Arte y Letras Literatura Sociedad

La importancia de ser guapo

oie_2116163ijqjl69g-1
Karl Ove Knausgård. Fotografía cortesía de Editorial Anagrama.

Sé por qué Karl Ove Knausgård ha tenido tanto éxito en este país. Se ha atrevido a llevar lo doméstico a la zona masculina, cómoda, universal, que todos podemos entender. Si Karla Ove Knausgård hubiera escrito seis tomos sobre su vida en primera persona, lo habríamos llamado diario, o quizá al aterrizar en el periodismo cultural español le habrían preguntado si era una saga para mujeres. Elena Ferrante no sabemos siquiera si es una mujer, pero sus libros no parecen tan universales como los de Knausgård. Siempre se dice de sus novelas que exploran la sensibilidad femenina, la amistad entre mujeres. Y es cierto, pero todavía no he leído en ninguna parte que Knausgård explore la sensibilidad masculina. No creo que haya muchas críticas de libros escritos por hombres que valoren el rol del hombre-personaje. Nadie habla de si un personaje masculino sensible es la nueva masculinidad de la que empiezan a hablarnos en otros ámbitos, que no el literario. Sin embargo, el personaje femenino siempre queda expuesto: necesita tener un rol, lanzar un mensaje. Siempre la mujer dentro de la novela tiene un significado social: o bien habla de la mujer contemporánea, o bien hace una crítica, o bien reivindica algún derecho. Y siempre, por supuesto, son personajes con sensibilidad femenina. Quizá sensibilidad y masculina son dos términos que se repelen y contradicen, porque nunca se habla de ella, nunca es un valor literario en las novelas.

Obviando esta lucha de matices, lo importante es que Karl Ove Knausgård tiene melena plateada, ojos azules, la seguridad física de quien se sabe atractivo. Nadie lo dice en las reseñas de sus libros, pero es así. Cuando hablamos del descubrimiento literario que ha supuesto el testimonio del noruego, nadie hace mención a su físico. ¿Por qué iban a hacerlo? Nadie cuenta, en las entradillas de las entrevistas, si se atusaba el pelo mientras respondía, ni cómo era la ropa que llevaba, ni siquiera si usaba perfume o no aquel día. Ningún crítico ni crítica se ha permitido la licencia de hacer poesía con él: su voz de fumador se pega a la piel como el sudor en verano. Nadie habla de él en las reseñas como se habla de un amante, como se habla de un personaje de ficción. No se les ocurre hablar de él como si no existiera, con un lirismo dulzón y patético. No lo hacen tampoco con José Luís Peixoto, ni con Paolo Giordano, ni con Samuel Beckett, ni con Henry Miller.

La importancia de ser flaca… o madre

Dando un paso al frente y saliendo del periodismo cultural, me pregunto por qué Mireia Belmonte «es simpática y más guapa y delgada que en televisión». Lo dijo Pedro Morata, y seguro que lo hizo para halagarla. Y es probable que Mireia Belmonte no se molestara con él por el comentario, porque intuía que no pretendía ofenderla. Es probable que ni Peixoto ni Giordano ni Beckett ni Miller se molestaran si alguien les dijera que son atractivos, además de escritores. Pero nadie lo hace. Del mismo modo que cuando nos presentan un ministro nadie nos cuenta que lo es a pesar de tener cuatro hijos, como sí lo hicieron con Dana Reizniece-Ozola. Para ponernos en situación: la ministra de Finanzas de Letonia es la campeona del mundo en la Olimpiada de Ajedrez. Ha ganado, con su ministerio y sus cuatro hijos, a Yifán Hou. Y sí, es cierto, tiene mérito que una ministra y madre sea, además, campeona de ajedrez. No solo tiene mérito, sino que es sorprendente por muchas cosas, pero también por una cuestión de practicidad. Haciendo el apunte de su maternidad lo que nos están dando a entender es que ella se ocupa de esos cuatro hijos. Quizá sí lo haga, pero ¿por qué se da por hecho? La imagen que se da de ella es la de una mujer que se ocupa de sus cuatro hijos y saca tiempo para su ministerio y su ajedrez. ¿Lo dirían de algún ministro? Dice Leontxo García que «su marido y otros parientes la ayudan mucho a cuidar de sus cuatro hijos». Sí, hay que prestarle mucha atención al verbo: el marido, que también es padre de esos cuatro hijos, la ayuda. Los medios, una vez más, nos muestran la imagen que todavía no nos hemos podido quitar de la mujer. Por eso Elena Ferrante (no sabemos si mujer, pero con nombre de mujer) escribe una historia sobre la sensibilidad femenina y la amistad entre mujeres, y lo que hace Knausgård es abarcar el mundo, la vida, lo universal… lo público, frente a lo particular de la mujer.

La importancia de ser guapa

Zadie Smith. Fotografía: Cordon Press.
Zadie Smith. Fotografía: Cordon Press.

Si no eres flaca ni madre, pero sí eres escritora, que seas guapa o no lo seas es importante. Zadie Smith ha sido descrita como «el icono perfecto: guapa, inteligente con gafas de pasta» (Jorge Berástegui, El Huffington Post). Anne Sexton era «delgada y alta como una modelo, teatral, con sus ojos azules y su pelo negro, su voz de fumadora se pega a la piel como el sudor en verano» (Elsa Fernández-Santos, El País). Sylvia Plath, «la chica guapa, delicada, violenta y trastornada» (Manuel Hidalgo, El Mundo). De Jhumpa Lahiri nos cuentan que es «la escritora, tímida, guapa, que está casada con un periodista guatemalteco» (Guillermo Altares, El País). Ganar un Premio Nobel no es tanto para Alice Munro como ser «una mujer muy guapa, con una cara de expresión tan intensa como las aventuras de su vida, con unos ojos brillantes» (Antonio Muñoz Molina, El País). Emma Cline, la autora del momento gracias a Las chicas, es «lo que se dice guapa. Una belleza casi botticelliana de rostro ovalado y unos ojos azules que parecen detener el tiempo cuando los miras de cerca» (Jacinto Antón, El País). «Guapa, rica y exitosa» es Camilla Läckberg (Iván Gil, El Confidencial). Pola Oloixarac es, por orden, «joven, guapa, modelo, cantante, bloguera, licenciada en Filosofía y escritora» (Inés Martín Rodrigo, ABC). Elsa Morante, además de la esposa de, era «guapa, tenía una sonrisa entre tímida e irónica, un rostro juvenil» (Aurora Conde, El Mundo). A Mercè Rodoreda le conceden el beneficio de la duda, no solo «fue guapa y sigue siéndolo, sino que exteriormente es esto. Pero hay que verla por dentro» (Manuel del Arco, La Vanguardia). Montserrat Roig, en cambio, «era la mimada del director, Ibáñez Escofet, al que siempre le gustaron las chicas guapas» (Joan de Sagarra, El País). A Doris Lessing le pasa como a Munro con el Nobel, que además de una digna ganadora es «una anciana tan guapa y tan pulcra como el hada madrina de un cuento para niños» (Rosa Montero, El País). Simone de Beauvoir fue «alta, guapa y seria, con ojos radiantes bajo unos pesados párpados» (María Antonietta Macciocchi, El País).

Pero volvamos por un momento a la crítica actual, de autoras contemporáneas que pasan por lo mismo que Knausgård. Así describen a Milena Busquets: «La suya es una media melena rubia, que se atusa de vez en cuando con unos dedos larguísimos. Y eso, junto a una tez pecosa, una mirada azul clarito que pasa de la ironía a la ternura en una décima de segundo y una silueta estilizada de elegantes movimientos le confieren un cierto aire de extranjera de clase alta» (Vis Molina, El Cultural). La que más veces ha tenido que sufrir los comentarios a su físico fue Carmen Laforet, que incluso se insinúa que tuvo éxito a pesar de ser guapa, como si fuera una cruz… y lo fue. Así es como cuentan que ganó el primer Premio Nadal: «Una jovencísima y muy guapa mujer obtuvo en Barcelona el primer Premio Nadal» (Javier Goñi, Divertinajes). Soledad Puértolas «recorre los pasillos, la escalera, el salón de plenos, la biblioteca… y posa para las fotos. Está elegante y guapa» (María Inés Amado, El País). Dulce Chacón «era guapa, inteligente, tenía un éxito merecido…» menos mal (T. De León-Sotelo, ABC). Lo mismo que Ana María Matute, que «de joven era muy guapa, tenía éxito» (Rosa Montero, El País). Y como Camilla Läckerberg, Zenobia Camprubí era «una mujer emprendedora, guapa y rica» (Álvaro Pombo, La Vanguardia), porque su posición económica también es importante. Por último, de Clarice Lispector, «hay que decir, era guapa» (Brenda Lozano, Letras Libres). Y no solo eso, sino que su traductor al inglés dijo que «era tan guapa como Marlene Dietrich y escribe tan bien como Virginia Woolf».

La importancia de lo importante

Encontrar todas estas citas no me ha llevado más de dos horas. Nombre de escritora y guapa, tres o cuatro palabras, y la red se llena de artículos culturales que mencionan el físico de las escritoras, a veces incluso permitiéndose comentarios fuera de lugar, como el de Emma Cline de Jacinto Antón. Algunos pretenden ser tiernos, entrañables, sobre todo cuando se refieren a mujeres mayores como Alice Munro o Doris Lessing. En algunos casos se les atribuye el físico al éxito. No todos los comentarios están hechos por varones, y no siempre se habla de lo guapas que son en la juventud. No hay una línea clara para trazar una teoría, salvo algo que todas tienen en común: son mujeres. La desgracia de ser mujer, como decía Alfonsina Storni. Ni José Luís Peixoto, ni Paolo Giordano, ni Samuel Beckett, ni Henry Miller se molestarían con estos guapas ni con estas descripciones que van más allá de lo literario, porque serían comentarios aislados, sin importancia. Pero hay demasiadas escritoras guapas en las reseñas, entrevistas y críticas literarias como para pasarlas por alto. Quizá cuando miras de cerca a Knausgård, con esa belleza casi botticelliana de rostro ovalado y esos ojos azules, también parece que se detenga el tiempo… pero nadie lo ha reseñado todavía.

SUSCRIPCIÓN MENSUAL

5mes
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL

35año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL + FILMIN

85año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
1 AÑO DE FILMIN
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 

42 Comentarios

  1. Efectivamente. Pero el problema, sí, no es que se diga de ellas que son guapas: tan infantil sería hurtar ese detalle en una reseña sobre una mujer, por pudores o censuras (una persona es un ente físico y no etéreo, puede ser alta o baja, vieja o joven, atractiva o menos -aunque esto último es tremendamente subjetivo) como lo es hurtarlo en una reseña sobre un hombre por otros pudores, y otras censuras.

    O sea: cuando se comenten estos accidentes físicos, en hombres o mujeres, como lo que son, accidentes sin ninguna relación con la valía personal del hombre o la mujer, empezaremos a madurar algo.

    (De todas formas, cierto: de los hombres no se suele decir, vayan ellos y ellas a saber por miedo a qué)

  2. No estoy de acuerdo con eso de que nadie hace referencia al atractivo de Karl Ove; sin duda, hay un montón de ejemplos (como este artículo mismo) en el que se menciona lo guapísimo que es, de un modo u otro. Las fotos que acompañan a las entrevistas no dejan lugar a la duda. No son fotos azarosas (nunca lo son).
    De todas formas, lo único realmente importante es que «La Muerte del Padre» es una obra mayor; el resto es anécdota.

    • En mi opinión, si Knausgård no fuese un noruego atractivo de casi dos metros, no habría tenido tanta repercusión ni reconocimiento. Personalmente, me parece el autor más sobrevalorado (sobre todo por él mismo) de los últimos años.

  3. Hace unos días escuché en la cadena SER un anuncio de uno de esos eventos/congresos que organizan en los que van a cambiar el mundo y presentaron a Pilar del Río como periodista y mujer de Saramago.

    Imagino que lo han cambiado porque desde entonces he vuelto a escuchar más anuncios de ese evento pero no he vuelto a oír nada de «la mujer de Saramago».

    • En mi opinión, si Knausgård no fuese un noruego atractivo de casi dos metros, no habría tenido tanta repercusión ni reconocimiento. Personalmente, me parece el autor más sobrevalorado (sobre todo por él mismo) de los últimos años.

  4. Faithnomore

    Comentario: buen artículo, original.
    Pregunta 1: por qué las mujeres buscáis en google «esposa de miller» y no a miller?
    Pregunta 2: queremos reproducción o extinción? Si queremos lo primero, déjelo, está en la genética. De ser distinto, no estaríamos aquí contándolo. Ha funcionado muy bien hasta ahora, somos 7 mil millones de sapiens y el resto de humanos, cero patatero. Mayor éxito, imposible.
    Recomiendo hablar con antropologos y biólogos antes de pensar en estos temas

    • Completamente de acuerdo con Lara. Se me cayó el libro en la tercera página, la traducción pesadísima. Y no me parece tan guapo.

    • Hombre, no hace falta saber mucho de antropología para saber que a los hombres nos atraen las guapas y procuparmos fecundarlas a ellas ( ejem ). También las mujeres se sienten atraídas por los fuertes y / o ricos… ¿ y ?
      La cuestión es si, puesto que biológicamente esto es así, debemos dejarlo así , o bien deberíamos intentar cambiarlo. POrque, en el primer caso, no deberíamos dejar que las mujeres trabajen ( puesto que antropológicamente su misión es criar a los hijos y hacerse cargo del hogar, y ser el reposo del guerrero, lo olvidaba ), y ya no hablo de conseguir que cobren lo mismo.
      Al margen, eso de éxito es muy discutible. Precisamente uno de los grandes problemas de la humanidad ahora es la superpoblación del planeta ( y el mal reparto de la riqueza, claro ), o sea que no se preocupe tanto por la reproducción, aunque nos reprodujéramos un poco menos tampoco pasaría nada.
      Más al margen, ahora que A. Jolie está libre, voy a intentar conquistarla.

      • Homo neanderthalensis

        ¿La atracción por la belleza una cuestión biológica? ¿La atracción por el dinero una cuestión biológica? ¿La misión antropológica de las mujeres es la crianza de los hijos? ¿Y cuál es la suya, enseñarles a jugar al fútbol? Para el Club de la Comedia o para un Congreso de Cuñaos bien, pero de antropología cero patatero. De la Jolie ni hablamos.

        • Obviamente, o yo no me he explicado bien, o, mas fácil, Vd. no ha entendido nada de mi comentario, ligera ironía incluida.
          Firmado: Homo Erectus.

          • Faithnomore utilis

            Creo que la respuesta de homo era para mí. Eso, o yo tampoco lo entiendo.
            Todo es cuestión reproductiva, es la única y exclusiva función de las células y del cerebro también. En un gay también. Lo demás solo gira circunstancialmente en torno a eso. Recomiendo leer Hariri, M. Harris, Brysson, K. Wilber (por citar a los sencillitos y divulgativos). Si autores tan enfrentados en casi todos solo tienen en común que no tiene dudas sobre esta cuestión, estaré encantado de leer opinión sobre los que estén por encima de los científicos. Hay visionarios anticipados a su tiempo que se descubren de la nada. Ánimo!!!

            De todas formas, eso no quita reprochar actitudes machistas y fomentar lo que dice el artículo, claro que sí. Pero si perdemos de vista la explicación de base, creo que nunca funcionaran las políticas artificiales para cambiar estos temas.

            • Mi comentario de las 19:19 era para Homo neadert…, el de las 11:31 sí era respuesta al suyo, de las 21:10 de ayer.
              También sé que todo, o casi, es cuestión reproductiva, de hecho, no creo que estemos diciendo nada muy diferente. Todo esto sería la explicación de base, en sus palabras.
              He leido a Harris, y no creo haber afirmado nada en contra de lo que él sostiene.
              La cuestión que me interesa de todo esto es, si debemos seguir lo que nos dicta el instinto o, por el contrario, hacer lo que nos dice la razón y la justicia. Mi rsspuesta es obvio, es lo último.
              En caso contrario, las mujeres no deberían trabajar, ni utilizar anticonceptivos, y los hombres intentaríamos acostarnos con todas las que podamos, que es lo que nos pide el cuerpo.
              Por lo menos a mí.

              • Faithnomore

                Lo que quiero decir es que la respuesta al planteamiento del artículo está en la parte instintiva, que es normal que la mujer haga una crónica literaria viendo puntos distintos a los el hombre. En ella está escribiendo la oxitocina, no «ella» usando la razón.
                Es decir, lo que dice vd de justicia y razón, en mi opinión, es también instinto puro. García Márquez es pura testosterona cuando escribe, intenta reproducirse con más hembras cuando escribe, aunque no sea consciente de ello.
                Por eso ninguna mujer puede escribir como G. Márquez ni ningún hombre puede escribir como Rosalía de Castro.
                Pásame un relato al azar, una crónica periodística, hasta un artículo científico, y le digo si hay testosterona o bien oxitocina en esas palabras. Pruébelo cuando abra un periódico, es sencillo.
                Cómo puede adivinarse tan fácilmente? Porque la razón no cuenta casi nada en nuestros actos ni pensamientos.
                No conove vd a gente maravillosa y generosa que ayuda al prójimo diempre cómo pasan un huevo de los inmigrantes sirios aunque les vean morir a diario? Incluso algunos critican agoger a ess pobre genre. Es razón o instinto? Ambas son lo mismo.
                Y eso no quita para ir cambiando o modelando ese instinto evitando roles biológicos a la mujer, para que vaya siendo natural otto comportaniento social, eso es otro tema. Yo solo intentaba dar mi explicación al debate del artículo, no al feminismo ni nada similar.
                Disculpe el pedazo rollo

                • Yo creo que en vez de oxitocina o testosterona, lo que se ven son roles de género. Una construcción cultural como cualquier otra que es bastante fácil de desmontar.

  5. He leído preciosas entrevistas en las que la descripción de todo era minucioso: el gesto, los rasgos, el atuendo, la actitud, el acento, el timbre y el tono de voz, el olor, la calidez, la tristeza o la ironía o la sensualidad o la picardía… y el protagonista era un hombre. Puede ser que sean casos minoritarios, pero quizá se deba a que quien hacía la entrevista era una mujer. El que no sea habitual se puede achacar a que el entrevistador no desee demostrar demasiada fascinación, o a que eróticamente no conecten o sencillamente a que haya muchísimos periodistas varones que no reparen en el aspecto físico-sensual del entrevistado, bien porque son heterosexuales y lo ven como un competidor al que no tienen por qué halagar, bien porque están muy focalizados en el tema central de la entrevista. No me parece trascendental.

    • pse, sí es trascendental pero por la misma razón que das para que no lo sea. De acuerdo contigo, el problema es que una gran mayoría de periodistas «con púlpito» son hombres y esos hombres heteros tienen sus propios intereses.
      Pero sí es trascendental porque, si varía tanto la historia según quién la cuenta, nunca cambiará la forma paternalista en la que se aborda la aportación del género femenino a la historia de la cultura. Seguirán siendo mujeres que, a pesar de ser guapas, también sirven para otra cosa.

      • Seguramente tienes razón y yo lo enfoco de otra manera y por eso no me parece grave. Quizá no he leído tantas entrevistas a mujeres últimamente como para que me llamase la atención la descripción. Que la historia varía según quien la cuenta es algo imposible de evitar, pero es que, además, yo no lo querría. Las mejores entrevistas son algo entre el ensayo y el cuento, la confidencia, la complicidad o el ping-pong y la polémica. Y cada entrevista es distinta según quién la cuente y según quién esté enfrente. Todos los detalles importan (también para bien) y no me molesta que se resalten aspectos físicos si es una forma de completar las imágenes mentales que nos están transmitiendo. Aunque coincido contigo en que si, sobre todo, es guapa o guapísimo, o bien el entrevistado es una nulidad intelectualmente o el entrevistador está en contra, y ambas cosas son bastante corrientes.

  6. Pingback: La importancia de ser guapo (Jot Down) | Libréame

  7. Manuel Puente Simal

    Ser o no ser, esa es la cuestión…… Desde hace cinco siglos esto no ha cambiado mucho aunque hoy el exceso de información (google!) a nuestro alcance dé para elaborar infinitas teorías con nuevas perspectivas que a buen seguro van a cambiar el mundo! Jajajaja!!! Una vez más nos olvidamos de otro viejo, que probablemente también fue un macho alfa deleznable, trasnochado y patético: Darwin. Ahora la evolución de las especies se va a guiar a gopecitos y pequeños deslizamientos de inocentes deditos sobre mínimas y potentes pantallas digitales! Lo que es es y en cada uno de nosotros habita la posibilidad de cambiar el mundo, nuestro mundo!

  8. Antonio Jesús

    Totalmente de acuerdo. En lo que dice usted, y en cómo lo dice.

  9. Esteban Orive Castro

    A ninguna persona lectora más o menos normal y sin prejuicios se le ha escapado que Karl Ove K. el escritor noruego es guapo, tiene buena planta y resulta atractivo. Pero no es preciso resaltar eso al hablar de él cuando él mismo se autodescribe físicamente desde la niñez al momento en que narra su historia. Su valentía -al ser noruego, no tanta- consiste en desafiar la cultura patriarcal europea mostrando un modelo de hombre que, en muchos momentos de su vida, se cuestiona su rol en función de su masculinidad. b¿Que lo tiene más fácil por ser guapo? Seguramente. Quizá Houellebecq -feo y repulsivo con avaricia- no se hubiera atrevido a tanto y prefiere acentuar lo tradicionalmente viril. El peso de una cultura secular no se sacude de un plumazo. ¡Pobre Espido Freire!
    En todo caso, he leído una crítica de Knausgard hecha por un hombre que destacaba en el personaje novelístico autobiografiado una tendencia homosexual nada despreciable (no la he advertido en tres de sus obras, aunque si su inseguridad masculina infantil) que lo justificaría en su pensamiento y conducta.
    Quizá haya que tener en cuenta también, que, además de guapo, es un buen narrador y que plantea situaciones de fácil identificación en casos homólogos.
    Esteban

  10. El artículo me parece interesante y abre un debate necesario. Estoy de acuerdo, sobre todo con la insistencia, cuando se habla de una mujer, en señalar algo con respecto a su aspecto o su intimidad. Lo único en lo que no estoy tan de acuerdo es que el aspecto físico no se señale en los hombres. En particular, con respecto a este escritor, de quien casi nunca se deja de señalarlo, por ejemplo:

    http://www.ejecentral.com.mx/knausgard/

    http://www.buhola.com/9/2015/Novelista-bateristacelebridadTodos-quieren-la-exportacio%CC%81n-noruega-/5607d96a99a2901112fa8d5d

    http://www.harpersbazaar.es/cultura/ocio/knausgaard-franzen-pierce-brown-escritores-guapos

    http://www.pressreader.com/spain/la-vanguardia-1%C2%AA-edici%C3%B3n/20140429/283171491533691

    http://www.m-x.com.mx/xml/pdf/355/48.pdf
    Saludos

    • Joan de l'Illa

      Estoy de acuerdo. El debate es necesario, pero precisamente con este escritor no. Uno de sus temas más recurrentes, si no su tema principal, es el de su frustración a la hora de adaptarse a los roles masculinos, tanto al tradicional dominante e individualista como al moderno igualitario y familiar. Además, como bien se ha dicho, no se para de hablar de su aspecto. Sin ir más lejos, sus retratos se usan de portada de sus libros, cosa que raras veces ocurre.

      Además, en la prensa española no sé si tanto, pero con una búsqueda en google de Knausgaard + handsome: what would happen if the literary sensation were written not by the handsome Norwegian writer (Slate), Karl Ove Knausgaard, a handsome, rangy, brooding Norwegian author (New York Times), He’s 6ft 4in with a strikingly handsome face, a writerly beard and a thick mane of swept back silvery hair (The Guardian), the ruggedly handsome Norwegian novelist (Vulture), etc.

  11. marta andreu

    Esto me recuerda a una lamentable entrevista en RAC1, con Jordi Basté refiriéndose a la entrevistada, Isa Campo, codirectora de la película que presentaban junto a Isaki Lacuesta, como «la mujer de Lacuesta». No se dijo su nombre en ningún momento.

  12. Esta es una genial manera, de poner en evidencia un micro machismo de los que está trufado todo nuestro comportamiento, sin que seamos siquiera conscientes muchas veces. Un gran artículo, en el fondo y en la forma,enhorabuena!

  13. Jaime A. Castillo

    «escritor guapo» en Google

    Cerca de 601.000 resultados (0,48 segundos)

  14. Pingback: La importancia de ser guapo

  15. De todas maneras, dudo que a una escritora de la edad de Knausgård se la considerase guapa. O atractiva.

  16. Malvisol

    Yo he leído entrevistas a hombres feos en las que se habla de su gran nariz, o de su bizquera, o de la mata de pelos que les sale de las orejas… Algo que no haría ningún periodista si entrevistara a una mujer. Nunca he leído: la escritora fulanita de tal, que es más fea que un pecado… Pero de eso no nos quejamos.

    No todo tiene que ver con conspiraciones heteropatriarcales ni con machismos más o menos macro o micro. Quizá todo tenga una explicación más sencilla: a las mujeres nos gusta que nos digan que estamos guapas. Por eso nos pintamos, nos subimos a tacones y nos probamos veinte modelitos antes de acudir a una cita.

    Y lo digo yo, que ni me tiño las canas, ni me pinto, ni me pongo tacones. Pero, igualmente, me encanta que me digan que estoy guapa. Y me encanta que eso sea precisamente lo que me diferencia de un hombre.

    • Fathnomore

      Gracias Malvisol por esa diáfana aportación.
      Yo pienso que el feminismo conseguirá objetivos reales cuando cojan las riendas las que piensen como vd. Es decir, partir de lo natural, sin complejos, admitiendo excepciones también, claro (habrá mujeres que no querrán ponerse guapas, y eso lo tenemos que ver como interesante por ej, no negativo), y a partir de esa base, exigir igualdad dentro de lo desigual.

      Pero si olvidamos la desigualdad natural, como se ha hecho siempre… es como luchar por implantar el country en el Bronx y extrañarse de los malos resultados.

      • Yo no creo que se trate de ninguna «conspiración heteropatriarcal», pero tampoco se puede decir que a las mujeres nos gusta que nos digan que estamos guapas, y por ende pintarnos, ponernos tacones, etc., de manera natural (aceptando las excepciones). Vamos, que las monas no se pintan, así que no sé cómo puede saberse que eso es «lo natural». Naturales hay muy pocas cosas, y culturalmente las mujeres somos evaluadas a través de nuestro físico de formas muy dañinas.
        ¿Que no se alude a la fealdad de las mujeres intelectuales? No tengo ejemplos de escritoras, pero no hay más que pensar en las políticas…
        Como feminista, no digo que no seamos desiguales, porque claramente no tengo un pene, así que algo hay, digo que somos tratados de forma desigual, en este caso particular en lo que respecta a nuestro físico, y eso es injusto.
        Quizás, si no se mencionase constantemente el aspecto físico de una mujer, algo que no podemos dejar de saber que será comentado, no nos gustarían tanto los tacones ni perderíamos el tiempo probándonos veinte modelitos.

        • Estoy muy de acuerdo contigo.
          Para mí, la cuestión es saber qué es realmente natural, y qué entendemos por tal, como ya expuse unos mensajes mas arriba.
          ¿ Es natural, como dicen algunos, que a las niñas les guste jugar con muñecas, o que a las mujeres que les digan guapas ? en mi opinión, natural hay muy pocas cosas, la mayoría son culturales, aprendidas a lo largo, eso sí, de miles de años; con lo cual nos pueden parecer muy «naturales».
          Pero no creo que éste sea un criterio para nada: si sólo hiciéramos lo natural, no tomaríamos aspirinas para el dolor de cabeza, ni usaríamos anticonceptivos, ni llevaríamos gafas.
          Lo único realmente natural, y que no se puede cambiar, es que las mujeres gesten y los hombres tengamos pene. Poco más.

        • 1) Elija una cultura humana cualquiera, en cualquier lugar del mundo, en cualquier época.
          2) Compruebe las diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres.
          3) Reafírmese en que no se puede decir que a las mujeres les gusta eso que dice antes.
          4) Si ha sido capaz de encontrar una que le dé la razón, compruebe la proporción de culturas en las que ocurre una u otra cosa, y determine así la regla.

          • Imagino que su comentario es respuesta al mío, aunque parece serlo al de Cristina.
            Lo siento, pero no me vale: creo que Vd. confunde lo natural con lo que ha sido así «toda la vida». No es lo mismo. Si las mujeres se comportan de una determinada manera ( y los hombres de otra ) es consecuencia, principalmente, de las condiciones de vida de cada uno de ellos, y no de su punto de partida ( la biología ); lo que pasa es que esas condiciones de vida han sido las mismas, o muy parecidas, durante miles, tal vez millones de años. De ahí la igualdad, y de ahí la confusión con lo natural.
            Es el mismo argumento que utilizan los creyentes en dios: todas las culturas, en todas las partes del mundo, han creido en dios: lo mismo, no me vale.

      • Malvisol:

        Lo primero es saber si es verdad que la «naturaleza» nos determina tanto como usted dice, y, sinceramente, creo que el debate continuará, porque las cosas no están tan claras. Ya veremos qué pasa.

        Me parece que incurre usted en una contradicción: si pide que las feministas no se olviden de la «desigualdad natural», ¿cómo narices van a conseguir la igualdad de trato? Si la desigualdad consiste en un trato diferente en función del sexo y es «natural», entonces nadie podrá conseguir la igualdad de trato, porque lo natural es aquello determinado por instancias que no pueden cambiarse. De hecho, la única forma de que las feministas consigan algo es que, sí, se olviden de esa supuesta desigualdad natural. Supuesta porque, insisto, todavía nadie la ha probado de manera indudable.

        Pero esto se extiende a cualquier ámbito, no sólo al de la supuesta desigualdad entre los sexos. Los seres humanos nos caracterizamos por haber promulgado leyes diferentes a las supuestas leyes naturales: son los ideales. Y los hemos promulgado olvidándonos de la naturaleza. No se puede exigir que aspiremos a erradicar el hambre si estamos pendientes de la naturaleza, porque en ella no hay criterios éticos, sino simple supervivencia en virtud de la cual algunos se quedan con más de lo que les corresponde y obligan a otros a pasar hambre. Es la ética la que nos diferencia del resto de animales. Probablemente jamás consigamos vencer a la naturaleza, pero, desde luego, olvidarnos de la ética y dar la barrila con las desigualdades naturales no nos va a llevar a nada bueno.

        Si los seres humanos fuésemos criaturas como el resto de los animales, ninguno de nosotros habría promulgado leyes éticas ni habría habido religiones ni códigos penales ni nada por el estilo. Porque los diez mandamientos son un límite a la naturaleza, igual que lo es una constitución o los cuerpos de leyes que, no lo olvidemos, sirven para regular la vida de las gentes. Y en esto consiste el libre albedrío que muchos científicos ponen en duda: en la capacidad para ir más allá de la naturaleza y, frente a los instintos y las simples necesidades de supervivencia, proponer modelos de conducta, es decir, en afirmar la posibilidad de elegir entre la naturaleza y el ideal. Todos podemos elegir entre comportarnos como animales y atender únicamente a nuestros instintos y acercarnos al modelo de comportamiento expresado en códigos, leyes y demás.

  17. Acicalarse no es un comportamiento exxclusivamente femenino, que yo sepa. En todas las culturas voy a encontrar mujeres que lo hagan, y hombres también, en diferentes formas, imagino, que desconozco, y probablemente tú también, Gerion.

    Luego está lo que creo que es el asunto, que embellecernos nos guste más que a los hombres. A las mujeres se nos evalúa a través de nuestro físico, y como somos seres sociales, es normal que sintamos satisfacción cuando se nos evalúa positivamente, lo que yo desligaría de que nos guste en sí usar un porcentaje elevado de nuestro tiempo en conductas que tienen que ver con embellecernos.

    En fin, la cadena de causas es demasiado complicada y a saber, pero yo lo único que digo es que incluso aunque las monas se pintasen los labios y los hombres de todas las culturas existentes nunca hubiesen reparado en su físico, aun en ese caso, qué manía con deslegitimizar la protesta sobre que se nos deje de evaluar a través de nuestros cuerpos en los ámbitos que no tienen que ver con nuestros cuerpos, como escribir libros. ¿Qué se pierde tan importante por dejar de hacerlo que se tiene que recurrir a la antropología y a la biología para encontrar una justificación? No lo entiendo.

  18. Pues yo debo ser el único que no lo ve guapo al noruego. Creo que aunque midiese tres metros y medio seguiría sin verlo guapo. A lo mejor es por eso que nunca lo he leído. Vete a saber. O a lo mejor es que con ser noruego y guapo para la mayoría, tampoco alcanza para ser Borges.

  19. Pingback: Literatura para mujeres | Concupiscencia

  20. Quizás, y me subo al carro del simplismo, si habláramos de todos y todas como personas, y nos refiriesemos solo de ésta manera, conseguiríamos neutralizar, en parte la connotación discriminatoria. X YZ es una persona que escribe… Es atractiva… Y mira con esos ojos… Mi cruzada particular es conseguir pensar en todas y todos como personas, y cada una con sus carácteristicas particulares: es una persona alta, de talla media, inteligente, atractiva, que habita en pareja, de pelo rubio, es hombre y de hablar pausado… Etc.

  21. ¡Gracias por el artículo! en mi caso me sorprende negativamente la normalización de esta situación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.