¿Alguna vez has sido feliz en un espejismo? Imagina que te enamoras y durante meses solo experimentas instantes felices. Entonces descubres la trampa: tu amante era un actor a sueldo de una conspiración. De golpe te sentirás desgraciado. Pero ¿se ha esfumado la felicidad que ya experimentaste? ¿Es menos real ahora? No puede serlo. Puedes maldecirte, arrepentirte y hasta alterar tus recuerdos, pero la felicidad experimentada no puede deshacerse.
Este espejismo ilustra una paradoja que todos llevamos dentro: no es igual experimentar instantes felices que sentirte feliz al pensar tu vida.
Para explicar esta confusión el premio nobel Daniel Kahneman dice que nos habitan dos yoes diferentes (Science 2004, Nature 2006). El primero es el «yo que tiene experiencias». Es la parte de ti que vive en el presente, sintiendo dolor y placer en instantes sucesivos. Desconoce el pasado y no piensa en el futuro; vive fugazmente. Tú otro yo es el «yo que recuerda». Es la parte de ti que tiene memoria y juzga las cosas. La que responderá si te pregunto qué tal lo pasaste ayer o cómo te sientes últimamente.
La paradoja es que cada yo es feliz a su manera.
Puedo preguntarle a tu «yo que tiene experiencias» si se siente feliz ahora. Y si le pregunto periódicamente puedo saber cómo de felices han sido los sucesivos instantes de tu vida. ¿Cuántos momentos felices has experimentado? Ojalá que muchos.
Pero si interrogo al «yo que recuerda» la pregunta es distinta. A él puedes pedirle un juicio general de tu bienestar: ¿cómo de satisfecho estás con tu vida cuando piensas en ella? El «yo que recuerda» puede responder porque conoce la historia de tu vida. De hecho, es él quien la escribe. Lo hace sobre la marcha y no es fiel a los hechos: miente, altera tus recuerdos e ignora la mayor parte de tus experiencias. (Puede pasar, por ejemplo, que este año hayas disfrutado mucho viendo series y tu «yo que recuerda» anote un triste: vi muchas series). Pero lo que escribe importa, porque cuando reflexiones sobre tu vida o te preguntes si eres feliz, las respuestas brotarán de su relato.
Felices experiencias / felices memorias
Se nos plantea así un dilema: tenemos que escoger entre vivir para encadenar instantes felices o vivir para sentirnos satisfechos —¡y felices!— al rememorar nuestra vida.
Pondré un ejemplo. Es probable que uno experimente más felicidad quedándose en casa muchas noches. Es un sitio confortable y uno puede dedicarse a leer o ver películas bien acompañado. Y sin embargo, hay algo en esa felicidad monótona que rechazamos. Pero ¿quién la rechaza exactamente? No el «yo que tiene experiencias»: él sería feliz haciendo siempre lo mismo y ni siquiera notaría la repetición. No. Quien rechaza la monotonía es el «yo que recuerda», porque es un narrador y las buenas historias exigen acción.
Así las cosas, el «yo que recuerda» hace las veces de tirano: él tomas tus decisiones… y las consecuencias las experimenta tu otro yo. Para demostrarlo, Kahneman plantea un juego mental. Imagina que escoges el destino de tus próximas vacaciones. Piénsalo y decide un lugar. Ahora imagina que sabes que al final de esas vacaciones se destruirán las fotos y te administrarán una droga amnésica de modo que no recordarás nada. Las vacaciones serán solo una experiencia y ningún recuerdo. ¿Elegirías el mismo destino ahora? No te extrañes si tu «yo que tiene experiencias» elige la playa antes que hacer trekking por el sudeste asiático.
Para sentirte satisfecho con tu vida, tomas decisiones que no hacen que experimentes más placer, alegría ni felicidad. La tiranía del «yo que recuerda» consiste en que actuarás pensando no en las experiencias sino en su recuerdo y el relato alrededor.
Y eso explica muchas cosas.
Explica que no me guste escribir, sino haber escrito.
Y explica que corramos maratones: porque la experiencia es una mierda pero el recuerdo compensa. (Y si has corrido una maratón y crees que me equivoco, reconoce que no puedes saberlo porque en tu cabeza no está la experiencia sino el recuerdo.)
Explica también que existan los perseguidores de historias. Como aquel amigo que decidió arrepentirse siempre por hacer y nunca por no hacer. ¿Sabéis esas noches que dudas si pedir otra copa? La pide siempre. ¿Y cuando quieres decirle a una chica «vamos fuera»? Él ya está con ella de la mano. Como resultado, mi amigo comete grandes errores, hace mucho el ridículo y se pierde en Elche. Pero también acumula historias asombrosas.
La tiranía de la memoria nos empuja a buscar nuevas historias y explica que algunas parejas rompan sin motivo aparente.
Explica también a Sarah Bernhardt, en la versión de Julian Barnes, que rechazó casarse para experimentar mucho y luego rememorarlo: «Estoy hecha para la sensación, para el placer, para el momento. Busco continuamente sensaciones y emociones nuevas. Mi corazón desea más excitación de la que nadie, ninguna persona, puede darme».
Y explica esta frase de Ferlosio que debo a El guardián: «Mundo feliz aquel en que los niños no entendiesen ni aun remotamente la pregunta: Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?».
* * *
Si ahora volvéis a la historia del principio, veréis la paradoja resuelta: descubrir que tu amante es un impostor no destruye la felicidad que ya experimentaste, pero destruye el relato y por eso duele y por eso importa.
Importa y duele porque vivimos al servicio del «yo que recuerda».
Confieso que esa tiranía me parece poco grave. No me importa vivir al servicio de esa parte de mí que lleva un diario y luego decide si estoy satisfecho. Quizás porque me gustan las historias o porque ese otro yo que tiene experiencias me parece líquido y de segunda clase. Solo una duda me corroe: quizás la tiranía del «yo que recuerda» me parece poco grave porque quien escribe y piensa estás líneas es el propio tirano.
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Buen artículo, pero siempre me ha parecido que la hipótesis de Kahneman de diferenciar «el yo que experimenta» y «el yo que recuerda» es un poco floja. Mi hipótesis alternativa sería que hay al menos tres definiciones diferentes de felicidad. Kahneman en «el yo que experimenta» confunde dos. La felicidad como placer y la felicidad como bienestar que en general son contradictorias. La felicidad como placer es el hedonismo clásico centrado en rechazar dolor y buscar lo placentero a corto plazo. La felicidad como bienestar en cambio fue descrita por Epicuro cuando señaló que se debe hacer una aritmética del placer aceptando dolores pequeños a corto plazo si implican a futuro un placer mayor o rechazando placeres a corto plazo si implican a futuro un dolor mayor. «El yo que recuerda» en cambio creo que encaja más bien con otra definición de felicidad contradictoria con las dos anteriores que es lo que entendemos como autorealización. No corremos maratones, subimos al Everest, estudiamos problemas complejos y como dicen en EE.UU., intentamos cambiar el mundo, para recordarlo, sino por ciertos valores de autorealización que tienen consecuencias materiales concretas. Estas consecuencias son variadas como reconocimiento de los demás a presente o a futuro, incrementos de las capacidades cognitivas o físicas personales, crecimiento de la autoestima etc. Así que para mi este tipo de felicidad está relacionado con lo que Nietzche llamaba voluntad de poder más que simplemente con recordar algo.
Un saludo
Sublime! Magnifique!
Muy buen comentario, me hizo mucho sentido lo de Epicuro, aceptar dolores pequeños a corto plazo si implican a futuro un placer mayor o rechazar placeres a corto plazo si implican a futuro un dolor mayor.
Qué cosa tan interesante, y qué bien explicado.
Si alguien quiere vivir la experiència de que Kahneman mismo se lo cuente puede hacerlo viendo este video TED.
https://www.ted.com/talks/daniel_kahneman_the_riddle_of_experience_vs_memory
Sartre lo explica fenomenalmente en «La Náusea». Para que algo trivial se convierta en una aventura, basta y es suficiente contarla. El hombre es siempre un narrador de historias… A lo que después desarrolla un párrafo largo que te queda claro al tiempo que termina.
Muy instructiva este visión desdoblada de la vida. Aunque a fin de cuentas la vida es solo una, ay!
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Hablar de la felicidad de forma positiva, es decir, describir lo que es directamente y localizarlo, suele ser limitarse a una experiencia de placer, sin trascendencia alguna; y además, asumir de antemano que puede decirse en palabras. Pero, realmente, más alla de las teorías imaginativas más o menos lógicas, ¿conocemos la felicidad, algo absoluto que daría sentido pleno a nuestras vidas y a todas las vidas? ¿O sólo conocemos algo personal que da cierto alivio y le damos buenas palabras, un bienestar que nace de la comparación con estados que calificamos como peores? Además, ¿nos conformamos con poco, se nos escapa algo inimaginable, podemos entender algo que está más alla de nuestro pensamiento? En verdad, ¿qué conocemos más que competir, imitar, divagar, luchar e imaginar un mundo ideal que compararamos con el caos actual? Hay tanto que decir. Quizás al hilo de esto recomendar un libro ameno pero profundo para todos aquellos que demandan una vida feliz sin medias tintas. Una ojeada en http://goo.gl/ktqYFq Un libro para entender la naturaleza del conflicto, que radica en el poder, y que tiene que desaparecer completamente antes de hacer posible cualquier tipo de vida feliz; es decir, una relación humana sana.
Interesante artículo que me recuerda aquello que dijo Calderón, «…porque toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.»
http://www.idusykalendas.es
el yo que experimenta los recuerdos… los recuerdos también son experiencias….
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Buenísimo este artículo y aún mejor su posterior reflexión
Chapeau!
La aportación de Kahneman es muy interesante y muy válida ya que de una manera simple aclara muchísimas de las cosas que nos pasan con respecto a la cuestión de felicidad. Sin embargo, un estudio más profundo con más elementos nos llevaría a mayor complejidad donde otros elementos también intervienen. Es decir, al estar en una cultura bastante individualista, esas historias que nos contamos están impregnadas de ese matiz personal. ¿Qué pasaría en una cultura donde las historias se cuentas en primera persona del plural (nosotros)? Y ¿que pasaría en una cultura, como la de muchos pueblos indígenas donde ese nosotros también incluye a otros seres y a la naturaleza misma? Al estar sumergidos en un paradigma más reduccionista no se puede apreciar cómo también la felicidad depende de la cultura y del medio ambiente, donde los otros y la Naturaleza también aportan su grano. Para diferenciar esa felicidad más personal de una más holística, se puede llamar a esta última, que integra a la primera, bienvivir. Este es un enlace
goo.gl/msdn4K
para entender ese concepto más holístico de felicidad.
Kundera diría que el amable es el pesado y el villano es el volátil.
Si escucháis con atención podreís oir de fondo las risas de los monjes budistas.
Sólo queda aplaudir. Es fantástico.
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Empezar a darnos cuenta de que no somos la voz de nuestra cabeza… Ser feliz es estar libre de la voz, vivas lo que vivas…_()_
Gracias, muy interesante.
Muy muy bueno y muy interesante. Da para pensar
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