(Al grano: El Ministerio del Tiempo ha pegado el petardazo más sonado en la ficción televisiva española desde, seguramente, Crematorio. Y pensamos que para bien. Por esa razón dedicaremos este artículo a señalar algunos de los valores que hacen de la criatura de Javier y Pablo Olivares una serie singular, novedosa y valiosa en la industria televisiva española y reseñaremos después los puntos por los que más se tambalea. Y habrá SPOILERS).
Lo mejor
1. Un cuento diferente sobre lo público
Atención, pregunta. ¿Le parece que lo verdaderamente fantasioso sobre El Ministerio del Tiempo es que se trate de una institución secreta que custodia unas puertas subterráneas que conducen al pasado, descubiertas en el siglo XV por un rabino toledano, y que solo funcionan en los territorios que fueron españoles en su día, y que además lleva siglos operando con la complicidad de muchas figuras insignes de la historia, y que algunas se peinan raro, y todo esto sin sucumbir a la tentación de manipular el propio curso histórico del país y llevarlo, qué le diría yo, al liderazgo en el concierto de las naciones y a ser, en suma, la jodida pera limonera? Porque, si lo piensa, a lo mejor es lo de menos. A lo mejor la novedad, lo verdaderamente inverosímil, es que un ministerio español funcione bien. En general.
No es un chiste. Los viajes por el tiempo entran en las convenciones del género fantástico y la ciencia ficción, y por eso le resultan digeribles al televidente. Pero lo segundo no. En la mente colectiva —la mente colectiva española, se entiende— también existen convenciones sobre cómo es lo público y tienen poco que ver con lo que nos están contando los Olivares. España tiene uno de los índices de percepción de la corrupción más altos de la Unión Europea, superado solamente en Italia y Grecia. Y aunque políticos y cargos electos se llevan la palma, un vistazo al Eurobarómetro ilustra la pobre imagen que tenemos también de los profesionales de la Administración y los funcionarios. Se ajuste o no a la realidad —no entraremos en ese jardín—, la imagen que tenemos de ellos es, bueno, la que es.
Y por eso El Ministerio del Tiempo incorpora una refrescante novedad, o lo hace el hecho de que se haya ganado la simpatía generalizada de los espectadores. Ahí están las audiencias explosivas de Aída, de La que se avecina y de la muy reciente Allí abajo, una serie al rebufo del fenómeno Ocho apellidos vascos. O la misma Ocho apellidos vascos, la película más vista de la historia del cine español, que comparte la condición de gran blockbuster con varias otras caricaturas de lo nacional, entre ellas Torrente y Mortadelo y Filemón. En España, las ficciones que incorporan un relato sobre lo español que verdaderamente contentan al público son las parodias. Por eso se celebra cuando ocurre, y este es uno de esos casos, que los narradores nos cuenten un cuento sobre nosotros mismos sin complejos y sin ir pidiendo perdón por adelantado, aunque solemos olvidar que no se debe disparar al pianista. Quien no respalda las apologías no es el creador, es el espectador.
Pero los Olivares, empeñados en contarnos la historia de una institución secreta española que no sea la T.I.A., han comprendido que, para ello, deben primero engañarnos y hacernos creer lo contrario. Por eso los chistes sobre la picaresca o esa inclinación tan patria, según el personaje de Salvador, hacia la improvisación. Y su forma de abundar en el verdadero cuento español contemporáneo: la crisis y los demás jinetes que cabalgan en su cortejo, que son la corrupción, la venida a menos, la pobreza y los recortes. Pero siempre, ojo, verbalmente. Con la forma de un aderezo superficial, de un chiste o de una broma que busca satisfacer puntualmente la visión convencional sobre lo español que cimentan decenas de títulos de ficción previos. Para naturalizar lo que, a fin de cuentas, es una historia verdaderamente inaudita: la de una institución pública española que funciona con una integridad y un rigor casi —casi— escandinavos.
2. Servicio público en la televisión pública
Y la convicción de los creadores no debe extrañar, porque eso es precisamente lo que están haciendo ellos: aspirar a la excelencia en un medio público.
¿Cuántas veces han escuchado —o incluso han dicho— lo buena que era la TVE de los ochenta? ¿Diez? ¿Cien? Pues regocíjense porque, a todos los efectos, El Ministerio del Tiempo es La Bola de Cristal. No, ni salen electroduendes ni Kiko Veneno disfrazado de monstruo de Frankenstein, pero sí hace aquello que echábamos de menos del formidable programa de Lolo Rico: enseñar sin que nos demos cuenta. Y lo deja bien clarito desde los estupendos créditos iniciales, que ilustran otro de los objetivos que se marca El Ministerio del Tiempo: impartir una lección de historia de España disfrazada de serie de aventuras.
Y a fe nuestra que lo consigue. Si no, ¿de qué iba a aparecer Lope de Vega en los trending topics de Twitter? ¿O Isabel II, el Lazarillo de Tormes o Torquemada? Que sepamos, no ha caído del cielo ningún rayo culturizador que haya llevado a las hordas de tuiteros a congregarse para asaltar las bibliotecas armados con gafas de cerca en busca de Fuenteovejuna, ni para inundar las hemerotecas anhelosos de interés por la reunión en Hendaya entre esos dos entrañables coleguitas que fueron Franco y Hitler. Más bien ocurre que El Ministerio del Tiempo ha servido eficazmente el tema de conversación, por cierto asistido por una impecable campaña en redes y online —además de contenidos adicionales sobre cada capítulo, la web de TVE ha ofrecido cada nuevo episodio a la vez que era emitido en televisión—. A lo mejor no es la manera más académica de aprender historia, pero es una manera. Y una manera es mejor que ninguna manera. Más de uno, y de diez y de cien espectadores de La Primera, conocimos a Juan Martín «el Empecinado» gracias a El Ministerio del Tiempo, y para nosotros siempre tendrá la cara de Hovik Keuchkerian.
3. No diga siglo XVI, diga Alatriste
Hay que notar, además, que El Ministerio del Tiempo ha conseguido todo esto sin batallas, sin grandes congregaciones de figurantes y sin demasiadas pirotecnias con los efectos especiales. Seguramente su despliegue de medios está por encima de los estándares de la casa, pero le ocurre lo que a casi cualquier producto televisivo: que siempre agradece más producción. A pesar de eso, la serie ha conseguido evocar con eficacia épocas, localizaciones y personajes, y de nuevo ha sido gracias a la maña de los hermanos Olivares y sus guionistas, Anaïs Schaaf, José Ramón Fernández y Paco López Barrio. Y es buena idea, en este punto, preguntarse cómo demonios lo han hecho.
Sin rodeos, que duele menos: «referencia», «autoconsciencia», «metatelevisión». Tres chorritos de ácido, chuf, chuf, chuf, directamente en sus ojos. Y sabemos que escuece, no crea que no. Estamos en 2015 o, si prefiere un calendario más apropiado, en el año 11 d.K.B. —después de Kill Bill—. Del boom de la metaficción y del atracón de prefijos que nos dimos entonces —«meta», «post», «auto»— hace ya unos cuantos años. Ahora atravesamos el segundo ciclo del hype: la reacción, la negación por empacho. Entre otras cosas porque lo meta, con frecuencia, es una propiedad que se le atribuye alegremente a historias que no la tienen. Si le pedimos que aguante —y puede agarrar en este punto la tapa de su portátil, quizá quiera seguidamente cerrarla de un portazo— es porque lo decimos completamente en serio.
Eso sí: El Ministerio del Tiempo ha sido también víctima de esa ligereza con la que se celebra lo metaficcional. En particular porque lo que han aplaudido muchas reseñas ha sido únicamente el efecto humorístico de sus referencias. Empezando por la que se hacía, vía Rodolfo Sancho, a Curro Jiménez, el crossover con Isabel o el cameo de Jordi Hurtado, entre otros. O ese chiste tan comentado al inicio del tercer capítulo, cuando Velázquez se quejaba amargamente de que, después de restauradas en nuestra época, sus obras están demasiado iluminadas y parecen «una serie española de televisión». ¿Divertido? Sí. ¿El recopetín? Pues no. Pero sí lo es aquello que consiguen los Olivares usando estas bromas como instrumento: que miremos al pajarito mientras ellos, con la otra mano, hacen su prestidigitación.
Porque hacía falta verdadera prestidigitación, y no solo para invocar siglos distintos y realidades remotas. Piense en el perfil del espectador medio de TVE —cof, cof, Acacias 38, cof, cof, Alfombra Roja Palace—, y díganos: ¿cómo se consigue que ese espectador, cuyo mayor contacto con la ciencia ficción es cuando a Mariló Montero se le acaba el teleprompter, se coma sin rechistar y hasta disfrute de tramas más bien complicadas sobre viajes en el tiempo? Bien sencillo: haciendo que, cuando la cosa se parezca a la primera de Terminator, nuestro protagonista nos lo advierta así: mencionando «la primera de Terminator». Y que haga lo propio cuando la cosa vaya de loops en el tiempo, anunciando que aquello que vamos a ver será «como El día de la marmota». Los creadores de la serie recurren a la misma técnica referencial no solo para aclararnos los intríngulis de sus tramas, sino para transportarnos eficazmente a una determinada época: nos están llevando, en realidad, al universo ficcional que ya ha construido otro título, uno bien conocido por el espectador. No diga siglo XV, diga Isabel; no diga siglo XVI, diga Alatriste; no diga principios del XIX, diga Curro Jiménez.
Olivares ha definido El Ministerio del Tiempo como «una serie pop» y eso, que tantas veces no ha sido estrictamente cierto, lo es de forma rigurosa en su caso: explota los conocimientos que acumula el espectador sobre otras ficciones populares y los pone a su servicio, construyendo a partir de ellas sin quedarse meramente en su enunciación.
4. Fantasía, pero. Ciencia ficción, pero.
Por veinticinco maravedís, díganos: ¿es El Ministerio del Tiempo ciencia ficción o fantasía? Pista: la pregunta no tiene truco. Solo hay una respuesta correcta.
Parece ciencia ficción. Parece. Las convenciones a las que recurre, empezando solamente por la ubicuidad de la tecnología, son las de la ciencia ficción. Y la dialéctica policial y detectivesca emparenta muy bien con ese género. Pero no. Es una serie de fantasía. Una serie de fantasía, quizá, con la retórica de una de ciencia ficción. Pero fantástica.
Y eso, si nos lo permiten, es cojonudo. Abracemos la fantasía como un niño abrazaría una gran nube de algodón de azúcar: poniéndose hasta arriba de pringue. Porque no siempre tiene que ver con gnomos, orcos y hadas. Fantasía es cualquier narración que incorpora elementos sobrenaturales sin una explicación científica, y de eso no hay mucho en El Ministerio del Tiempo. ¿Cómo funcionan las puertas? Ni idea, pero funcionan. ¿Cómo funcionan el wifi o los teléfonos móviles en las distintas épocas de la historia? Cualquiera sabe, pero a los personajes no parece intrigarles. ¿Cómo es posible que unas puertas estén en barcos, otras en confesionarios, otras en monasterios, unas sean fijas y otras avancen en el discurrir del tiempo? Ni lo sabemos ni lo queremos saber ni a la serie le importa un pepino. La apuesta de los Olivares tiene mucho más que ver con la aventura y la diversión que con la verosimilitud científica. Al fin y al cabo, no es Looper ni Primer ni Predestination, ni ninguna historia que gire en torno al problema de la paradoja. Por mucho que Javier Olivares no lo admita, El Ministerio del Tiempo se parece más a Doctor Who, que de ciencia ficción tiene poco y preocupación por las paradojas, aún menos. Y él mismo, cuando le preguntan por las referencias de su serie, no cita a Larry Niven ni Robert Heinlein, sino a Tim Powers y Mark Twain.
Por desgracia, Twain, remedando a Lord Byron, también dejó un aforismo muy recordado: «Por supuesto que la realidad es más extraña que la ficción: la ficción debe tener sentido». Lo cual nos lleva al primer problema de la serie que reseñar y con él, al bloque de crítica.
Lo peor
5. No future
Porque en la ficción no vale todo, por más que se trate de fantasía. Fantasía, sí; Jauja, no. Y El Ministerio del Tiempo no es una excepción.
El que sigue uno de los temas que más ha dado que hablar a los seguidores de la serie, para algunos porque constituye un enigma y para otros porque se trata de un punto inconsistente en el planteamiento mismo de la historia. Las puertas que custodia esta institución conducen al pasado y permiten regresar de él, pero no llevan al futuro. Se nos aclara en el primer capítulo de la serie, cuando Salvador revela a Julián la naturaleza de las puertas del tiempo. El segundo pregunta entonces si se puede viajar al futuro y el subsecretario responde que no, aportando como explicación que «el tiempo es el que es». Llámalo aportar una explicación, llámalo no aportar ninguna en absoluto.
Pero no. Si Amelia o Alonso hubieran estado en esa misma secuencia —y he aquí la razón por la que no estaban—, podrían haber replicado que sí se puede viajar hacia el futuro, porque de hecho ellos acaban de hacerlo. Han viajado desde sus respectivas épocas hacia adelante. Y en ese mismo episodio, el primero, dos personajes secundarios —un general de Napoleón y un español afrancesado— harán lo propio para conocer el resultado de la Guerra de Independencia, viajando hacia adelante desde 1808, de nuevo, hasta 2015. Salvador dice que no se puede viajar hacia el futuro pero no es cierto: simplemente ocurre que la barrera del presente, de 2015, no se puede rebasar.
Hubiera sido sencillo explicarlo así, sin más, y aportar un motivo que lo justificase. Sencillo porque esto es ficción; era tan fácil como inventar una razón técnica o científica, o incluso anunciar que este es un enigma cuya razón se desconoce, como el funcionamiento mismo de las puertas. Motos peores se han vendido solo porque alguien las pinta en una pizarra —aquí una, aquí otra, aquí otra–. Pero no. La cuestión, en lugar de enfrentarse y resolverse, se eludió. Y la escurrida de bulto que implica el aforismo de Salvador, por lo visto, no era otra cosa que eso, una forma lírica de dar la cuestión por zanjada. En una reciente entrevista —aquí a partir del minuto veintinueve—, el mismo Olivares revela que «cada serie o cada novela tiene sus propios códigos», que la suya tiene «el tope en el presente» y que eso es todo. Chimpún.
Y sí, claro. Cada ficción sobre viajes en el tiempo tiene sus propios andamios, a falta de unos universales. A esta, como a cualquier otra, no se le reprocha la forma o el color de los suyos, pero sí lo que a todas: que se vean. Y si el asunto ha dado que hablar a los espectadores, sacándoles de la historia para obligarles a especular sobre sus resortes y engranajes internos, la conclusión es clara: es que se le han visto.
6. El problema de Mecano
En este país no veíamos un trío de dos hombres liderados por una mujer desde que Ana Torroja y los hermanos Cano aterrorizaban nuestros oídos y destrozaban la confianza en nuestro vestuario hace ya treinta años. Y eso mola. Mola que la persona más inteligente y más preparada sea la cabeza de nuestro particular comando y que los otros dos agentes del tiempo respondan a especialidades diferenciadas. Vamos, como con Mecano. El problema es que, al igual que pasaba con el trío de tecno-pop-con-hombreras, la calidad de los personajes y de los intérpretes también es dispar.
Si el preferido del público es Alonso de Entrerríos, soldado de los Tercios metido a francotirador y con aspiraciones de salir en Sons of Anarchy, es porque, efectivamente, es el caramelo del elenco. Con sus arrebatos de caballeroso gorila y su ingenua sorpresa ante las maravillas del futuro se ha ganado el beneplácito de la audiencia. Y a la credibilidad del personaje contribuye la estupenda interpretación de Nacho Fresneda, que bascula sin dificultad entre la gravitas de los momentos intensos y el cachondeo de los leves.
Sin embargo, las actuaciones de sus dos compañeros son más planas. Por un lado, Aura Garrido en la piel de la decimonónica Amelia Folch, pero debido a unos diálogos algo romos o a que la actriz aún no se ha asentado del todo en el personaje. Y similar ocurre con Julián Martínez, posiblemente el personaje más desdibujado pese a que, supuestamente, es el hilo conductor de la serie y el sosias con el que se identifica el espectador. No es que estas interpretaciones menoscaben drásticamente la calidad general de la serie ni que nos saquen de la narración, pero se ven más irregulares, sobre todo al enfrentarlas a secundarios tan sólidos como Jaime Blanch.
A quien, por cierto, El Ministerio del Tiempo debe más de lo que se suele conceder en las reseñas. Algo tiene, aparte de lo evidente. Lo evidente es que se trata de un gran actor, nada que haya que ponerse a reivindicar a estas alturas del carrete. Pero lo otro es enigmático. Algo que se tiene o no, aunque seguramente se explique sin necesidad de romanticismos. Mucho es la dicción. Esa curva tan suya, esa forma con la que disuelve el final de la oración. Y lo demás, técnica. Tiene que ver con saber encender y apagar la vis cómica varias veces en el curso de una secuencia, o acaso de solamente una escena. Así es como Blanch sitúa su Salvador Martí, subsecretario de Operaciones del ministerio, en el punto preciso donde debe estar: a medio camino entre aquel M de Ian Fleming y un superintendente Vicente.
7. Un texto espeso
El Ministerio del Tiempo parte de una idea muy potente, sigue un desarrollo más que robusto e introduce algunas apuestas en la realización tan arriesgadas que cuesta creer que vengan del mismo país que emite cimas del cutrerío televisivo como La que se avecina o Gym Tony. Con todo, no es una serie perfecta. Probablemente tampoco quiere serlo, pero eso no es óbice para considerar como tales ciertos errores apreciables en el texto de los ocho primeros capítulos.
Ya hemos mencionado los diálogos a veces algo obtusos, quizá demasiado teatrales, que salpican el texto aquí y allá. Chirrían particularmente por contraste con la locuacidad de los personajes cuando se trata de los chistes —«¿Qué es eso de servicio de habitaciones? / Lo que me sale de los cojones»—, que seguramente es donde el texto consigue brillar más. También hay que señalar ciertos mecanismos de guion un tanto dudosos. Aunque la serie toma forma bajo la estructura clásica de capítulo autoconclusivo con un par de arcos que orbitan por encima de todos los episodios, con frecuencia estos arcos no han acabado de funcionar. Por ejemplo, en lo referente a la historia de la boda entre Amelia y Julián. Podría ser una pistola de Chéjov, pero como nos hemos tirado tanto tiempo sin saber nada de ella, cuando reaparece en el último capítulo ya no tenemos claro si es una pistola o un arcabuz. O el personaje de Nuria, la esposa de Irene. Si resulta tan determinante que va a desencadenar la rebelión del personaje de Cayetana Guillén Cuervo, quizá deberíamos haberla conocido un poquito antes del penúltimo episodio. Si es así, deja de ser una persona y se convierte en un Deus ex Machina, un plot device, un mero artilugio para hacer avanzar la narración que incurre en el peor error: descubrirse como tal ante el espectador.
Con todo, lo que más ha derrapado es la resolución del, por otro lado, estupendo capítulo final, donde nos enterábamos sin comerlo ni beberlo de que nuestra particular Carmen Sandiego, Lola Mendieta, no era tan mala malísima, sino que la mala en realidad es Irene pero resulta que no, que el malo de verdad es Salvador. Y en medio Julián, resolviendo el Cluedo cual Jessica Fletcher, de manera un tanto forzada y por el simple hecho de que es el protagonista, cuando aquí la avispada es Amelia. Es, quizá, lo que más necesita El Ministerio del Tiempo: fluir bien, como lo hace en la realización, y perder un poco de espesor en el texto. Por lo demás, esperamos que Javier Olivares no cambie ni una coma y nos regale, a partir del próximo febrero, otra temporada tan estupenda como la que acaba de firmar.
Pingback: Lo mejor y lo peor de El Ministerio del Tiempo
Fabuloso.
Muy bueno el artículo, pero echo en falta un poco de hincapié en el concepto que tiene la serie de los viajes en el tiempo. Su «modalidad» digamos.
Al principio de la serie queda claro que cambiar el pasado afecta al presente, pudiendose éste cambiar, como los soldados de Napoleón, o Hitler…
Pero más adelante, con lo del padre de Julián, dejan entrever que la linea temporal es determinista, él interviene en la relación del padre con la otra chica y aparentemente, tiene una relación directa en el futuro. Ahí podríamos pensar dos cosas: que ha sido un cambio directo, que antes no había pasado. O que en todas las lineas temporales ha habido un tipo, en este caso Julián, que se interpone en esa relación. Que el padre se lo cuente tan tarde en la vida de Julián deja dudas al respecto.
Luego ya llegamos a la muerte de Maite, haciendo a Julián directamente responsable de ello. ¿Siempre ha sido así? Puede que lo respondan en la siguiente temporada.
Lo que sí está claro, es que si el tiempo es determinista, y las cosas tienen que pasar, el sentido en sí mismo del Ministerio es inútil.
5. No future
Si el 2015 es la barrera, ¿cómo existe una foto de la futura boda (y quizá hija) de Julián?
Puedo dar un salto de fe y aceptar lo de las puertas, lo de los móviles, lo del tope en el 2015; el problema es que no dejan de enmarañar la madeja y cada vez me cuesta más pasar por alto la falta de coherencia.
Totalmente de acuerdo con lo demás, especialmente con lo forzado del capítulo final. No está bien narrada la caída en el lado oscuro de Irene (tan pronto se está llevando al huerto a una ingenua de 1930 como se rebela porque le han destrozado la vida, sin haber dado apenas muestras previas de descontento), ni el «enamoramiento» de Amelia (en el último episodio y de repente).
Lo único que temo, tras ver la reacción mayoritaria en las redes sobre lo de la foto de la boda, es que la segunda temporada dé un giro al romance y empecemos con las tonterías de siempre: ahora me doy cuenta de que te quiero, ahora te despechas y te fijas en otro, ahora me pongo celoso, ahora estamos a punto de besarnos… ZZZzzzZZ
El futuro de Julián es posible por que no está después de 2015, su futuro (boda,hija) está en el pasado, con Amelia, en la época de ella.
Felipe, estás diciendo que es un pasado que aun no ha ocurrido? Si efectivamente ocurriese en el pasado y ellos aun no lo saben, quiere decir que los cambios en el pasado no modifican el futuro, ya que de hacerlo, serían conscientes de ello…
La única forma de arreglar eso es decir que es «fantasía» y te lo crees porque es «el servicio de habitaciones» :P
El pasado, por definición, ya ha ocurrido. El intríngulis -y la deliciosa paradoja- de esta situación es que al mismo tiempo es el futuro de dos de nuestros personajes.
No son conscientes de ello porque no es «su pasado» sino que es «su futuro» solo que ocurre en una época anterior. Igual que la tumba de Amelia… ella la visita, es «su futuro», sólo que aún no lo ha vivido (su muerte) porque no ha ocurrido en su linea temporal. Ella lo puede ver «su tumba» porque ocurrió en una época anterior a 2015, al igual que su boda con Julián… está reflejado (en la foto por ejemplo) porque ocurrió en una época anterior, pero ellos (en su linea temporal) no lo han vivido aún. Donde sí creo que se columpian al decir que no hay nada más allá del ministerio actual (2015) es en la mega paradoja… y es que Julián entra al ministerio tras la muerte de su novia, pero si Julian no hubiera entrado al ministerio, nunca hubiera provocado el accidente… y es que la muerte la provoca 8 capítulos después de entrar al ministerio… y en el primer capítulo le dicen que «no hay un futuro, que ese es el tope» cuando no es así, ya que el accidente que él mismo provoca y donde muere su novia, será 8 capítulos más tarde (y tiene incidencia en 2012). No se si me explico.
Como todos los de Jot Down, me parece un buen artículo, pero echo en falta alguna referencia a la seria británica Dr Who, en la que a mi entender se ha inspirado claramente esta seria española.
por ahí creo que van a ir lo tiros
Yo lo más flojo que veo son los guiones, que no siempre están bien construidos.
También abusan demasiado del recurso «te doy un mamporro y te quedas inconsciente», que a estas alturas ya huele.
Pese a ello la serie me encanta, lo bueno compensa con creces lo malo, sobre todo para ser una serie española.
Yo tengo grandes esperanzas para la proxima temporada.
Una de ellas es que al geriflate de TVE que dijo algo asi como que «habia que hacerle cambios a la serie para que llegue al gran público» lo secuestren y lo encierren en el penal del Ministerio en la Huesca del XI
Aparte de eso, la serie tiene muchos defectos, si, pero sigue siendo de lo mas decente, profesional, interesante y moderno que ha hecho TVE últimamente, y mereciendose mas elogio que ese dado el nivel del que partimos.
Ahora a por el frikismo puro.
Lo del final de temporada, por ahora no me queda claro que nadie haya sido «el malo», pero tampoco queda claro exactamente a que estaba jugando. ¿Intentó remendar la crueldad del tratamiento a Leiva, pero le salio rana? Eso es lo que parece… pero claro, ¿a quien rayos le encomendó la misión de sacarle de ahi por esos trucos, al club de fans de Leiva y las masacres?
Y bue, el pobre Julián se ha comido un mecanismo de defensa antiparadojas muy duor, entrando ahora en … otro tipo de paradoja. Era imposible que salvase a su mujer de la forma que pretendia – si la salva, el nunca entra en el ministerio, por lo tanto no la salva, por lo tanto entra al ministerio para salvarla pero… Pero ahora, si nunca hubiese entrado en el ministerio… ¿se habria salvado su mujer? ¿no hubiera ocurrido el accidente? ¿O hubiese ocurrido igual, pero sin él, y tan sólo ha logrado ser causa de lo inevitable?
He de decir que el trio protagonista, más que recordarme a Mecano (por suerte para mi), me recordó a La Liga de los Caballeros Extraordinarios de Alan Moore y Kevin O’Neill, con Amelia Folch ejerciendo de Mina Harker (que Moore y O’Neill toman prestada de Stoker)
(Me refiero a la Mina del tebeo, la humana con cicatrices y no la super-vampira ninja que se inventaron los perpetradores de la «adaptación» fílmica).
Y me enternece y emociona que, en unos tiempos en los que gente como la Espe o Monago pescan votos excitando los bajos instintos catalanófobos de sus votantes, los autores de la serie hagan un ship en toda regla de un mozo de Carabanchel y una pubilla barcelonesa.
No estoy de acuerdo, especialmente en el tema de Aura Garrido y su «sosa» interpretación. Pero para nada, vamos.
Luego sobre la serie. El límite para viajar es el 2.015, no se puede viajar al futuro. Pero es que el futuro es una referencia y esto de los tiempos muy lioso. Ya que en realidad no se puede viajar al futuro desde el presente, pero el presente para Amelia es su época, lo mismo para Alonso, con lo cual ellos si pueden viajar al futuro (el presente de Julián o 2.015)
Yo no considero la serie tan de fantasía. Precisamente por eso, porque no se puede viajar al futuro del presente. Básicamente porque yo creo que es imposible, respecto a que tu puedes recrear algo que ya pasó, pero no sabes que pasará. Dentro de cierta lógica se podría viajar al pasado, porque es algo que ya se vivió, pero no al futuro porque no existe. Otra cosa son realidades alternativas al cambiar un suceso del pasado donde el presente (el futuro del pasado) cambiaría, que es lo que está ocurriendo, en principio. Porque me da que la serie es más compleja de lo que parece. Algo que la audiencia española no está acostumbrada a ver (no voy a decir que sea como «Perdidos», pero sí con esos cambios).
Salu2
A mí la serie me parece muy buena y entretenida. Y tiene sus fallitos de ambientación, que también tienen su encanto. Como cuando Irene aparece en la azotea de un edificio a punto de suicidarse en el Madrid de los años sesenta y ¡aparece Torre Picasso justo detrás! O cuando el comando viaja al Madrid de principios de los ochenta y Julián lleva una camiseta de los Guns N Roses.
eso creo yo en el trasfondo es mucho mas y hay que ser un poco inteligente para darse cuenta que no esta hecho para el gran publico de este pais
A buenas horas íbamos a ver algunos la serie si no fuese por los fabulosos personajes de Julián y Amelia, extraordinariamente interpretados los dos. A diferencia del autor del artículo, me encantan estos dos personajes y los actores que los interpretan, Rodolfo Sancho y Aura Garrido. Por contra, el de Entrerrios, me aburre. Rudo y siempre con cara de sorpresa o susto, no tiene más, y flaco favor le hacen a la serie los que lo consideran un «Alatriste», ese personaje de Reverte que ha fracasado en Tele 5. En general la serie me gusta mucho y me alegro un montón de que haya segunda temporada.
Yo me despisté y pensaba que Julián ya había evitado la muerte de mayte en un episodio anterior. Cuando la llama por teléfono y hace que salga mas tarde de su casa. Lo repasaré. Y si la salvara lo que entiendo que ocurriría es que Julián viviría en dos universos paralelos, uno en el que ha salvado a mayte y no conoce el ministerio y otro en el que ella sigue muerta. Como en regreso al futuro 2
Solo he visto el último capítulo, pero me ha parecido magnífica. Es original y no se toma demasiado en serio a ella misma. Me gustan los remalazos de humor como el cameo de Jordi Hurtado. Dedicar el capítulo a La Institución Libre de la Enseñanza y a Lorca, el día antes del aniversario de la IIª República me parece muy oportuno, por cierto Lorca estaba muy bien logrado y sus referencias a sus poemas y sus previsiones del futuro me dieron escalofríos. También muy interesante el final que deja abierta la perspectiva de que la historia no se puede cambiar, pese a la existencia del ministerio. Miraré seguro los otros capítulos.
creo que tienes que ver el último capitulo ahí se aclarara tus dudas
No sé si hay que darle importancia a los supuestos «errores» de la serie, que en mi opinión no son errores. Ahora bien, en el aspecto en el que sí estoy de acuerdo es el marcado contraste en la calidad de los actores: Jaime Blanch (Salvador) y Nacho Fresneda (el valiente soldado) son sin duda los mejores. Con decir que lo bordan es suficiente. Son geniales. En cambio, Rodolfo Sancho (interpreta a Julian Martinez), uno de los personajes cruciales de la serie, de la forma más sosa y plana que he oído en toda mi vida, con un estilo muy a lo Kristen Stewart, pronuncia con la misma falta de intensidad todas las frases de su guión: nunca sé si está feliz, si está triste… lo imagino por el contexto, pero no puedo creerme en ningún momento el drama interior que está viviendo por la muerte de su esposa. Siempre usa el mismo tono de voz (como si lo tuviera aprendido de memoria y repitiera como un papagayo) sus lloros no son nada convincentes y siempre pone la misma cara de póquer. Sinceramente, es una pena que sea este personaje el que tenga la historia romántica con Amelia Folch (interpretada por Aura Garrido), dando muchísimo más juego Nacho Fresneda. Por otro lado, Aura Garrido se queda todo el tiempo a medias. A ratos es convincente, pero sin fuerza. Creo que el motivo es que aún no se ha familiarizado con el personaje. Aún no le ha aportado ese toque personal que hace que te creas al personaje completamente sin reservas.
Pues a mí Nacho Fresneda no me gusta, no me lo creo. Para gustos, colores. Me gusta Cayetana Guillén, Jaime Blanch y Rodolfo Sancho que de plano no tiene nada, ha tenido en esta serie muchos mas registros de los que ha tenido Alonso y expresa muy bien todo tipo de emociones. Como muestra su despedida de Lorca y la última imagen del capítulo 8 cuando no ha podido salvar a su chica. Ha estado sublime. Lo siento por los seguidores de Alonso, pero no daría el pego como pareja de Amelia, sería absurdo y ridículo.
Completamente de acuerdo con el artículo. Excelente idea y muy bien llevada, a la que le faltan algunas aristas por pulir, especialmente la calidad de los diálogos. También me ha decepcionado un poco el romance entre Julián y Amelia que empieza a asomar al final de la temporada, básicamente por manido y previsible. En cualquier caso, es una serie a años luz de cualquier otra serie española del momento.
Ya estamos con lo de «además de entretener, es didáctica». ¿Hace falta decir que The Wire, Los Soprano, o Deadwood enseñan historia para que sean las mejores series nunca emitidas en televisión? NO. Pues aquí, tampoco. Dudo que haya un solo adolescente, señor de mediana edad o jubilado que no supiera quién era el Lazarillo y lo haya mirado en la wikipedia porque lo haya visto en el MdT.
Despierten, señores: el éxito del MdT es que nos chupa las pollas a los españoles. Nos gusta que lo nuestro sea lo mejor y nos engorila de felicidad ver a Lope de Vega sorprendido por una letra de Rosendo, a Torquemada haciendo lo que hacía, a un par de makis dándole pal pelo a los nazis y a Spinola salvando los muebles; a un soldado de los Tercios (nuestra época heroica), y dos más en plan comando a arreglando el mundo en un MdT que, pese a todo, es de Mortadelo y Filemón.
Lo mejor de MdT: que ha sabido aunar todo esto que digo y presentar una serie medianamente decente que no dé verguenza ajena.
Lo peor: le sobra media hora a cada capítulo, y las referencias a la crisis (eso de «los ricos siguen sin ir a la cárcel», etc…), tan habituales últimamente en todo libro, disco o serie. No nos damos cuenta de que dentro de 10 años chirriarán como puertas oxidadas.
Lo peor de la serie es que da por sentado que España, como entidad unificada, existía ya en el siglo XV, y lo ha estado desde entonces.
Y no es tal.
El primer rey que se titula «Rey de España» es, precisamente, Amadeo de Savoya.
La propia Isabel II aún se titulaba «reina de Las Españas», y los monarcas anteriores llevaban una pila de títulos que no incluían la palabra España (rey de Castilla, de Aragón, de Nápoles, de Sicilia, de Flandes, señor de Vizcaya, Conde de Barcelona, etc).
Esto da una idea de lo que se llama Estado polisinodial: un solo monarca de varios países con «consejos» independientes entre sí.
Algo parecido a la Unión Europa actual.
En algunos de los capítulos, los protagonistas no habrían podido comprender la lengua que les hablaban sus interlocutores (castellano antiguo, como poco).
Si se trasladan a la Asturias del siglo XVIII, el asturiano sería incomprensible para los madrileños que aterrizan allí.
Por no hablar del euskera generalizado en Gipuzkoa o incluso las hablas cántabras (de grupo asturleonés).
Y, por otra parte, no debe ser casual que prácticamente todos los episodios transcurran en territorio castellano, que es la España «de verdad».
Por algo la Cornisa Cantábrica no aparece en la serie…
Seguimos siendo el «verso suelto» de la España oficial.
Como no encajamos en la «Marca España»…
O un intento simple de no llenar de subtítulos una serie que ya arriesgaba con los viajes en el tiempo en la cadena de Mariló Montero. Tampoco hablan castellano antiguo cuando van a ver al Lazarillo, como mucho Alonso suelta algún «voto a tal» de vez en cuando. En cualquier caso, creo recordar que Lisboa, Monserrat, Huesca, Sevilla y Barcelona no están en Castilla. Tampoco ha salido mi Rioja y no me pongo a decir que nos discriminan, que son 8 capítulos, no les ha dado tiempo a sacar toda España en más de 2000 años de historia de cada territorio concreto.
Qué razón tienes, es que siempre hay gente que tiene la excusa para sacar los asuntos territoriales, las lenguas, etc. etc. etc. Y pregunto que si en el siglo XIII por ejemplo los vascos se sentían vascos, o los castellanos, castellanos. En esa epoca se sentían todos subditos de un determinado rey o reina y no había nacionalismos. Otra cosa es lo que se enseña en el cole y lo que se ve en muchas pelis. Y además, hay que simplificar o como tu dices Iane tendriamos que llenar toda la serie de subitutilos, aclaraciones históricas que no harían mas que embrollar la historia.
Por lo demás, sin entrar en los errores espacio-tiempo de los que veo que hablan muchos por aquí y en los que supuestamente incurre la serie, yo que no me he fumado nada cuando la veo, simplemente puedo decir que cumple con mis expectativas: es amena, entretenida y los actores cumplen todos con notable alto su papel. El guión es además coherente dentro de su incoherencia, es decir, mientras la ves te parece todo correcto, vamos que te crees la serie y eso es lo que importa. Luego al día siguiente, se la puede destripar con las incoherencias pasado-presente-futuro, pero cuando la vimos nos parecía que todo estaba bien. Y creo que eso es lo que importa. ¿Alguien se cree juego de tronos?
En lo que hago hincapié es que era imposible que se entendieran con la gente con la que se topan, y que España, como entidad política, nace en el siglo XIX con las revoluciones liberales.
En la Edad Media la gente se sentiría lo mismo que ahora: de su tierra, de su entorno inmediato.
Y sobre si había nacionalismo o no, revísese, por ejemplo, la revuelta de los Comuneros castellanos o la de los Irmandiños gallegos, por no hablar de todas las revueltas campesinas que hubo por toda Europa (otro concepto entonces geográfico, que no político, a pesar del Sacro Imperio y los Habsburgo) a partir del siglo XIV.
Pero nadie tenía conciencia de España (aparte del concepto meramente geográfico, que no político, de la Hispania romana, que poca gente conocía aparte de algún clérigo) sencillamente porque España no existía.
Decir «España» antes del siglo XIX equivale a decir ahora Escandinavia, Latinoamérica o Sureste Asiático.
entidades geográficas de difícil identificación con sentimientos nacionalistas.
No vean separatismos ni nacionalismos donde hay sólo puntualización histórica.
Y para nacionalismos, el españolista que inspira esta serie.
No es obsesión identitaria, es que oir hablar de España en el siglo XV me rechina tanto como escuchar a un indio hurón hablar de los Estados Unidos de Norteamérica en El Último Mohicano.
El término Hispania es antiquísimo y está documentado en numerosas fuentes, junto con las referencias locales o de patrias chicas, sea su origen el que sea, interno o externo. Pero está ahí, se prolonga en el reino visigodo de Toledo durante tres siglos y precisamente, se apela al sentimiento de pérdida de esa Hispania en la formación de los reinos cristianos, aunque el día a día político marque a cada uno una ruta, que es lo que lleva a que la terminología evolucione a Hispanias en plural, o las Españas, palabras que sí se usan en tiempos de Felipe II haciendo alusión no solo a los territorios peninsulares. Sí que había, por tanto, una conciencia de esa entidad, aunque fuese difusa, y de que se reconocía hay ejemplos por doquier en la Historia. Uno de esos son los discursos de arenga del navarro Rodrigo de Rada, obispo de Toledo (reino de Castilla) a las tropas antes de las Navas (1212), en los que subraya la procedencia diferente junto al nexo común de ser todos hispanii, que debe motivar, desde su punto de vista, la expulsión del que se considera invasor. Podría haber mencionado solo la condición de «infiel» y de «cruzada» del acontecimiento, pero no es así. Lo que pasa es que hay que molestarse en buscar la fuente y leerla completa, en lugar de quedarnos en lo que nos cuentan en el cole (si nos cuentan algo).
Otra cosa, efectivamente, es el nacimiento del estado moderno desde el punto de vista político – administrativo, que es decimonónico, pero eso no es monopolio de la punta de Europa sino que le pasa a la mayoría de los países actuales.
Bueno, si todos los episodios transcurren en tierras castellanas, desde la última vez que miré el mapa Castilla ha crecido mucho, porque los protagonistas han ido a Lisboa, Monserrat, Huesca y Sevilla y los protagonistas son de Carabanchel, Sevilla y Barcelona.
Los reyes antiguos no usaban el título de »Rey de España» porque España no era aún un estado, era como bien dices un Estado polisinodial, pero si usted cree que a Fernando le van a llamar cada vez que salga »Rey de Sicilia, Aragón. Valencia, Mallorca, Cerdeña, Castilla, de Nápoles y de Navarra y conde de Barcelona» …
Además, si bien el uso de »rey de las Españas» era de uso frecuente desde tiempos de Carlos V (»Hispaniarum rex»), en el extranjero y en la misma península el término »rey de España» de un modo informal estaba más que consolidado, haciendo referencia, obviamente, a un continente geográfico que hoy llamamos Hispania, y no a un Estado.
Y por último, la televisión es un arma de propaganda enorme, y me parece bien que se intente cohesionar la sociedad haciendo ver que España ya era una realidad en el siglo XV. Es una práctica usada en Francia y Alemania y también en Cataluña, donde a los Condados, que eran exactamente como una Unión Europea hasta finales del siglo XIII, los denominan Cataluña. Y nada malo hay en ello.
Y yo que había leído en los libros de JH Elliott que el conde-duque de Olivares sólo hablaba de «Castilla» y «esta Monarquía», nunca de España y menos aun del Imperio Español, como hacen en la serie.
Rey de Navarra no lo dirían de Fernando el Católico, porque nunca lo fue. Bien es cierto que ordenó invadir el Reyno, pero lo hizo con tropas castellanas, acantonadas en Vizcaya, y después lo asoció a la Corona de Castilla.
Como no he visto todos los episodios, ignoraba que hubieran estado en lugares que pertenecían a la corona de Castilla.
Sin embargo, a mí no «me parece bien que se intente cohesionar la sociedad haciendo ver que España ya era una realidad en el siglo XV. »
Eso es falsear la Historia.
Y en Alemania nadie pretende que fuera una unidad en el siglo Xv, prque se sigue estudiando quién fue Otto von Bismarck.
En Francia, por el contrario, sí pretenden ser una entidad polítca unificada desde Vercingetorix, pero eso también es una invención de tiempos recientes (Aquitania, Borgoña, Savoya, Bretaña, Alsacia, etc. son territorios hoy «franceses» que no lo fueron desde siempre).
Concretamente, es un invento de los borbones.
Quienes, por otra parte, importaron esa actitud ante la Historia y ese modelo en lo que hoy es el Reino de España, estableciendo un estado centralista en el que aún hoy, hasta las comunicaciones son radiales (el AVE es un ejemplo) desde la capital estatal.
Perdón: lugares que NO pertenecían a la Corona de Castilla (que no es lo mismo que Castilla, ni España).
Pues sí, está claro que el punto de vista es exclusivamente central. Sería interesante que hicieran un viaje con Felipe V que quemó con todos sus residentes dentro las poblaciones y ciudades de Valencia, como Xátiva, donde le recuerdan con su retrato colgado boca abajo. Aún no he visto toda la serie, pero ya he visto que hay un episodio en el que se impide que se entre en la 2 GM. Me pregunto si se irá a la Guerra Civil o a la dictadura de 40 años para denunciar a todos los torturadores y asesinos que nunca han sido castigados.
¿NOVEDOSO? :D
Dos palabras: Doctor Who.
Incluso sólo una palabra: «Torchwood».
Pues desde mi punto de vista periférico, la serie es otra oportunidad perdida, creo que sin duda adrede, de mostrar la heterogeneidad de esto que se llama España y una muestra más de Castillacentrismo que aqueja este país. Amelia Folch es reclutada en la Universidad de Barcelona en 1880 saliendo de una clase de literatura en que se discute sobre Rolando. Por Diós! Una nueva negación de dar un punto de vista més real de la efervescencia política que se vivía en Catalunya a finales del siglo XIX. Otro ejemplo, tristemente en línea con la serie Isabel, es no mostrar el plurilingüismo que se vivía en la Corona de Aragón en la época de los Reyes Católicos (y de hecho hasta el fin de la Guerra de Sucesión). Sin negar la calidad de la serie, creo que negar la visión de un país que sobretodo en el pasado era multicultural y miltilingue, es ir contra en contra del país y de la historia.
También se podría argumentar algo totalmente opuesto, como es la utilización de un argumento actual de una ideología imperante en Catalunya como algo ya dado por supuesto en el siglo XIX. Me explico.
En el episodio en el que aparece Isabel II, Julián hace una crítica a los reyes y a los Borbones. Viene a lamentar que el pueblo apoyase a Fernando VII e incluso señala la posibilidad de que fuera perjudicial la victoria de Felipe V sobre el archiduque Carlos. A esta opinión responde Amelia Folch algo así como que los catalanes seguramente hubieran querido la victoria de Carlos.
Esto me parece algo gravísimo en un guión de una serie así. Viene a dar por ciertas las falsas teorías del nacionalismo catalán actual de que los catalanes que participaron en la Guerra de Sucesión se alinearon de manera absoluta con una de las partes en disputa. La realidad es otra y hubo catalanes que apoyaron a los Borbones y catalanes que fueron a favor de los Habsburgo. El peligro de ese momento es que se pone en boca de una catalana del siglo XIX una idea impulsada por un partido político y unas asociaciones secesionistas que han inventado una nueva historia en el siglo XXI.
Claro que la mayoría hubieren querido la victoria del archiduque Carlos de Áustria, entre otras cosa porqué hbría jurado sin problemas, como sus antecesores aquello de: “Nós que valem tant com vós, jurem davant vós que no sou millor que nós, que junts valem més que vós, i que us acceptem com rei i sobirà sempre i quan respecteu nostres llibertats i lleis, però si no, NO.” Así lo recogen las crónicas de la época y los dietarios de la Diputación del General. Siguiendo tu argumento, tampoco todos los castellanos y asimilados estaban a favor de Felipe V, sólo así se entiende que Villaroel fuera el militar encargado de la defensa de Barcelona hasta el final.
Por otra parte, creer que el catalanismo político es un invento de finales del siglo XIX impulsado por ansias de poder nacionalista es una idiotez. Mira qué decía el General Prim en 1851 cuando tomaba posesión del cargo de Diputado, seguro que puesto en boca de un dirigente catalán actual te sonaría igual…:
«¿Y para qué tanta opresion? ¿Cuál es la causa? La causa es vuestra pequeñez, ministros de la Corona; la causa es el raquítico conocimiento que teneis en la ciencia de gobernar. Cataluña es un país vigoroso, Cataluña es un país robusto. Los catalanes son altivos, belicosos y de esforzado corazón: pues palo y hierro á los catalanes, decís vosotros, olvidando que al caballo fogoso y de pura sangre no se le puede domar con el látigo y la espuela, porque indudablemente se dispara y arroja al ginete por el aire. Y si se le quiere enfrenar con mano dura, tampoco se logra el objeto, pues entonces, cuando otra cosa no puede, se levanta de manos, se deja caer de espalda y revienta bajo el peso de su cuerpo al ginete que imprudentemente le castiga. Lo que doma al caballo fogoso son las caricias y la mano suave del ginete.»
Hay mucho más, pero para que no sea tedioso te remito a la página 759 del libro, que se puede encontrar digitalizado en google books «Historia del General Prim. Francisco Jose´de Orellana. Barcelona 1871»
Lo mejor de lo mejor, sin lugar a dudas, es recuperar algo de confianza en el ente público al comprobar que queda alguien ahí dentro que es capaz de apostar por la ficción nacional original y no muera en el intento.
http://casaquerida.com/2015/04/16/perdemos/
Ya son ganas de llorar… Vale, les mandan a la Vizcaya profunda en el siglo XIV y se encuentran con un grupo de arrantzales que solo hablan euskera vizcaino de Lekeitio. ¿Y entonces qué? ¿Se comunican por signos? Al de dos minutos la gente cambia de canal. Se trata de que sea entretenida, y por eso cuando van al siglo XV se entienden -y el castellano era muy diferente del actual.
Que sí, que ya sabemos que se hablaban varios euskalkis (dialectos) de euskera, y el catalán, y el gallego, y el bable, y si vamos más al pasado, el latín, el íbero, el árabe… pero si hubiesen ido a Bilbao en el siglo XIV la gente hablaba castellano. Y entonces también habría gente que se quejaría de ello.
A mi no me ha gustado que en el episodio final, ambientado en el s. XVI vayan a decapitar a un ganapán comediante. A esos, entonces, se les ahorcaba sin más, que la cuchilla era para los señores, como eran los propios cabecillas Comuneros. Si se habrían puesto tiquismiquis con las lenguas (oyess, ¡para ofender a todos los «periféricos»… siejque, heretica pravedad…!) a lo mejor muchos no nos habríamos enterado de ná. Me ha gustado por lo original, dento de la planicie y la cutrez chillona de las series españolas. Apenas he visto dos episodios y lo único que me ha fastidiado ha sido la dicción plana de los actores (salvando a Blanch) que les impide mostrar algo más que rostro ceñudo y/o carita monina. Y que encima era difícil de oir por algún problema de la grabación, o de mi tele, no sé. El artículo, correcto para entender los entresijos, que sí, se le ven.
Me da que hemos visto series distintas. Los guiños humorísticos de la serie que celebra este artículo a mí me parecen, las más de las veces, de vergüenza ajena. La coherencia del guión… bueno, cuando hay viajes en el tiempo es difícil que haya coherencia, pero al menos uno espera que, aceptando ciertas licencias, haya una lógica… algo que aquí no ocurre, la lógica (mejor dicho, la ausencia de ella) la retuercen a martillazos los guionistas para empujarnos hacia momentos efectistas que ellos imaginan que van a resultar muy dramáticos y que en realidad rozan el ridículo. Tampoco veo muy claros el casting y la dirección artística, ahí incluso podemos estar en parte de acuerdo. Da la sensación de que los actores, algunos muy fuera de lugar, no saben a qué han venido (si es un drama, si una comedia, si tienen que sobreactuar, si no…) y eso hace que el espectador se sienta igual de perdido. Y, con todo el cariño, pienso justo lo contrario: al que menos me creo en su papel es a Jaime Blanch, pero quizás esto sea algo personal con el actor. De todos modos, lo que más me irrita, con diferencia, es eso de las «lecciones de historia» que menciona el artículo. Cuando escuché decir a uno de los personajes que «el Guernica es el símbolo de la reconciliación de las dos Españas» reconozco que estuve a punto de estampar la pantalla de mi televisor. Sí comparto que los mimbres de la idea son potentes, y que tras esta primera temporada, con un poco de oficio en el guión y asentando las bases de la historia establecidas anárquicamente en estos episodios, lo lógico sería que evolucionara a mejor (o dicho más crudamente, algo tan malo no puede empeorar). Pero por favor, que no nos traten como a tontos.
Para periférico, a lo mejor es que, partiendo de la base de que solo es una serie no un ensayo político, hay que mirarla con mas normalidad, y una vez así darse cuenta de detalles como que Amelía dice en el capítulo siete sobre la guerra carlista algo así como ….ya te digo yo que a los catalanes no nos hubiera dado igual uno que otro….donde se sintetiza todo lo que tu cuentas en la cotidianidad de un comentario sencillo de una catalana de la época y que no tiene por que tener una conversación política intensa para que se note, si se conoce historia, su pensar que es el de un momento vivido, por ella.
Sobre el tema de que un ministerio funcione bien en españa yo tengo una idea dandome vueltas por la cabeza. Creo que hay cierto «orgullo» de los funcionarios es ver a unos «compañeros» siendo los heroes, currando por el pais, pese a los recortes (que han dado para chistes en varios capitulos).
Es curioso que el «enlace» del ministerio con el gobierno solo haya aparecido para complicar las cosas y ayudar al malo a escapar.
Ha dado vd. en el clavo. Los españoles amamos que nos den la razón, de ahí los chistes relacionados con la crisis en la serie, que a mí por lo menos, me repatean. Ese relato de la crisis no sólo no es verdad, sino nocivo (la gente, encantada con que le quiten la responsabilidad, o mejor aún, con echarle la culpa a otros).
Me encantaría ver una serie en la que unos funcionarios egoístas capan el progreso de un país defendiendo sus privilegios a costa de todo el resto de la población, y de cómo casi el 99% del resto de la población se ha tragado su relato. Quizá porque todo el mundo secretamente quiere ser funcionario. O, mejor dicho, tener un trabajo del que no lo puedan echar. Pero no, eso no se podría hacer. Mejor hacer una serie echándole cacahuetes a los monos que nos ven para que nos hagan la ola.
¿Quizá porque esa «serie» es el relato oficial que hemos tenido en este país hasta ahora?
No, no, senyor Campoamor, si yo no digo que los personajes hablen de política, digo que sería una buena oportunidad para el público actual descubrir que Amelia Folch tenía el catalán como lengua materna y comentava el Llibre dels feyts, Lo Somni o Blanquerna en lugar de Rolando furioso en sus clases, que Fernando el Católico hablaba aragonés y catalán (además de castellano) en la corte o que Isabel la Católica patrocinaba la traducción al catalán de libros religiosos. Son sólo ejemplos, no se los tome al pie de la letra, pero pretenden ilustrar la idea que España no sólo es ni fue Castilla… Y sobre las carlinadas, tenga usted en cuenta que de Manresa para arriba todo el mundo era carlista y viceversa en la parte sur…
Señor Periférico, en la serie han sacado al padre de Amelia hablando catalán, pero si usted espera que media serie esté con subtítulos, allá usted, ya que si los catalanes, valencianos y mallorquines que salgan tienen que hablar catalán, los vascos euskera, los asturianos, leoneses y extremeños asturleonés, los gallegos gallego y los araneses aranés, vamos apañados. Igual que al viajar a la Castilla del XVI tendrían que hablar castellano antiguo, y si algún día van al Imperio Romano tendrán que hablar latín.
I ho diu un perifèric també!
No veo dónde está el problema en tener media serie con subtítulos. No cuesta nada leer y poder escuchar otros idiomas siempre es bonito. Hay varias series y películas que incluyen muchísimas escenas en otros idiomas, subtitulados, y oye, son una gozada de ver.
Doncs no et deixis el Castúo Sr. Gat! No se dónde está el problema en mostrar que España era y es un mosaico de culturas distintas a la castellana… El día que se permita esto (porqué entenderse lo entiende todo mundo con un poco de cultura) quizá España sea un país de verdad. Otro ejemplo: hasta la implantación de la peseta en 1868, en la serie sólo salen los maravedíes, mientras que en la Corona de Aragón se pagava en libras, suledos y diners de Barcelona, Perpiñán, Monzón, etc. A ver si lo mentan… Y sobre el castellano antiguo, en el capítulo del Lazarillo de Tormes se habla algo bastante parecido…
Pues mira, te lo compro. Y que los funcionarios tengan que tener nociones al menos algunas de las diversidades lingüísticas territoriales no estaría de más. Que además de fichar a Velázquez habría habido que fichar a Rosalía de Castro, a Josep Pla, a Ausiàs March… Suma y sigue para enseñarles cuatro cosas conque despabilarse en cada lugar. ?
Pues yo no descartaría que la lengua materna de Amelia fuera el castellano, a pesar de ser catalana de pura cepa. Pensemos que no deja de ser hija de un matrimonio de clase alta de Barcelona de mitad del siglo XIX.
Cierto! Es bien sabido que sólo el pueblo llano ha mantenido viva la cultura catalana dado que las élites se han vendido siempre y aún lo hacen a la pela…
Estoy bastante de acuerdo con el artículo, excepto en un punto que, sí, está siendo recurrente y creo que es más por deseo de los «críticos» que por realidad: Los viajes al futuro. En mi opinión, me parece totalmente coherente que no se pueda pasar de un determinado año, sea el que sea. Coherente dentro del guión y si nos creemos la serie, claro. Voy a tratar de explicar lo que yo entiendo por «el tiempo es el que es».
Las puertas comienzan con Isabel la Católica y el rabino, ahí se inicia el ministerio. Empiezan a poder ir al pasado, pero no al futuro, porque el tiempo es el que es y no se puede avanzar por él. Desde entonces han pasado 5 siglos y el tiempo ha avanzado, y con él han ido apareciendo puertas por donde ha ido pasando, pero sigue sin poderse ir al futuro del tiempo. No al futuro de un personaje concreto de un momento concreto, sino al del tiempo. La serie se nos presenta en el presente del tiempo, por eso no hay futuro para los personajes de hoy.
Un buen símil sería un videojuego. Según avanzas vas haciendo copias de seguridad de modo que si te confundes no tienes que volver a empezar la pantalla. Si quieres volver a jugar a partir de un determinado punto que dejaste puedes hacerlo sin problemas, pero NUNCA puedes empezar por un punto al que NO HAS LLEGADO AÚN. Y esto es porque el avance (el tiempo) es el que es.
Los subtitulos son un tostón. Mucho más diverso era el Imperio Mogol y en Marco Polo salen todos hablando en Inglés. Solamente a alguien con obsesión identitaria le puede preocupar más los idiomas y las diferentes idiosincrasias locales que la historia en sí. Créame, haber nacido o haberse criado en un lugar determinado no es ni la mitad de relevante de lo que usted piensa.
Los subtítulos son un tostón para quien no tiene costumbre de leer, ni facilidad de lectura.
hombre el pueblo llano? solo solo, no. Que los de la Renaixença eran más bien burgueses
Sigo con el símil, perdón que se me ha cortado. Si tu has llegado a la pantalla 17 y tienes varias copias de seguridad creadas, y en ese momento le prestas la consola a tu hermano pequeño que se va por la pantalla 12, él sí podrá viajar al futuro del juego y jugar la pantalla 15 sin haber llegado todavía. Pero tú seguirás sin poder ir a tu futuro del juego a pesar de ello, porque juegas en el tiempo presente del tiempo.
Espero que se me haya entendido
¡Eso es! Gracias, el mejor ejemplo que he visto para explicarlo. Creo que te lo voy a robar. :)
Desengañaos
En 2016 habrá ganado «Podemos» las elecciones, y habrá echado a todos los de la casta de los ministerios, incluyendo el del tiempo.
Totalmente de acuerdo.
En el hecho de no poder evitar la muerte de Maite, precisamente por querer evitarla, se puede ver una influencia de 22/11/63 de Stephen King, que el pasado se resiste a ser cambiado.
Una serie con unos actores y actrices tan decrépitos (y enchufados) es práticamente inaguantable.
En efecto, qué poco se destaca ese lujo para esta serie (extraordinaria serie) que es la magnética presencia de Jaime Blanch. ¿La dicción? Por supuesto, no en vano pertenece a esa gloriosa generación de Estudio 1, actores que hablaban como actores de verdad; y ahí hay que reconocer que «El Ministerio del Tiempo» cuida este aspecto como no se cuida habitualmente en la ficción española: Juan Gea, Nacho Fresneda, Cayetana Guillén Cuervo… Da gloria oír hablar en esta serie. Pero es que es verdad que lo de Jaime Blanch es mucho más que eso. Cuando en el último capítulo oí cómo decía: «¿Qué tiene este ministerio que nos convierte a todos en hijos de puta?», rematando una escena soberbia, casi grité: «¡Qué grande es!» Y es que eso es un actor, alguien que solo con una frase te deja asombrado.
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No creo que exista el espectador «fijo» de una cadena, habrá quien prefiera más o menos alguna, pero como muestran las muy diversas audiencias, el espectador elige.
Las buenas audiencias de esta serie o de Master Chef en la 1, por citar dos programas totalmente distintos, implica que hay muchos espectadores que cuando hay algo que les atrae los ve.
Yo veo los dos por internet, a toro pasado, porque en directo dan, a menudo, problemas. Y soy un bicho raro en esto del consumo de productos de TV.
Pero en general, el espectador elige en cada momento, de la parrilla lo que le interesa, y no son los mismos espectadores a cada hora del día, los matutinos y vespertinos son personas jubiladas (8.5M), amas de casa (6M) y paradas (5.5M) con distintos gustos, tanto individual como colectivamente, además de no consumir todos todo el tiempo TV.
En cambio en la franja nocturna a estos se le suman los casi 18 M de empleados 12M de hombres y 6M de mujeres más niños adolescentes y estudiantes, unos 5M más, cambiando mucho el tipo de espectador tanto colectivo como individual al ser más de la mitad.
Con la internet, y muchas casas con mas de un receptor de TV además ya no hay tantas series familiares o «de amplio espectro», porque si se abarca mucho, al final se pierde más que se gana frente a ofertas que se ganan principalmente a un sector.
Esta es de las pocas nuevas series «de amplio espectro» o familiares que han triunfado, y de las muy pocas que no cuentan, de una manera u otra la vida de una familia o unas familias aunque sean disfrazadas de series profesionales.
Truño infumable de principio a fin, alabado amplia e incomprensiblemente desde diversos foros de todo tipo.
Como siempre, en este país sigue habiendo clases y clases. A la Abadía de Montserrat se le cita con nombre propio. El magnífico Castillo de Loarre aparece simplemente como la prisión de Huesca.
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No es que los personajes de Aura y Rodrigo o los actores sean más planos, es que Nacho Fresneda es tan bueno que eclipsa a cualquiera. Es una competencia muy dura.
Buen artículo.
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En líneas generales comparto la opinión de su entrada sobre la serie. Lo mejor es que exista, aunque tenga fallos en su consecución. Disiento en la contraposición de Jaime Blanch con Aura Garrido o Rodolfo Sancho, creo que el personaje no tiene el tono cómico/dramático adecuado y eso perjudica su credibilidad. Veo mucho más sólidas las interpretaciones de Juan Gea o Francesca piñón por ejemplo. Y sobre todo disiento del «rigor escandinavo» del ministerio. Si ha demostrado algo la serie es que en España nos gusta ser unos «chapuzas». Valgan como ejemplo las numerosas veces que se ha advertido que no se tiene que cambiar el pasado y las numerosas veces que se ha cambiado, siendo flagrante además por predicar el «enchufismo», cuando se cambió de barco al hijo de Entrerrios sólo porque «si no nos ayudamos los compañeros de ministerio quien nos va ayudar».
Esta serie refleja la gran paradoja después de ver el último capítulo. Julián entra en el ministerio porque muere su mujer. Pero su mujer muere porque el interviene en el accidente por los viajes en el tiempo. Creo q la mujer lo ve en el coche con otra mujer.
Hola,
Aquí os dejo un link donde podéis ver el primer cómic de la serie de televisión de TVE ‘El Ministerio del Tiempo’.
http://elministeriodeltiempoelcomic.blogspot.com.es/
Saludos
A mi que precisamente lo peor me parece la actuación del ministro…no me la creo ni para atrás :(
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Pues a mí me vais a perdonar… Pero yo veo a Amelia muy muy puesta con Lope. Aisss Y que el bebé que hay en la foto es de Lope. Y que Julián se hará pasar por padre para que no tenga ella un problema en casa. Porque el está de su Mayte. Y Amelia va a ser el gran amor esquivo de Lope. Y como de amores imposibles, como de imposibles tiempos es ser funcionario de este ministerio.
Pues, en mi opinión, Jaime Blanch es el actor más flojo de toda la función. Sus diálogos suenan impostados, falsos.
Los personajes principales, los tres, me parecen igualmente flojos, especialmente Julián. Es que no me importa un comino lo que les pase. Pacino ha llegado para salvar la función y para evitar que el Ministerio se hunda (aparte de que Hugo es el que está mejor de todos).
Y creo también que los guiones tienen buenos planteamientos pero pobres desarrollos, faltos de la imaginación que demanda esta serie.
Aún así, y a pesar de sus muchos otros defectos, creo que es una serie que merece el éxito que tiene, por otros motivos ajenos a los que he dicho.
Ahora, no es Dr. Who. Acaso llega a ser Quantum Leap.
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A mi me parece una serie macnifica y lo que busca ademas de poder (revivir) la historia es pasarnoslo bien y no solo con cosas desagradables y creo que es insuperable y los actores buenisimos Hugo Silva me gusta en papel de los ochenta pero siento que salga tan poco RODOLFO SANCHO pues es un gran actor espero le pongan mas gracias.
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He visto la serie completa, y no era de extrañar, como casi todo el cine es Basura.
Se hace apología a la decadencia cultural, exaltando valores como la falsa democracia en la que vivimos (que no es mas que una encubierta dictadura), las falsas libertades, se hace apología al judeo-cristianismo, y a su vez al marxismo cultural. Ambas, dos caras de una misma moneda destinada a destruir toda sociedad responsable.
Se exalta la degeneración que ha sufrido la humanidad desde la llegada de la modernidad, con el alcohol, la homosexualidad y todo lo que envenena nuestra especie y la deteriora.
Me hace gracia que al final de la serie, en el ultimo capitulo, se muestra un mundo Orweliano donde las personas son todas clones idénticos, sumisas, adormecidas en un mundo totalitario… pero eso es precisamente lo que es la sociedad moderna actual, un mundo disfrazado de progreso donde somos robots esclavos de la tecnología, donde todos hablamos y pensamos igual, como clones de un estado amo, que nos esclaviza y nos hipnotiza en nuestra propia decadencia y destrucción, mediante valores anti-naturales.
Un asco, eso pienso de esta serie.
Aparte de ser una magnifica serie de aventuras, como la definen sus creadores, ha conseguido unir el pasado glorioso de españa con el presente, algo mas triste o pesimista, sin enfrentarlos
Y lo mismo con las Españas que hay’ que son mas de dos. Y eso es muy importante
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Como amante de la ciencia y aficionado a la ciencia ficción la veo muy cutrilla, llena de contradicciones, deslices e incoherencias que no sabes si reír o llorar. Aparte que como otras series españolas muestra que el gran valor interpretetativo en este país está en los dobladores (aparte las obvias excepciones)…
Pero ENGANCHA … Así que algo tendrá de muy bueno.
No se quien es el autor de esta nota pero es evidente que hay que ser español para poder leerla, esta lleno de palabras inusuales, modismos, jergas, formas de redactar rebuscadas y referencias desconocidas para el que no es español. No pude terminar de leer, por momentos tenia ganas de usar el traductor de google, pero despues me daba cuenta que supuestamente esta nota estaba en castellano.
Actuan tan mal que no se puede ver. Los dialogos parece que los escribiera un guionista de la epoca de cine mudo. Distrae tanto que es inmirable.