Recibe San Millán de la Cogolla el sobrenombre de «cuna del español» por haberse escrito en el monasterio de Yuso de este municipio las Glosas Emilianenses, un hito que marcaría el nacimiento de nuestra lengua. El afán de los historiadores de ubicar, datar y amojonar acontecimientos ha puesto en tela de juicio que fuera allí precisamente donde el primer mortal rompiera a escribir en español e incluso que fuera español lo que escribía, pero de lo que no cabe duda es de que Yuso alberga entre sus muros vestigios imprescindibles de la historia de la lengua y el testimonio de la necesidad permanente del ser humano de hacerse entender. Desde las primeras glosas que alguien apuntó en un margen para hacer comprensible lo que ya no lo era, ha sido un no parar y hoy el latín es tan inescrutable que los desdichados estudiantes que se enfrentan a sus textos, como último remplazo de la mili de humanidades, apenas aciertan a glosar los márgenes con dibujos obscenos, mientras que el español ha alcanzado los quinientos millones de hablantes, ha producido un montón de campos de fútbol de obras literarias y es motivo de guerras sin cuartel como la del «solo» sin tilde.
En este marco incomparable (cliché dedicado a los correctores), Fundéu BBVA y la Fundación San Millán de la Cogolla reúnen cada año desde hace diez a profesionales de la lengua y el periodismo para lo mismo que pretendía aquel monje que glosó un texto en latín: comprenderse. En el sentido más extendido de «comprender» y en el etimológico. Este año se debatía sobre manuales de estilo y corrección en la era de la marca personal y estaban convocados correctores, profesores y filólogos en una esquina del ring; editores, periodistas y responsables de medios en la otra, y un ingeniero de Wikimedia al que mandamos un fuerte abrazo. En este seminario se llegó a conclusiones que pueden resultar de interés tanto a periodistas como a todo aquel que escriba con finalidad pública y a los propios lectores, que podéis encontrar resumidas aquí.
Según la opinión generalizada vivimos una etapa en la que se dedican menos esfuerzos a la pulcritud formal de los escritos. Sin descartar que esta sensación haya existido desde el nacimiento mismo del periodismo, es indiscutible que la producción vertiginosa de los medios digitales repercute en una atención menos escrupulosa. Otro de los aspectos que se apunta como causante de la presunta pérdida de esmero en la corrección es la conocida crisis que afecta a los medios y que ha llevado a disminuir recursos precisamente en este tipo de controles. Los especialistas en corrección defienden la imagen que se transmite a través de los textos; sin olvidar la responsabilidad que supone ser medio de difusión de la lengua. Por otra parte, ante la disyuntiva de dedicar medios humanos a producir contenidos o a supervisarlos, parece que los responsables prefieren la producción.
Este dilema es el que os traslado. Como lectora sé que queremos muchos contenidos, con una edición impecable, gratis y sin publicidad; pero, ante la dicotomía de tener menos información o peor escrita, ¿qué preferís?
Más que una cuestión de que haya o no correctores, habría que apuntar a si quien vive de escribir, sabe escribir.
Los correctores salen (salimos) como setas si en el medio corregible existe la posibilidad de dejar comentarios. ^_^
Tú eres de la tercera opción, infiero.
Yo también.
Lo deseable sería información relevante de cierta calidad, ¿o por el contrario (quizá merezcamos aquello que consumimos) cierta sobreinformación anodina de pésima calidad literaria?
Lo que hay que hacer es empezar a eliminar palabras, que hay demasiadas.
Y las tildes: todas fuera.
Dado que nos entendemos con el lenguaje escrito y al parecer aquí hay más gente leteraria que común, lo ideal es hacer un trabajo bien elaborado, aunque sean menos temas que de costumbre.
La pregunta era en general, como preferencia para cualquier medio. Lo cierto es que, por mucha declaración de intenciones que hagamos, esperamos de un medio que informe de todo y antes que nadie y, si no nos da una información inmediata, saltamos a otro. En papel también esperamos una cobertura amplia que requiere muchos medios humanos. No sé, creo que en el fondo los lectores también renunciamos antes a la edición que al contenido.