Este artículo es un primo hermano de los artículos Olvida la película: 100 títulos de crédito que merecen un vistazo (I) y Olvida la película (II).
En el mundo real los neoyorkinos se pasan más tiempo esquivando vagabundos que huelen a desgracia entre el humo del alcantarillado que dando palmitas mientras chapotean con sus colegas en una fuente. Y en el mundo digital internet ha alimentado la leyenda urbana de que cierto taxista podría haber reclamado un repertorio bastante amplio de favores sexuales a un pasajero famoso considerando que el trayecto desde Filadelfia hasta el corazón de Bel-Air era algo imposible de pagar con dinero terrenal. En realidad Will Smith había subido a aquella cuadra con ruedas tras descender en Hollywood de un avión, pero como la televisión recortó el rap original para aligerar minutos la mayor parte de la población olvidó que en la secuencia de créditos original también se cantaba sobre un billete y un vuelo en una primerísima clase que parecía el interior de una mansión. De hecho hasta Google Maps se acuerda del tema del aeroplano a la hora de ofrecer instrucciones para llegar a Bel-Air desde el oeste de Filadelfia.
Los créditos siempre han sido mucho más importantes de lo que puede parecer a primera vista, porque en el fondo son el vestíbulo que antecede a la función principal. Se encargan de presentar el ambiente y además han de tener en cuenta con premeditación que en caso de éxito serán revisitados por el público en numerosas ocasiones a lo largo de las temporadas. En unas cuantas ocasiones se convierten en pequeñas obras de arte, en secuencias con una vida corta tasada en segundos que se ganan a la fuerza la plaza de aparcamiento en el imaginario popular.
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Black sails, una precuela televisiva a las aventuras de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, debutó con tímidas críticas y en general llamando poco la atención. Su segunda temporada lograría vendimiar más favores, pero no sería objeto de grandes ovaciones del público o la crítica excepto por una cosa: su secuencia de títulos de crédito, la manera más certera de crear una atmósfera que se podría colocar entre dos rebanas de pan y llevar a la oficina como merienda. Una imponente escena construida como cuadro inmóvil de esculturas que se manifestaban furiosas y monumentales. Un mundo petrificado de mar y sombras.
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Bastaban veinte segundos para asombrar y aterrar en una secuencia que riega rostros invisibles con un Chianti que se antoja demasiado hemoglobínico. Las caras bautizadas por el caldo corresponden a de tres personajes de la serie: Jack, Will y el propio Hannibal. Y el detalle de que el rostro de Hannibal sea el único del trío que afronta el remojón con los ojos abiertos está bastante lejos de ser casualidad.
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Producía Steven Spielberg y guionizaba esa Diablo Cody que se pasó toda la promoción de Juno enseñando los callos que tenía de hacer barra fija en un local de estriptís. El empaque final se lo otorgaban unos títulos de crédito fabulosos vestidos de cartulinas que habitaban entre las páginas de un libro de pop-ups.
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Police squad era la madre despendolada de la franquicia Agárralo como puedas y la esquina de la pequeña pantalla donde comenzaron las aventuras de un Frank Drebin que aquí ya nos llegó directamente montado en una bala y en formato largometraje. Nacida como parodia desmadrada de las teleseries de policías de los sesenta, Police squad! (in color) era una criatura bromista que no se contenía ni en sus títulos de crédito: introducía a Abraham Lincoln entre el casting, presentaba en cada capítulo a una estrella invitada que acaba muriendo de manera absurda durante la propia introducción y el título del episodio no se correspondía con lo que anunciaba el narrador. Y por supuesto también contenía aquella sirena de policía que con el salto a la pantalla grande acabaría mutando en gag inmortal.
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Imagina jugar al Sim City a cámara rápida durante diez segundos.
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Resulta difícil encontrar belleza en el mundo de los ataúdes, los tanatoprácticos, las lápidas y lo que viene a ser la muerte y sus alrededores en general. O al menos encontrarla sin caer en el dramatismo barato, en la pose de gótico de Instagram o de portada de disco heavy. La excepcional A dos metros bajo tierra lo lograba y convertía la despedida, el paso por la morgue y el lugar del eterno reposo en una serie de postales hermosas.
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La secuencia de créditos de Bosch aprovechaba que hoy en día las pantallas son fabulosamente rectangulares para desempolvar el recurso del espejo y utilizarlo con muchísima puntería, convirtiendo paisajes urbanos en mundos que se devoran a sí mismos, carreteras en patrones, calles a cielo abierto en túneles estrechos y rascacielos al alba en construcciones flotantes en el espacio.
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El salto al vacío entre publicidad de bustos gigantes y piernas eternas de una figura moldeada con un color y la ausencia de otro. No está mal para una serie cuyos propios seguidores aseguran que en bastantes ocasiones parece ser tan emocionante como velar el crecimiento de una planta.
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O el inteligente punto de encuentro de Showtime entre la rutina diaria y el hobby del asesinato en su modalidad en serie.
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Entre edificios art déco, pilotando un imponente batmóvil, y trayendo como único equipaje un cargamento de hostias para repartir entre la villanía presente, la versión animada de Batman trepaba hasta lo alto de la épica catódica jugando inteligentemente con las luces y las sombras. Y con un acompañamiento soberbio: la banda sonora a cargo de Danny Elfman.
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Sí, podría ser un videoclip de trip-hop o de cualquier género musical amigo del downtempo. Pero en realidad se trata de la secuencia inicial de Orphan black, y bien maja que es ella.
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Los supersónicos según Padre de familia
La legendaria secuencia original de Los supersónicos data de los primeros sesenta, y va tan sobrada de la ranciedad de la época que se atreve a presentar a la mujer de la familia como una gold digger carterista y adicta a las compras. La revisión burlesca que ocurría en Padre de familia le otorgaba a George la oportunidad de conservar la cartera. Y también de escupir un «Bullcrap!».
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Tanto en la versión de su primera temporada, como en la revisión durante la segunda vuelta la intro de Flight of the conchords ofrecía una de las imágenes más contagiosas de la televisión: Bret McKenzie y Jemaine Clement contoneándose en la mesa de la cocina por culpa de los acordes pegajosos.
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La primigenia Misión imposible del 66 debía enfrentarse a la dificultad de poner imágenes a esa inmortal banda sonora de Lalo Schifrin que tenía tanta personalidad como para invocar sin ayuda visual alguna la sensación de sentirse como un espía internacional. La solución tenía la forma de una cerilla prendiendo una mecha que recorría incansable la pantalla mientras en un segundo plano se adelantaban escenas del episodio que estaba a punto de empezar.
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Rube Goldberg que te parió.
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Entendiendo que las introducciones existen para lucirse, Cowboy Bebop aprovechó muchísimo mejor el minuto y medio de presentación que la mayoría de sus series contemporáneas (y que las actuales, ya que estamos) incluyendo a todas aquellas que estaban rodadas en imagen real. Que además el fabuloso tema «Tank!» sirviese de batuta sonora solo la elevaba mucho más alto entre los puestos de las mejores maneras de empezar cualquier cosa.
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Antes de que los únicos Avengers exitosos fuesen personajes de cómic Marvel convertidos en maremotos de merchandising, y antes incluso de que una película de 1998 de Los vengadores, basada en la serie original que nos toca, matase de vergüenza ajena a la mayoría de sus espectadores ya existían unos The avengers en el ecosistema televisivo.
The avengers era una serie británica que databa del 61 y que vivió diferentes transformaciones y adaptaciones durante sus ocho años en antena. A mediados de los sesenta el programa se mudó a hacer las Américas, y aquello incluyó el fichaje de Diana Rigg para interpretar a la Emma Peel que acompañaba a John Steed (Patrick Macnee, el actor que se convertiría en la única constante del programa). La secuencia de presentación del show ni siquiera se molestaba en disimular las insinuaciones: Peel descorchaba de un tiro la botella de su compañero y los dos acababan con los pies encima de la mesa.
Lo curioso es que en las cabezas de los guionistas aquel personaje interpretado por Rigg había nacido casi como un chiste cuando los escritores acordaron que la nueva chavala del programa debería tener bastante «man appeal», y aquella broma degeneraría en un grupo de varones mermados barajando una colección de nombres derivativos: de «man appeal» saltaron a «Samantha Peel», de ahí el personaje pasó a llamarse «Mantha Pell», y después a abreviarse con «M. Peel» hasta acabar degenerando en el «Emma Peel» definitivo. Aunque la auténtica verdadera falta de respeto de los responsables de la franquicia con la figura femenina vendría de algo más que un nombre tontorrón: los productores tenían los santos cojones de pagarle más sueldo al cámara que a la actriz principal. Rigg acabó abandonando el programa en el 67.
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La comedia de HBO empezaba introduciendo al espectador en el interior de una novelucha noir de detectives aleatoria y continuaba liberando entre la maraña de páginas, párrafos y letras, dibujos animados que caricaturizaban a los protagonistas. Simpática y muy práctica.
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Una guía de arquitectura básica para el diseño de bases de espionaje: el pasillo absurdo de mil puertas es el camino correcto a la hora de encontrar la entrada secreta disfrazada de cabina de teléfono. Un recorrido tan icónico como la pieza musical que acompañaba al Agente 86 en su paseo hasta la trampilla.
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Halt and catch fire era una instrucción ficticia del código de los ordenadores que supuestamente implicaba que había llegado la hora de frenar en seco y empezar de nuevo. Como el eufemismo tuvo éxito, más adelante varios programadores convirtieron dicha instrucción, abreviada como HCF, en una realidad para honrar a la broma. Halt and catch fire también es el título de una serie de AMC ambientada en los ochenta que gira en torno a la revolución provocada por el ordenador personal. Y una serie que se nos presenta con ¿una carrera de espermatozoides pixelados?
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Shameless (versión USA)
Probablemente a nadie se le había ocurrido antes hacer centrar toda la acción alrededor del Trono Ceremonial Diario por excelencia.
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A diferencia de cosas como Cuentos asombrosos, que incluían en la cabecera unos gráficos por ordenador que caducaron al día siguiente de su emisión, las imágenes iniciales de Dimensión Desconocida / En los límites de la realidad no tienen pinta de llegar a envejecer nunca. La puerta flotando el espacio y Rod Serling invitándonos a un nuevo plano son cosas demasiado excepcionales como para que el tiempo sea capaz de marchitarlas.
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HBO de nuevo, elaborando esta vez una serie ambientada en Nueva Jersey durante la ley seca de los años veinte y con Martin Scorsese ejerciendo de padrino en la producción. Y Steve Buscemi marcándose en un versus contra el mismísimo mar durante los créditos.
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Sí, Quentin Tarantino pescó el sonido de aquella sirena que saltaba en la cabeza de la Novia de aquí, y más concretamente de esta pieza que compuso el gran Quincy Jones para el programa, una sintonía que sería la primera en atreverse a tirar de sintetizador en la pequeña pantalla. Pero más allá de la herencia pop reciente, la presentación de Ironside funcionaba como un reloj. La luz de un mechero iluminando la cara de Raymond Burr enmarcada por el punto de mira de un francotirador, el rojo como testigo y un hombre en silla de ruedas que es más badass de lo que era en formato bípedo.
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Tarde o temprano alguien tenía que tejer una sátira sobre la decadente cultura de la fama en Hollywood protagonizada por un caballo. BoJack Horseman es una sitcom animada que se desarrolla en un mundo donde seres humanos y animales antropomórficos lidian con el ocaso de la popularidad. Su presentación es como un día cualquiera en la vida de una exestrella mediática del mundo real. Si exceptuamos lo de ser un caballo.
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¿Alguien se acuerda de cuando las recreaciones vía FX del espacio exterior molaban? Los de Cosmos, y sus universos contenidos en las pequeñas cosas, por lo menos sí.
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(Continua aquí)
¡¡Me faltan muchas!!
Para empezar, Juegos de Tronos, The Wire o Deadwood.
O True Blood… I wanna do bad things with you.
Y True detective S01?
Que gran aporte cowboy bebop! Un gran inicio para una gran serie. Aunque reconozco que nunca me gustó el final….
Y la intro de Los Soprano??
De las mencionadas, Cowboy Bebop es simplemente alucinante. Una auténtica obra de arte.
Faltan muchas, pero por ser reciente, me quedo con la de Narcos.
debo ser un indocumentado porque la mitad de las series ni me suenan (algunas ni se estrenaron en Españaza) por lo que ni tengo derecho a la vida ni a opinar. pero la cuestion es que si algunas secuencias de titulos son épicas y verdaderamente responden al planteamiento del tamaño intelectual como el firmante de este peculiar artículo por ser generoso en sustantivo y adjetivo, es la de JUEGO DE TRONOS, o las de FUTURAMA – SIMPSONS y ya tirando mas patrás me gustaban y esto desde luego es una apreciación particular las de FRASIER o LOS SOPRANO quizás mas por la música que por el contenido.
finalmente como los magos, me guardo en el sombrero la major de todas las intros habidas y por haber que se han echo ever jamás: CARNIVALE. esto es algo que ningún freak debería obviar, amigo escritor.
https://www.youtube.com/watch?v=ouTCtwNIYaQ
dos palabras:
Hillman Curtis
La intro de Cowboy Bebop es genial. Y la banda sonora, no tengo palabras, para mi gusto una de las mejores que he visto en una serie de televisión.
The Leftovers
Una muy buena selección, que se aleja de las sobrevaloradas «canción guay con imágenes pretenciosas» que tando abundan (y algunos reclaman en los comentarios). Aplaudo la decisión de incorporar a las series de animación, y precisamente a Cowboy Bebop (un ejemplo perfecto de lo que quiere decir «marcar el tono de la serie») y a Batman:TAS (una intro que debería de estudiarse en las escuelas de diseño, tanto por incorporar su formato original de cómic, pero en movimiento, en el que cada plano es una viñeta como por hacer girar toda la intro alrededor de la tipología del título de la serie). Si metéis en la segunda parte del post la de Paranoia Agent, para mí ya habéis cumplido e iré aplaudiéndoos detrás vuestro durante tres meses, como el monstruo de It Follows, pero en guay.
A mí la intro de Dexter siempre me pareció que rayaba en el plagio de los títulos de crédito de la película American Psycho. Hasta fusila la partitura de John Cale
El (I) del titular da a entender que habrá segunda parte así que a dar ideas:
True Detective, da igual primera que segunda temporada, los créditos son igual de buenos.
True Blood. Sí la serie derivó en castaña-idadeolla pero la cabecera mola mucho.
Roma. La cancelaron en la segunda temporada desgraciadamente. Era grandiosa.
Ah, y hablando de anime. Del mismo creador que Cowboy Bebop es Samurai Champloo, otro mix un poco naif de hip hop y samuráis que también tiene un opening genial. Por no olvidar lo patrio, la intro de El Ministerio del Tiempo está muy chula.
Muy buen artículo, pero tiene un detalle: la ciudad en la que predominantemente se desarrolla Boardwalk Empire es Atlantic City, no Nueva Jersey, si bien es cierto que algunas de sus tramas acontecen en esta última, o en Chicago, Nueva York, Florida y La Habana.
La ciudad de Atlantic City está en el estado de Nueva Jersey.
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