El valor estético surge de la lucha entre textos: en el lector, en el lenguaje, en las aulas, en las discusiones dentro de una sociedad. Harold Bloom, El canon occidental
Cada vez que se abre un libro de ciencia ficción, si el autor ha sido lo suficientemente hábil como para insuflar vida a sus palabras, el lector se ve transportado con todos sus sentidos a un entorno diferente. Tras leer cien páginas del Dune de Frank Herbert es fácil notar el temblor de las arenas de Arrakis cuando se acerca un gusano o escuchar los gritos de batalla fremen. Al cerrar la última página de Muerte de la Luz de George R. R. Martin hace falta un tiempo de descompresión para volver a la Tierra tras vagar por el moribundo Worlorn… Esta capacidad para proyectar al lector a otros lugares no es exclusiva de las novelas: hay ensayos tan absorbentes que logran algo similar. Mientras leía Ciencia Ficción: Nueva guía de lectura de Miquel Barceló, el entorno al que me proyectó el teatro de mi mente fue una de las enormes aulas-anfiteatro de la UPC, la Universidad Politécnica de Cataluña, tal como las recuerdo de mi época de estudiante. Un aula repleta de gente de todo tipo, en su mayoría escritores, lectores y editores de diversos ámbitos… Un público no muy diferente al de la cantina de Mos Eisley, atendiendo a la clase magistral que se marca Barceló sobre todas las facetas de la ciencia ficción. Visualizo a algunos espectadores discrepando con un beligerante escepticismo y a otros asintiendo reverentemente con la cabeza… Pero todos con el respeto e interés que surge de una pasión compartida.
Durante la carrera pasé cientos de horas en los sofás de la biblioteca Gabriel Ferraté, depositaria de una colección de seis mil obras de ciencia ficción. Y al abrir cada nuevo libro de NOVA de Lois McMaster Bujold o David Brin, me encontraba con el tradicional prólogo de Barceló y lo devoraba con interés. Es normal que Miquel haya quedado en mi mente ligado a la universidad. Además, pasando las páginas de la Nueva Guía de lectura se nota muchísimo que Barceló es profesor universitario además de editor. Adopta en todo momento un tono didáctico y profesoral, remachando cada idea desde varios puntos de vista hasta asegurarse de que quede clara. Dan ganas de levantar la mano tras cada capítulo para preguntar, matizar o discutir algún detalle. Las reseñas y listas de lecturas no empiezan hasta la página doscientos: antes compara las definiciones de ciencia ficción, repasa su evolución histórica, los argumentos más habituales, los premios y el mundillo siempre delirante del fandom.
Todos estos temas los trata con alma de polemista, sembrando el texto de opiniones lapidarias con la misma alegría con que el coche de James Bond suelta clavos en la carretera. ¿Es la ciencia ficción una literatura puramente de ideas, o se la debería juzgar con los mismos parámetros que a otros géneros? ¿Se escribe buena ciencia ficción en España? ¿El lector de fantasía es más acomodaticio que el de ciencia ficción? En este y otros charcos se mete alegremente el profesor Barceló, y en el aula de mi imaginación lo visualizo sonriendo sardónicamente mientras se fija en las respuestas que cada pulla que arroja provoca en el lector. No hay nada peor que la indiferencia, y tanto los profesores como los fans de la ciencia ficción se crecen con la polémica.
También resulta muy profesoral la bronca que lanza a quien ose utilizar las abreviaturas ci-fi o sci-fi, «aberraciones rotundamente rechazadas entre quienes están realmente interesados en la ciencia ficción». Ese párrafo me retrajo a los capones que me daba mi profesor de Física cuando confundía entropía y entalpía.
La selección de obras en sí misma, parte central de cualquier guía de lectura que se precie, está dividida con acierto entre series de libros, novelas individuales y narraciones cortas. La primera versión de esta guía se publicó hace veinticinco años, así que se ha hecho necesaria una actualización y me imagino al pobre Barceló sudando sangre para decidir qué libros añadir y cuáles eliminar. La sensación final es que no están todos los que son, pero sí son todos los que están. No solo aparecen los imprescindibles del género (Asimov, Pohl, Le Guin) sino también apuestas más personales como Mike Resnick. Me alegra que se incluya una sección dedicada a relatos breves, frecuentemente ignorados en este tipo de guías, y compruebo con satisfacción que le hace justicia a mi amado Fredric Brown y su maestría en el relato ultracorto, o a las narraciones breves de Philip K. Dick. Aunque en otros momentos de la guía no parece que Barceló sea el fan número uno del autor de Ubik: tanto él como Tim Powers y algún otro autor reciben collejas a pesar de tener algún libro seleccionado.
Lo que me lleva a imaginar de nuevo esta guía como un aula, y visualizar a un lector anónimo rebullendo en las primeras filas y gruñendo: «llamarla NOVA guía de lectura en lugar de Nueva guía de lectura hubiera sido más adecuado». E imagino también la respuesta del autor, explicitada en cierto modo en el texto: cierto es que un porcentaje elevado de los libros reseñados en la Guía han sido publicados en Nova, la colección que dirige Barceló… Pero en el fondo es bastante lógico: el autor no esconde que su selección es personal y subjetiva, basada en los mismos criterios que le han hecho preferir como editor optar a los derechos de unas obras frente a otras. Dicho esto: al leer la referencia que deja caer Barceló a las fandom wars españolas de hace un par de décadas, resulta inevitable sospechar que algunas batallas siguen subterráneamente activas… Eso sí es una guerra interminable y no la de Joe Haldeman.
Dejando esto de lado, la selección es muy interesante y las reseñas entretenidas, claras y valientes, lo que es de agradecer. Algunas decisiones pueden parecer un tanto extrañas… Se hace hincapié en la distinción entre ciencia ficción y fantasía, y Barceló lamenta en algún momento la primacía fantástica reciente. En esta línea, sus dos únicas recomendaciones fantásticas se encuentran en una sección aparte hacia el final del libro, y son Elantris de Brandon Sanderson y Vencer al dragón de Barbara Hambly, ambas publicadas en Nova. Sin embargo, en la selección principal de ciencia ficción se incluyen las puramente fantásticas (en todos los sentidos) novelas de Mundodisco de Terry Pratchett… Puestos a incluir un Pratchett, quizá hubiera encajado mejor como ciencia ficción su serie juvenil La trilogía de los gnomos, que a pesar de parecer a priori fantástica, acaba adoptando un enfoque racionalista. También resulta curiosa la inclusión de American Gods de Neil Gaiman, novela magnífica pero cuyo parentesco con la ciencia ficción es más bien tenue… Ganó un premio Hugo, sí, pero también lo hizo la cuarta entrega de Harry Potter en 2001. Por no hablar de que si abrimos la veda a Gaiman, se podría haber incluido algo de Alan Moore. O de Ballard o China Mieville, ya puestos.
Pero al fin y al cabo uno de los grandes atractivos de cualquier guía de lectura o propuesta de canon es discutir interminablemente sobre qué libros deberían entrar o quedarse fuera. En las presentaciones de cada libro de la serie Jot Down 100, los editores se encuentran con preguntas similares («¿cómo es que no aparece Mike Mignola en el de cómics?»). Toda selección implica aplicar un criterio por el que unas obras y no otras merecen ser canonizadas en opinión del autor, y viene aquí al pelo citar de nuevo a Harold Bloom: «Los que se oponen al canon literario insisten en que hay siempre una ideología involucrada en la formación de ese canon; de hecho van más allá y sugieren que el propio hecho de hacer un canon (o perpetuar uno) es un acto ideológico en sí mismo».
¿Se puede encontrar ideología en la selección de Barceló? Hay algunas líneas claras con las que casi todos los aficionados podemos estar de acuerdo. Por ejemplo, que uno de los puntos más interesantes de la ciencia ficción de las últimas décadas es su perspectiva femenina. Volviendo al aula mental en que se despliega esta Guía de lectura, visualizo a un corrillo de autoras comentando satisfechas el reconocimiento explícito que hace Barceló a la ciencia ficción escrita por mujeres. Imagino a Vonda McIntyre sonriendo al leer la elogiosa reseña de Serpiente del sueño que tiene en cuenta su vertiente feminista, o a Sheri S. Tepper comentando la importancia de que se canonicen novelas revolucionarias como La puerta al país de las mujeres o La Bella Durmiente. La relación entre ciencia ficción y feminismo es cada vez más explícita, sea a través de diversos tipos de heroínas, sea mediante historias que imaginan ucronías o sociedades alternativas con un reparto diferente de poder entre los géneros.
También suscitarán consenso los apéndices de la Guía: consejos atinados sobre cómo escribir ciencia ficción y cómo emplearla para la enseñanza y divulgación científica (recuerdo con especial cariño haber cursado la asignatura optativa «Física y ciencia ficción» en mi carrera). Dos enfoques interesantes para estimular la creatividad y la motivación por descubrir nuevos mundos y nuevas civilizaciones… Ya me estoy poniendo trekkie.
La Nueva guía de lectura es la joya de la corona de Nova, el número ciento cincuenta de la colección, el libro que los aficionados a la ciencia ficción llevábamos años esperando tras varios anuncios y sucesivos aplazamientos. Llega al fin el momento de utilizar la Guía, que bien pudiera ser un primer tomo de la Enciclopedia Galáctica, para buscar nuevas lecturas. «Si tienes un jardín y una biblioteca, ya tienes todo lo que necesitas», dijo Cicerón: dediquémonos a llenar esa biblioteca con criterio.
Si no hay J. G. Ballard y a quien se le dan coscorrones es a un genio entre charlatanes (Lem dixit) como K. Dick, ese no es libro para mí.
Lo que debió flipar el pobre Lem cuando Dick le acusó de ser parte de un complot de la KGB para atraerle a Polonia, secuestrarlo y lavarle el cerebro… A veces se confunde excentricidad con genialidad.
Los aficionados a la ciencia ficción siempre tenemos líos para distinguir la CF de la fantasía, y también la buena ciencia ficción de la mediocre o mala. Cada uno tiene su receta.
No basta que un libro de CF esté bien escrito para que sea buena CF, al menos en mi opinión. También hace falta que el mundo en el que se desarrolla la acción haya sido construido con lógica científica o al menos racional. El lector de CF, cuando piensa «esto no puede ser», se sale del libro.
Por eso yo tampoco cuento a Ballard como escritor de CF, aunque sea un gran escritor. Ni a Bradbury. Porque aunque son grandes escritores sus mundos de CF no se aguantan.
Cierto, aunque de lo de Bradbury (que sí está incluido en la «Guía») se podría hablar largo y tendido.
Pero en el fondo, si nos ponemos pejigueros, con ese criterio se eliminan todas las obras que no sean ciencia ficción hard, ¿no? Porque en muchas space opera o en libros de ciencia ficción más «alegóricos» hay que tirar a fondo de la suspensión de la incredulidad.
Eso es verdad. Pero con la ciencia ficción «alegórica» o «literaria» soy más pejiguero que con la que solo pretende entretener. Otros lectores pensarán lo contrario, claro.
En mi opinion, la diferencia fundamental entre ciencia ficcion y fantasia es los temas que abordan. Sin animo de ofender, la fantasia suele abordar historias maniqueas, con el proposito de encantar y maravillar mas que nada, mientras que la ciencia ficcion aborda ideas mas complejas, sobre todo cuando se trata de mundos futuristas: el hombre contra la maquina, el medio ambiente y la humanidad o el tratamiento de problemas presentes del mundo y su posible agudizacion en el futuro, criticando y moviendo a la reflexion. En muchos casos, la tecnologia queda como un simple atrezzo del relato.
Epicúreo,» R for rocket» y «Martian Chronicles» ?no son ciencia ficción?.!Que pena!,que pobre y estéril debe de ser una vida sin sensibilidad.
No estoy diciendo que Bradbury sea un mal escritor o que no valga la pena leerlo. Esas obras son conmovedoras y mejores que el 99 % de la ciencia ficción, pero, tal como yo veo el género, no son ciencia ficción.
Estoy muy de acuerdo contigo, Eibon. Es difícil explicarlo mejor.
Sí, muy cierto. En la ciencia ficción se utilza un supuesto, normalmente tecnológico pero a veces fantástico y se construye un mundo a partir de él, en plan «¿qué pasaría si existiesen los robots inteligentes?» y a partir de ahí se invita a una reflexión sobre las consecuencias del mismo – psicológicas, sociales, económicas, existenciales, eso ya depende del enfoque.
En la fantasía, por contra, no se intenta analizar el mundo que se describe, simplemente se acepta como trasfondo para contar una fábula. A menudo se tira a propósito de los temas más clásicos – el amor imposible, la lucha del bien contra el mal, etcétera.
Alguien dijo una vez que la diferencia entre ciencia ficción y fantasía estaba en que, dado un gnomo escalando una pared, en la primera, la borla del gorro cuelga hacia el suelo, y en la segunda, no.
Lo dijo ted sturgeon, que de eso sabía un poco.
Joer. Gracias Gervasio, llevo años intentando recordar quién fue. Ahora sólo me falta saber dónde.
Finalmente tengo todos los datos: En una nota biográfica sobre Sturgeon escrita por Judith Merril para acompañar el relato «Cuando hay interés, cuando hay amor» editado en una recopilación llamada «Lo mejor de Fantasy & Science Fiction». ¡Muchísimos años antes de que naciera la propia oveja Dolly!
Para mí, la Ciencia Ficción se define principalmente por una actitud desafiante a la hora de afrontar la historia. Un espíritu muy concreto que es el que hace que determinadas obras como «Crónicas marcianas» o «Criptonomicón», que carecen respectivamente de elementos científicos coherentes (la de Bradbury) o de elementos mínimamente fantásticos (la de Stephenson), las percibamos como Ciencia Ficción. Y es esa una cualidad de la que voluntariamente carece la Fantasía.
Cuando alguien me pregunta qué es la Ciencia Ficción, siempre respondo: «Axiomático», de Greg Egan.
Bueno, en la SF a veces se te cuela una historia que hubiera resultado banal de no estar ambientada en futuros espaciales y rodeada de rayitos cósmicos. Se nos olvida, sobre todo, que la SF de nivel contiene mucha poesía (Reivindico tanto a los pobres marcianitos de Bradbury como la visión de un Trántor convertido en un planeta rural, alejado de su imperial y tecnológico esplendor). No siempre hace falta rigor científico. Se supone que en la fantasía el recurso «tecnológico» es la magia (negra, blanca, espiritual, divina o lo que sea) y en la SF la tecnología permite una serie de posibles «realistas» que revelan todas las contradicciones de un cierto espíritu positivista (Philip K. Dick a la cabeza) del que los norteamericanos no se libraron nunca del todo. Claro que te llega un Herbert y te mezcla los dos conceptos, allí donde un Asimov se chotea de la religión y de la «magia», asimiladas al marketing para colocar la «mercancía». Prefiero la SF «pura».
(Escrito en Términus, año 20015 E.F.)
La Nueva Guía de Miquel Barceló contiene aciertos interesantes y decisiones discutibles, como era de esperar, pero me llama mucho la atención el rapapolvo que dedica a David Pringle por su selección de principios de los 80 (le acusa por ejemplo de centrarse en obras escritas en lengua inglesa, cuando el título original no lleva a engaño, «Science Fiction: The 100 Best Novels, An English-Language Selection, 1949-1984»), viniendo a decir que quién es él para imponer su criterio, para a continuación proponer su propia selección e incluir un número importante de coincidencias – Dick y Ballard aparte. Todo en el libro transpira un cierto aire de abuelete cascarrabias, pero bueno, es nuestro abuelete cascarrabias.
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