Perdonen esta pequeña ecuación, no muy meditada y que no hará amigos entre los fans de la serie, pero es que me vino a la mente así. Y no, no me estoy inventando ninguna fusión rara entre culebrón y ciencia ficción, porque ya se hizo en los años ochenta. Los Colby era el fallido spin off de la nunca bien ponderada serie Dinastía, aquel culebrón de ricos que se apuñalan mutuamente mientras beben alcohol en todas las secuencias. Dinastía partía de un principio fundamental muy americano: hay ricos buenos y ricos malos, pero los ricos malos son mil veces peores de lo que podría serlo un malo pobre. La cadena ABC se dejó una pasta en Los Colby, además de fichar a viejas glorias como Charlton Heston o Barbara Stanwyck. Casi nada. El esqueje no funcionó, pero ofreció al mundo uno de los momentos televisivos más grandiosos de todos los tiempos: la madre de todos los cliffhangers. Hablo del final de la serie, cuando un puñetero platillo volante —cuya entrada tenía un muy apropiado aspecto de cenador de jardín— aparecía para llevarse a Fallon Colby. Una idea absolutamente enloquecida y fuera de contexto que JAMÁS ha sido ni será superada. ¿Un final desvergonzado? Sí. ¿Inesperado? ¡Completamente! El público de la época ya había visto giros argumentales desprovistos del más mínimo sentido del decoro artístico y que demostraban un nulo respeto hacia la audiencia, como la celebérrima tomadura de pelo de Dallas en la que «todo había sido un sueño» y un personaje ya difunto retornaba por las buenas. Vamos, como las dos (¡dos!) tomaduras de pelo que involucran a cierto personaje popular en Juego de Tronos, solo que en este último caso ni siquiera hablamos de algo atrevido u original, porque ya vemos que en los ochenta tenían mucha más jeta. Pues bien, The Colbys no solo rizó el rizo con un giro que ya hubieran querido para sí los guionistas de Expediente X sino que, además de indignar a toda su audiencia, inauguró el subgénero al que pertenece la serie de la que vamos a hablar ahora: el ciberculebrón.
Imaginen un futuro en el que la gente ya no muere porque todos sus pensamientos, sentimientos y recuerdos pueden ser almacenados en un cacharro electrónico similar a los broches que se ponían nuestras bisabuelas para ir a misa. Si el cuerpo fallece, la mente es trasplantada a otro cuerpo. A cambio de un dineral. Los ricos, claro, pueden permitirse los mejores cuerpos mientras los pobres se conforman con lo que les toca. Pues bien, uno de los ricos, que tiene casi trescientos años de edad, es asesinado. Vuelve a reencarnarse, porque aquí se reencarna (casi) todo el mundo, y contrata a un antiguo soldado —también recién reencarnado— para que investigue el crimen. Un crimen en el que no hay muerto, porque el muerto está vivo (ilustremos el concepto con otra Obra Maestra):
Bien, tras habernos paseado por los estertores de madrugada del banquete de boda del primo de Robert Trujillo, sigamos. Altered Carbon es una serie sobre gente que no muere del todo, aunque algunos sí, y otros no se sabe bien, y todo el tiempo nos tienen que estar explicando quién tiene bola extra y puede resucitar, o quién está jodido y ya no volverá. Lo cual, claro, le quita emoción a las escenas en las que muere gente, aunque en este caso la propia temática justifica el embrollo, no como en Juego de Tronos y Ese Tipo Insulso Que Nunca Muere. ¿Mi opinión sobre Altered Carbon? Pues que unas cosas las hace muy bien, mientras otras son manifiestamente mejorables. Mi hipótesis es que las ideas de base son interesantes, si bien poco originales, aunque es difícil que la ciencia ficción sorprenda con cosas originales a estas alturas. El equipo técnico de la serie ha hecho un trabajo fantástico. Pero la responsable última del producto, la persona en cuyas manos estaba la parte narrativa, la que tenía que supervisar la coherencia, ritmo y espíritu de la serie, nunca se había caracterizado por la altura intelectual de su trabajo. Y eso se nota.
La novela Altered Carbon, del inglés Richard K. Morgan, fue publicada en 2002. No la he leído, pero la adaptación a la pantalla debió de parecer muy prometedora porque Warner Bros se apresuró a comprar los derechos en aquel mismo año. La idea inicial era convertirla en un blockbuster palomitero; no en vano, detrás de la adquisición estaba también Joel Silver, que quizá les suene porque fue el productor de largometrajes como Depredador, Arma Letal, La Jungla de Cristal y Matrix. El proyecto de largometraje se quedó en un cajón durante diez años. ¿Por qué? Bueno, depende de a quién le preguntemos. Laeta Kalogridis es productora y guionista, aunque en esta última faceta no puede decirse que sea demasiado brillante. De hecho, es a la escritura lo que Michael Bay a la dirección, esto es, una fabricante de junk food cinematográfica. Quizá la película más decente que ha escrito es Shutter Island, de Martin Scorsese. Un argumento que no me parece gran cosa pero que, al menos, es mejor que los demás bodrios que han salido de su pluma: Alexander, Pathfinder, Terminator: Genisys… telita.
Kalogridis ha estado involucrada en Altered Carbon desde aquel proyecto de película. Como los de Warner le dieron la responsabilidad a ella, supongo que no esperaban una obra maestra y simplemente querían que escribiera algo facilón y accesible para un público poco exigente. Y lo más importante, que lo hiciera para conseguir una clasificación de PG-13 (mayores de trece años), evitando la temida clasificación R, o «para adultos», que restringe muchísimo la taquilla. Kalogradis se puso manos a la obra pero, según cuenta ahora, terminó diciéndoles a los de Warner que no encontraba la manera de suavizar el material de manera convincente, porque la novela contenía facetas truculentas que eran inherentes a la propia trama. También dice que pensaba que sería imposible reducir el argumento a dos horas de película. Y también, con su peculiar delicadeza para las comparaciones, afirmó lo siguiente: «Empecé a imaginar qué pasaría si, por economía, coges Lawrence de Arabia y la reduces a dos horas en vez de las cuatro que dura. No funcionaría nunca, ¿verdad?». En efecto, no funcionaría nunca, y menos si la mutilación la hubiese perpetrado la insigne autora del guion de Alexander. En realidad, como veremos después, la de Kalogradis es una visión un tanto cínica. Para empezar, Altered Carbon, al menos lo que ha llegado a materializarse en la serie, sí podría haber cabido en un largometraje de dos horas. Sin ningún problema. Y en segundo lugar, no he leído el libro pero los aspectos truculentos de la serie no son para tanto. Abundan la desnudez —tan cómicamente gratuita que a Kalogradis no han dejado de preguntarle sobre ello— y la violencia. Pero Battlestar Galactica era bastante más adulta y trataba temas más peliagudos. No sé a qué se refiere nuestra amiga Laeta cuando nos dice que esto no podía haber sido convertido en una película para adolescentes. Hubiese bastado con eliminar los doscientos mil desnudos y moderar la violencia. Con sugerir en vez de mostrar. Y hubiese obtenido su PG-13.
El proyecto de película fue revisado una y otra vez hasta que la huelga de guionistas del 2008 detuvo su incierto camino hacia la pantalla grande. Cuando Netflix recogió el guante y se hizo con los derechos de adaptación para una serie, se quedaron también con Kalogridis y la convirtieron en la showrunner de una temporada de diez episodios (aunque como guionista, por fortuna, solo ha escrito el primero y el último). Puedo ver cierta lógica pragmática en la contratación: a fin de cuentas, ella era la persona que más sabía sobre el proyecto y que más había trabajado en él. Si hablamos de lógica artística, es tan incomprensible que la ficharan como cuando Scorsese la contrató en su día porque, insisto, su curriculum no es precisamente para tirar cohetes. En cualquier caso, la plataforma estaba dispuesta a convertir Altered Carbon en un acontecimiento y anunciaron que tendría tanto presupuesto como «las tres primeras temporadas de Juego de Tronos».
Y bien, empecemos por las virtudes de la serie. Lo que Netflix decía del presupuesto no era un farol. Se han gastado mucho dinero y, lo que es más importante, se nota. Desde el punto de vista de la escenografía, efectos especiales y diseño de producción, Altered Carbon tiene poco que envidiar a Hollywood. Se imita con total descaro la imaginería de la película Blade Runner (la original de Ridley Scott) pero se ha hecho con suprema habilidad. Es más, esta serie ha elevado el listón de lo que la ciencia ficción televisiva puede ofrecer; en comparación, la vertiente visual de Black Mirror y otras series recientes ha quedado repentinamente anticuada. En su día, Battlestar Galactica ya le sacó el máximo partido a los medios con los que contaba, que no eran tan modernos y potentes pero sí dejaban en mantilla a la competencia del momento. Algo parecido sucede hoy con Altered Carbon; podría ser proyectada en salas de cine y, visualmente, estaría solo uno o dos escalones por debajo de la media de los largometrajes de ciencia ficción producidos en Hollywood. Obviamente, no es comparable a Blade Runner 2047 o algo así, pero no crean ustedes que su despliegue visual desmerece mucho al de ciertas superproducciones. Es, con mucho, lo mejor de la serie.
Las interpretaciones son otro punto positivo, porque son consistentemente sólidas. Me di cuenta porque determinadas secuencias que en otras series me hubiesen parecido hilarantes, se mantenían dentro de lo respetable (o casi) gracias al trabajo de los actores. El sueco Joel Kinnaman (el del remake de Robocop) brilla en algunos momentos, aunque no tanto en otros, y su coprotagonista, la mexicana Martha Higareda, está fantástica. Además, cosa que no sucede siempre, ambos actores tienen química cuando aparecen juntos en pantalla. El plantel de secundarios es notable, formado por intérpretes experimentados a los que hemos visto brillar en alguna ocasión: James Purefoy, Ato Essandoh, Kristin Lehman o el para mí desconocido Chris Conner, que roba cada secuencia en la que aparece encarnando a mi personaje favorito, la peculiar inteligencia artificial que regenta un hotel. No sé qué tienen los regentes de hotel, que los guionistas suelen aprovechar para incluir personajes que quizá no habrían entrado de otra manera.
Hasta aquí, todo muy bien. Ahora entremos en terreno pantanoso: la serie ha entusiasmado a la audiencia, y ha dejado fríos a la mayor parte de los críticos. No a todos, porque un artículo de Forbes se titula así: «Los críticos deben de estar locos: Altered Carbon es magnífica». En cualquier página de opiniones agregadas, el juicio del público es muy positivo mientras el de los críticos es bastante tibio. Yo creo que nos encontramos ante lo que podríamos llamar el «efecto Blade Runner».
Cuando Blade Runner fue estrenada a principios de los ochenta, ni la crítica ni el público mostraron un particular entusiasmo, aunque de primeras todo el mundo reconoció lo obvio: que visualmente era una maravilla, increíblemente innovadora y revolucionaria como pocas. En lo visual. Porque la película tenía, a juicio de muchos, un argumento muy tenue y pocos personajes interesantes. El mejor personaje, el de Rutger Hauer, aparecía menos de lo debido en pantalla, sobre todo en comparación con el del inerte Harrison Ford. Algunos elementos del argumento no funcionaban salvo si el espectador decidía creérselos, como el romance, o no eran bien explicados. Con los años, y debido sobre todo a la enorme influencia que la estética de Blade Runner tuvo en el cine posterior, la película desarrolló tal estatus de culto que hoy aparece invariablemente en los primeros puestos de cualquier lista de las mejores películas de ciencia ficción, y casi todo el mundo la considera una obra maestra. Todo esto no impide que sus defectos o carencias sigan ahí, pero sí que hayan quedado sepultados bajo una nube de consenso inquebrantable. Cualquiera que se atreva a señalar esos defectos será, a su vez, señalado. Y sin embargo, esos defectos están ahí. Y Blade Runner no es El Padrino. Es, eso sí, una experiencia estética fascinante que tiene un je ne sais quoi de cine negro de los años cuarenta que envuelve con un ambiente hipnótico la casi inexistente historia. ¿Es un gran guion? Ni lo era entonces, ni lo es ahora. ¿Adaptaba de manera satisfactoria o profunda los temas del libro en que estaba basada? No. Pero cualquiera que guste de sumergirse en un universo de estética futurista y repleto de imágenes asombrosas, pasará un gran rato viéndola y probablemente olvidará, o preferirá olvidar, su superficialidad argumental.
Altered Carbon, pese a la infortunada comparación con Lawrence de Arabia que hizo nuestra amiga Laeta, presenta unos síntomas parecidos. Podía haber sido contada en dos horas. De hecho, me ha dado la sensación de que tenían material para cuatro o cinco episodios como mucho, y que lo han estirado para poder rodar una temporada de diez. Según dicen, la novela original contiene muchos más matices, lo cual sucede siempre con el material escrito, pero no me refiero a eso. Nunca he tenido problema con la lentitud cinematográfica o que se elimine buena parte del material literario que se adapta, siempre que eso sirva al conjunto de la obra. Pero en Altered Carbon alargan por alargar. Sí, la imaginería al estilo Blade Runner está muy bien hecha, pero esto no es Lawrence de Arabia. El aparato visual de Altered Carbon no es como los planos del desierto del que estaba enamorado David Lean. Y es lógico. En la película de Lean veíamos de un acto de contemplación casi religiosa de la naturaleza que tanto había impresionado al cineasta. En Blade Runner, veíamos el amor de Scott hacia los entornos tecnológicos decadentes, oscuros y lluviosos, que ya había sugerido en Alien. Pero en Altered Carbon tenemos una copia, no la visión de un artista. Scott imitó (y mucho) a David Lean, pero aportó su propia interpretación. En Altered Carbon tenemos una recreación casi perfecta, pero también impersonal. Y tal cosa no justifica dilatar tanto el metraje, como lo justificaba el desierto de Lean. Tampoco se dedica mucho tiempo al desarrollo del universo peculiar en que transcurre la historia. Si tenemos en cuenta que son diez capítulos y que los giros mollares del argumento no se producen hasta la segunda mitad de temporada, había muchos minutos y muchas oportunidades para expandir nuestro conocimiento de ese universo mediante una infinidad de detalles adicionales. Que los hay, pero no son suficientes, y la prueba es que muchas cosas se nos explican de manera atropellada en los episodios finales.
La lentitud no es un valor en sí mismo. En los (aparentemente) lentos episodios iniciales de The Wire se construían diversos arcos dramáticos individuales, con precisión de relojero y, aunque el espectador no necesariamente se daba cuenta, bajo esa lentitud se lo bombardeaba con información constante. De ese modo, al llegar el final de temporada, no se necesitaba acelerar la transmisión de información para que estallase el drama. Cada pieza caía en su lugar por sí misma, cada acontecimiento era la consecución lógica de informaciones largamente asimiladas por el espectador. Como regla general, una buena serie va edificando los ladrillos poco a poco: presenta a los personajes, describe su entorno, va introduciendo el conflicto. Para cuando llega el clímax final de la temporada, el espectador ya tiene toda información que necesita y la serie apenas necesita emplear minutos en ello, pudiendo limitarse a narrar el desenlace. En los cinco primeros episodios de Altered Carbon, sin embargo, se ofrece poca información, fragmentada mediante flashbacks y mediante diálogos que casi nunca llegan a despegar. Transcurren varios episodios en los que sabemos poco de los personajes hasta que, faltando cuatro episodios, se nos apabulla con toda la información que necesitaremos para encarar el final. Y la verdad es que la serie podía haber comenzado ahí, o con un capítulo introductorio a lo sumo, y nada hubiera cambiado. Hay una diferencia muy grande entre construir la historia paso a paso y dejar pasar episodios casi vacíos para, al final, construir todo de golpe.
Para colmo, hay reacciones y psicologías de los personajes que nos hemos de creer sin que haya una justificación lógica para el modo en que actúa cada cual. Es posible que esto tenga que ver con el hecho de que se hayan eliminado facetas de la novela, donde es muy posible que se haga más explícita la justificación de por qué cada cuál actúa como lo hace. La serie se parece más a un whodunit, el típico relato de resolver un crimen en que los personajes parecen ser una cosa y al final resultan ser otra por el mero hecho de que así le conviene al argumento. Sé que han cambiado cosas del libro porque, en el actual ambiente sociopolítico, hubiesen resultado escandalosas. Ya saben, Twitter y tal. Supongo que no es lo mismo leer ciertas cosas que verlas representadas en pantalla y, por muy atrevida que digan que es esta serie, lo cierto es que la censura social es enorme hoy en día y determinadas cosas no iban a pasar a la pantalla tal cual estaban en las páginas del libro, empezando por la edad (aparente) de ciertos personajes. Pero bueno, esto sería secundario si no se hubiesen dejado por el camino lo que, imagino, era toda una filosofía que explicaba el universo de la novela. Se nos dice que ciertas personas pierden su moralidad en determinadas circunstancias. Se nos dice y se nos insiste, pero no se nos explica. Otros personajes no solo no la pierden, sino que parecen recuperarla de manera milagrosa. Tampoco se nos explica. O mejor dicho, se nos explica de pasada con afirmaciones que no son nada evidentes por sí mismas y que necesitarían mayor justificación y desarrollo. Al final, todo queda en el nivel del whodunit: hay buenos y hay malos porque así lo requiere la historia. Y los malos suelen ser los ricos. Porque así lo requiere la historia. ¿Que en la novela sí lo explican? Muy bien, pero es que esto no es la novela. Que nos lo expliquen aquí.
Ojo, no estoy diciendo que sea una mala serie, ni trato de cargármela. Es una gran serie desde el punto de vista visual y técnico; es buena desde el punto de vista interpretativo; es muy medianita desde el punto de vista narrativo. Se me hizo muy aburrida en la primera mitad, aunque algo más entretenida en la segunda. Tiene sus buenos momentos, pero también otros francamente ridículos. Y no daba para diez episodios. Es un poco como Matrix o Black Mirror: creo que fascinará más a quienes estén poco familiarizados con la ciencia ficción y se encuentren por primera vez con determinadas ideas que, en realidad, suelen ser bastante viejas. Y fascinará a quienes sufran el síndrome Blade Runner y disfruten con esa imaginería urbana (me resisto a utilizar el increíblemente estúpido palabro de «cyberpunk»), lo cual es muy respetable, pero no pretendan que esta es una serie de sobresaliente. Y desde luego fascinará a quienes busquen giros en plan «pero cómo es capaz de hacer eso la muy arpía/el muy cabrón». Para los viejos fans de la ciencia ficción, resultará prescindible y poco profunda; como leí por ahí, «ideas de primero de distopía». Es un ciberculebrón. Y lo respeto. Pero no nos vengamos arriba y no pretendamos que es lo que no es. Una gran serie es algo más que esto.
Me temo que, desafortunadamente, esta serie es muy mala.
Empieza guay, pero pronto se le empiezan a ver las costuras, terminando en los dos últimos capitulos que son (directamente) bochornosos, con el «sindrome del malo de James Bond»: escena tras escena de villano dando palique a sus capturados.
Una pena, xq con 6 u 8 episodios hubiera podido quedar algo mucho mas decente.
Como aficionada a la lectura de la ciencia ficción, realmente me sorprende la ingenuidad con la que se trasladan las historias al medio audiovisual: siempre parece que es la primera vez que se plantean esas cuestiones (las que sean). Independientemente de que el aspecto visual o la recreación de las sociedades sea mejor o peor.
Supongo que es precisamente para venderlo al público no aficionado a este género, al que las implicaciones morales y éticas de ciertas cosas les queda demasiado lejos, por no haberlas intuido siquiera. Pero a mí me decepciona continuamente.
Es como esa explicación tan visual de los agujeros de gusano: cogen un folio, lo doblan en dos mitades, y lo atraviesan con un lápiz. Ni idea de cuántas veces la habrán utilizado ya. Qué cansino…
Muy de acuerdo con mucho de lo que el autor dice, aunque las verdaderas razones de que hayan destrozado una novela con posibilidades enormes las desconozco.
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Se puede hacer un hard boiled futurista cargado de sugerencias y reflexiones, tipo Blade Runner. Lo que no se puede hacer es que además sea algo de Matrix (las peleas absurdas y el mundo virtual que usan para torturar) y de cien cosas más (incluyendo la infravalorada The Killing, que protagonizó el mismo actor) mientras nos plantean un sinfín de misterios cuya causa y desarrollo son confusísimos.
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En fin, una pena a pesar de que los actores están estupendos; sobre todo el protagonista, que muchos recordamos de The Killing con nostalgia, y nuestro recordadísimo James Purefoy, el único e inimitable Marco Antonio de la serie Roma.
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Pues eso, que que pena.
Esta telenovela es flojilla, aunque se nota se han dejado algo más de plata en el atrezzo. Una telenovela así científica por el estilo que me ha molado mucho más y de la que no se comenta mucho es The Expanse, donde además varios de los personajes caen bien y todo
De acuerdo, The Expanse es, de lejos, de los mejor que hay en la ciencia ficción televisiva en la actualidad
No sé, a lo mejor soy raro, pero me he dejado la serie en el séptimo capítulo y la razón principal es que no me creo al protagonista, me parece un actor bastante mediocre el kinnaman este.
Pienso igual. Parece un androide tres cuartas partes de la serie. Aún así, con sus fallos, Altered Carbon vale la pena.
Como aficionado veterano a la Ciencia-Ficción, hace ya bastante tiempo que enfoco el visionado de películas como una mera cuestión visual, de ritmo, de escenarios, y de giros argumentales. No busco profundidad, porque para eso están las novelas, de las que llevo leídas varias centenas.
Algo similar me ocurre con las «pelis de superhéroes».
Y de esta forma consigo disfrutar mucho. No puede decepcionarme lo que no busco.
…guau, varias centenas…
Calculo que entre cuatrocientos y quinientos libros de Ciencia Ficción. Novelas y novelas cortas en su gran mayoría (también muchas antologías de relatos). De todo pelaje. Incluidas muchas que andarían a medio camino entre Ci-Fi y Fantasía; pero eso es material para otro debate.
Muy fan, muy fan de su aficion por leer!!
Hola, interesante artículo.
Bastante de acuerdo con algunas opiniones.
Voy por la mitad de capítulo 5, lo retomo cada pocos días porque me aburre terriblemente aunque visualmentela serie me engancha. Los personajes son molestos, pero como consumidora de novela negra estoy un poco acostumbrada a eso y aguanto.
Estoy deseando ver la serie completa para enterarme de algo interesante y tal vez tener la. posibilidad de ver los mundos que componen la civilización de AC.
Ya me compre los libros que últimamente es el unico interes real que me despiertan estas series.
Aquellos que os estéis preguntando si la novela es mejor, lamento desilusionaros. El análisis de Emilio de Gorgot puede aplicarse también al primero de la serie de libros (aunque yo no pasaré del uno) Parte de una idea interesante, el desarrollo está a medias entre novela pulp de vaqueros y thriller. Lo mejor un pasaje que transcurre en el Valle de los Caídos y en que el protagonista lee el nombre del dictador sobre su tumba.
Hubiera sido un puntazo, pero cambiaron la identidad del villano y se esfumó el momento
Por desgracia, estoy de acuerdo contigo. Richard Morgan me parece un autor de lo más interesante, pero esta novela es la única suya que me ha decepcionado. No he leído las continuaciones, y aunque tampoco descarto hacerlo (parece que Gigamesh las va a sacar), no ardo en deseos precisamente. Esperaré los comentarios de gente en cuyo criterio confío.
A día de hoy la joya de Richard Morgan para mí es «Leyes de mercado», novela descarnada e imprescindible, lo mejor que ha dado el Post-cyberpunk (que tampoco ha dado para tanto) junto con la también imprescindible «Snow Crash» de Neal Stephenson.
Muy recomendable también la incursión de Morgan en el terreno de la fantasía, descaradamente en eso que llaman Dark-Gritty Fantasy, con su recomendable serie de Ringil Ojos de Ángel, un espadachín cínico que esconde una terrible oscuridad en su corazón. Que por cierto, es homosexual (en una novela anglosajona de fantasía medieval, sí. Es un detalle esencial en la trama, que incluye escena de sexo homosexual masculino. Hay que tenerlos muy bien puestos para escribir algo así).
La serie, en un principio, me pareció mala, por no utilizar adjetivos rebuscados; hasta que comprendí que era una serie de humor. Ahora disfruto cada capítulo esperando la próxima incoherencia.
Hay una escena en el capítulo final, una con una funda de silicona personalizable, que es sencillamente bochornosa.
De todas formas, en su conjunto la serie no está nada mal. Se ha quedado corta en muchas cosas, pero tiene suficientes aspectos rescatables como para al menos merecer la pena el visionado.
El final, eso sí, es malísimo.
Hay una errata en el texto. Es Blade Runner 2049, no 2047 XD
Después de ver la serie, leí el libro, y ciertamente difieren, aunque en cierto modo, tampoco mejorán mucho la historia.
Desaparece el culebrón puesto que no es su hermana (Reileen), y por tanto es una relación diferente, pero por otro lado creo que se pierden dos personajes que si valoro mucho de la serie. Uno Poe, que es sin dudarlo el mejor personaje (en conjunto) como definición de si mismo, interpretación y diálogos. El segundo es el asesino Mr. Leung que otorga un punto sádico, añadiendo violencia y una historia mezclada de venganza y desesperación por parte de Ortega.
También el hecho del cambio de sexo de la funda de la Hacker, es un punto a favor de una trama más compleja, y de una relación diferente entre personajes.
El papel de Kinnaman no me parece malo, y efectivamente la tecnica visual, y los efectos de la serie son lo más destacable.
Aunque en conjunto, y como otros muy aficionados a la lectura de la ciencia a ficción, creo que es pasable, pero no destacable como serie.
Pretendo leer los otros libros de la saga, para entender si realmente vale o no la pena la historia completa.