Esta crítica contiene SPOILERS
Hay una escena en Caro Diario en la que Nanni Moretti tortura a un periodista leyéndole sus propias críticas cinematográficas mientras este llora desconsolado en su cama y se tapa la cara con la almohada para no oírle. El crítico ha puesto por las nubes Henry: Retrato de un asesino (que en italiano se llama Henry: Lluvia de sangre) y Moretti se pregunta si alguien que ha escrito de un asesino en serie cosas como «es un príncipe de la aniquilación que promete una muerte piadosa» tiene algún tipo de remordimiento moral antes de irse a dormir. La escena provocó en su momento una pequeña polémica en Italia y algunos de los críticos llamaron a Moretti «democristiano moralista». Lo de «democristiano moralista» debe de puntuar en la escala moral posmoderna aún más bajo que un «poeta de la evisceración» con ciento cincuenta y siete cadáveres en el historial como Henry Lee Lucas.
Algo parecido me ha ocurrido a mí con las críticas de Elle, de Paul Verhoeven.
Los que vayan a ver la película vivirán un momento chocante. Aunque lo chocante no sucede en la pantalla sino al otro lado de ella, en el patio de butacas. Es el momento en que la vecina de la protagonista, católica practicante, enciende la televisión para ver la misa del gallo tras la cena de Nochebuena y a decenas de espectadores les entra la risa floja. Quizá eso solo ocurrió en mi pase. O quizá eso solo haya ocurrido en mi ciudad, Barcelona, una de esas que presume de atea cuando solo ha sustituido una superstición religiosa milenaria por las nuevas supersticiones laicas de moda.
Lo chocante es que en una película plagada de personajes egoístas, banales y repulsivos, despojos humanos con los que no irías ni a heredar, la que provoca risas es la vecina que cree en Dios. El único personaje que, como entidad imaginaria que es, no le hace daño a nadie.
La escena no es en realidad graciosa. Y aun así varios espectadores a mi alrededor reaccionaron al unísono carcajeándose de la ridícula beata como activados por un misterioso resorte. Aquí hay que entender que cuando digo que la escena no es graciosa no estoy diciendo que no tenga gracia y esa sutil diferencia es precisamente uno de los puntos clave de esta comedia negra de Verhoeven.
Lo de «ridícula», por cierto, es un adjetivo que los espectadores le añaden por su propia cuenta y riesgo a Rebecca. Porque Verhoeven en ningún momento dice que ella sea ridícula. Ni siquiera dice que sea una pánfila, o una crédula, o una cursi. Más bien todo lo contrario, como queda claro en una escena final que tiene la virtud de desmontar todos los prejuicios ideológicos que los espectadores hayan podido traer a cuestas desde su casa.
De hecho, Rebecca es uno de los dos únicos personajes puros de Elle. El otro es Richard, el exmarido de la protagonista Michelle. Un tipo tranquilo, escritor de éxito discreto, que se limita a hacer su vida y cuidar en la medida de lo posible a su exmujer mientras esta le tortura por placer reventándole el parachoques de su coche, despreciando sus proyectos profesionales o escondiendo palillos en los canapés de su nueva novia para que esta se los clave en el paladar.
Dicho de otra manera. Rebecca y Richard son los dos únicos personajes en Elle que no resultan patéticos o despreciables. Los dos únicos que a lo largo de ciento treinta minutos de metraje demuestran algo parecido al cariño por otro ser humano que no sean ellos mismos.
Por supuesto, Verhoeven no lo pone tan fácil y se cuida mucho de decir que Rebecca y Richard son personajes sin tacha. Rebecca está obsesionada con las figuras de Belén de tamaño humano y con el camino de Santiago. Y Richard le pegó una vez a Michelle. «Todos tenemos defectos», parece decir Verhoeven. «Nadie se salva».
Pero la obsesión de Rebecca es poco más que estética y Richard ya pagó por su error, del que se arrepiente «cada día de su vida», cuando fue abandonado por Michelle.
El resto de los personajes, incluido el de Michelle, rozan la náusea. Hasta el trabajo de la protagonista es repugnante. Michelle es la CEO de una empresa que produce videojuegos infantiloides con reclamo erótico para pajilleros de treinta años con PlayStation en el dormitorio y fantasías de violación entre oreja y oreja.
Y por eso resultan tan chocantes las carcajadas de los espectadores cuando Rebecca o Richard son humillados, o despreciados, o jodidos hasta el tuétano por el resto de personajes.
Aquí solo caben dos opciones:
1. O los espectadores no han entendido nada de lo que están viendo.
2. O sus parámetros morales son los de una ameba.
Y por eso sorprenden tanto esas críticas de la película que hablan de Michelle como de una mujer «fuerte, gélida y compleja que se niega a ser víctima». O las que generalizan diciendo que Elle es «una mirada a una nueva moral, levantada sobre la convicción de que todos somos, en mayor o menor medida, monstruos». Es ese ventilador de la putrefacción moral que distribuye culpas como el gurú de la secta destructiva que reparte caramelos de cianuro entre la concurrencia antes de volarse la tapa de los sesos: «Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra».
El primer sorprendido por la benevolencia con la que ha sido recibida su película es el mismo Verhoeven: «Para mi sorpresa, no ha habido mucha controversia. Si atacaran la película, no lo harían por cuestiones de estilo, sino por su contenido moral». Verhoeven debe de estar hablándole a los espectadores del siglo XX. Hablarle a los del XXI de «contenido moral» es como darle una charla a un pez abisal sobre la tierra firme.
Hay algo de irónico en que una película cuyo objetivo es mostrarle al público su propia fealdad moral haya sido recibida con aplausos. No porque Elle no sea una buena película (es una excelente película) sino porque la reacción al salir del cine no debería ser la de «qué gran comedia negra sobre la complejidad del deseo humano» sino más bien «¡qué cojones tenemos en la cabeza!». La película se llama Elle pero podría haberse titulado Nadie quiere a nadie y algunos seguirían saliendo del cine pensando que Verhoeven les ha marcado la hoja de ruta para los próximos cincuenta años.
Hay algo irónico también en que se hable de Elle como de una película sobre una violación cuando la violación no es más que un MacGuffin que le permite a Verhoeven mostrar las relaciones cancerígenas de unos personajes despreciables e incapaces de sentir nada por los demás o por sí mismos. Decir que Michelle es una mujer fuerte que se niega a convertirse en víctima porque se pone en pie después de su violación, barre los cristales rotos y decide no denunciar a la policía es no darse cuenta de que la gelidez emocional no es una señal de fortaleza de carácter sino más bien de falta de empatía (en este caso consigo misma). Es decir de psicopatía.
De los que califican Elle como una película feminista ni hablo.
Hay otra escena de Elle en la que Michelle le confiesa a su mejor amiga que es ella la que se ha estado acostando con su marido. Cuando su amiga le pregunta el porqué, Michelle le contesta encogiéndose de hombros: «Tenía ganas de follar». Y esa es la escena cálida de la película. La nueva moral es la de una mujer que se separó de su marido cuando este le pegó un tortazo pero que tras conocer la identidad de su violador lo busca, morbosa, para que la vuelva a violar de la forma más violenta posible. A ver si estamos confundiendo las relaciones complejas con las patologías. Si Michelle no denuncia a su violador no es porque sea fuerte, o fría, o porque esté liberada, o porque se niegue a ser una víctima, sino porque su patología se complementa con la de su violador.
Tampoco es que Verhoeven lo ponga difícil: Michelle es la hija de un psicópata que asesinó a casi treinta personas hace casi cuarenta años. Aquí todos somos libres de creer que la frialdad de Michelle es la consecuencia del trauma vivido cuando ella contaba apenas diez años, pero la realidad es que ella no es víctima de los actos de su padre sino en todo caso de su genética y que nadie la obliga a comportarse como lo hace. Michele, en resumen, es una psicópata que en vez de asesinar a sus vecinos y amigos se limita a relacionarse con ellos como los seres humanos normales lo hacemos con el cartón de leche de la nevera: sin excesivos ligámenes emocionales. Con el cansancio y el hartazgo de quien aburriéndose, aburriéndose, ha acabado aburriéndose hasta de sí misma.
Por supuesto, de la gelidez emocional se deriva el relativismo moral hasta rozar el nihilismo: lo único que le importa a los personajes de Elle son sus deseos. Cuando Michelle le dice a su amante que no puede follar porque la acaban de violar este le responde que pajas sí que puede hacer. Y ella, la heroína liberada, se la hace. Cuando Michelle le pregunta a su violador por qué la ha violado, este le responde «porque lo necesitaba». Y ella se lo vuelve a follar. El relativista moral vive cómodo porque ni juzga ni es juzgado. Pero la comodidad del relativista moral, que en realidad no es más que simple cobardía, no es un viaje gratuito. Solo aquellos que no esperan nada de los demás son incapaces de ofenderse. Y aquellos que no esperan nada de los demás difícilmente se indignarán con las atrocidades de otros seres humanos (la frase no es mía). Pero cómodo lo es, eso hay que concederlo. «Es una fábula», dice Isabelle Huppert. Tranquiliza saber que Elle no es un documental.
Verhoeven deja la puerta abierta a las interpretaciones del espectador y se cuida mucho de ofrecer atajos interpretativos. Pero alguna pista puede encontrarse en las docenas de entrevistas que ha concedido tras el estreno de su película. Dice Verhoeven, por ejemplo, que la decisión de Michelle de dejar a su marido tras un único incidente es «extrema». Y que su violación está relacionada de alguna manera con su facilidad para llegar al orgasmo. Intuyo que el primer sorprendido por el hecho de que los espectadores consideren a Michelle como una heroína es él mismo.
La clave, por supuesto, está en las palabras finales de Rebecca (uno de los dos únicos personajes de la película con algo parecido a una brújula moral) en referencia a su marido: «Era un buen hombre con un alma torturada. Me alegro de que le dieras lo que necesitaba aunque fuera durante un breve periodo de tiempo». Ahí tienen el mensaje de Elle.
Elle no es una película sobre el deseo o sus complejidades sino sobre la incapacidad de amar. Tampoco es una película sobre la familia porque en Elle no hay familias sino individuos que comparten parentescos de sangre. Que Michelle sea vista por muchos como «una heroína» solo confirma que hay mucho tarado suelto. Entendiendo «tarado» en su sentido original: el de alguien que sufre una tara. En este caso la incapacidad de dar o recibir cariño. Mucho peor la segunda que la primera.
La posmodernidad cree que ha inventado una moral nueva cuando lo único que ha hecho es encontrarle una coartada a los egoístas de toda la vida. Eso es lo que dice Verhoeven y prueba de que tiene razón son los aplausos con los que ha sido recibida su película.
Verhoeven es un Kraken. Un diseccionador de la realidad contemporánea increíble. Todas sus películas, las malas y las buenas (casi todas) son brutales en ese aspecto.
Sí, sobre todo «Showgirls»*
*Es ironía.
La forma en que Varhoeven banaliza una violación (por parte de la protagonista) y lo transforma en deseo es asquerosa. Por otro lado el hilo de la película se pierde cada poco tiempo, con escenas inacabadas y mal conducidas.
Como parte positiva la interpretación de la actriz es muy buena y las escenas de tensión están muy bien logradas.
La película está muy sobrevalorada por la crítica, incluso calificada por algunos como obra maestra…
No creo que banalice nada, aunque el tono frío y aséptico por el que opta puede llevar a confusiones. De hecho, la escena de la violación es escalofriante y muy cruda.
No es una obra maestra, de hecho al salir del cine pensé que era un poco truño, pero al volver a pensar sobre ella veo que te lleva a reflexionar y algo te remueve por dentro. Ahora la veo como una película interesante, eso como poco.
La peli es un truño. El emperador está desnudo, una vez más. Cualquier día se masturba en nuestra cara y nos va a parecer que nos da de beber «Chateau Laffite Rothschild».
Banaliza pues engaña, quiere convertir una violación (al inicio) en una relación sadomaso (en medio) Al final lastima, no lo hace bien y por suerte que dejé las llaves a mi hijo y él se ocupa de matarlo… Pues yo no estoy para esas minucias, lo mío es disfrutar, el placer, ya saben ustedes … Soy una mujer empoderada y dejo que me violen… Solo en el caso de la descripción de una trastorno psicológico tendría sentido la película. Generalizar un trastorno como la norma me parece patológico
¿Liberada, fuerte, heroína? Lo que tengo clarísimo es que en campañas de marketing y manipulación mediática cinematográfica se refiere, Paul Verhoeven es el rey. La película, además de ser pura pose y falsa transgresión, se convierte en un auténtico tedio porque es imposible interesarse lo más mínimo por semejante circo de, tal y como dice el autor, «tarados» emocionales con cero magnetismo. Qué pereza y qué desperdicio de esa gran actriz que es Isabelle Huppert.
«La película, además de ser pura pose y falsa transgresión, se convierte en un auténtico tedio porque es imposible interesarse lo más mínimo por semejante circo de, tal y como dice el autor, “tarados” emocionales con cero magnetismo.»
De acuerdo al 200% con tu comentario, sir Galahat. Me recuerda al cine de Almodóvar (¿Almodorra?).
Se constata: la gente no tiene ni zorra idea de cine. Se dejan arrastrar por una de las campañas mediáticas más omnipresentes que he visto en los últimos años, con anuncios de la «película» (por llamarla de algún modo) a toda página en el infecto El País.
La prueba de que no tienen ni idea es objetiva: en el cine donde la vi la proyección estaba mal, oscura, pero NADIE se quejó. Son ZOMBIES. No es de extrañar que un retardado mental siga siendo presidente de este país…
A mí la gente me da cada vez más asco. Sin embargo, ¡Viva la Democracia!
Me impresiona que Cristian Campos sea tan moralista. Sobre todo teniendo en cuenta que él es un neoliberal (él dice liberal, supongo) de mucho cuidado. Pero el caso es que el egoísmo es puro neoliberalismo cotidiano (por utilizar la terminología de Philip Mirowski). Así que menos quejarse y más izquierdismo. Porque el derechismo sólo lleva al regreso a valores reaccionarios (esta vez siguiendo a Corey Robin).
De acuerdo con tus reflexiones sobre el neoliberalismo, yo siempre digo que es «salvese quien pueda» o «maricón el último».
Me ha hecho gracia, por decir algo, la frase: «ha sustituido una superstición religiosa milenaria por las nuevas supersticiones laicas de moda.» Es muy revelador que haya quien, como C. Campos, se quejen del laicismo, calificándolo de moda o pose, pero no digan una palabra sobre la obligatoriedad del cristianismo que hemos padecido durante 40 largos años ( el franquismo, por si alguien no lo pilla ). No era una simple moda, era una obligación si no querías tener serios problemas para un trabajo, o para prácticamente cualquier trámite administrativo.
Recuerdo que hasta hace relativamente poco era obligatorio casarse por la Iglesia.
Y no, el laicismo no es la nueva religión, es justamente lo contrario, es el triunfo de la lógica, la ciencia, la razón, contra la superstición, la magia, la ignoracia.
Y también, el tal C. Campos es mas bien un reaccionario.
Ya sé que esto no tiene nada que ver con la película, vale.
Amén a lo que dices del catolicismo impuesto, Pijus. ¿País aconfesional y cruces por todas partes?¿cómo se come eso?
Seguro que el autor del artículo tiene barba larga y tatuajes.
Cristian, en mi cine se rieron hasta en el plano de apertura con el rostro del gato.
En los cines la gente se ríe hasta cuando fallece un personaje, si el tono les desconcierta. Aún recuerdo las carcajadas de la peña en «A propósito de Smitch», justo en el momento en que perece la mujer. Momento que, dicho sea de paso, no solo no tiene ni puta gracia sino que es cómico.
También se descojonan en los dramones de Woody Allen. En Match Point también se partieron algunos la caja.
Yo creo que es una patología mental que les entra en cuanto leen «comedia» en algún lado, antes de entrar a verla.
la mejor crítica que he leído sobre la película: un 10
La peor crítica que he leído en Jot Down: Un cero. Peligra que siga leyendo comentarios de tópicos asnales.
Parece la crítica del L´Obsservatore Romano
Lo que dice mr. anónimo es muy cierto. La peña se descojona de todo lo que le desconcierta, con esas risitas nerviosas que acaban en carcajadas. Quizás nadie reconozca ya que algo le provoca. Todos pretenden estar por encima de lo representado. Somos una generación resabiada y el señor campos, el primero. De ahí a sacar conclusiones morales sobre los espectadores y la recepción de la película, va un trecho asfaltado de ideología neocutre. En primer lugar porque el postmodernismo no es sólo una segregación de la izquierda para quitarle sentido a la realidad e imponer sus fantasías revolucionarias (que también), es una estrategia incosciente (o no) del mercado, del sistema, del capitalismo…-llamalo X- para desacralizar la vida, las relaciones y las instituciones -como el matrimonio o la prostitución- y poder convertir absolutamente todo en objeto de mercadeo.
Y ahí está la publicidad, magnífico escaparate de lo que el mercado piensa que es lo que debe sentir el consumidor para poder establecer una relación privada con él.
Hay otra cosa que tiene que ver con las sociedades anglosajonas y del norte de europa. La canalización de las pasiones, la ritualización del instinto de vida, la separación del sexo del amor, la desaparición de la espontaneidad, el triunfo definitivo de lo exacto y del aparato legislativo que ha pasado ya a ser parte del cerebro humano, convierten esa parte del mundo en el sitio donde triunfó la razón. Pero tiene un precio. Y eso lo muestra Isabelle Hupert, con su cuerpo escindido, en cada una de sus encarnaciones: la ceremonia, la pianista y elle.
Por favor… Hablar de «brújulas morales» o «mensaje» en el cine de Verhoeven es no enterarse de nada. El sr. Campos cita las entrevistas que ha concedido el director, y si hay una idea clara que puede sacarse de sus declaraciones es precisamente su voluntad de huir de esos términos.
Y llamar tarado al público por reírse con esta peli es ser tremendamente reduccionista. ¿La risa en la sala es el único parámetro válido para juzgar la recepción de una obra? Me suena a tono de homilía. Simplificar a ese ente llamado público para caricaturizarlo y, frente a ello, dar cuenta de la superioridad moral del que escribe.
No veo por qué la comedia no puede ser un tono válido para enfrentar al espectador con las miserias humanas. La risa no anula otras reflexiones. Por la misma regla de tres, también se podría llamar tarado a cualquiera que se ría con una peli de Wilder, ¿no? (ya sé que Verhoeven es más extremo, pero la idea de fondo está ahí). Y seamos precisos con los términos. ¿El personaje de la Huppert es una heroína? Pues desde luego que no. ¿Pero fuerte y libre? A mí me parece que sí, mucho. Otra cosa es que uno tenga la necesidad de que los conceptos libertad y fortaleza vayan ligados siempre a corrección moral.
Ah, y a mí sí me parece que Elle puede ser leída en clave feminista. Dudo mucho que sea la principal intención del director, pero desde luego que la ausencia de mecanismos morales de juicio y castigo en el tratamiento de la protagonista es relevante.
Por supuesto que «Elle» puede leerse en clave feminista, y puede que no sea la principal intención de Verhoeven, como dices, ya que esa suele ser normalmente tocar los cojones a todos los defensores de lo políticamente correcto, a cuantos más, mejor; pero seguro que lo tuvo muy presente. Nunca ha ocultado su admiración por las mujeres, aunque tal vez en sus películas la muestre de una forma retorcida, pero así es él.
La peli es una comedia, de humor negro, si quieres,pero una comedia.Como todas las de Verhoeven.
Yo también pongo un 10, pero para el mensaje de La meseta y tal.
«Rebecca y Richard son los dos únicos personajes en Elle que no resultan patéticos o despreciables.»
…
«Por supuesto, Verhoeven no lo pone tan fácil y se cuida mucho de decir que Rebecca y Richard son personajes sin tacha. Rebecca está obsesionada con las figuras de Belén de tamaño humano y con el camino de Santiago. Y Richard le pegó una vez a Michelle. «Todos tenemos defectos», parece decir Verhoeven. «Nadie se salva».»
En mi opinión Rebecca también es patética y despreciable. Me asombra que no comente usted la indulgencia que muestra con el violador de su marido (la frase «Era un buen hombre con un alma torturada» demuestra su conocimiento, y su disculpa). Rebecca se inhibe de las terribles acciones de su marido, refugiándose en la religión. Una actitud por otra parte muy cristiana: sólo Dios puede juzgar. Hay que tener los parámetros morales de una ameba para decir que la única mácula es su (patética) beatitud.
Y fíjate la perla que le suelta Rebecca a Michelle en esa misma despedida:»Te agradezco que por un tiempo pudieras saciar sus instintos». O sea que sabía que su marido era un violador y aún así hizo la vista gorda. ¿no es despreciable esta beata?
Perlaza que te cagas.
Estás aburrido ¿eh, Angel?
No. Me veo en el deber de arrojar luz sobre la ignorancia.
Verhoeven es un verdadero genio. A veces se pasa de chusco, pero su talento para narrar, su energía con la cámara, su demoledora capacidad crítica lo compensan de sobra. Cada vez que pienso que «Starship troopers: las brigadas del espacio» se la produjo Touchstone, filial de Disney, me maravillo del gol que les metió este holandés que detesta los deportes.
Una de las mejores críticas que he leído sobre ‘Elle’. Después de verla y leer algunas opiniones estaba perdiendo la esperanza de que alguien la hubiera entendido.
Esta es una película de patologías, de seres individuales egoístas, narcisistas y psicópatas que no entienden qué es la empatía. El público mayoritario no es capaz de ver esto en los personajes; ven traumas. Un trauma puede arreglarse; la falta de empatía no. Cada uno nace con una dosis.
Michelle tiene la curiosidad de investigar el estímulo del violador hasta que le aburre la dinámica y decide acabar con él antes de que se convierta en un problema real. Puro egoismo. No hay fortaleza, sólo experiencia.
Quiero decir que se te olvida el personaje del hijo, muy interesante también. Es un personaje completamente dominado por los seres patológicos que le rodean. Está perdido, con la autoestima por los suelos y enganchado al maltrato por parte de todos, solo le alivia la recompensa y las migajas de cariño que puedan ofrecerle.
El único elemento que no he sabido interpretar es cuando Michelle intenta salvar al pajarito que se estrella contra la ventana, ¿para qué el esfuerzo? ¿qué significa el pajarito cuando nadie a su alrededor le importa?
También diré que me he reído en muchas ocasiones en la película, no por superioridad moral, sino por experiencias personales en mi vida social que he podido reconocer (aunque aquí llevadas al extremo).
En definitiva, en el mundo real el 1% de la población es psicópata, en la distopía de Verhoeven podríamos elevarlo al 20%.
Si te enfadas porque no eres capaz de entender la motivación de los personajes: enhorabuena, tienes empatía. Que no te toque uno de estos en la vida real, el desconcierto será aún mayor.
A mí la película me parece mala. Mal guión, mala dirección. Muy francesa, vaya.
Estupenda y valiente crítica.
No me había planteado nada sobre la moral en esta película. También no sabía que ahora las películas tenían que ser fábulas. Lo que si me había planteado y sobre lo que esperaba leer algo en la crítica o los comentarios, es cómo usa la protagonista a los demás para conseguir lo que quiere. Como que su mejor amiga decida irse a vivir con ella después de enterarse de que su marido le haya sido infiel con ella o que su hijo mate a su violador. Si ella no denuncia al violador a la policía, ¿no es porque quiere tomarse la justicia por su mano? ¿Y si fue ella la que hizo que su padre matara a todas esas personas? ¿Por qué su padre se suicida cuando se entera de que ella va a ir a visitarle?
Gracias por la crítica. Me estaba angustiando no encontrar palabras críticas que se acercaran a mi percepción sobre la película…
Es una película con un contenido terriblemente perverso. Y en grandes dosis de machismo junto con la presencia de la patología. Y todo ello, no está tan lejos de lo que queda fuera de la pantalla…
Salí abrumada, con una gran náusea interna. Qué violeta y agresiva. Me gustaría saber la intención del director…pero no la consciente, sino la inconsciente. Es una película controvertida y que necesita la reflexión y la crítica para no convertirse en peligrosa.
Gracias, nada de lo que leía sobre la película me convencía, esto si que es hacer una crítica buena y valiente de una película.
Interesente critica, me sirve de ansuelo.
Muy buena crítica. Coincido 100%
Pingback: ELLE (Paul Verhoeven, 2016) – CINESTESIA PARA TI
A pesar de coincidir con gran parte de la crítica, me parece peligroso y creo que decir que ciertos grupos de espectadores (entre los que citas feministas, moralistas del siglo XX, pseudocríticos, prensa especializada) se equivocaron en la interpretación es cuanto menos dogmatico y maniqueo teniendo en cuenta que no es una receta sino arte. El arte siempre se propone crear reflexiones pero es válido que cada quien en su encuentro con la obra se permita sentir desde su subjetividad las emociones que experimenta. Si algunos rieron y otros ven un héroe, ¿por qué tendría que corregirseles? por otro lado lo que manifieste el director por fuera del metraje de la película no debería influir en la interpretación que hagamos de esta y los personajes. La obra se debe defender sola y hay puntos que son ambiguos creo que de forma deliberada para enrriquecer nuestra percepción de lo que nos cuentan. Por último considero que la frase de la religiosa no acumula el significado de la película aunque si cierra al personaje y no lo hace ajeno al universo de la historia.
Ups! Alguien aquí no entendió que los aplausos son por la capacidad del director para plasmar en ésta maravillosa película todo lo que acaba usted de escribir desde su computadorsito.
¿Es sólo mi impresión, o el autor está juzgando a la gente que ha interpretado la película de manera diferente a la suya? Su posición parece la de un policía de la moral .
Desde tu manera de clasificar a los personajes: ligeramente empáticos o absolutamente egoístas, te dejas a uno en el bando equivocado, y es Vincent. El hijo de Michelle es simple, vago y mediocre, pero deja muestras de intentar contentar tanto a la imbécil de su pareja de la que está enamorado como a sus padres.
El artículo es brillante, muy bien meditada la película.
Creo que se está divagando demasiado sobre cosas que no llevan a ninguna parte. Aquí el único debate posible es, sin duda alguna, si es creíble el hecho de que alguien necesite violar a una señora, cuando está representada en el film por esa insípida y anticlimática mujer llamada Isabelle Huppert. Muy buena actriz, no lo niego, pero con la que no tendría escarceos ni aunque se me sentara en la cara tomando el sol en la playa. ¡Tampoco si pusiera a mi nombre una asignación vitalicia de 500.000 euros anuales y una villa en la Costa Azul!
Muy buena crítica. Soy psicólogo y vi claramente la psicopatía de la protagonista. Comprendo que haya quién no lo ha entendido así por desconocer el trastorno. El trauma podría explicar algunas actitudes pero no todas, la patología sí. Al ser violada tan fuertemente pudo sentir algo por primera vez, rompiendo su coraza de hormigón, y por eso volvió: quiso saber qué era. En la violación del sótano cobra consciencia de esa emoción y se recrea en experimentarla, en lo que parece el orgasmo de un animal que acaba de descubrirlo, cuando él se levanta.
Pasando por encima algunos comentarios, sí me ha hecho pensar la posibilidad de que la beata al final no resulte tan inmaculada, dado que sabía todo y que quizás lo tolerara bajo el ambivalente y a veces hipócrita catolicismo, y el poco estupor que parece sentir ante las pulsiones de su marido y muerte. Ella sí que parece liberada.
Otra mención que me ha inquietado es la duda sobre la implicación de ella en las muertes achacadas a su padre. Podría entender que un padre asumiera los «errores» de una hija para protegerla, por extremo que pueda parecer, y que tema su visita o la condena de 10 años más cuando ya tiene 70. En cualquier caso, sin sentimientos de empatía ni remordimientos, no es propio de un psicópata suicidarse…
Le película me parece muy tramposa y, de ahí que esté muy de acuerdo con que banaliza un tema tan serio como la violacion. Me la explico: Al inicio primera escena de una violación sin ninguna duda (así lo define ella a sus amigos) Luego de repente el director hace malabarismos y empieza el juego de la relación sadomaso. Eso es hacer trampas, engañar al espectador, pues decir que desde el principio se trata de una relación sadomaso sería inventarse la película, cosa muy frecuente. Muy acertada o certera la descripción psicólogica que acabo de leer arriba. Está como una puta regadera la señora, yo hubiera dicho de shock postraumático pero no soy psicóloga. Pero no me quiero centrar en el trastorno o no trastorno de la protagonista sino en las trampas del guión. Muy mala la película. Muy sobrevalorada. De lo peor del cine francés. Si quieren hacernos creer que está empoderada la señora, no sé por qué deja que sea el hijo quien mate al violador. Pura pose, artificio, ganas de provocar por provocar, vacía. Bueno, no del todo vacía, pero tanta pretensión resulta molesta.
Muy buenas:
No había visto la película anteriormente de modo que no he podido unirme hasta ahora al debate.
Comenta Cristian Campos:
«De hecho, Rebecca es uno de los dos únicos personajes puros de Elle. El otro es Richard, el exmarido de la protagonista Michelle»
Totalmente de acuerdo con la visión expuesta anteriormente con la beata encubridora del violador de su marido. Eso y no otra cosa es Rebecca. Una completa cobarde que disimula su falta de empatía con las víctimas inocentes.
Pero me entran muy serias dudas sobre ese exmarido tan puro.
Se trata de un narcisista desmesurado, que rompe con su novia al enterarse que no era él el escritor objeto de su admiración. Todo lo demás ya importa un carajo. Su ser amado pasa a ser alguien repelente.
Por cierto, es la única vez que la protagonista se horroriza y lleva las manos a la cara.
Dan ganas de plantearse si dentro de su patetismo de personaje totalmente «calzonazos-planchabragas» el hijo no sería, de verdad, la única persona que no daña a nadie (salvo a su propia dignidad) y lucha por hacer el bien de un modo generoso.