto de baño de señoras de una oficina. Les pasaron un paquete lleno de billetes que el matrimonio no tardó en gastar locamente, reconocía el actor. El diario dijo que Hagman le pidió al periódico que no publicara esa historia hasta después de su muerte, pero no le ha hecho ningún mal. Cierta o no, sigue aumentando su leyenda de vivalavirgen por estas latitudes.
Que bien, siempre nos quedará la risa y yo me acabo de echar unas buenas carcajadas. Me has traído muchos recuerdos balcánicos, y como se viven allí los culebrones, con los que entre otras cosas aquí mencionadas, aprovechan para aprender idiomas como churros. Gracias por este buen rato.
Insultas sin sentido a los rumanos. Lee p aprende algo sobre esta gente antes de parecer un idiota.
Me alegro mucho :) Lo de los idiomas, ver una serie y luego unos pocos meses en el Cervantes para hablar la lengua aceptablemente es un fenómeno que me tiene alucinado. En todo Balcanes el talento para los idiomas es prodigioso.
«En menos de un año, la revolución rumana que derrocó a Ceaușescu resultó ser una gran desilusión.»
Violaciones continuadas de los derechos humanos, miseria, corrupción, falta de libertades (impagable el párrafo dedicado a un sistema que se inmiscuye en algo tan personal como el adulterio) etc.. dan igual. El COMUNISMO MOLA. No soluciona nada, solo produce problemas pero mola. Da igual la realidad. Mola.
La generación más preparada de nuestra historia da miedo …y grima.
Hombre Lotus, fue una desilusión, entre otros motivos, porque en el poder siguieron más o menos los mismos.
Es muy difícil entender la situación dé aquellos tiempos , habría que vivir allí para entender la frustración de la gente.
Ellos vivían en una relativa «seguridad» en todos los sentidos, había trabajo y casa para todos , la delincuencia era mínima ( en los pueblos , la gente no cerraban las puertas) la alfabetización llegó a niveles más altas que en algunas democracias !
De repente todo cambio ! Inflación desde 500-3000% , la Corrupción era de tal manera que violadores salían a la calle después de pagar 100$ , se borrará pasos de peatones cuando ocurrió accidentes en las zonas! Sé robó fabricas enteras para vender a la chatarra ! La policía fraternizo con delincuentes, que sé llegó hasta parar trenes , se robaban a todos los pasajeros , la mendicidad aumentó a niveles catastróficos !
Los delincuentes empezaron a organizarse , el tráfico dé mujeres apareció como en las películas , más de medió Millón han sido vendidas como ganado ! Los comunistas de ayer sé transformaron en los «demócratas» de hoy ! La Hambre era GRANDE , de un país establecido , se transformó en un país tercer mundista! Etc etc Comprendió la frustración de la gente ?
Ellos no vivian con ninguna «seguridad» salvo la corrupción, la miseria y la omnipresencia de Ceasescu y mujer, luego los mismos corruptos cambiaron de chaqueta para ser democratas de toda la vida.
Rumanía no es un país Balcánico !!Las únicas montañas que hay allí son los Carpatos ! Muchos periodistas hacen el error de decir que Rumanía y Bulgaria son países Balcánicos quando no lo son! leche
A ver, que yo no he dicho que Rumanía sea un país balcánico. He dicho que me trae recuerdos balcánicos de cuando viví en Croacia durante unos años y este artículo me recordaba a aquella época. Desde luego….como gusta el linchamiento….para una vez en mi vida que dejo un comentario, se me quitan las ganas de volver a hacerlo oiga! respiren profundo…que hace un día precioso.
El comentario no era para ti , era para el autor del artículo !
Forma parte de la península balcánica y pertenece a la «región balcánica» política.
Según C. L. Sulzberger, citado por Robert D. Kaplan, no sólo Rumania y Bulgaria, sino también Grecia y Hungría son parte de los Balcanes. La cita completa la puedes leer aquí: https://rumaniando.com/2017/04/13/los-balcanes/.
¡Gracias!
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