(Versió en català aquí)
A pesar de que se llama Plaça de la Vila, Antoni «Sicus» Carbonell (Barcelona, 1974) nos cita en Rius i Taulet, el nombre con el que se conoció entre 1907 y 2009 el epicentro del barrio más gitano de la ciudad, por poco que lo parezca hoy, con tanta barba, bicicleta, gafas de pasta y bulldogs franceses. A cien metros escasos de donde nació y justo debajo del balcón desde el que cantó un pregón que reivindicaba respeto para la rumba catalana, la auténtica música de Barcelona, repasa cuarenta años de vida que han dado para mucho: del mercadillo con su padre a los escenarios de Nueva York con Sabor de Gràcia, de cerrar los bares y coquetear con el abismo a empezar de cero convertido al cristianismo. Músico por vocación y gitano por convicción, desde los diecisiete años combate en todos los frentes para normalizar su comunidad en una sociedad que, en el mejor de los casos, le da la espalda a pesar de que están aquí desde hace casi seiscientos años. Si Peret era el rey, Sicus ganaría por mayoría absoluta unas elecciones a presidente de la república de la rumba catalana.
Pep Fornés, responsable de cultura en Gracia durante los noventa, dijo de ti: «Sicus es un rumbero de Gracia y con esto está todo dicho». ¿Con esto está todo dicho?
Si él lo dice…
Pues nada, ya podemos acabar aquí la entrevista. ¿Qué implica ser un rumbero de Gracia?
En primer lugar, Gracia ha sido un espejo de normalización y convivencia entre payos y gitanos. Y, por otro lado, ser rumbero es una forma de expresarse, con música, en este caso con la rumba creada por los gitanos catalanes en Barcelona. Los gitanos del barrio teníamos la ventaja de que en lugar de cantarnos una nana nos cantaban una rumba.
Hablas en pasado y ya no vives en el barrio. ¿Qué echas de menos de aquella Gracia donde creciste?
Como todos los barrios y pueblos, ha cambiado bastante. Ha venido gente de fuera, han cambiado los lugares que eran emblemáticos, tiendas que ya no están, gente que se ha ido, gente que ha muerto. Yo lo que echo de menos es el sentimiento de pueblo que había aquí en el barrio. Echo de menos el ambiente que había antes. La gente estaba más en la calle, la disfrutaba mucho. Ahora tenemos internet, estamos más en casa y vamos más a nuestro aire, pero antes todo se hacía en comunidad.
¿El precio que ha pagado el barrio por ponerse de moda ha sido tener que dejar de lado su herencia gitana?
No, la herencia está. Lo que pasa es que a veces se descuida. Ahora sale el disco para celebrar los veinte años de Sabor de Gràcia y el otro día vinimos aquí a la plaza para grabar el videoclip. Quieras o no, tienes que recordar de donde has salido y poner los pies en el suelo. Pero a veces hay cambios de concejales: unos viven en el barrio, son del barrio y saben qué es el barrio, pero otros no viven aquí y no tienen ni idea de lo que es Gracia. Vienen, gobiernan, hacen y deshacen. Que desapareciese la Unión Gitana de Gracia también tuvo mucho que ver.
Dice Martí Marfà en «¿Muerta o de parranda?» que «en su formato clásico [la rumba catalana] rítmicamente descansa sobre la base del compás binario de 2/4 o 4/4 (…). La armonía tonal predomina sobre la modal (…). Por lo que hace a los patrones armónicos, encontramos una combinación de modo mayor tan explotado en el pop-rock (I-IV-V7), el modo menor alterado propio de la música afrocubana (Imin-IVmin-V7)…».
¡Uf! ¡Para, para!
¡Esta definición es incomprensible para una persona normal! Con tus palabras, ¿qué es la rumba catalana?
Marcos Ordóñez dijo que la rumba es un pensamiento alegre que se baila. Es una buena definición.
Peret decía «cuando suena la rumba, el culo se levanta».
Sí, esta es otra. Pero, para mí, la rumba es una manera de vivir: cuando sueño, sueño en rumba y sueño en catalán. Cuando como, como en rumba y como en catalán. Cuando hablo, hablo en rumba y lo hago en catalán. En mi casa, cuando yo no estoy haciendo rumba, la hacen mis hijos. Es una forma de vivir, mi día a día.
Peret Reyes es capaz de hacer bailar a todo el mundo solo con sus manos y una mesa de bar…
Sí, sí.
… pero también te he visto a ti con piano, una sección completa de vientos y percusión.
Sí, y también puedes verme solo con una guitarra, o te puedo hacer unas palmas y cantar. ¿Por qué? Porque la rumba se lleva dentro.
Entonces, ¿cuál es el mínimo común denominador de la rumba catalana?
¿El mínimo? Es que para un gitano es una manera de vivir, naces con la rumba. Mi niña con dos años ya grababa discos. Grabó una colaboración con el Landry y, ahora que tiene seis años, ha grabado un trocito de nuestro último disco ella sola. Para una persona no gitana quizás será de otra forma, pero para nosotros es parte de nuestra cultura. La gente de color coge una pelota de básquet y hace lo que le da la gana. Pues esto es lo mismo. Tú te vas a Jerez y te saldrá un niño gitanito de cinco años que te cantará una bulería y que te dejará pasmado. Yo también te la podré cantar, pero este niño lo hará mejor que yo. ¿Por qué? Porque se ha criado con este hábito. Nosotros nos hemos criado con la rumba catalana. Yo, con seis o siete años, iba a fiestas donde estaba el Pescaílla, su hermano, Moncho cantando rumba, a veces venía Peret. Era mi vida cotidiana. Mira, nosotros celebramos la Navidad y comemos lo mismo que vosotros: la escudella, la carn d’olla, los canalones, el cava, los barquillos, exactamente igual. ¿Qué cambia? Que tú cantas un villancico de una manera y yo de otra. Tú haces: «veinticinco de diciembre, fum, fum, fum» y yo hago «veinticinco de diciembre, fum, fum, fum» [Golpea la mesa]. ¿Verdad que ahora ves que es distinto? Porque es una manera de vivir. [Ríe]
El Pescaílla, Peret… si a la rumba catalana le hiciésemos una prueba de paternidad, ¿cuál sería el resultado? ¿O es hija de muchos padres, otros menos conocidos, como el Polla, el Toqui o el Orelles?
Cada uno tenía su estilo. El Pescaílla crea una rumba más abulerada, más flamenca, más de puertas hacia dentro; para entendernos, de gitanos para gitanos. La rumba comercial que todo el mundo baila, lo que todo el mundo conoce como rumba catalana, es la que hizo Peret. Pero no querría quitarle méritos a nadie porque todos han aportado, claro. Todos son creadores de canciones y cuando estás creando canciones, estás creando género. La rumba que hace Peret no es la misma que la de Sabor de Gràcia, ni la de Sabor de Gràcia la misma que la del Pesca, ni la del Pesca la misma que la del Chacho o la de los Amaya. Solo con escucharlos te das cuenta, dices «¡Ostras!». Yo ahora he hecho de productor con Rumbacalí, he juntado al Chacho, a Maruja Garrido y a la Maña. Tú los escuchas y son tres rumbas diferentes. La rumba de la Maruja, más de tablao, como la que hacía el Pescaílla. La rumba del Chacho, que un poco la parieron él y Peret juntos. Y la rumba de calle que se está haciendo ahora, más mestiza, más canalla, que es la que hace la Maña.
Rogeli Herrero, uno de los integrantes de los Manolos, defendía en la serie documental La rumba tomba (BTV, 2007) que el Pescaílla era a la rumba lo que Chuck Berry al rock, el inventor del género, Peret como Elvis, que lo hace universal, y Gato Pérez como Dylan, que lo llena de significado.
Estoy de acuerdo, pero faltan actores. Como el mismo Chacho, el primer gitano que introduce el piano, una persona muy influyente dentro de la rumba. O los Amaya, que hicieron una rumba un poco más latina y popera y en los años setenta la hicieron entrar en las discotecas. ¡Con «Caramelos» o «Zapatero» llegaron a ser número 1 en las listas de éxitos! Pero es que Rogeli también ha sido una figura emblemática dentro de la rumba con los Manolos, con aquellos «All my loving» o «Amigos para siempre», pero supongo que a nadie le gusta hablar de uno mismo.
Hablando de los Manolos, ¿los Juegos Olímpicos fueron más beneficiosos o más perjudiciales para la rumba? Parece que en el 92 hubo un gran auge seguido de una caída sostenida durante años.
Le hizo bien y le hizo mal. Le hizo bien porque Barcelona pudo mostrar al mundo su música. Porque tiene la rumba y, propia, no tiene ninguna más. La sardana no es barcelonesa, es del Ampurdán. La única música nacida en la calle en toda Europa en los siglos XIX y XX ha sido la rumba catalana. Y los atletas fliparon. ¡Aquello de «¡Atletas, bajen del escenario!» fue buenísimo! Pero no se supo darle continuidad. Pensaron «lo enseñamos, quedamos bien y ya está, ahora que os den», con perdón, pero fue así.
El periodista Mingus B. Formentor dice que la rumba es «el Guadiana de la música», que tan pronto aparece como desaparece. Antes del 92, el franquismo ya había intentado sacarle partido, explotando la figura de Peret y forzándolo a participar en Eurovisión, en el 74.
Yo no estaba entonces, ¿eh? Yo nací precisamente en el 74.
Para los que habéis venido detrás, ¿os costó deshaceros de esta utilización interesada?
La música no tiene que estar al servicio de ningún régimen. Todos los regímenes quieren sacar partido, hace falta que tú quieras dejar que te lo saquen. A mi me vienen propuestas de diferentes partidos políticos y yo les digo que no, yo soy apolítico. Mi hermano, en cambio, es militante de un partido. Pero yo no creo en la política, sinceramente, aunque hay partidos que cuando gobiernan apuestan más por la rumba que otros, esto es indudable.
¿La rumba es tu política?
No. Yo soy cristiano evangélico y mi política es Dios. Es el que no me falla nunca. A mí el hombre me falla, el político me falla. Mira, el 27 de septiembre tenemos que ir a votar y todavía no sabemos ni qué votaremos ni qué pasará, porque nadie lo dice, no quieren decirlo.
¿No es hacer política participar en el «Concert per la Llibertat»? Peret y Dyango también participaron y recibieron por todos lados.
Yo no recibí, pero la gente que conozco en Madrid me decían «es que tú has participado en el Concierto de la Libertad», y yo les preguntaba «¿Y qué era esto?».
Y para ti, ¿qué era?
Un concierto por la libertad. Yo estoy a favor de la libertad, yo estoy a favor de que la gente opine, de que la gente decida. ¿O quién tiene que decidir? ¿Un político? No, el político está allí porque la gente le ha votado. El pueblo es soberano. El pueblo es quien manda. Lo que pasa es que últimamente son los banqueros y los políticos quienes nos mandan.
Ya lo cantaba Peret Reyes: «¡Joder! ¿Qué tendrá el poder? Que todos quieren tenerlo y nadie lo quiere perder».
Sí, claro. En nuestro nuevo disco hay una canción que se llama «Tot és mentida» que hemos hecho junto a Txarango y que habla precisamente de los políticos y los banqueros. Solo te diré dos frases: «Todo es mentira. / Están de coña. / Si tiramos del hilo, lloverán banqueros. / Todo es mentira. / Estado carroña. / Palabrería de políticos ausentes».
No está mal, para no hacer política.
No, no es que la haga, la critico. Una cosa es hacer política, la otra es explicar lo que está pasando. Yo denuncio lo que está pasando, yo protesto. Pero no me posiciono con nadie. Yo me posiciono con la gente que hace bien las cosas. Con la gente que juega limpio, con la gente que ayuda a la gente, con el pueblo. Hoy en día hay miles de viviendas cerradas que las tiene el banco y la gente tiene que dar una patada y entrar dentro. Esto no es justo. El Gobierno debería comprar estas viviendas y hacer alquileres sociales a bajo coste, y ya está. Se regulariza todo y todo el mundo tiene una vivienda digna. Pero no interesa, interesa tener dinero en paraísos fiscales e irse en yates de vacaciones mientras hay gente que se muere de hambre. Claro que protesto, porque no estoy de acuerdo.
Hablabas de Txarango, pero también habéis colaborado con Gertrudis y la Troba Kung-Fú, exponentes de la música mestiza que han incorporado la rumba a su repertorio. ¿Qué opinas? ¿La pervierten o la democratizan?
Cuando llamé a Txarango y les dije «Niños, ¿queréis colaborar en el disco?», me dijeron «¡Hombre, claro, sois nuestro referente!». Nosotros somos su referencia rumbera. Lo que pasa es que ellos cogen la rumba y nunca la harán como nosotros, porque para eso ya estamos nosotros. Ellos la hacen a su manera. En Sabor de Gràcia siempre he tenido la libertad de escoger a los colaboradores que a mí me parecen oportunos y que tienen calidad. Si no tienen calidad, no los escojo. ¿Para qué querría poner un colaborador que a mí no me gusta? Aunque estuviese vendiendo muchos discos, no me importa. Yo no soy de los que se venden por cuatro discos, sinceramente, llevo veintitrés años de carrera y veinte con Sabor de Gràcia, ya no voy a buscar esto. A Txarango yo los admiro. Mi hijo, que ahora tiene catorce años, los escucha. Y me gusta lo que hacen. No desvirtúan nada, hacen rumba a su manera. Yo creo que todo el mundo es digno de hacer rumba.
¿A través de grupos como Txarango se puede acercar la rumba a nuevos públicos?
O a través de nosotros, muchos gitanos que no conocían a Txarango los podrán conocer. Nos retroalimentamos. Yo no estoy de acuerdo con quienes dicen que la rumba es de los gitanos. No, la rumba es de todos. Que nosotros tengamos una manera particular de hacerla es otro asunto. Es como lo que hablábamos del baloncesto. ¿Todo el mundo puede jugar o solo la gente de color? No, hombre, hay gente blanca como los Gasol ¡y míralos! Lo que hacen Txarango lo hacen muy dignamente, muy bien y tienen su estilo sin ser rumberos de cuna. Hacen música de mestizaje y me gusta mucho.
¿Cuál es la primera canción que debería escuchar alguien que no conozca absolutamente nada de rumba catalana?
Canciones hay muchas. Mira, a mí una de las canciones que más me gustan es «El mig amic» de Peret. Lo que pasa es no creo que sea la puerta más fácil para entrar. «Gitana hechicera» creo que es un hit. No te puedo decir una, te puedo decir varias. El «Caramelos» de los Amaya o «Sarandonga». ¡Hay muchas! «Gitanitos y morenos» de Gato Pérez, que habla totalmente de lo que es la integración.
¿Ninguna tuya?
A mí no me gusta hablar de las mías. Que lo hagan otros.
De todos los artistas con los que has podido tocar hasta ahora, ¿con cuál te quedas?
Es muy difícil escoger solo uno. Me ha gustado mucho, por ejemplo, colaborar con Txarango. Pero también con Steve Hogarth, el cantante de Marillion. Un inglés que hace rock progresivo… ¡y yo le he hecho cantar rumba! Es chulo. También me gustó colaborar con Pep Sala, de Sau. Y algunas colaboraciones internacionales, como la que hice con el mejor percusionista latino que hay, Giovanni Hidalgo, o con el saxofonista Furito Ríos. No puedo escoger solo uno, todas las colaboraciones que he hecho han sido geniales. Si digo uno, me dejo a los otros, y no quiero.
Hagámoslo al revés, entonces. ¿Con quién te gustaría colaborar y todavía no has tenido la oportunidad?
[Se lo piensa un rato] Me lo pones complicado, ¿eh?
Es como hacer la carta a los reyes magos.
¡Pero es que hay muchos reyes! ¡Hay muchos artistas muy buenos! A ver… a nivel nacional, me gustaría colaborar con Alejandro Sanz. O que él colabore conmigo. ¡A quién no le gustaría esto! Y a nivel internacional, me gustaría hacer alguna cosa con Luis Miguel. Me gustaría llevarlo a mi rollo rumbero, y seguro que lo haría bien porque él todo lo hace bien. Es brutal, es uno de los cantantes que mejor afina. Yo siempre voy por el lado latino, castellanoparlante. ¡Sería muy difícil que Robbie Williams y yo pudiéramos colaborar! ¡Imposible! [Ríe]
Hombre, Freddie Mercury y Montserrat Caballé hicieron un dueto.
Sí, pero la Caballé es la Caballé, ¡y yo nunca llegaré a ser como ella! [Ríe]
Vuestro disco La cançó amb rumba (2006) es el punto de encuentro entre la Nova Cançó y la rumba catalana, el movimiento musical más reivindicado de Cataluña en los últimos cuarenta años y, posiblemente, el más olvidado. ¿Reclamabas el lugar que para ti la rumba merecería ocupar?
No hay ninguna reivindicación. Es puro homenaje. Son canciones que forman parte de la historia de este país y de nosotros, los gitanos catalanes, que llevamos aquí desde 1425. Estas canciones las han vivido nuestros bisabuelos, las han vivido mis abuelos, durante el franquismo. Yo no lo viví, pero ellos me decían que en aquella época recibían «en estéreo», una bofetada por ser catalanes y otra por ser gitanos. Para mí fue una buena manera de homenajear a la gente que lo vivió y, sobre todo, a los autores, porque hay grandes canciones de aquella época.
¿Sabes qué les pareció el disco?
Sí, todos nos llamaron, todos nos dijeron que habíamos hecho una maravilla, incluso Serrat, y nos dieron las gracias.
No en ese disco, pero incluso conseguiste que Raimon, que acostumbra a ser muy reticente, te dejase versionar «D’un temps, d’un país».
Sí, y ahora la reeditaremos en el nuevo disco. Sinceramente, no fue muy difícil convencerle. Le mandé el tema y dijo «Hostia, cámbiame una cosita», una cosita que no diré porque estas cosas quedan entre artistas, y yo se la cambié. Pero me lo puso muy fácil. Intentamos hacer la colaboración para La cançó amb rumba y no salió, pero a veces las cosas no pasan cuando uno quiere, sino cuando se dan.
En tu documental «Gitanos Catalans!», Els films de les sargantanes (2011) aparece Peret dando una conferencia en el conservatorio del Liceo, pero me temo que fue una excepción. ¿Crees que os falta el reconocimiento a todos los niveles que tiene, por ejemplo, el flamenco?
Claro que nos falta este reconocimiento. Ahora se creará una plataforma para presentar a la UNESCO la rumba catalana como patrimonio inmaterial de la humanidad, y yo formo parte de ella, ¿eh? Soy el único músico y el único gitano. Pero mira, ¿a ti te gusta esta camisa?
¿Me lo preguntas en serio?
[Ríe] Imagínate que te gusta, que me la quieres comprar, venga. Perfecto. ¿Pero cómo quieres que te la venda a ti si mis propios hijos no la quieren? ¿Cómo podemos ir a la UNESCO cuando la Generalitat o el Ayuntamiento dicen que no reconocen la rumba porque si lo hiciesen también tendrían que reconocer otras músicas populares? Te están diciendo que no, pero educadamente. Entonces, ¡cómo voy a vender la camisa a mi vecino si ni en mi casa se la ponen!
Dejando a un lado el documental, también has hecho algún papel en el cine de ficción. Cuando de pequeño ibas a las sesiones del cine Texas, ¿pensabas que un día tú estarías al otro lado de la pantalla?
¡Qué va! ¿En esa época? ¡No! Disfrutábamos del cine, los lunes por la noche era el día de los gitanos. Yo era muy pequeño, veíamos las películas y cenábamos en el cine. Pero nunca lo hubiese imaginado.
¡No sé si la mejor manera de combatir los estereotipos sobre la comunidad gitana es haciendo un papel de gitano mafioso!
[Ríe] Sí… cuando me lo propusieron pensé «¿quieres decir?», pero claro, estaban Lluís Homar, Josep Maria Pou, David Selvas… y me hacía gracia conocerlos, porque yo nunca había trabajado en cine. No tenía un papel muy importante, era un secundario, pero podía trabajar con gente muy grande y dije, venga, hagámoslo. La experiencia fue muy buena. Hay una escena donde tenemos que lanzar un chico sobre una mesa y al principio lo hacíamos flojito, para no hacerle daño. Y el director decía «¡Cortamos, cortamos! No, tíos, ¡esto tiene que ser más real!». Hasta que lo cogimos, lo remojamos con una botella de whisky… la escena que se ve, la buena, es en la que le hicimos daño de verdad. En Àngels i Sants (TV3, 2006) vi que el cine era como grabar un disco: te equivocas, vuelves a hacerlo. Pero el teatro es como hacer un concierto, sales a un escenario y no puedes equivocarte. Hasta que no estás dentro, lo desconoces. Pero acabas cogiendo soltura con la cámara, sabes cuándo un plano está bien o cuándo no, y ahora cuando hago alguna cosa para la tele hasta les digo «Eh, que aquí la luz no está bien». Con el tiempo he acabado aprendiendo un poquito, pero estoy a años luz de la gente del cine, que aquí en Cataluña hay y muy buena.
En 2002, sin embargo, Ventura Pons (que ahora es propietario del Texas) ya había contado contigo para El Gran Gato, su «musical documental» de homenaje a Gato Pérez.
¡Aquello fue una pasada! Me llamaron, no Ventura Pons directamente, y me citaron en el Resolís para cenar con él. Me propuso hacer una escena en un patio de Gracia, con el Oncle Paló bailando. Quedamos dos días después en su despacho para hablar de los detalles y me preguntó cómo podía hacerlo, que cómo podíamos simular una juerga gitana. Y yo le dije «¿Qué quieres decir con simular? Uy, no, esto no va así». ¿Simular una fiesta gitana? Esto no se puede simular, tiene que hacerse de verdad. Y le dije que si quería tenerlo bien hecho, que me hiciese caso. Le dije que comprase un poco de comida, unas botellas de whisky y de ron… e hicimos una fiesta. Lo que se ve en la pantalla es real, no es fingido: estábamos de fiesta. Más de uno llevaba una copa de más, para entendernos. Pero es que estas cosas… o las haces bien o no las haces.
En la banda sonora participaron Aute, Martirio, Kiko Veneno, Los Chichos o Maria del Mar Bonet, entre otros.
Sí, Jordi Gas, el director musical de la película, me dio la oportunidad de formar la banda, que en un 90% fue Sabor de Gràcia. Fue una experiencia muy guapa, y me permitió ver el nivel de algunos artistas. Algunos me sorprendieron positivamente, como Sisa. Me sorprendió su profesionalidad, lo fácil que fue para él cantar rumba. ¡Flipé! Con dos tomas estaba hecho. Otros que creía que estarían a la altura me decepcionaron, pero no diré nombres porque son compañeros y yo no hablo nunca mal de nadie. Para mí, es la mejor experiencia que he tenido en el mundo del cine.
En «El ritmo de la conversión», Martí Marfà estudia cómo la rumba (y sus artistas) han contribuido de manera notable a la expansión y a la consolidación del pentecostalismo entre los gitanos catalanes. Tú eres miembro activo de una iglesia evangélica y otros, como Peret, hasta hicieron tarea pastoral.
En las iglesias evangélicas gitanas lo que se toca es rumba, las alabanzas se cantan en clave de rumba. Y rumberos como Ramonet, que en paz descanse, o Peret en su época hicieron que aquella rumba tuviese más calidad también dentro de las iglesias, y fueron ganando adeptos. Actualmente, el 90% o el 95% de los gitanos catalanes somos evangélicos. Aunque yo no voy a una iglesia temática gitana. Yo no creo en las iglesias étnicas dentro del mundo religioso, porque si yo me baso en la palabra de Dios, la Biblia me dice que no puedo hacer excepciones con las personas. Yo voy a una iglesia mixta que se llama Casa de la Oración de Mataró y mi pastor es rumano y su mujer es gitana rumana, pero hay colombianos, peruanos, catalanes… y gitanos, pero pocos.
¿En tu iglesia qué música se toca?
De todo. Mira, el otro día canté dos alabanzas, aunque yo no estoy en el coro de la iglesia, y no siempre las canto en rumba, a veces, canto cosas más tranquilitas. Pero cuando se canta a Dios, no se canta, se adora. Es otra manera de hacer.
Tus padres eran católicos y se convirtieron gracias a Peret.
Hasta los ochenta todos los gitanos catalanes eran católicos, porque no conocían el evangelio. Peret fue el que vino a Gracia y abrió la iglesia evangélica, pero también la de la calle de la Cera, la del barrio de Hostalfrancs, la de Mataró, en muchos lugares. Él fue quien lo abrió todo. Quien llevó el evangelio a los gitanos catalanes fue Peret.
Tú, a diferencia de él, no has dejado tu música encerrada dentro de las paredes de la iglesia.
Yo el año pasado estuve un año parado, lo necesitaba, a veces tienes que dar un paso atrás para poder tirar hacia delante con más fuerza. Me salió la oportunidad de hacer un disco con un grupo cristiano que se llama Voces Amigas, y no llegaba a todo. Pero en mi iglesia, ser músico es un trabajo normal, como el que va a la obra, mientras trabajes y vivas de manera ordenada. Yo soy abstemio y no tomo drogas desde hace muchos años y pago mis tributos. Pero hay muchas iglesias de otras denominaciones que no lo ven nada bien.
¿Te ha traído problemas dentro de la comunidad gitana?
A ver, todos los extremos chocan. Y el gitano tiene muchas virtudes, pero a veces en algunas cosas es bastante extremista. No me imagino a Jesucristo siendo extremista. A Jesucristo le viene un centurión y le dice «Me he convertido a ti, ¿qué hago ahora?», y él le contesta «Haz tu vida con orden». Otro le pregunta «¿Y qué hacemos con los tributos?», y responde: «Dale al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Y esto es lo que yo hago. Lo que pasa es que el gitano piensa que después de cantar encima de un escenario viene el alcohol, las drogas y el rock and roll. Que habrá un desbarajuste, para entendernos. Y es cierto: no todo el mundo, pero mucha gente se embriaga. Pero no es mi caso, yo ya no hago ni bodas gitanas, trabajo como cualquier profesional.
Para diferenciar la iglesia evangélica de la católica usas una frase que debería estudiarse en las facultades de Teología: «¿Por qué tengo que hablar con el empleado si puedo hablar con el director general?».
¡Es que es así de claro! Si yo tengo acceso a Dios, ¿por qué tengo que hablar con la Virgen? ¡Ey! Que yo la respeto y sé que está en el cielo y tiene su papel. No quiero hablar mal de nadie y menos de la Iglesia católica. Pero hay cosas que debería revisar. Tiene un Vaticano, tiene un ejército, tiene más oro que toda Barcelona junta mientras hay gente que está pasando hambre, no lo entiendo. ¿Qué cristianismo es este? Si tienen que ayudar a los pobres que se vendan todo el oro. Y, por otro lado, hacen un gran negocio. Mira, compra dos velas, valen tanto, enciéndelas. Si yo tengo la fe de que mis familiares están con Dios, no les hace falta ninguna luz porque Dios es la luz. ¿Una estampita? ¿Para qué quiero una foto de un empleado? Cogemos esta mesa, la cortamos y hacemos un cristo: venga, reza aquí. ¿Esto es un cristo o es una mesa? ¡Es una mesa de madera! Si quieres orar a Cristo, vas a tu habitación, te arrodillas y Dios ya te contestará, no sufras.
Más allá de las creencias, ¿a nivel social, la iglesia evangélica ha actuado como un cimiento para la comunidad gitana que corría el riesgo de dispersarse?
Sí y no. Por un lado, el evangelio ha ido muy bien sobre todo para los gitanos que vivían mal. Ha rehabilitado a drogadictos, a alcohólicos, ha unido hogares que estaban destrozados, ha juntado matrimonios que estaban separados. Pero por otro lado, nos ha hecho perder valores gitanos que no tendríamos que haber perdido. Cada uno interpreta el evangelio como quiere y yo lo entiendo, pero hay cosas y cosas.
Cuando alguien dice aquello de «es como comparar a Dios con un gitano», ¿te ofende? ¿Como cristiano? ¿Como gitano?
Sé que es una frase hecha, pero me ofende. Por ejemplo, durante los altercados de Can Vies hubo incívicos, siempre los hay, quemando contenedores. Y en la televisión pública alguien dijo: «Con esta gente no se puede hablar, tienen su lenguaje y su cultura, son como gitanos». Y a este señor no le pasó nada. Yo mandé una carta y me respondieron: «Discúlpanos, pero aquí nosotros no entramos». Ya lo sé que no entráis y que es una opinión privada, pero tenéis que saber a qué tertulianos lleváis porque esta es una actitud xenófoba. Otro tertuliano le preguntó: «Oye, ¿qué quieres decir? ¿Qué los gitanos son así?». Y entonces quiso rectificar. Pero ya lo había dicho. Si yo como gitano en una televisión digo algo fuera de tono, al día siguiente tengo setenta demandas. Pero a este señor no le pasó nada. ¿Por qué? Porque nos llamaron y nos pidieron que no pusiésemos ninguna demanda porque era una persona importante. Pues que mida sus palabras.
Hablando de personas importantes, Jordi Pujol tuvo que disculparse públicamente en el año 92 después de haber dicho «Si en el mundo cristaliza la idea de que Cataluña es un país muy caro y un poco gitano, lo pagaremos muy caro».
A mí las disculpas me parecen muy bien, pero lo que dices es lo que piensas en realidad, lo que tú crees.
Años después, en 1999, se llevó una buena pitada en un concierto de Los Chunguitos en Nou Barris.
«Cantadme esa canción de la mama» les decía, y la canción era de otro grupo. Después pasa lo que pasa, claro, con los años se descubren paraísos fiscales y muchas cosas. Yo no acusaré nunca a nadie porque no soy nadie para hacerlo, pero muchas veces quienes nos roban no son gitanos. Pujol, Urdangarín, Bárcenas, Millet… estos no son gitanos, que yo sepa, aunque quizás resulta que ahora dirán que tienen una abuela gitana, vete tú a saber.
Tú no viviste una vida de creyente hasta los treinta y tres años. Antes de convertirte, llegaste a andar por el puente de Mataró pensando en suicidarte.
Una voz interior me dijo «Te puedes suicidar mañana, dame una oportunidad». Y le di hasta tres oportunidades. Mira, yo había enterrado a tíos míos, a un tío carnal por culpa de la droga, a un tío político mío lo encontraron muerto en la Zona Franca y tuve que identificar el cuerpo. Yo me crié con mis abuelos, y mi abuela, que murió de un infarto durmiendo, me dijo «Nos vemos mañana» y cuando la volví a ver ya estaba muerta. Todas estas situaciones me marcaron y me hicieron muy duro, no lloraba por nada y vivía como un ateo. Pero cuando entré allí mientras cantaban, empecé a llorar. Me fui, claro, porque yo no podía llorar. Al día siguiente volví a ver si también lloraba y me vino un gitano, un hombre mayor, y me dijo: «Dios me ha dicho, esto, esto y esto», y yo no le creí porque este hombre era amigo de mi padre y sabía todos mis problemas. Y acabé en mi habitación desafiando a Dios. Le dije: «Si mañana viene alguien y me dice todo esto que solo yo sé, creeré en ti y me entregaré; si no, salgo de la iglesia, me voy al puente y me suicido». Tal y como te lo digo. Y fui, cantamos, predicamos, pasamos la ofrenda. Y yo salí y me iba a lanzar, ya lo tenía en la cabeza, pero vino un gitanito y gritó «Sicus, Sicus». Me dijo que me tenía que decir una cosa pero que era un poco dura, y yo le dije que adelante, mientras no me faltase al respeto. Y me dijo: «Mira, Dios me ha dicho esto, esto y esto». Y yo, esa persona fuerte, dura, que no lloraba, me derrumbé. Y a partir de aquí sí que pude creer en Dios y saber que Dios es verdad y existe.
Antes de esto, habías llevado una vida bastante desordenada en la que la droga tenía cierto protagonismo. Has afirmado alguna vez que a los gitanos os han perseguido desde los Reyes Católicos hasta Hitler, pero que solo la droga podría acabar con vosotros. ¿Todavía es un problema tan grave como lo era antes?
Los gitanos tienen una cultura y unos valores y muchos se han perdido por culpa de la droga. El respeto se ha perdido por culpa de la droga. Algunos que se drogan no tienen respeto por nadie, no respetan a sus mujeres, se drogan delante de sus hijos. No es que lo hagan todos, pero algunos sí. La droga hace que el hombre y la mujer pierdan el valor de ser honrados. Y honrado, para nosotros, significa casarse con una mujer y estar con aquella mujer y la mujer casarse con un hombre y estar con aquel hombre. Todo el mundo puede tener problemas de pareja, pero no le serás infiel mientras estés con la mujer.
¿Se ha puesto en cuestión el modelo de familia gitana? Si pudieses volver atrás, ¿crearías una familia como lo hiciste en la primera ocasión? Una trabajadora de la federación andaluza de mujeres gitanas declaraba que las hijas son más antiguas que las madres, que son las que quieren casarse jóvenes, y que son precisamente las madres quienes no quieren que las hijas pasen por lo mismo que ellas pasaron.
Claro, yo no quiero lo mismo que hice yo para mis hijos. Primero, no quiero que sean músicos. No por nada, sino porque sé lo que hay. O tienes la cabeza muy bien amueblada o cuidado hacia dónde vas. A mí se me han muerto amigos por la droga por subir a un escenario. Yo sé lo que hay detrás de la música. La música es buena, el problema es el ambiente que hay detrás.
Aparte de la música, ¿qué te parecería que tu hija quisiese casarse con catorce años?
A mí no me gusta esto. Mi hija con catorce años tiene que ir al instituto. Tengo una hija de doce años y pena de la vida si me viene con catorce años a casarse. Yo a mis hijos no los he pegado nunca, pero me lo hace y le doy una bofetada que le giro la cara. ¿Qué significa casarse con catorce años? ¡Si estás en edad de jugar a las muñecas todavía! Mi hija no se pinta, ni se pintará con catorce años, porque yo le enseño que todo tiene su proceso. A mí me haría feliz que mi hija a partir de los dieciocho escogiese lo que quiere hacer, pero mientras sea menor de edad está a mi cargo. Pero te digo una cosa, no porque después sea mayor de edad, se case y haga su vida, me puedo desentender, porque yo siempre seré responsable de los actos de mis hijos. Un hijo de treinta años hace algo mal y el responsable soy yo. Ya son mayores de edad, ya se apañarán… sí, que se lo trabajen como me lo he trabajado yo y como mi padre me ha enseñado, pero detrás de un error de un hijo, un padre tiene que estar siempre para rectificar.
¿Convivir con una mujer trabajadora te ha cambiado la idea de lo que tiene que ser una familia gitana?
Mi madre todavía trabaja, con sesenta años. En casa siempre se ha trabajado, tanto hombres como mujeres, pero las mujeres han ayudado al hombre. Carme, no. Carme es una persona a la que quiero mucho y ella a mí también, pero ella es independiente, ella lleva su coche y tiene su trabajo. Es otra manera de vivir el mundo gitano, cada vez hay más mujeres así, pero hace falta conocerlas. Yo, antes de conocer a Carme, no pensaba así. Te casas con una mujer y ya está. En la comunidad gitana las mujeres trabajan, pero el peso de la casa tiene que llevarlo el hombre. Pero las decisiones siempre han sido consensuadas, no es cierto esto de que el hombre mande. Mi abuelo lo consultaba todo con mi abuela. Mi padre igual con mi madre. Pero una vez tomada la decisión, es el hombre quien la dice. Hablo de decisiones importantes, ¿eh? Porque si se trata de comprar un sofá… a veces entro en casa y veo cosas nuevas, esto siempre lo hace la mujer. Un día me dice «Ahora compro un colchón nuevo» y yo le digo «Bueno, chica, si tienes dinero». O te lo tragas, o allá tú. Pero las cosas importantes las decidimos juntos. El día de mañana, cuando toquen a la puerta para pedir la mano de mi hija, no decidiré yo solo porque me convenga a mí.
¿Pero opinarás?
¡Claro! Opinaremos todos. Opinará la mujer, opinaré yo, opinará mi padre, opinaremos todos.
¿Y la hija?
La hija, la primera. Yo, antes de hablar con mi padre, con mi mujer, antes de hablarlo con nadie, tengo que decirle «Mira, niña, ha venido este chico, ¿qué hacemos?». Que le gusta, espérate un momento, miraremos si interesa. Que interesa, adelante. ¿Que no interesa? Pues hablaré con ella y le explicaré los pros y los contras, pero la decisión será suya. No puedo obligarla a casarse con alguien si ella no quiere.
¿Todavía suceden estas cosas?
Yo no puedo decir que no pasen, no conozco qué pasa en todas las casas. Pero ahora el último que se entera es el padre, con los teléfonos móviles, Facebook… Ahora los niños hablan entre ellos, antes todo eran gestos y miradas. Era otro mundo.
Casi nunca utilizas gitano y catalán por separado. ¿Qué es un gitano catalán? ¿Es el que nace en Cataluña? ¿El que vive en Cataluña? ¿El que habla catalán?
El gitano catalán puede vivir fuera, pero se ha criado aquí o se siente de aquí o tiene las costumbres de aquí. El gitano catalán que se va a vivir a Argentina, sigue las costumbres catalanas. Su manera de vivir, su gastronomía, su cultura, no solo es gitana sino que también es catalana. El día de Sant Jordi compramos rosas y las mujeres nos compran un libro.
Al inicio del documental Gitanos catalans! dibujáis, con tu abuelo, un itinerario que pasa por Perpiñán, Figueres, Reus, Gracia, Hostalfrancs, Mataró… pero a mí me llama la atención todos los lugares que no mencionáis, como San Cosme, San Damián, la Mina o Can Tunis. ¿Estos gitanos de Cataluña no son catalanes?
Algunos de estos gitanos son nacidos en Cataluña y son catalanes, pero —no digo todos, nunca puedes decir todos—, su tipología no es la misma. Tú pregúntale a un gitano qué come por Navidad y sabrás de qué comunidad es.
¿Tienes sentimiento de comunidad con ellos?
Hombre, la base es la misma, la cultura gitana es la misma. Pero hay cositas en las que nos diferenciamos. Es la verdad y no tengo ningún motivo para mentir. En los programas de tele como Palabra de gitano o Gypsy Kings no verás nunca a un gitano catalán, para nosotros esto no es positivo. La cultura gitana no se vende: se vive. Y se explica. Pero si en lugar de hacer programas para difundir la cultura gitana estás reproduciendo estereotipos, conmigo no cuentes.
Joaquín Bustamante, director de Cuadernos Gitanos, apunta un matiz que de tan evidente muchas veces pasa desapercibido. Dice que en España no hay un millón de gitanos, sino que hay un millón de españoles que son gitanos.
Yo soy tan catalán como gitano. Lo mismo. Voy a las elecciones y voto, y no voto como gitano, voto como ciudadano. Pero cuando interesa soy gitano y cuando interesa, ciudadano. Tengo mi DNI español por obligación, pero en determinados momentos me tratan como minoría étnica y en otros, como catalán. Cuando interesa, como en los Juegos Olímpicos, «Ay, los gitanos catalanes, la rumba, sois la hostia». Pero después ya no, después eres minoría étnica. Y al final ya no sé qué soy ni quién soy.
Todavía hay una tercera oleada de gitanos, los que vienen de la Europa del Este.
Sí, étnicamente son gitanos. Pero con estos no tenemos ningún tipo de relación. Y te explicaré por qué. No todos los gitanos que vienen ahora son malos, pero el que viene y roba, igual te roba a ti como a mí. Y para mí este no es gitano, porque un gitano no roba a otro gitano. Culturalmente, y con nuestro código, cuando pasan estas cosas a aquella persona ya no la consideramos como una de las nuestras, es peor que una persona no gitana. Pero esto no quiere decir que desde las asociaciones gitanas no tengan contacto con ellos, seguro que lo tienen y les intentan ayudar.
El año 2007 el Parlamento de Cataluña reconoció oficialmente el genocidio del pueble gitano. Pero además de este reconocimiento simbólico, se comprometía a llevar a cabo políticas activas para conseguir la igualdad de oportunidades para la comunidad gitana. ¿Se ha avanzado desde entonces?
Sí, e incluso hicimos un plan integral… y allí se quedó. Se ha trabajado, pero vivimos igual ahora que entonces. A ver, nos quieren integrar… pero es que yo ya estoy integrado, estos planes no van conmigo. Que se ayude a la comunidad gitana me parece perfecto, pero yo no creo en estas cosas. Si queremos acabar con la discriminación y los estereotipos, se puede conseguir muy rápido: se reúne a todos los políticos y a todos los periodistas, ¡está en sus manos! Los propios políticos lo fomentan. Mira, por ejemplo, para la Real Academia de la Lengua la palabra gitano todavía tiene una acepción negativa: «Hombre que va sucio, hombre que roba». En catalán también, ¿eh? Si nuestros niños abren el diccionario y ven qué quiere decir la palabra gitano, esto no se acabará nunca.
En los medios esto es muy evidente. Flora del Río analizó el tratamiento de los gitanos en la prensa española entre 2005 y 2010 y concluía que se utilizaba un lenguaje peyorativo, que se los situaba en marcos socialmente marginales y que se daba una carga negativa a sus acciones.
Tú porque eres rubio y con los ojos claros, pero si fueras morenito y con los ojos negros, cuando hicieras algo enseguida dirían «de aspecto agitanado». Tú y yo podemos ir a atracar un banco, tú uno y yo otro. De ti dirán Fulanito de Tal, pero de mí dirán Antonio Carbonell, de raza gitana. ¿No hemos cometido el mismo delito? ¿No tendremos la misma pena? ¡Qué importa ser de una etnia o de otra!
¿Ser gitano es siempre un agravante? ¿Un pobre gitano es más pobre?
Sufrimos racismo y sufrimos clasismo. Los gitanos tenemos que hacerlo todo el doble de bien que los demás. Si yo quisiera ser periodista, tendría que hacerlo dos veces mejor que tú, porque si hay una opción de entrar a trabajar a algún periódico, te cogerán antes a ti que a mí. E incluso musicalmente. Mira: en La cançó amb rumba, rescatamos quince temas de la Nova Cançó que son patrimonio cultural de Cataluña. Hay otro grupo, de un gran amigo mío, que coge un tema antiguo popular y lo toca en rumba y le dan el Premio Ciutat de Barcelona de música. ¡Por un tema! ¡Y yo he recuperado quince! Ya lo ves, ni haciéndolo quince veces mejor es suficiente. ¿Y por qué? Porque un señor periodista dijo que aquello se merecía un premio y se lo dieron. Y así va.
Isidro Rodríguez, director de la Fundación del Secretariado Gitano, alerta que «la sociedad gitana española ha cambiado mucho, pero la sociedad en general no se ha enterado». ¿Los que no somos gitanos tenemos un trastorno de déficit de atención con este tema?
¿Sabes por qué pasa esto? Porque el gitano que estudia y trabaja de abogado o en un banco, no interesa, no vende. Si lo ponen en la televisión, la gente cambia de canal. Lo que interesa son los malacotones, la droga, las joyas, el dinero. Yo esto no lo miro en mi casa, me da vergüenza, no me identifico con ello. Los gitanos catalanes no somos así.
¿Los gitanos catalanes habéis encontrado un punto de equilibrio frente la presión del asimilacionismo, por un lado, y la tentación de la resistencia, del gueto, por otro?
El gitano catalán es una persona pacífica, no provocamos disturbios, resolvemos nuestros problemas dialogando, también con los no gitanos. En Gracia hemos participado en las actividades del barrio, la Fiesta Mayor, Sant Medir, pero somos invisibles para la sociedad. Los gitanos catalanes somos los gitanos invisibles.
¿Vuestro objetivo es ser invisibles?
¡No! Al contrario: queremos ser visibles. Y por eso hago un documental que se llama Gitanos catalanes!. Por eso hago un disco que se llama Gitanos catalanes (2015). ¿Por qué? Porque quiero reivindicar lo que somos, quiero que la gente se dé cuenta y tenga información de qué somos. Porque la desinformación es la madre del atrevimiento. La gente se atreve a criticar aquello que no conoce.
¿No contribuís vosotros mismos a esta invisibilidad recluyendo el hecho gitano dentro de casa?
Es que solo tenemos que ser gitanos de puertas adentro. Nuestros valores son los que yo les enseño a mis hijos en casa: el calé, el respeto a los ancianos, el sentimiento del luto, la música, la gastronomía… Esto tiene que ser de puertas adentro. Yo no puedo ir con mi cultura por la calle porque no me entenderá nadie y seré el discriminado. Siempre dicen que nos quieren integrar, pero a mí la palabra integración no me gusta, yo hablo de normalización. ¿Que hay gitanos que todavía no están integrados? Ya te digo que sí. Catalanes pocos, pero los hay. Solo te diré una cosa, compara los índices de escolaridad de mi época con los de ahora. Hay gitanitos y gitanitas que están yendo al instituto, a la universidad, que trabajan, pero ya no en el mercadillo, que es el trabajo fácil, o de artista, sino que están trabajando en un supermercado, en una panadería, en un Zara o que son abogados. Tenemos la suerte de que ahora hay gente más morena que nosotros y pasamos desapercibidos porque no vamos con un cartel diciendo «somos gitanos».
¿Si hubieras podido elegir, hubieras dejado la escuela?
No, ¡yo no hubiera dejado nunca la escuela! Yo, de hecho, quería ser arquitecto. En matemáticas era el mejor de la clase, siempre sacaba sobresalientes. Pero el negocio familiar requería manos y tuve que ayudar a mi padre. Después, de mayor, no pude acabar los estudios pero sí hice los básicos, y también me saqué el título de mediador social. Ya no pensé más en la arquitectura porque todo fue muy deprisa: empezar a trabajar con mi padre, meterme en el mundo de la música… y a partir de ahí ya no pude. La música también me gustaba y lo preferí.
De tu padre, ¿qué decisión entendiste menos? ¿Que te hiciera dejar la escuela o que, con ocho años, no te dejara grabar un disco con Gato Pérez?
¡Uf! ¡Ninguna de las dos! En aquel momento, no me gustó ninguna de las dos. Cuando con ocho años te gusta la música y te sale la oportunidad de grabar un disco, es como recibir un regalo de reyes. Pero ahora le agradezco que no me dejara grabar aquel disco, porque seguramente yo ahora no estaría aquí. Todo hubiera ido todavía más rápido, hubiera cogido unos vicios que al final acabé cogiendo pero que quizás no hubiera tenido tiempo de dejar, no me hubiera podido formar como persona…
Aquella decisión te dolió, pero lo entiendes. Pero la de la escuela…
No, la de la escuela me duele a mí e, incluso, le duele a él. Ahora él es el primero que obliga mis hijos a ir a la escuela. Es el primero que les dice que se saquen una carrera, que el mundo de la venta ambulante está acabado. Él también ha cambiado el chip. Él lleva cuarenta años de profesional en el sector, fue confeccionista en los ochenta y los noventa, y tiene que pagar ocho mil euros al año para poder trabajar. La venta ambulante no es un buen trabajo para un niño joven que empiece, no vivirá de esto, cada vez está peor. Mi padre aún, porque tiene una clientela de hace muchos años, pero esta clientela se está haciendo mayor. El otro día lo hablaba con él: que un matrimonio joven, de veinte o veintipico años, empiece en el mercado desde cero es imposible. A mis hijos no les gusta a ninguno. Pero a mi sobrino le gusta mucho y mi padre se lo lleva durante las vacaciones, piensa que si el niño se tiene que echar a perder, mejor que se quede el negocio. Pero ya se lo dice al niño: mejor que te dediques a hacer el trabajo de tu padre que el mío. Ahora ya no da de sí como daba en los setenta o los ochenta.
¿La normalización y la apertura de la comunidad gitana de hoy en día tendrá como contrapartida un cierto abandono de la tradición?
Mira mi padre cómo ha cambiado, porque los tiempos cambian. Mi padre quería que mi hermano y yo lo ayudáramos en el mercado, pero ni yo ni mi hermano nos dedicamos a ello. Y ahora es él quien dice a sus nietos que estudien. Las cosas son más complicadas de lo que parecen. Yo creo que habrá gente que conservará la tradición y gente que la perderá, porque cada casa es un mundo. Yo, en mi casa, intento conservarla, intento dar a mis hijos la educación gitana que a mí me han dado, pero adaptada a los tiempos. En los años setenta había familias que decían «Niña, ya estás prometida con este chaval», y no se habían visto nunca. Yo intento coger lo que es bueno de mi cultura y conservarlo, pero las cosas que no me gustan, no. ¿Por qué? Porque son cosas fruto de unas mentes de un momento determinado. Las niñas gitanas llegan vírgenes al matrimonio. Yo quiero que mis hijas lleguen vírgenes al matrimonio…
¿Y tus hijos?
Si puede ser, también. Pero las que lo decidirán serán ellas, no yo, ¿eh? Que se casen con quien quieran, payos o gitanos, me da lo mismo. Lo único que les diré es que si se casan con un gitano, la base cultural será la misma, pero que si se casan con un payo habrá choques culturales y tendrán que ceder en su cultura para llegar a un consenso y si no, vivirán mal. Ahora bien, que elijan ellas. A mí me estará bien si me traen un payito y me lo sientan en la mesa, yo no juzgo por el color de la piel, juzgo a la persona.
Tú mismo cantabas «Que no se pierda lo que tenemos, que cada vez ya queda menos». ¿Se están perdiendo los valores tradicionales gitanos que, para Bustamante, son la solidaridad, el respeto a los ancianos y la ayuda mutua?
Sí, pero hay más cosas. Y algunas se están perdiendo, como el respeto. La droga, por ejemplo, hace perder el respeto. No es normal que un yerno y un suegro se metan una raya juntos, ¿verdad? Pues ha habido casos. O que alguien se meta una raya ante un hombre mayor, esto es una falta de respeto dentro de nuestra comunidad, dentro de la vuestra quizás no.
Hombre, en la mía sí, ¿eh?
Denunciar entre gitanos es una falta de respeto a nuestra comunidad, una falta muy grave. Que un hombre se vaya con otra mujer que no sea la suya, o al revés… todo esto, es una falta de respeto a la comunidad. Que yo cante ante una familia de luto… y cosas de estas están pasando. Y tenemos que evitar que vayan a más.
¿Se está diluyendo la autoridad de la gente mayor? ¿Se respeta menos la ley gitana?
Hombre, hay gente que se lo toma a la torera. Y a mí me ha pasado. Estos, automáticamente, dentro de la comunidad gitana no tienen ni voz, ni voto, son unos renegados. Pero es que la ley gitana, dentro de los juzgados, no vale nada. Se respeta el código chino, que las chicas musulmanas vayan con pañuelo a la escuela, pero a los gitanos no se nos respeta nada. No hay un tribunal gitano que pueda ejercer de consultor. La ley a veces choca con la ley gitana y lo que puedes provocar con una decisión son disturbios. Para entendernos: cuando una mujer se va con otro hombre y deja a la familia, nosotros no entregamos a los hijos en casa del otro. Y no porque haya rencor, ¿eh? No. Lo hacemos así porque cada cual ha elegido y ya no hay más diálogo. Para nosotros, la opinión de los menores cuenta, pero para la ley, no. Y a mí esto me ha pasado. Nosotros tenemos que respetar la opinión de los jueces, qué remedio, pero otra cosa es que me guste. No creo que se les esté haciendo ningún bien a los menores. Nosotros, los gitanos, protegemos mucho a los menores y a la gente mayor, pero las leyes no tanto. El otro día, en Vilassar, encontraron a un señor de Mataró masturbándose ante una escuela. Y el juez ha dicho que le hagan el tratamiento en casa. ¿Qué quiere decir el tratamiento en casa? ¿A qué esperas para meterlo en la cárcel? ¿A que coja a una niña y la mate? ¡Hombre, por favor! Hay cosas que tienen que cambiar, porque luego nos lamentamos. Tenemos la oportunidad de encerrar a delincuentes y no lo hacemos. Yo soy cristiano, y como tal no puedo estar a favor de la pena de muerte, solo Dios da la vida y la muerte. Pero sí que puedo estar a favor de la cadena perpetua en determinados casos. Sí, ya sé qué me dirán, que la gente se puede rehabilitar. Pero quien coge a dos niños, los viola y los mata, lo siento, no se puede rehabilitar. No quiero que se rehabilite. Ya no tiene oportunidad de rehabilitarse. En este sentido soy muy duro, pero yo lo veo así. ¿Que esta persona tiene unos derechos? Perdona, pero cualquier cosa que se le haga a un menor tendría que significar que los derechos se han acabado. Las leyes tienen agujeros por todas partes. Mira si hay agujeros que si yo robo trescientos cincuenta euros me meterán en prisión mientras que otros roban millones, los ponen en paraísos fiscales y no les pasa nada.
¿Te gustaría que algún día te reconocieran como una autoridad dentro de la comunidad?
No se trata de si me gustaría o no me gustaría. Si me lo tienen que reconocer, ya me lo reconocerán. Mi abuelo lo fue y ahora, con ochenta años, ya ha dicho basta. Cuando unos gitanos mayores dan su opinión, es una sentencia. Si el otro se la salta, tienes que ir tú y tirarle de la oreja. Y yo no quiero peleas, todavía menos por culpa de los demás. Muchas familias se saltan este código, pero otras todavía lo cumplen.
A pesar de que dejaste la escuela, unos años más tarde retomaste el hilo y te dedicaste a la mediación social.
Primero hice unos estudios previos con la Generalitat. No eran específicamente de mediador, sino unos proyectos sobre cómo diferentes profesionales tenían que tratar con la comunidad gitana, y yo estaba allí con médicos, abogados… Con diecisiete o dieciocho años empecé haciendo esto, hasta que me llamó Carme Garriga para hacer el libro Los gitanos de Barcelona y aquí es cuando, gracias a ella y su marido, Salvador Carrasco, me pude sacar la titulación y empezar a ejercer.
Tenías al referente en casa: eres nieto del Oncle Manel, fundador de la Unión Gitana de Gràcia y, durante muchos años, la principal autoridad para resolver conflictos culturales entre gitanos y no gitanos en todo el país.
¡Claro! Mi abuelo, que tiene la Cruz de Sant Jordi y la Medalla de Oro de Barcelona, es el mejor maestro que podía tener. Yo veía lo que él hacía y pensaba que yo tenía otras ideas que también podían ayudar. Lo hablaba con él y él pensaba que yo era muy capaz de conseguirlo. Pero no solo haciendo de mediador, ¿eh? En 1996, en la calle Bailén, organicé el homenaje a Gato Pérez y toda la producción la llevé yo. Lo vendí a Televisión Española y entregamos la recaudación a las hijas —no quisieron el dinero y lo donaron a la Unión Gitana de Gràcia—. Quieras que no, yo siempre he sido emprendedor, siempre he hecho cosas, siempre he querido intervenir para intentar ayudar al pueblo gitano. Me he encontrado con casos bastante duros. Okupas, por ejemplo. Pero no de los de ahora, ¿eh? Que ahora parece que está de moda. Te hablo del año 99, gente viviendo en condiciones infrahumanas, con ratas, con un niño de dos años en urgencias por un mordisco. Hablé con los asistentes sociales de Badalona y conseguí un techo como Dios manda para esta familia y que les dieran la oportunidad de trabajar. Y ahora esta familia ha remontado. El problema muchas veces es que no se les dan oportunidades a los gitanos. Y no solo a los gitanos, sino tampoco a los payos de clase social baja.
Quién te ha dado más problemas para llevar a cabo tu trabajo, ¿la Administración o la comunidad gitana? ¿Has encontrado reticencias entre los gitanos?
Nunca. Cuando he ido a un sitio, a mí me han conocido, ya sea por ser el Sicus, de Sabor de Gràcia, o por mi abuelo, por lo que sea. Y saben que yo no les puedo engañar. Yo no puedo engañar a otro gitano, es un código nuestro. Si tú vas a hablar con un gitano, no te hablará. O te dirá cosas que a ti no te interesarán. Y no te abrirán las puertas de su casa. Pero si voy yo contigo, sí. Con la comunidad gitana me he encontrado las puertas abiertas de par en par y muchas ganas de hacer cosas. Con quien sí he tenido problemas, siempre, es con la Administración, con los asistentes sociales. No con todos, es cierto, con algunos hemos tenido una relación fluida y hemos podido hacer cosas juntos. Pero con muchos de ellos no, porque todavía tienen a la comunidad gitana marginada. Con la Generalitat o los Ayuntamientos, más que problemas tenemos discrepancias, diferentes criterios. Desde un despacho tú puedes decir si esto es blanco o negro, pero la realidad no es así. Mi despacho ha sido la calle. Yo nunca he tenido un despacho como mediador, me he pateado la calle, he vivido el día a día y he conocido los problemas de la comunidad. Cuando viví el caso de aquella familia de Badalona, llegué a casa y estaban mis hijos cenando, pero yo no podía ni comer pensando en si aquella gente podría comer aquella noche. Ya sé que hay mucha gente así, pero una cosa es saberlo y la otra es darte de bruces con ello. Se me rompía el corazón: mis hijos, dentro de mis posibilidades, tenían de todo y los otros no tenían nada. Son cosas que duelen, pero que si no las ves, no piensas en ellas.
Lucas Aris Samper se lamentaba de que mientras que los gitanos, por su situación, han sido muy estudiados desde el punto de vista de los servicios sociales y la exclusión, lo han sido muy poco desde el punto de vista cultural o de estructura social, retroalimentando así el prejuicio.
Sí, es así. Siempre se miran los problemas… y siempre desde un despacho. Es como aquel juez que en un juicio dictamina solo a partir de las pruebas pero que no ha visitado el terreno. Se aplica el dos y dos son cuatro y después pasa lo que pasa. A veces a los asistentes sociales les pasa el mismo, no pisan el terreno porque no todos los gitanos les abren la puerta de casa. Mi planteamiento es hacer lo que hacía la Guardia Civil antes, ir de dos en dos, un asistente social acompañado de un mediador gitano. Y si queremos solucionar los problemas, tiene que ser así o no lo conseguiremos. Un gitano puede engañar a un asistente social, pero si hay un gitano delante, no le engañará. Les falta entender la idiosincrasia del gitano, esto es lo que se tiene que potenciar y un mediador puede ayudar. Cuando hay conflictos en Barcelona, los Mossos llaman directamente a mi hermano y le cuentan qué ha pasado. Él va allí y dice esto es así, así y así. O también puede decir que entre la ley porque alguien ya se haya saltado a la torera la ley gitana. Por ejemplo: cuando un gitano denuncia a otro gitano, la ley gitana ya no puede entrar. Los gitanos se retiran y que la ley siga su curso. Pero imaginemos un caso en el que dos hombres gitanos se pelean y no denuncian, y que se teme que haya represalias. El mediador social irá a visitar los gitanos mayores, lo hablarán y solucionarán el conflicto. Y ya está. Los Mossos esto ya lo han entendido, pero en los juzgados todavía no lo entienden.
¡Ya pueden entenderlo, si incluso hay Mossos d’Esquadra gitanos!
En Tarragona hay muchos, ocho o diez. Mi primo es el más antiguo, tiene cuarenta y siete años, pero hay chavales jóvenes que también son policías y son gitanos. Puede sorprender, pero es un trabajo digno y, sobre todo, tiene sus ventajas. Yo le he preguntado a mi primo si ha tenido algún problema a la hora de detener a otro gitano, y me ha dicho que al contrario, porque saben que es gitano y le respetan. Él tiene mucha más fuerza en la comunidad gitana porque está en un cuerpo policial y, además, es gitano. No se le trata como a un renegado, se le respeta con más motivo y se evita buscarle cualquier problema.
¿Os ha hecho daño el mito del buen salvaje aplicado al gitano? Es omnipresente, de Cervantes a Caro Baroja pasando por Lorca, Zurbarán, Joyce, Manet o Victor Hugo. Pero también se reproduce en las películas de la Transición sobre el Vaquilla o el Torete, por ejemplo.
Sí, por supuesto. Con nosotros se aplica una doble moral. Y existirá siempre. Qué guapos son los gitanos, qué bien tocan la rumba… pero no quiero que haya ninguno en mi escalera o que salga con mi hija. Es así, no hay más. Y nos han metido a todos en el mismo saco. ¿Ha habido gitanos catalanes que se han drogado? Sí. ¿Ha habido gitanos catalanes que han robado bancos? Sí. Y los ha habido en mi familia. Pero, ¿un gitano catalán tiene un campamento de droga en Colombia? No. ¿Es el que la trae? No. ¿Algunos venden? Sí, cuatro camellos que, pobres, están enganchados. Pero cualquier película, en cualquier lugar, siempre nos ha asociado con el nomadismo, las cartas, la bola de cristal… Los gitanos esto lo hacían para ganarse la vida, ¡pero esto es todo mentira! ¡Esto no es cultura gitana! Esto no es nuestra cultura, y todavía menos, del gitano catalán.
En el prólogo de tu libro Sicus, veinte años con sabor de rumba, (Cossetània, 2011) el periodista Jordi Turtós dice que lo que te distingue de parientes y conocidos es que tú te has hecho más preguntas que ellos. ¿También has encontrado más respuestas?
Yo cuando hay una cosa que no la sé, la pregunto. No me da vergüenza. Si no lo sé, prefiero preguntar antes que opinar desde la ignorancia. Y he encontrado respuestas y realidades. Muchas realidades. Y muy crudas. Que me han hecho daño y me han hecho ver la vida tal como es. Pero estoy satisfecho, porque prefiero una verdad cruda que vivir en un mundo de mentiras dulces.
Fotografía: Pol A. Foguet
Prácticas: Muriel Campistol
«Y para mí este no es gitano, porque un gitano no roba a otro gitano.» Es decir, si roba a cualquier otro no se le retira el título. «Culturalmente, y con nuestro código, cuando pasan estas cosas a aquella persona ya no la consideramos como una de las nuestras, es peor que una persona no gitana.» Es peor que una persona no gitana, aquí sobran los comentarios. En fin, que queda mucho trabajo aún por ambas partes. Por lo demás, un poco machacona la insistencia con el tema gitano hacia el final…
«Por lo demás, un poco machacona la insistencia con el tema gitano hacia el final…»
Quizás, pero creo que es un tema necesario de ser hablado. Que en general, España va un poco de chula con los temas étnicos y luego tiene unos problemas acojonantes (la situación de la etnia/cultura gitana es un poco de risa. Mas allá de «su» música, ¿ que sabemos de ellos ?).
Por otro lado, siempre he tenido la sensación que la calle «Torrent de l’Olla» hace un poco de frontera entre el barrio payo y el barrio gitano. Aunque también es cierto que quizás esa «frontera» cada vez es mas difusa.
Quedará mal decirlo: lo que sé de ellos, aparte de la música, es haber vivido durante dos años en un barrio con una fuerte presencia gitana de Madrid. Y por supuesto, hay de todo, pero mi experiencia es que no me quedaron ganas de saber nada más de ellos.
¿Por qué me has robado el nick? Yo soy el auténtico Atticus. Búscate otro, farsante.
¿Dónde había que inscribir el nick? Se me debe de haber pasado…
No hay que registrar el nick en ningún sitio pero parece propio de gente con pundonor el significarse con uno que no esté ya en circulación. Si está usted dispuesto a admitir que es nuevo en esta plaza y que ignoraba la existencia previa del genuino «atticus», por esta vez le perdonaremos el palomino. ¡Si al menos hubiera firmado con «A» mayúscula, como la que «llevaba» Gregory Peck!
Justamente sobre este tema, un punto de vista interesante aquí : http://teatrapare.blogspot.com.es/2015/04/derechos-colectivos.html
«Pero es que la ley gitana, dentro de los juzgados, no vale nada. Se respeta el código chino.» (¿¿??)
Pingback: Sicus Carbonell: «Cuando interesa soy gitano y cuando interesa, ciudadano» » Antropologia Masterra
Yo lo que veo en esta entrevista es que es mu pesá y gira todo en torno a los gitanos y el culto … cuidado que yo soy caló , catalán , y voy al culto también pero no veo las cosas como él ,Aquí se habla poco de música en el fondo . yo creo que sicus es muy activista y quiere estar de cabecilla en todo lo relacionao con la rumba catalana y con el tema de cataluña pero es muy oportunista he ipocrita porque decir que colabora con gente de calidad invitando a la pegatina o gente asin que no cantan un un pimiento no se yo enfin que a mi sicus no me parece un gran referente ni un gran rumbero sin querer ofender ¿vale su primo?
El tema de la integración es complicado, a mi parecer, por los siguientes motivos:
Vivimos todos dentro un país, con una constitución, un sistema, unas leyes, etc. Tenemos el sistema, pero tenemos también la libertad individual de cada persona. Por tanto, estar integrado dentro del sistema es el equilibrio entre la libertad individual y las normas comunes. Yo puedo tener unas costumbres, unas creencias determinadas, pero tengo que estar integrado dentro de la comunidad. Mi costumbre puede ser cagar en la calle, pero si lo hago, me multarán porque cagar en la calle está prohibido.
Partiendo de la información que nos proporciona el entrevistado, la comunidad gitana tiene un modus operandi propio que ellos denominan «ley gitana», un conjunto de costumbres que se constituyen en norma entre ellos. Básicamente igual que los payos, solo que las costumbres de los payos se han constituido en leyes que imperan dentro del territorio nacional, la ley gitana no tiene ese alcance dentro del territorio.
A partir de ahí, creo que la principal causa del conflicto es el equilibrio entre la ley gitana, y las leyes vigentes en España. Claro, hay preceptos en la ley gitana, como que un gitano no puede engañar a otro gitano, pero nada dice de no poder engañar a un payo. Pero las leyes que rigen el país, se dice que ningún individuo podrá engañar a otro individuo, independientemente de su raza. Luego están las aplicaciones de las normas en la práctica, y las discriminaciones, que suelen estar mas relacionadas con la clase social, en mi opinión.
Creo que la desconfianza es mutua, y hay opiniones del entrevistado, que no se sin son errores de transcripción, que me parecen fuertes, como cuando habla de los gitanos del este y dice que «Culturalmente, y con nuestro código, cuando pasan estas cosas a aquella persona ya no la consideramos como una de las nuestras, es peor que una persona no gitana». Con lo que ya parten de una base racista ante las personas no gitanas, no es solo algo que se sienta de los payos hacia ellos, sino también de ellos hacia los no gitanos.
Es complicado conseguir el equilibrio; el mantenimiento de unas normas paralelas a las que rigen el país lo dificulta bastante, sobre todo, si para ti, esas normas tuyas son mas importantes que las que rigen el lugar donde vives.
Aquí hay una pescadilla que se muerde la cola, entiendo que ellos quieren mantener su sistema y tienen miedo de que si no lo protegen fuertemente, se diluyan en el sistema general, y eso a su vez provoca aversión hacia el resto de la sociedad, que no los comprende ni los entiende. ¿Cómo conseguir el equilibrio?, complicado, complicado.
Cierto, el racismo es una carretera de doble sentido. En esta entrevista, además, se nota muuuucho.
«La única música nacida en la calle en toda Europa en los siglos XIX y XX ha sido la rumba catalana». Eso lo habrá sacado de su trabajo de 20 años de investigación musicóloga …
Y aquí es cuando un gitano viene a decirnos que todo lo que vemos todos los días es a causa de los prejuicios, el racismo y el odio a los gitanos.
Eso sí, el gitano que roba a otro gitano no es gitano; si roba a un castellano o a un catalán si sigue siendo gitano por… el racismo, supongo. O los santos evangelios
Yo modificaría un poco la frase: cuando te interesa ser gitano, eres gitano; y cuando te interesa ser ciudadano, eres ciudadano.
He dejado de leer la entrevista cuando contesta a la pregunta de la tercera oleada de gitanos, los procedentes de Europa del Este. En su ley gitana queda reflejada una xenofobia, que al menos nosotros, los payos, en «nuestra» ley tratamos de evitar. Con o sin éxito, eso es otro tema. Como dice el primer comentario queda mucho trabajo por hacer por ambas partes. Por otro lado también es cierto que esta será la opinión de señor Carbonell y que no puede (espero) hacerse extensible a toda la comunidad gitana.
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Nunca habia tenido relación (y sigo sin tenerla, directamente) con los gitanos.y ahora,por desgracia, los sufro.Desde hace un par de años en la calle donde vivo, que ha ido degenerando progresivamente (por desgracia, por economia familiar no puedo cambiarme. Ojala). Se han establecido una pequeña (pero ruidosisima) comunidad de gitanos, trapicheros, chulos, prepotentes. Un horror. Cuando no están (cosa que ocurre muy de vez encuando) la calle es silenciosa (trafico aparte) y tranquila. No hay gritos. Ellos motos a escape, yonkis, poligoneros , macarras). Se que suena racista, pero es real como la vida misma, Sin ser politicamente correctos (cosa que me espanta). Ojala se vayan (viven en un piso de protección oficial). Son muchos, con niños, bebés, señoras, adolescentes, con sus cochazos (horteras …como ellos, vistiendo, peinandose, gritando, siempre gritando ,con ese horroroso acento y sus vulgares expresiones, cosa que no es exclusiva de los gitanos, cierto es). No leo la entrevista porque solo leer algo alguien relacionado con los gitanos, me da mal rollo. Sinceramente, y repito que no se si es exclusiva de los que viven aquí, pero me temo que no, que se vuelvan a sus chabolas y se aislen. No valen para convivir con la gente .
Son el ejemplo de todo lo que intentamos dejar atrás, machismo, engaño al prójimo sin ética alguna, ruido, actitudes de la edad de piedra… Pero amigo, ¡resulta que estamos ante un colectivo de «protección oficial»! ¡Y hay que preservarles, no vaya a ser que se vayan por el desague!
Ramón Álvarez lo has bordao … aqui otro que los ha sufrido … hay pocos colectivos mas racistas que los gitanos o mas violentos o machistas o retrogados y en definitiva egoistas siempre piden nunca dan nunca aportan ahhh si la rumba…sonara como suene pero todos sabemos que es verdad y ellos se empeñan en vivir en el siglo XIX preguntad a algun maestro de escuela que tenga que sufrir intentar educar a un niño gitano
Als que malparleu dels gitanos per cridaners, drogates, xulos…, no veieu que no es pot generalitzar? ¿Heu llegit l’entrevista, la rectitud del personatge? Que reconeix que en el món gitano hi ha de tot, lladres i policies, creients i ateus, venedors ambulants honrats i estudiants universitaris, rics i pobres…?
Em crec que hi ha persones molt molestes per viure en comunitat, però no generalitzeu. Veniu a Gràcia i ho podreu viure.
M’ha agradat molt l’entrevista.
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