Entiendo el fervor incontenido de los fans de Star Wars con la vuelta a los orígenes estéticos que supone El despertar de la fuerza. Entiendo la explosión de júbilo marketiniano de los ejecutivos de Disney, que cual tíos Gilito se les ponen los ojos como platos y las pupilas se les convierten en símbolos de dólar al ver las mareantes cifras de espectadores que pasan por taquilla para disfrutar del último espectáculo de George Lucas, que firma el aplicado y solvente discípulo J. J. Abrams. Entiendo (y admiro) la valentía creadora de Lucas, que concibió una epopeya espacial a partir de unos referentes tan aparentemente alejados de las cuitas en lejanas galaxias como son el wéstern, los samuráis de Akira Kurosawa o el cine aventurero. Salpimentados, eso sí, por cierta atmósfera deudora de las estupendas viñetas del Flash Gordon de Alex Raymond. Entiendo la importancia de la obra no solo en el devenir del género de la ciencia ficción y el consiguiente tratamiento de los efectos especiales, sino en su significancia en la llamada cultura de masas. Lo entiendo. Habiéndome divertido en su momento con la trilogía primigenia (y aburrido soberanamente con todo lo que ha venido después), reconozco, sin embargo, que Star Wars no es mi Lucas preferido ni forma parte de mi educación sentimental. De ahí que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o que el Halcón Milenario cruza la Estrella de la Muerte, dedique estas líneas al recuerdo del film de Lucas que me deslumbró en la adolescencia y del que me convertí en un fan casi tan entregado como aquellos que, en plena canícula, se personan a una reposición de El retorno del Jedi disfrazados de Chewbacca. Estoy hablando, claro está, de American Graffiti, la obra maestra (asfaltada) del visionario interestelar.
¿Dónde estabas tú en el 62?
Si los Sex Pistols preguntaban retóricamente Where were you in ’77?, unos años antes, tres concretamente, George Lucas hacía lo propio desde el famoso cartel, obra de Mort Drucker, de American Graffiti: «¿Dónde estabas tú en el 62?» ubica cronológicamente la acción del film en unos momentos de cambio de la sociedad norteamericana y, por extensión, de occidente. Si el historiador Eric Hobsbawm sitúa el inicio del corto siglo XX en 1914, la película alarga el fulgor de los fifties hasta la última noche de verano de 1962. Con el otoño llegó la crisis de los misiles y el recrudecimiento de la Guerra Fría. Al año siguiente asesinaron a Kennedy y Vietnam se convirtió en la peor pesadilla norteamericana. Había acabado el sueño de la adolescencia perpetua. O, como se afirma comúnmente, fue el fin de la inocencia.
Pero antes de que la década se tornara contradictoria, imperó una fantasía de neón reflejado en las carrocerías de coches suntuosos, bailes en el instituto, noches a la deriva en busca de acción o de anónimas rubias inaprensibles en ThunderBird, carreras ilegales, un deseo noctívago siempre a la fuga… Lucas se basó en sus propios recuerdos adolescentes en la pequeña localidad de Modesto (California) para hilvanar una historia polifónica que dura lo que dura la última noche de fiesta estival. Un grupo de adolescentes tiene que decidir qué hacer con sus vidas entre dudas y no pocos miedos. Si Steve (Ron Howard) parece tener claro que quiere ir a la universidad y tomarse un tiempo de distanciamiento sentimental de su novia Laurie (Cindy Williams), Curt (Richard Dreyfuss) es el más renuente a dejar el pueblo, aunque sea el que demuestre tener más talento y ambiciones (entre ellas, estrechar un día la mano del presidente Kennedy). Por otra parte, Terry «el Tigre» (Charles Martin Smith) solo parece pensar en dejar atrás una virginidad que le pesa como una losa. En todo caso, el personaje más emblemático de American Graffiti es sin lugar a dudas John Milner, que interpretó un hasta entonces desconocido Paul Le Mat. De hecho, Le Mat, que había combatido en Vietnam, no disponía de experiencia en el terreno de la actuación, pero realmente convence en la piel de un rocker clásico y leyenda local de las carreras de coches ilegales. Aunque no se haga referencia a su edad, es evidente que es mayor que el resto de los chicos del grupo. Tiene pinta de eterno repetidor de curso y su estética recuerda a la de James Dean en Rebelde sin causa con algún toque del Marlon Brando de Salvaje. Carne de póster. Milner, quede la confesión final a Terry «el Tigre», pese a mantener la pose granítica del tipo duro, es consciente de que su tiempo se está acabando y que forma parte de una época pasada, como su mítico Ford Coupé trucado de 1936. Aunque, eso sí, todavía es capaz de vencer en carrera a un Harrison Ford que aún le faltaba carretera para convertirse en Han Solo.
La muerte del rock ‘n’ roll
Tal vez el momento que mejor simboliza la condición anacrónica de Milner sea cuando en la radio del coche suenan los Beach Boys y, con lúgubre melancolía, esculpe la sentencia lapidaria «El rock ‘n’ roll murió con Buddy Holly», que, como apunta Marcos Ordóñez, en su pormenorizada remembranza de American Graffiti, tanto comparte con el espíritu nostálgico de American Pie de Don McLean. La canción recuerda, sin citarlo, el accidente de avión en el que, además de Buddy Holly, murieron The Big Bopper y Richie Valens. Fue en 1959 y la fecha adoptó enseguida tintes emblemáticos de fin de la era clásica del rock.
También Eddie Cochran, amigo de Holly, versionó el tema «Three Stars» de Tommy Dee como particular elegía de los tres músicos muertos. Y Loquillo, en «John Milner», parafrasea tanto el film como a McLean mediante el sintético «la música al infierno voló / el día que Buddy Holly murió».
Así pues, John Milner, de manera un tanto hiperbólica, representa una concepción clásica del rock que no admite las nuevas corrientes que ya se intuyen a principios de los sesenta. Todavía no se ha producido el desembarco del sonido british y la revolución beat, pero ya hay evidencias del desgaste —ya sea a causa de muertes prematuras, encarcelamientos, escándalos desfasados o servicios militares— de la tropa pionera del rock ‘n’ roll. De alguna manera, la música se erige como un personaje más del film gracias al DJ Wolfman Jack, quien interpreta a un misterioso locutor del mismo nombre que emite desde una emisora pirata y que funciona como un narrador burlón de las distintas historias del film.
American Graffiti se abre con la versión de Bill Halley del «Rock Around The Clock», el primer gran éxito comercial del rock, y se cierra con «All Summer Long» de los Beach Boys. Entre el atardecer y el amanecer de la última noche de verano la banda sonora repasa un buen número de los grandes clásicos de los cincuenta y principios de los sesenta: el vibrante y desgarrado «Runaway» de Del Shannon, el nabokoviano «You’re Sixteen» de Johnny Burnette, el canónico «Johnny B. Goode» de Chuck Berry, el sensual y prestante «Love Potion Number 9» de The Clovers o el simpáticamente gamberro «Chantilly Lace» del mentado Big Bopper, así como piezas inmarcesibles de The Platters, The Spaniels o The Cleftones. En fin, un festín musical que cualquier oído refinado podría escuchar una y otra vez sin jamás cansarse.
El principio de todo
Antes de American Graffiti, el joven y lacónico George Lucas había dirigido la incomprendida (por incomprensible) THX 1138. La extravagancia fílmica supuso asimismo el primer batacazo como productor de su amigo y padrino Francis Ford Coppola. Pese a ello, Coppola apostó por aquel joven cineasta que, en su adolescencia, había sido como Milner aficionado a las carreras de coches. Después de varios tratamientos de guion y de las típicos encontronazos de los nuevos jóvenes airados del cine con los estudios de Hollywood, el film —con un presupuesto modesto de setecientos setenta y cinco mil euros— fue distribuido por la Universal y supuso un éxito considerable de taquilla. En 1973, la nostalgia amable del film, sus sutilezas humorísticas, el sincero y mitificado tributo a toda una época mediante una única noche de verano entusiasmó a público y crítica. Prueba de ello es que incluso fue motivo de una secuela innecesaria e infame.
Había nacido una película de culto que diversas generaciones han venerado y deglutido en todos los soportes imaginados. A algunos nos tocó hacerlo en pantalla pequeña y VHS. Antes, los más afortunados la descubrieron en pantalla grande y habrá quienes empiecen a disfrutar de ella en nuevos formatos. Valga decir que los beneficios de American Graffiti sirvieron para afianzar a Lucas como creador (director/guionista/productor), y darle sobre todo la seguridad económica suficiente para consolidar la marca/mina de oro Lucasfilm y emprender nuevas aventuras cinematográficas siderales.
En cualquier caso, yo prefiero quedarme en el seguro asfalto de Modesto. En Mels Drive-In. Esperando a Los Faraones. La última noche del verano de 1962.
Magnífico artículo sobre una fantástica película.
No se pierdan la increíble versión que The Flamingos se sacaron de la manga (1959) del standard «I only have eyes for you», obra de Harry Warren con letra de Al Dubin (1934) para el film «Dames» interpretado por Dick Powell y Ruby Keeler. Literalmente, funde la mantequilla sin pasar por cocina. Se han hecho muchas versiones de esta canción pero lo que The Flamingos consiguieron, fue crear otra cosa: Una maravilla.
Gracias Maestro Ciruela por ese recordatorio. Efectivamente una autentica maravilla. Para un mejor homenaje a esta pelicula, recomiendo el articulo de Marcos Ordóñez en Bulevares perifericos (blog de El Pais), dificilmente superable cronica de la pelicula que le hace verdadero y sentido homenaje.
Juraría que el Ford Coupe es de 1932, no de 1936. Saludos.
Una película que adoro. No sé por que siempre la relaciono con otra de mis pelis favoritas: Amarcord. Saludos,
¿Dónde estabas tu en el 62? En la cárcel de Lérida. De preso político. No yo, Vázquez Montalbán, que escribió esa respuesta en el mejor artículo que he leído jamás sobre esta película, la nostalgia inventada y la colonización del subconsciente que hace que gente como Jordi Bernal sienta nostalgia por algo que no tiene nada que ver con él ni con su época, ni con su cultura, ni con su país.
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Buena, anecdótica, película de efectos venenosos e incomprensibles. Y ojalá algún día la veamos como la marcianada que es y aprendamos quienes somos y de dónde venimos, que desde luego no es de Modesto, ni del rock’n roll y que no hay nada mas ajeno a nosotros que Mel’s, Wolfman Jack y el Ford Coupe roadster.
Te ha faltado terminar con un «Yankee go home» o un «OTAN no,bases fuera».
Por cierto marc, lo del rocanrol no lo entiendes(si te sirve de consuelo, Vázquez Montalbán tampoco lo entendía )
Vaya simpleza. No ofende quién quiere, sino quién puede, amigo. Ni diría Otan no ni bases fuera, no es lo mio ni lo que pensaba entonces ni lo que pienso ahora. Apuesto a que lo entiendo mejor que tú, lo del rock’n roll. y lo que había antes -la música de los esclavos, de los negros marginados, de los ghettos- y lo que vino después. Y el fondo del comentario sigue siendo válido. En el 62, Vázquez Montalbán (23 años) estaba en la cárcel por rojo. Esa pregunta, en el 73, era una provocación. El artículo que escribió habla de la colonización del subconsciente, de la idiotización de cierto tipo de gente, alienada por una falsa nostalgia, que se esconde de la realidad en fantasías reaccionarias ajenas a ellos. Sigue siendo tan oportuno hoy como entonces. Vázquez Montalban entendía el mundo mejor de lo que tu lo entenderás jamás. Aunque le gustara mas la música de su pais que la importada.
El rocanrol es una actitud y sigues sin entenderlo porque lo quieres racionalizar ,olvídate de los esclavos ,eso es solo el origen del blues,olvídate de quienes somos y a donde vamos,si estamos solos en la galaxia o acompañados ;si existe un más allá y baila .Toda esa tropa de progres de salón que alardeaban de los cinco minutos que pasaron en la cárcel en tiempo de Franco(Jordi Pujol i Soley incluido)solo disfrutaban con los pasodobles de la época de la república ,ahora bien, de puertas para fuera decían que lo más de lo más eran Brassens ,Brel,Moustaki y Raimon ,por ese orden.
Vazquez Montalbán fue un vividor, escritor mediocre (que no malo)que se iba adaptando a los tiempos de los que mandaban para poder vivir a cuerpo de rey,con un par,por lo que tiene mi admiración.
Después de tu comentario me reafirmo en que ni tu ni MVM entendéis nada del rocanrol.
No venimos ni de Modesto, ni del rock and roll y no tiene que ver «ni con su época, ni con su cultura, ni con su país.» La España de represión y dictadura tampoco es de mi época, no la conocí. Será del pasado de mi país, pero puestos a elegir cosas que no conozco ni he vivido, prefiero quedarme con el rock and roll y Wolfman Jack, que con los grises, la posguerra, el hambre… Ojo, que si hubiese habido un Wolfman Jack en España, poniendo a Fórmula V y Los Brincos, me lo quedo ¿eh?
Y respecto a «En el 62, Vázquez Montalbán (23 años) estaba en la cárcel por rojo. Esa pregunta, en el 73, era una provocación.», creo que quien entendiese que esa pregunta, en una peli nostálgica por la época en un país que, como tú mismo has dicho, nada tenía que ver con la cultura española, sólo podía entenderse como provocación si eras un paranoico o un llorica.
¿Es indispensable venir de los años 40 y 50 de los EEUU para sentir nostalgia? En mi opinión es una sensación que la peli se esfuerza en transmitir, aunque se carezca de lugares comunes o del trasfondo cultural de los yankis. Es la atmósfera de la última noche de verano, las relaciones de los personajes, la desazón por el final de la adolescencia lo que conecta con el sentimiento de nostalgia del espectador. En el fondo no somos tan distintos.
Y que tiene el Gatopardo para que me emocione, si no vivi dos siglos atras ni tengo parientes italianos? Y Winter Sleep, si ni he estado en Capadoccia ni tengo raices musulmanas? Y por que me hace llorar Big Fish, si mi padre no se convirtio en pez ni creo en cuentos de hadas? En fin, su comentario no tiene sentido, es mas bien una critica destructiva al cine en genera, lamento su incapacidad para disfrutar de emociones universales, que no hay que vivirlo todo al pie de la letra para sentirlo, y mucho menos a los que tenemos la suerte de gozar de eso que se llama «empatia», caramba!!
Si lloraste con Big Fish mal vamos… como argumento, digo.
En cuanto al objeto de debate, a mi la pelicula me aburrió seguramente no tenia en el momento de visionado los problemas adolescentes que retrata, ni hubo en mi vida un paso tan marcado de la adolescencia a la adultez (si es que ese paso lo he dado que esta por ver).
En mi pañuelico esto tenia mas que ver con la marcha a la mili obligatoria pero yo lamentablemente la hice talludito tras el paso por la triste y lamentable universidad.
En la experiencia cinematografica tambien cuentan las circunstancias en la que se encuentra uno o la propia experiencia vital. Tendra que reconocer un alto grado de subjetivodad en determinadas peliculas. Recordara que la pelicula mas influyente de los 90, Pulp Fiction, obra maestra, tiene (y sobre todo, tuvo) sus detractores. Mi argumento, que creo que se le escapa pero insisto, es que no hay que vivir segun que experiencias para que le toquen la sensibilidad a uno. En American Graffiti esta el rito de paso, la perdida de la inocencia, la nostalgia del tiempo pasado. Y que leches, esa extraordinaria banda sonora que te van llevando de un lado a otro. Otro ejemplo distinto: Gravity. Quiza a usted no, o al amigo marc tampoco, pero a mi me acerco a lo que debe sentirse uno en medio de ninguna parte, a expensas del azar, supervivencia extrema. O por poner un caso mas mundano: el de Robert Redford como capitan de barco en All is lost.
Ya estamos con los hombres de paja. http://bit.ly/1O0ZdW4 Aprende un poco de retórica, por favor. ¿He dicho yo que no te pueda emocionar una película o libro o músico extranjero o de otra época? No, ¿verdad? Estoy hablando de otra cosa. Es fácil de entender porque es una idea muy simple. Léete otra vez mi comentario y no me perdones la vida, que no es una prueba de mi ignorancia o de mi falta de empatía. Mas bien producto de una lucidez, la de Vázquez Montalbán, que parece que no alcanzas a comprender: Diagnostica una enfermedad que la mayoría de los que la sufren son incapaces de detectar.
No, no es facil de entender cuando usted dice: «la nostalgia inventada y la colonización del subconsciente que hace que gente como Jordi Bernal sienta nostalgia por algo que no tiene nada que ver con él ni con su época, ni con su cultura, ni con su país». Usted rechaza claramente los valores universales; que no son «de otra epoca» o pais, oiga, que eso es lo que tienen por ser universales, que no tienen patria ni epoca. Y para colmo insiste: «película de efectos venenosos e incomprensibles. Y ojalá algún día la veamos como la marcianada que es y aprendamos quienes somos y de dónde venimos». En resumen dice que es incomprensible que esta marcianada venenosa pueda emocionar. Seguro que soy yo el que no le ha entendido? O mas bien Vd. no sabe ni lo que quiere decir? Conozco a los de su tipo, los que tratan de dar la vuelta a sus propios argumentos, y a mi no me la da con hombres de paja, ni pajas mentales. American Graffitti es lo que es, transpira pureza, excepto para aquellos de mentes oblicuas con tendencia a buscar subliminalidades hasta en unos dodotis. Que aprenda retorica dice el gachon…Yo no le pedire que relea mis comentarios porque por mas que lo intente, seguira sin querer entender.
Necesitas aprender retórica, además de buena educación. Sigues sin contestar a lo que yo he escrito, encerrado en tu papel de juez ciego. Sigues armando hombres de paja, triste, para condenar a lso demas con argumentos fuera de lugar.
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No se de que valores universales hablas (¿Dios, Patria, Familia?) ni me interesan en absoluto, porque no me los he encontrado jamás ni nadie me ha dado una sola prueba de que existen. Es mas, el adjetivo «universal» aplicado a American Grafitti ya define tu capacidad mental. Los valores de esa película, sean los que sean, no llegan ni South Central Los Angeles, o a Watts, que están a unos cientos de kilómetros, pero habitados por negros.
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No he dicho que esa marcianada venenosa no pueda emocionar, resumen falaz y ridículo. Hablo de sus efectos en gente alienada que no entiende lo que está viendo.
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A mi me emociona casi cualquier producto cultural o artístico, pero no dejo que sustituya a mi experiencia, ni a mi historia ni a la historia de los mios. Jordi Bernal se queda en Modesto, prefiere la alienación. Tu también, por lo que se ve. Yo no, yo se dónde estaba yo en el 62, como Manolo Vázquez Montalbán.
No le dire que aprenda modales, pero si que aprenda un poco de humildad, buena falta le hace. Mi capacidad mental, que prepotencia redios! Puestos a juzgar, juzguemos (pero con argumentos).
Valores universales: lapsus calami. Queria decir conceptos universales. Y si leyese, sabria a lo que me refiero: nostalgia, el rito de paso, perdida de la inocencia. American Graffiti es eso, pero usted solo tiene ojos y oidos para lo que sale de su cabeza (es un suponer).
Jordi Bernal se queda en Modesto? Por escribir una pieza en un blog perdido en el ciberespacio elogiando una obra maestra? Donde, por cierto, lo sustituye por su experiencia? Quien, sino Vd, se empecina en ese extremo que a nadie le interesa? Perplejo me quedo con su «argumentario». Sr. Marc, problemas de empatia? Ya se lo indique al principio, hagaselo mirar.
En cuanto a mi resumen «falaz y ridiculo»: ya, Vd no ha dicho lo que ha dicho, siga retorciendo aseveraciones, veo venir a los de su tipo a leguas. Y diga, que efectos tiene American Graffiti en la gente alienada? De esa «alienacion» es culpable la pelicula o solo contribuye a ella? Es un defecto de la pelicula, del cine en general, de la sociedad? Sorprendame con ese ensayo de psicologia de masas, materia sobre la que le adivino (of course) experto. O mejor dejeme responderle y ahorrarle tiempo: el problema lo tiene usted con esos malos sentimientos, producto, quiza, de otro tipo de alienacion a la que no escapa (ni lo querra, en su comodidad y su encanto por haberse «descubierto»).
Como en la aldea en ningún sitio. Eh, Marc?
Pues lo siento, pero no puedo acompañarte en tu valoración. Crecí a finales de los 60 en un pueblo industrial muy grande. Allí no había verano, ni estudiantes, ni adolescentes preocupados por elegir nose que futuro. No había dónde elegir. Había siega, fábricas, fiesta de agosto y gente que lo pasaba bastante mal.
lo mas cerca que he estado ha sido los tres años que pase en una ciudad inglesa.
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He estado de vacaciones en algún pueblo pequeño de Gerona y de Guipuzcoa, llenos de nacionalistas cargados de valores universales, como los de elPepes, un horror. No se si eso cuenta.
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Como comprenderás, cuando creces axfisiado en un ambiente provinciano, es fácil volverse adicto a los libros y las películas que retratan vidas mexóticas, pero si tienes la cabeza en sus sitio sabes lo que son y lo que eres tu.
Por alusiones: Vd. es el que confundio los valores universales por «Dios, patria, rey», ya le aclare en mi anterior comentario a que me referia yo. Me confirma con esto su mala sangre. Asi que finales de los 60. Pueblo industrial. Fabricas. Falta de elecciones. Veo de donde viene su resentimiento (en particular a la misma epoca que inspira a la pelicula), no necesita aclarar nada mas. Y sepa interpretar a Kilgore: una aldea no tiene por que ser tal, puede ser, por ejemplo, un pueblo industrial, grande, a finales de los 60. Suerte y, sobre todo, animo (seguro que lo necesita :)
Pues sí, tienes razón. Hay muchos tipos de aldea…
El bueno de Marc debería tomarse menos en serio a sí mismo. Yo leí a Vázquez Montalbán defender cosas tan nuestras como la copla (parte del refugio sentimental de mucha gente encerrada en un sitio tan miserable como la España de la posguerra), y se fue a palmar a un sitio como Tailandia. Qué jodío…
La gente se identifica con lo que quiere, Marc. Lo del lugar (aldea, pueblo industrial, gran capital, país,…. no seas reduccionista) de nacimiento no es más que un accidente.
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Aunque la «importancia» es importante, la «significancia» no es significante. «Significancia» no existe en castellano, salvo en alguna mala traducción de los manuales de estadística.
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Volviendo a la película. Una de Las muchas cosas que me fascinaron fueron los cuatro resúmenes biográficos de los protagonistas al final. John Landis los parodió también magníficamente unos años después en «Animal House». («Desmadre a la Americana»).
Steve acaba siendo agente de seguros,plenamente integrado y sin haber pasado por la universidad. Curt es escritor en Canadá ( o sea, de alguna manera exiliado ). A John lo mató un conductor borracho. Y Terry fue dado por muerto en Vietnam.
Por cierto, Jordi, ¿para cuando unos comentarios sobre «hombreloboamericanoenlondres» Landis y sus películas? Incluyendo el vídeo de Thriller.
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